Se confirma el origen romano del yacimiento de Isla de Lobos (Fuerteventura) y su excavación se prolongará los próximos tres años

Foto: El presidente del Cabildo, Mario Cabrera (d), las arqueólogas Mercedes del Arco (2d), y Carmen del Arco (3d) y el consejero de Cultura del Cabildo de Fuerteventura, Juan Jiménez (i) observa los restos de unas paredes de piedra de las excavaciones realizadas en un yacimiento, posiblemente romano, de la isla de Lobos. EFE/CARLOS DE SAA.

 

El inicio este mes de la excavación arqueológica sistemática del yacimiento descubierto a principios de 2012 en la Isla de Lobos (Fuerteventura), ha permitido constatar las primeras hipótesis que apuntaban a la existencia de un asentamiento de origen romano de una considerable magnitud y cuya ocupación fue al menos estacional, que estuvo dedicado a la obtención de la púrpura a partir del procesamiento de moluscos marinos, de los que se hasta el momento se han contabilizado 70.000 ejemplares.

 

Este proyecto se extenderá durante los próximos tres años en el marco de un convenio institucional entre el Cabildo de Fuerteventura, desde la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico, y el Cabildo de Tenerife, a través del OACM (Organismo Autónomo de Centros y Museos), titulado 'Poblamiento y Colonización en las Islas del Atlántico'.

 

La importancia de este yacimiento radica en la constatación de la existencia de asentamientos, al menos estacionales, en las Islas Canarias y asociados al imperio romano. Las primeras dataciones contextuales de los materiales descubiertos confirman los hechos, enmarcando esta factoría dedicada a la obtención de púrpura entre el siglo I antes de Cristo y el siglo I después de Cristo.  

 

El equipo científico que se encarga de la excavación recibió esta mañana la visita institucional de los promotores del proyecto, que estuvo encabezada por presidente del Cabildo, Mario Cabrera, y la consejera delegada del Cabildo de Tenerife en el Organismo Autónomo de Centros y Museos, Amaya Conde, acompañados de la alcaldesa de La Oliva, Claudina Morales, el consejero de Cultura y Patrimonio Histórico del Cabildo majorero, Juan Jiménez, y el director del Mueso Arqueológico de Tenerife, Conrado Rodríguez.

 

Amaya Conde, consejera delegada del Cabildo de Tenerife en el Organismo Autónomo de Centros y Museos, trasladó su satisfacción por poder "seguir colaborando con el Cabildo de Fuerteventura" y "materializar la oportunidad de investigar en este campo arqueológico. Consideramos que nos encontramos ante un yacimiento que servirá como referencia futura una vez se publiquen los resultados de su estudio".

 

Mario Cabrera, valoró el enorme interés de este yacimiento que "constata la hipótesis de la existencia de asentamientos romanos en Canarias, al menos, de manera estacional, y que nos dice que en el imperio romano ya conocían la riqueza de esta tierra, algo que otorga un nuevo valor a la historia de este paraje y de toda Fuerteventura".

 

Juan Jiménez recordó como "los cabildos de Fuerteventura y de Tenerife colaboran en el marco de un convenio firmado en el año 1998 para llevar a cabo investigaciones conjuntas de naturaleza cultural. En este caso, la existencia de un emplazamiento estacional de la época del alto imperio romano se alinea con las corrientes de estudio que ya aventuraban esta realidad histórica".

 

Claudina Morales declaró que este descubrimiento supone "un nuevo atractivo para el municipio", "confirma que la presencia romana en las Islas forma parte de nuestra historia", y aporta "un nuevo valor para la Isla de Lobos, no sólo desde un punto de vista natural, sino también cultural".

 

Las arqueólogas encargadas del proyecto muestran a Mario Cabrera (Presidente del Cabildo) y Juan Jiménez (Consejero de Cultura) los restos de un ánfora de factura romana. Fotografía: CARLOS DE SAA.

