Los excepcionales hallazgos en Córdoba de la guerra civil romana en la que combatió Julio César

            Vista aérea del Cerro de la Merced. Grupo Investigación Polemos

En el año 46 a.C., una de las terribles guerras civiles del final de la República romana se libraba también en el sur de Hispania. El imbatible Julio César, triunfador en la decisiva batalla de Farsalos (Farsalia), después de asegurar el trono egipcio para Cleopatra, tenía que abatir el último reducto de fuerzas leales a Pompeyo, su gran némesis y a quien le habían cortado la cabeza en Alejandría dos años antes. Estas tropas estaban ahora lideradas por sus hijos Cneo y Sexto. Antes de vencerlos definitivamente en Munda en mayo del 45 a.C., el dictador se enfrentó a sus enemigos en varios puntos de la actual provincia de Córdoba.

Uno de estos choques se registró en Ulia, lo que hoy en día es Montemayor. La ciudad fue asediada por las tropas de Cneo Pompeyo mientras Julio César sitiaba la localidad de Córdoba, en poder de Sexto, el hermano menor. Pero el poderoso militar envió un efectivo contingente al mando de Lucio Vibio Pacieco para socorrer la plaza que desde el principio se había aliado con su causa. De la batalla de Ulia dan testimonio las fuentes clásicas —que relatan, asimismo, otro asedio previo en el año 48 a.C.—, pero ahora también los excepcionales hallazgos arqueológicos realizados por un proyecto de investigación sobre la Cultura Ibérica y su integración en el mundo romano.

"Hemos encontrado más de un centenar de proyectiles de honda, numerosas puntas de flecha, la lengüeta de hierro de una jabalina pesada romana (pilum), proyectiles de artillería para lanzar con la balista, un arma para los asedios, clavos de botas militares e incluso monedas, entre las que destaca un quinario de plata acuñado entre 80-40 a.C.", explica el arqueólogo Javier Moralejo (izquierda), director de las prospecciones en Montemayor. "Todos estos elementos testimonian la dureza de los combates y las vías de ataque a la ciudad que estamos localizando al norte y al sur", añade.

No obstante, el hallazgo más espectacular se registró en el Cerro de la Horca: los restos de un carro ibérico del siglo IV a.C. Se trata de "un espectacular depósito ritual" formado por un lote de cuatro ruedas de hierro y originalmente madera, dos de ellas más grandes y de más de un metro de diámetro, que fueron apiladas sobre un yugo con apliques y pasarriendas de bronce y dos bocados de caballo. El conjunto estaba mezclado con cenizas y huesos de animal que probablemente procedían de un banquete celebrado en las inmediaciones, y se rellenó con cantos rodados.

             Los arqueólogos excavando el carro ibérico de Ulia. Grupo Investigación Polemos

En el área cercana de Las Cabezas del Rey también se han hallado puntas de flecha tipo Alesia, las características de las tropas cesarianas que emplearon en el asedio de la Galia, o la punta de una lanza. Sigue siendo una incógnita la localización exacta de los campamentos de los dos contingentes enfrentados. Y eso es lo que tratarán de desenterrar los investigadores en la próxima fase de actuación.

Glandes de honda y puntas de flecha romanas desenterradas en Montemayor. Grupo Investigación Polemos

Tres yacimientos

Pero las excavaciones en Ulia/Montemayor son solo una de las tres patas del proyecto que el Grupo de Investigación Polemos de la Universidad Autónoma de Madrid desarrolla en el sur de la provincia de Córdoba, y aúna los esfuerzos de medio centenar de expertos de varias universidades. Bajo el nombre de 'Ciudades y complejos aristocráticos ibéricos en la conquista romana de la Alta Andalucía', los trabajos están aportando "una ingente documentación nueva" sobre la cultura ibérica, su arquitectura y vida diaria, su violenta etapa final y las guerras civiles de Roma. Un periodo que abarca desde el siglo V al I a.C.

De gran importancia son también los descubrimientos realizados en el Cerro de la Cruz, en el municipio de Almedinilla: un oppidum de urbanismo complejo, fechable entre los siglos III y II a.C., con anchas calles rectilíneas, casas de doble planta y azoteas, almacenes, cisternas y una plaza central. La salvaje destrucción a la que fue sometido en torno a 140 a.C., en época de las guerras de Viriato, ha permitido una espléndida conservación de la mayoría de los vestigios.

             Estancia con las ánforas del Cerro de la Cruz. Grupo Investigación Polemos

En una de las estancias, de poco más de doce metros cuadrados, ha salido a la luz un almacén con 42 ánforas destinadas a la conservación de cereales como la cebada o el trigo, y más de un centenar de otros objetos en el piso alto como platos, cuencos, vasos de beber, telares, instrumentos agrícolas, cuchillos y recipientes de plomo. El masivo derrumbe de la estructura, provocada por un incendio, y su consecuente sellado, ha favorecido su preservación.