 

Excavación sistemática

La directora de la excavación, por Carmen del Arco Aguilar, catedrática de Prehistoria de la Universidad de La Laguna (ULL), valoró esta excavación como de "gran relevancia", y describió el proceso a llevar mediante campañas anuales durante los próximos tres ejercicios a través de un equipo científico integrado por al menos ocho personas.

 

"La Excavación se realizará de manera sistemática mediante un decapaje en horizontal. Los trabajos llevados a cabo hasta el momento (a una profundidad de entre decenas de centímetros y dos metros) han permitido conocer como se organiza el yacimiento, que consiste en un espacio de procesado de moluscos marinos (Stramonita haemastoma o thais) –lo que en Canarias se conoce como carnadilla y que los romanos utilizaban para la obtención de tinte púrpura-, de los que hasta el momento se han identificado un mínimo de 70.000 ejemplares", explica del Arco, aunque ha aparecido también un segundo montículo de concheo todavía por estudiar.

 

En este espacio se llevaba a cabo un concheo amplio y especializado en el procesado de esta materia prima, pues aparecen varias estructuras "cuya funcionalidad está todavía por definir pero que apuntan a su utilización como habitáculos para el almacenaje o de tipo doméstico". También se ha identificado gran cantidad de material cerámico de torno correspondiente a recipientes contenedores y vajilla variada de mesa y de cocina (cuellos y asas de ánfora, tapas de olla, recipientes para el fuego, vajillas de mesa), fragmentos metálicos de hierro y bronce (anzuelos y clavos) restos óseos de animales ovicápridos, un bucio prácticamente completo, etc.

 

 

El yacimiento cuenta con un tamaño considerable (18x6 metros ó 108 metros cuadrados), y una profundidad excavada hasta el momento de entre decenas de centímetros y dos metros de profundidad, pues las estructuras se encuentran en pendiente. "No obstante, se observa cómo uno de los muros tiene continuación bajo el terreno arenoso, lo que aventura que el yacimiento podría ser incluso mayor", comenta otra de las responsables de la excavación, Mercedes del Arco.

 

Esta investigadora constató la importancia de este yacimiento "de uso especializado, pues el 90% del material del conchero corresponde al thais o lo que conocemos aquí como carnadilla, y por lo tanto se trata de un espacio dedicado a la obtención de la púrpura. Se trata del único asentamiento de estas características descubierto en Canarias, pues sí se conocen yacimientos similares en la  Isla de Mogador y otros puntos de la costa atlántica africana, de igual manera que otros yacimientos asociados a la cultura romana aparecidos, por ejemplo, en Lanzarote, no se relacionan con esta actividad".

 

Junto a las mencionadas arqueólogas Carmen del Arco Aguilar, catedrática de Prehistoria de la Universidad de La Laguna (ULL) y Mercedes del Arco, participan en la excavación otros investigadores como Candelaria del Rosario o Carmen Benito, hasta completar un equipo de ocho personas procedentes de la ULL, el OAMC de Tenerife, y el Cabildo de Fuerteventura.

 

A mediados de 2012 se realizó una excavación que sirvió como un primer sondeo en el yacimiento, después de que se localizaran restos que a priori presentaban un potencial muy importante. La investigación se llevó a cabo gracias a la colaboración que mantienen el Cabildo de Fuerteventura desde su Departamento de Patrimonio Histórico y el Organismo Autónomo de Museos y Centros del Cabildo de Tenerife -en el marco de un convenio que ya venía funcionando desde hace doce años-.

 

Diversos investigadores como Pablo Atoche ya habían referenciado la presencia de restos romanos en otros puntos de Canarias, pero este caso es especialmente llamativo por la diversidad de la cerámica hallada y por la actividad a la que estaría asociada: la extracción de la púrpura para su posterior comercialización en el Mediterráneo.

 

 

Restos de ceramica realizada a torno.

 

 

CONTEXTUALIZACION HISTÓRICA

Romanos y aborígenes

En lo respectivo a la cerámica de torno, su localización es muy importante debido a que, si se confirma su cronología, se demostraría que en Canarias hubo desde una época muy temprana emplazamientos de pueblos que conocían su utilización y que de alguna forma convivieron o mantuvieron contactos con los aborígenes, quienes para la realización de objetos de cerámica recurrían a la elaboración a mano.

 

Hasta ahora sí se habían localizado en Canarias de forma puntual otros restos de cerámica de torno relacionada con las culturas clásicas del Mediterráneo, pero la singularidad del yacimiento en Isla de Lobos radica en que la cerámica aparecería ya contextualizada en un emplazamiento concreto y con actividad también relacionada con la obtención de tintes para su posterior comercialización.

 

Comercialización de la ansiada púrpura

Los tejidos teñidos de púrpura gozaron de gran popularidad en todo el mundo antiguo, desde los fenicios hasta los romanos. Eran considerados objetos de lujo y signo de distinción social, hasta el punto de que el propio Estado controlaba su monopolio y se organizaban expediciones comerciales y militares en busca de los productos necesarios para su elaboración. También se establecieron bases en la costa africana atlántica para su extracción. Las costas de la denominada Mauritania-Tingitana tenían una potente industria de púrpura, por lo que debido a su cercanía con Canarias, se podría apuntar como teoría que también la tuvieran las Islas, donde ya los autores clásicos situaron los Campos Elíseos.

 

En este sentido, cabe recordar que ya desde el I milenio a. de C. se desarrolló la expansión comercial desde el Mediterráneo oriental a cargo de pueblos navegantes como los fenicios y griegos,  que buscaban fuentes de abastecimiento de materias primas y nuevos mercados para sus productos. Los conocimientos náuticos de estos pueblos para navegar en alta mar permitieron esta expansión.

Esta actividad se vio acompañada de numerosos viajes exploratorios o periplos que propiciaron el establecimiento de colonias y emporios fenicios en la costa atlántica, como los de Gadir, Lixus y Mogador, en donde se desarrolló una importante industria pesquera. La producción de garum (una conserva realizada a base de pescado) dio origen a una rica industria de salazón que era comercializada por todo el mundo púnico, griego y romano. Y que también podría ser otra de las justificaciones de la presencia romana en la Isla de Lobos.

 

 Los arqueólogos, en plena faena en el yacimiento Lobos.

Las Islas Canarias, si se confirman las hipótesis iniciales apuntadas con localizaciones como la de Isla de Lobos,  no fueron ajenas a este largo proceso comenzado desde el milenio I a. de C. que finalizaría con la crisis del Imperio de los s. III-IV d. C. y el posterior abandono de las factorías de salazones de la Mauritania Tingitana.

 

En este sentido, la situación estratégica del archipiélago canario facilitó el establecimiento de las rutas comerciales de navegación atlántica. La gran riqueza en túnidos de las aguas del banco pesquero canario-sahariano pronto convertiría a las islas en una valiosa fuente de recursos pesqueros.

 

La descripción de las Islas Afortunadas que Plinio extrae de la expedición de Juba II nos revela el conocimiento y la frecuentación del archipiélago desde la Antigüedad. Existen evidencias indiscutibles que confirman en las islas la presencia de poblaciones púnicas y romanas relacionadas con la explotación de estos y otros recursos naturales como la madera o el múrex, que propició el desarrollo de rentables industrias de tinte de púrpura en la Antigüedad.

 

Crónicas de asentamientos en Lobos

La Isla de Lobos también tiene un papel destacado en las crónicas de la Conquista de Canarias por los europeos, pero ya a comienzos del siglo XV. Tras la conquista de Lanzarote (1402), la expedición del normando Jean de Bethencourt regresó a la Península en busca de más refuerzos, dejando un destacamento al mando de su socio Gadifer de la Salle que se asentó en el islote de Lobos, que serviría de base para la posterior conquista de Fuerteventura.