"Este cerro proporciona el mayor y más completo repertorio de cultura material conocido en un hábitat en toda Andalucía", según señala el arqueólogo Fernando Quesada (izquierda), director del proyecto.

Sin embargo, lo más llamativo que los investigadores han encontrado en este yacimiento son hasta siete esqueletos humanos o partes de ellos, salvajemente mutilados, con tajos en tibias, peronés, omoplatos o fémures, abandonados sobre el suelo de las calles o entre los escombros de las viviendas. La matanza se habría desarrollado durante las campañas del cónsul romano Serviliano en la zona.

              Cadáveres mutilados del Cerro de la Cruz.

El tercer ámbito de actuación del proyecto se ha llevado a cabo en el Cerro de la Merced, ubicado sobre el paso natural que une la Campiña cordobesa y la cordillera Subbética, una antigua ruta que todavía en la actualidad conecta la localidad de Cabra con Carcabuey y Priego. Sobre la cima de este cerrete, cuya cumbre es bañada por el sol naciente, se edificó inicialmente, entre el siglo V y el IV a.C. un santuario o monumento conmemorativo decorado con relieves y sillares de cornisa de gola. Este primer monumento fue sustituido en el siglo III a.C, por orden de algún reyezuelo o señor ibérico, por un complejo palacial aristocrático.

El gran edificio de planta cuadrada y dos alturas contaba con muros ciclópeos exteriores de hasta cuatro metros de espesor y una decena de habitaciones de medidas muy precisas. Y también tenía una pequeña capilla, almacenes y suelos enlosados con grandes losas de piedra. El palacio estaba además rodeado por una terraza perimetral contenida por otro muro masivo. La comunicación entre ambas zonas se hacía mediante una escalinata monumental de piedra.

              La cubierta recién instalada en el Cerro de la Merced. Mateo Olaya

Este complejo fue destruido de forma sistemática y cuidadosa —las cuatro esquinas quedaron demolidas, lo que impedía su reconstrucción— durante la época del general cartaginés Aníbal, a finales del siglo III a.C., en un saqueo probablemente enmarcado en la segunda guerra púnica. En la actualidad, el cerro ha sido protegido con una cubierta para cuya colocación se ha necesitado una grúa de más de cien metros de largo y se hará visitable próximamente.

"Los tres yacimientos forman un todo único para la comprensión del iberismo y romanización en la Alta Andalucía", concluye Quesada. "Todas las actuaciones se integran en un plan coherente que abarca desde el siglo V al I a.C., y casi todo lo aportado es nuevo e inédito, por lo que estamos multiplicando exponencialmente la información sobre esta región".

Fuente: elespañol.com | 16 de enero de 2020

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Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el enero 23, 2020 a las 11:33pm

Cabra hará visitable un complejo aristocrático del siglo III a.C. que conserva muros de hasta cuatro metros

Almacén del palacio del Cerro de la Merced. UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID

Siempre se pensó que se trataba de una atalaya vigía, y hasta algunos especularon con que podía tener un posible origen cartaginés. Pero lo que mostraba la realidad era solo un altozano (cerro de la Merced) de forma cónica casi perfecta y aislado a unos cuatro kilómetros de Cabra (Córdoba). Se suponía que formaba parte de un sistema de control visual del territorio de final de época ibérica o comienzos del dominio romano, quizá en el siglos II antes de Cristo. Pero algo no les cuadraba a los arqueólogos. Así que cogieron una escalera de cuatro metros y la colocaron en su cima, asemejando a la supuesta torre que lo coronó en su tiempo. El resultado fue sorprendente: desde el último peldaño no se divisa nada importante, ni siquiera Cabra. Había media docena de cerros próximos similares mucho más estratégicos y cuya visibilidad resultaba mucho mayor. Definitivamente, aquello no había sido nunca una torre vigía. Comenzaron las excavaciones. Corría 2012.

Ahora, en unos trabajos que se mantienen y que encabeza Fernando Quesada, catedrático de Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, es ya visible lo que aquel otero ocultaba: un complejo aristocrático, un palacio, de un señor de la guerra íbero, cuyos imponentes vestigios han sido cubiertos hace escasas semanas con una carpa protectora para mantener su integridad y hacerlo visitable en breve. El Museo Íbero de Jaén, y hasta el 15 de abril, le dedica una notable exposición.


Vista aérea del palacio íbero de Cabra. UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID


En algún momento entre los siglos o V y el IV a.C. los íberos edificaron sobre el altozano un edificio, posiblemente un santuario, que incluía un monumento decorado con cornisas pintadas en rojo y blanco y espectaculares relieves vegetales. Estaba estratégicamente orientado hacia el este, lo que le confería una cualidad especial: cuando el sol comienza a salir, es el primer monte que se ilumina por completo.