Fuente: lavozdetenerife.com | 11 de noviembre de 2013

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Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el diciembre 2, 2013 a las 1:35pm

¿Romanos en la isla de Lobos? por Octavio Hernández

Fuente: canariasahora.es | 1 de diciembre de 2013

Lo primero que el sentido común debería preguntarse es: ¿por qué precisamente romanos? ¿por qué se da el salto sin red para irse a los primeros siglos de la era, si han ocurrido muchas cosas en la isla de Lobos desde 1402 que podrían explicar mejor lo que se está sacando de la arena en la playa de La Concha? Si hay anzuelos de metal, ¿cómo ha obrado el milagro de que se hayan conservado durante 1.800 años bajo la continua acción de la salmuera marina, en el mismo borde de la pleamar y con una línea de retroceso cambiante de la línea de playa (fenómeno que ha permitido el hallazgo)?

No es difícil hallar fuentes escritas que nos conducen a un escenario distinto y alejado de las pompas de Roma. La más conocida es la referencia de Millares Torres a la expedición punitiva de la escuadra de Simón Lorenzo, en torno al año 1537, contra los corsarios que se refugiaban en la isla de Lobos: “Cuando la pequeña escuadra llegó a la isla de Lobos, la encontró ya abandonada, destruidos los almacenes y barracas, incendiados los objetos de difícil conducción…” La identificación de Lobos como estación de corsarios es legendaria en toda la literatura canaria de piraterías. No sabemos de dónde saca Millares estos datos, pero tienen visos de realidad porque los recursos marinos de la isla se encontraban en explotación prácticamente desde que Gadifer de la Salle puso el pie en ella.

Gaspar Frutuoso dice, a finales de ese mismo siglo XVI, que los lobos marinos en realidad serían cazones o quelmes que se pescaban en abundancia en la isleta o isleo, que debe ser una explicación puramente especulativa, como otras de este autor, porque las focas se habían extinguido, pero sí es indicativo de una actividad pesquera concreta que no puede ser pasada por alto. La pesca estacional con estancias más o menos prolongadas en la isla de Lobos por pescadores majoreros, desde Corralejo, y lanzaroteños, desde Rubicón y Playa Blanca, parece haberse convertido en una tradición principalmente desde inicios del siglo XV hasta la segunda mitad del siglo XX, y no se puede dudar que el Puertito y la cercana playa de la Concha, donde se podía varar las barcas, fueron lugares elegidos para establecerse, de manera que la existencia de construcciones como las que menciona Millares parece responder a una descripción real, que ahora se vería confirmada con el hallazgo de toscas estructuras y paredes que serían los restos de facilidades pesqueras de almacenaje y habitación temporal, quizá las mismas destruidas por los corsarios.

El 13 y el 20 de enero de 1989 publicó en La Voz de Lanzarote Luis Moreno un trabajo sobre los antecedentes históricos de todas las construcciones del islote, describiendo la evolución de una población estable desde el siglo XIX que llegó a alcanzar el centenar de personas, dedicadas principalmente a la pesca y el marisqueo y residentes en chozas o casetas rústicas fabricadas toscamente con materiales de la propia isla, algunas abandonadas y luego reedificadas y otras ya entonces desaparecidas.

Más interesante es el hallazgo de varios concheros en el yacimiento, montañas de miles de conchas de moluscos diversos, que parecen haber sido separados deliberadamente por especies de una manera que demuestra una explotación selectiva. La elevación de concheros como estos seguía siendo típica en Fuerteventura y Lanzarote en la segunda mitad del siglo XX y somos muchos los que recordamos haber visto a las familias de mariscadores establecidas durante semanas en épocas de mareas largas o de temporal en ranchos de cuevas y abrigos de piedra erigidos en oquedades de la costa, hirviendo a diario en sus fogones lapas, mejillones, burgaos y canaíllas, de cuyos caparazones se formaban montículos blanquecinos de detritus calcáreos en los aledaños, aunque muchos desaparecieron en los años 40 y 50 porque se trituraron para convertirlos en abono, piensos o para fabricar losas y pisos.

Era esta recolección malacológica una práctica económica de producción doméstica de mercancías dirigida a la comercialización en conserva, en cuya preparación y circulación participaban de manera destacada las mujeres isleñas, un aporte cárnico de proteínas marinas que no sólo recorría los caminos de Fuerteventura y Lanzarote, sino se exportaba a los mercados portuarios de Gran Canaria y Tenerife. Para conservar los moluscos después de hervidos se hacía un escabeche a presión en botellas con vinagre y algún diente de ajo, separados por especies. Hasta hace pocos años, en algunos bares de Fuerteventura, por ejemplo en Tefía o Ajuy, todavía podíamos ver a la venta estas botellas, que muchos recordarán.

Es una prueba indubitada de que las familias de pescadores que mariscaban en la costa pasando en ella largas temporadas practicaban una selección en el procesado de las conservas, separando por especies para satisfacer gustos y precios distintos, que explicaría su acumulación en concheros siguiendo un patrón de clasificación para el envasado. Había incluso una división sexual del trabajo de recolección, donde los hombres cogían las lapas y los mejillones más inaccesibles, mientras se reservaba a las mujeres el burgao y la canaílla. En un interesante estudio etnográfico, la antropóloga Gloria Cabrera Socorro recorre el testimonio de las mariscadoras de La Graciosa: "Nosotras llegamos a ir a mariscá a Alegranza, y hasta las Islas Salvajes. Nos íbamos de viaje cuando iban a lo mejó un hermano o los padres de ranchería a pescá viejas y las lapas las secábamos al sol y hacíamos rosarios de lapas que le llamábamos, como collares, ensartándolas en un hilo y las vendíamos por kilos, y más antiguamente todavía se vendían por almudes, pero las lapas secas arrejundían poco. Como había poca venta, las teníamos que secar y así en rosarios las compraban la gente rica de Las Palmas, de Tenerife [...] Iba con mis primas o con las amigas, si la marea era temprano, llegábamos a salir de noche pa llegá a tiempo. Me acuerdo de ir pa'trás y estar esperando una hora a que aclareciera el día pa poder ver a mariscar. Después, cuando se terminaba la marea, lo traíamos y lo sancochábamos y volvíamos a salir a la otra marea y cuando volvíamos, a veces de noche, nos poníamos a sacar los burgaos. Me acuerdo de vení mi novio a hablá conmigo y ponerse a ayudarme a sacar los burgaos".

En la isla de Lobos, José Rial, hijo de uno de los fareros de Lobos, en su novela Maloficio, publicada en 1928, que transcurre en el isleo evocando las vivencias de su familia, narra con detalle: “Teodora traía de La Oliva el correo del Torrero todas las semanas, por un duro al mes, recorriendo los dieciocho kilómetros de malos caminos, de mañanita, lo que le permitía vender el pescado cogido en la Isleta la noche anterior. Se iba con la fresca, de madrugada, y volvía ya casi anochecido, huyendo del oscuro. Y ya puesta a su servicio con tan buena voluntad, Dueña María le concedió todos los demás, y era Teodora la que le llevaba el pescado, que la Torrera, orgullosa, no quería que le regalaran, y que al cabo del mes la valía su puñado de reales; fué ella también la que le cargaba la leña, que a fisca la carga importaba alguna cosa; la que le lavaba la ropa y la que le preparaba las botellas de marisco, que Dueña María enviaba a Las Palmas, donde se pagaba bien, en beneficio de Teodora”. 