Aprovechando parte de la planta y reutilizando muchos bloques del viejo edificio, un gran señor ibero construyó, aproximadamente en el siglo III a.C., un complejo arquitectónico monumental, un edificio de planta cuadrada y dos alturas, con muros ciclópeos exteriores de hasta cuatro metros de espesor. La edificación, bien conservada, con muros todavía hoy alzados hasta cuatro metros, contaba con una planta baja para los almacenes, salas enlosadas con grandes lajas, áreas de molienda de cereal y, quizá, una capilla recóndita. Este gran recinto estaba además rodeado por una terraza perimetral y abrazado por otro muro sobre un aterrazamiento. Una escalinata de piedra enlazaba la puerta de acceso con la terraza y el gran recinto de la cima.

En época de Aníbal (247-183 a. C.), o poco después, el complejo aristocrático fue saqueado y demolido, sus imponentes esquinas arrasadas para impedir la reconstrucción. Tras un breve periodo de ocupación por unos iberos que habitaron las ruinas, los romanos pusieron punto final a lo que hubiera podido quedar.

Está constatado que, además, en el siglo XVII buena parte del recito fue horadado por grandes zanjas en busca de tesoros moriscos. Aun así, los resultados arqueológicos son espectaculares: además de parte de los muros de la edificación y las estancias, se han hallado puntas de lanza, fíbulas, ánforas ibero-púnicas, pesas de telar y hasta cinco hachas neolíticas juntas.

“La investigación forma parte de proyecto 'Ciudades y complejos aristocráticos ibéricos en la conquista romana de la Alta Andalucía', en la que trabajan no menos de 50 expertos. Cada campaña es una sorpresa”, señala Quesada. “El cerro de la Merced era un complejo monumental construido con voluntad de impresionar y hacer ostentación de poder. Se puede considerar perfectamente como un conjunto aristocrático palaciego. No todos los palacios son como el de Oriente”, bromea el catedrático.

Fuente: elpais.com | 23 de enero de 2020

Comentario por Yosi el enero 26, 2020 a las 6:58pm

¡Gran trabajo!, mi más sincera enhorabuena.

Sólo puntualizar que la imagen del enterramiento doble de este artículo está repetida en el estudio que trata sobre la iglesia bizantina de Elda (Alicante). Por lo demás, ¡continuad con vuestra fantástica labor!

Saludos.

Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el enero 26, 2020 a las 7:57pm

De nada, estimado Yosi.

Respecto a la foto del enterramiento repetida en otro post que nos indica, es cierto. Paso a corregir al error.

Gracias por el aviso y un saludo muy cordial.

Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el abril 7, 2020 a las 8:14pm

                                              El puzle andaluz de Julio César

Los arqueólogos pasan detectores por una de las fincas de Montemayor donde se desarrolló una de las batallas entre las tropas de Pompeyo y Julio César. UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID

El reto para los expertos es apasionante: a mediados del siglo I a. C. en torno a la ciudad ibérica de Ulia (actual Montemayor, Córdoba) se sucedieron dos batallas con menos de tres años de diferencia (48 y 46/45 a.C). Los contendientes, en ambos casos, fueron siempre legiones romanas que luchaban entre sí, usaban los mismos equipos militares y habían sido entrenadas de igual forma. El armamento hallado desde que en 2018 comenzaron las prospecciones arqueológicas (dardos, munición de honderos, puntas de lanza, pila catapultaria...) podría pertenecer a cualquiera de los ejércitos implicados. Sin embargo, los arqueólogos tratan de diferenciar las dos batallas, situar en el mapa los campamentos de cada bando, así como los frentes de guerra gracias al empleo de tecnología láser. Ahora, solo hace falta contrastar in situ el próximo verano, coronavirus mediante, los datos obtenidos en el laboratorio.

El proyecto de investigación se llama Ciudades y complejos aristocráticos ibéricos en la conquista romana de la Alta Andalucía e incluye los yacimientos cordobeses de los cerros de la Cruz (Almedinilla), de la Merced (Cabra) y Montemayor. En este último se han empleado tecnologías de detección por láser (LIDAR), de cartografía digital con GPS, avanzados sistemas de información geográfica, además del estudio minucioso de las fuentes literarias grecolatinas, para establecer con exactitud dónde se ubicaban los campamentos legionarios (en uno de los enfrentamientos hubo hasta cuatro) y los lugares donde físicamente se vieron las caras los soldados, zonas que actualmente son calles, plazas o parcelas agrícolas de Montemayor. “Dado el tiempo transcurrido y los cultivos actuales, los fosos y terraplenes de los posibles campamentos y fortificaciones de asedio solo son discernibles mediante LIDAR y análisis topográfico de fotos aéreas antiguas. Las líneas de asedio, separadas entre sí por apenas tres años. se superponen en parte y crean confusión”, explica Fernando Quesada, catedrático de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y director del proyecto que promueve el Ministerio de Ciencia e Investigación.