Los Rial procedían de Cádiz, donde precisamente la cocción de la canaílla es tan tradicional que a los gaditanos se les conoce exactamente con el mote popular de cañaíllas, por la afición que existe a este molusco, al que ellos también llaman burgalao, que seguramente se acerca al origen léxico de nuestro canarismo burgao, introducido por pescadores portugueses y andaluces. Allí la canaílla no se recolectaba en los roquedales costeros, sino que se pescaba en redes de arrastre llamadas manta en las playas o calas porque, a diferencia de como se suele presentar en Canarias, es una especie de caparazón espinoso que se engancha fácilmente en el chinchorro. Esta no debe haber sido la práctica desarrollada en la playa de La Concha, donde se recolectaba a mano debajo de las piedras y en los abrigos de los riscos en bajamar, captura que es productiva porque nuestra canaílla adulta suele aparecer en parejas y se coge de dos en dos. Arthur Taquin, describiendo con bastante detalle la vida cotidiana de los costeros canarios en las pesquerías saharianas de principios del siglo XX, señala que los pescadores variaban su dieta habitual de pescado y gofio amasado con mojo cuando la pesca se desarrollaba en el litoral de parajes rocosos: "Las embarcaciones traen grandes cantidades de marisco de los géneros mytilus [mejillón], patella [lapas], púrpura [canaílla], que cuecen en la misma marmita".

El marisco fue en las islas orientales un recurso fundamental durante las hambrunas, junto al gofio de cosco, de manera que en los períodos de sequía y escasez la gente sobreexplotaba las zonas de marisqueo. Los Rial es seguro que hallaron en Lobos un paraíso para su particular afición culinaria gaditana que, de paso, contaba ya con tradición entre los pescadores que pasaban temporadas en la isla, de manera que por unos y otros el hecho es que hay bastante fundamento para afirmar que en Lobos se consumía habitualmente en la dieta básica de alimentación y se embotellaba para su comercialización, como se hacía en Fuerteventura y Lanzarote. 

Para atribuir origen romano a estos concheros hallados en la playa se ha querido ver una prueba en un detalle muy particular de los miles de conchas halladas de canaílla, y es que presentan invariablemente una rotura de la punta indicativa de manipulación con un fin particular. Para los arqueólogos implicados en esta hipótesis no parece haber muchas dudas de que la muesca se habría hecho para extraer la glándula del codiciado tintóreo, exactamente a través del mismo patrón de rotura que fue anunciado antes por el equipo de Darío Bernal en el yacimiento de Carteia en la bahía de Algeciras como indicativo de la explotación purpuraria. El anuncio de Bernal de enero de 2012 concuerda llamativamente con el que luego se ha hecho en Lobos en 2013, de manera que resulta un calco poco inocente y claramente intencional, dado el empeño de algunos en vincular a Canarias con la actividad pesquera gaditana del denominado Círculo del Estrecho.

Pero eso es porque desconocen el secreto del guiso de la canaílla, una técnica que de siempre se ha empleado en Cádiz y en Canarias para extraer con más facilidad el bicho entero con una punta metálica, aguja, cuchillo o anzuelo. Debido a que con la retracción y los gases de la cocción el molusco hace vacío con el fondo de la espiral, y al tirar del músculo por el opérculo resiste con el efecto ventosa y provoca que se parta, se quede dentro y se pierda tiempo en una labor mecánica que requiere destreza, desde hace siglos se rompe la punta opuesta al agujero para sacar la carnada intacta. Se puede comprobar en cualquier manual gaditano sobre cómo cocinar este molusco y ha sido la manera como se ha venido haciendo en Fuerteventura y Lanzarote tradicionalmente, desde hace siglos.

Puede que en la explotación de la púrpura se hiciera lo mismo en crudo, de forma que tanto para extraer la glándula del tinte como para sacar la carnada entera para la cocción con fines de consumo y conserva, se rompe la concha con igual técnica. El patrón de rotura no es suficiente, entonces, para concluir que es la huella de fábrica de la púrpura, y si reunimos todos los indicios citados hasta aquí cabe pensar que resulta más probable, a falta de pruebas de datación segura, que responda a una manera de guisarla para facilitar la extracción con fines de alimentación en tiempos más recientes desde el cuatrocientos, fruto del marisqueo tradicional. Dicho sin ánimo hostil, no tiene mucho sentido irse directamente a la hipótesis más rara y remota, habiendo alternativas más comunes y cercanas para entender lo hallado en el yacimiento de la isla de Lobos. 