Los lugares de asedio a la ciudad se han determinado por la “gran cantidad de armas y objetos militares encontrados”. Se ha hallado un centenar y medio de proyectiles de honda, también de artillería, puntas de flecha, clavos de botas militares, monedas romanas e indígenas y numerosos objetos de mediados del I a.C., “lo que no sólo puede considerarse prometedor, sino un verdadero éxito que aporta datos nuevos a las campañas de César en Andalucía y ayuda a confirmar cómo era Ulia”, indica en un informe de Javier Moralejo Ordax, profesor de la UAM y director del equipo de especialistas que trabaja en Montemayor.

Trabajos de excavación en Montemayor. / EL DÍA

Las dos batallas ahora identificadas están relacionadas con la guerra por el control de Roma que mantuvo Julio César con Pompeyo el Grande y sus hijos Gneo y Sexto. En Hispania esta lucha se concretó en un enfrentamiento abierto entre las tropas del gobernador Quinto Casio Longino (cesariano) en Ulia en el 48 a.C. , y Marco Marcelo.

Pero Casio Longino tenía un grave problema de mando: sus tropas le odiaban. De hecho, de las cinco legiones que disponía, solo le eran realmente fieles dos. César le ordenó, además, dirigirse a Mauritania (norte de África), por lo que antes reclutó más tropas auxiliares en Lusitania (sur de Portugal), lo que unido a los elevados tributos provocó que estallara la ira de la población y sufriera un intento de asesinato. Casio castigó con tal crueldad a los conjurados que dos legiones más se amotinaron. Incluso eligieron otro general para que las comandase, pero siguieron siendo fieles a César.

Casio Longino acampó con las tropas que le quedaban (XXI, XXX y cuatro cohortes de la V, además de 3.000 jinetes) a unos seis kilómetros de Córdoba listo para luchar. Pero antes reclamó la ayuda del rey Bógudo de Mauritania. Entretanto, Marcelo y sus legionarios, mejor preparados y experimentados, se iban acercando. Casio decidió entonces huir a Ulia, junto a cuyas murallas levantó su campamento. Marcelo le persiguió y alzó el suyo muy cerca, además de rodear la ciudad con fortificaciones para que su enemigo no pudiera huir.

Mientras tanto, al rey Bógudo le dio tiempo a llegar con refuerzos. También acampó próximo a Marcelo. Para complicarlo un poco más, apareció inesperadamente con su ejército (tres legiones y media y numerosa caballería) Lépido, pretor de la Hispania Citerior (una provincia que ocupaba la costa mediterránea). Pretendía hacer de mediador entre Casio y Marcelo. Por supuesto, también montó su propio campamento junto al de Marcelo. Ya había cuatro ejércitos en Ulia y todos luchando entre sí. Finalmente, se acordó una salida pacífica porque aquello no tenía visos de que nadie pudiese vencer con facilidad, pero Bógudo atacó por sorpresa a Marcelo en plenas negociaciones. Lépido tuvo que enfrentarse al mauritano para poner orden y evitar “una catástrofe”. Casio Logino, finalmente, dejó el mando, sus tropas acabaron en Carmona (Sevilla) y las de Marcelo en Córdoba.

Foto: Restos arqueológicos hallados.

“De esto se deduce que habría que localizar en el entorno inmediato de Ulia hasta cuatro campamentos de diferentes tamaños (al menos uno, el de Casio, capaz para casi tres legiones), y restos de una línea de circunvalación en el perímetro cercano a la ciudad. Del mismo modo, dada la muy diferente procedencia tanto de las legiones (itálicas y locales) como de las tropas auxiliares (béticas, lusitanas, de la Citerior, mauritanas) cabe esperar, junto con los arreos de la caballería, una gran cantidad de armas en las próximas excavaciones”, señala Quesada.

La segunda batalla, la que acaecería en el año 45 a.C., la protagonizó el propio Julio César contra los hijos de Pompeyo. Gneo el Joven atacó por sorpresa la cesariana Ulia, mientras su hermano Sexto se guarecía en Córdoba. César envió 4.000 hombres para reforzar Ulia, mientras él atacaba Córdoba. Gneo tuvo que abandonar el cerco para ayudar a su hermano. No obstante, ambos terminarán aplastados al sur de Córdoba, en lo que se conoce como la batalla de Munda. “Este verano, con las prospecciones en Montemayor, comprobaremos si nos hemos equivocado o la tecnología ha dado en la diana”, terminan Quesada y Moralejo. Un puzle histórico y militar que los expertos creen haber resuelto ahora.

Fuente: elpais.com | 3 de abril de 2020

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