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Nota:

Llama la atención que el autor, aun cuando ofrece una serie de datos y argumentos como hipótesis alternativa (a la romana) sobre el hallazgo de la Isla de Lobos, centrados muy principalmente en los concheros encontrados, no nos explique qué razones debemos tener en cuenta para soslayar los restos de cerámica (ánforas) romana que, al parecer, se han constatado en el yacimiento.

Comentario por Octavio Hernández el diciembre 3, 2013 a las 9:40am

Estimado Guillermo,

en Lobos se ha invertido el método científico: primero, se ha hecho una atribución apriorística del yacimiento a los romanos, y después, una vez considerado romano, se establece que la cerámica "tiene que ser" romana. Ninguna de las adscripciones romanas que se ha hecho en Canarias a restos cerámicos, submarinos o aéreos, se ha confirmado, y ya son casi una veintena las ánforas o anforoides cuyo origen mediterráneo remoto no ha sido validado ulteriormente con pruebas contrastadas aceptables. Sigue siendo recomendable la lectura del trabajo de Tejera y Chávez de 2001, del que pongo enlace: Artículo

Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el diciembre 4, 2013 a las 12:05am

Le agradezco, Sr. Octavio, su amable y rápida respuesta respecto a la posible cerámica romana hallada en Isla de Lobos. Era este un aspecto que quedaba en el aire en su interesante artículo-crítico, al tiempo que le doy también las gracias por el enlace al trabajo de Tejera y Chávez de 2001, el cual es sumamente sugerente en relación al asunto.

Tras leer ambos escritos (su artículo y el que enlaza) se queda uno obligadamente en posición escéptica ante el diagnóstico anunciado sobre el posible asentamiento romano en Isla de Lobos. No queda más remedio, pues, que esperar a ver qué conclusiones ofrece finalmente la publicación de los trabajos arqueológicos que se lleven a cabo, y sin menoscabo de lo que puedan ir adelantando en su ínterin. 

Un saludo muy cordial

Comentario por Luis Castaño Sánchez el diciembre 4, 2013 a las 1:04am

Bueno, no lo he leído con todo detalle pero al caer sobre esto y siendo de Cádiz me veo obligado a hacer algunas precisiones:

"Los Rial procedían de Cádiz, donde precisamente la cocción de la canaílla es tan tradicional que a los gaditanos se les conoce exactamente con el mote popular de cañaíllas, por la afición que existe a este molusco, al que ellos también llaman burgalao, que seguramente se acerca al origen léxico de nuestro canarismo burgao, introducido por pescadores portugueses y andaluces."

Que yo sepa "cañaíllas" no se aplica a los habitantes de Cádiz sino a los de San Fernando. Y por otro lado, que yo sepa, tampoco es correcto que a las cañaíllas se las llame también burgalao. Se las llama burgaíllos.

Un saludo. Luis.

Comentario por Octavio Hernández el diciembre 4, 2013 a las 4:37pm

Hola Luis,

para la canailla, la denominación burgalao es un equivalente en diversos puntos de la costa andaluza, también entre Cádiz y Huelva, junto con variantes como burgarao, burgarajo o burgaillo. Parece una evolución del portugués burgalhao, y este del francés atlántico burgaud. Cualquiera de esas variantes vale para asociarlo con el burgao de Canarias.

En cuanto al mote popular "cañaillas", nada que objetar. Es cierto que se aplica a los habitantes de San Fernando, en Cádiz. Para el asunto que nos ocupa, José Rial y su familia proceden de San Fernando, es decir, eran cañaíllas.

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