La prehistoria genética de Iberia, única y distinta a la del centro y norte de Europa

El yacimiento de El Portalón de Cueva Mayor en la Sierra de Atapuerca (Burgos) contiene restos humanos que han hecho posible la reconstrucción de la prehistoria biomolecular de la Península Ibérica a lo largo de 4.000 años. Crédito: cortesía de Javier Trueba.

Un equipo internacional de científicos ha analizado restos humanos antiguos de 13 individuos del norte y sur de España, entre ellos el genoma de un agricultor neolítico de 7.245 años de antigüedad, lo que ha puesto de manifiesto que la genética prehistórica de Iberia difiere de la del centro y norte de Europa.

Así, este estudio constata que los primeros agricultores llegaron principalmente a Iberia siguiendo una ruta costera por la orilla norte del mar Mediterráneo y que los neolíticos ibéricos muestran diferencias genéticas con los primeros agricultores migrantes que se asentaron en el centro y norte de Europa, resume a Efe uno de sus autores, Juan Luis Arsuaga (izquierda), catedrático de Paleontología de la Universidad Complutense y codirector de Atapuerca (Burgos).

El genoma más antiguo del sur

Los resultados, que suponen otro paso para completar el mapa de la prehistoria ibérica, se publican en un artículo en la revista PNAS, que combina datos arqueológicos, genéticos y de isótopos estables para condensar 4.000 años de prehistoria biomolecular ibérica.

Los restos estudiados son, entre otros, del yacimiento arqueológico de El Portalón, en la Sierra de Atapuerca, y la Cueva de los Murciélagos de Zuheros (Córdoba), de la que se ha secuenciado el genoma del agricultor neolítico de 7.245 años, convirtiéndolo en el genoma humano secuenciado más antiguo del sur de la península.

Representación de un agricultor neolítico ibérico. Crédito: cortesía de María de la Fuente Soro (ilustradora especializada en arqueología).

Las migraciones prehistóricas han desempeñado un papel importante en la conformación genética de las poblaciones europeas. Desde el último máximo glacial, hace aproximadamente 20.000 años, Europa estaba habitada exclusivamente por grupos de cazadores recolectores, pero dos migraciones importantes durante los últimos 10.000 años tuvieron impactos masivos en el estilo de vida y acervo genético de las poblaciones europeas.

En primer lugar, hace aproximadamente 7.400 años, grupos originarios de Oriente Medio y Anatolia introdujeron prácticas agrícolas en Europa durante el Neolítico; posteriormente, hace 5.000 años, poblaciones de la estepa póntica (la gran pradera que se extiende al norte del mar Negro, del Cáucaso, del mar Caspio y más al este) se dispersaron por el continente europeo reemplazando a las anteriores.

Como ambos movimientos se originaron en el este, las partes más occidentales del continente fueron las últimas en ser alcanzadas por estas migraciones.

Una mezcla tardía

Si bien los estudios arqueológicos han demostrado que ambas migraciones han sustituido a más de la mitad del registro genético de Europa central y septentrional, se sabía mucho menos sobre la influencia de estos sucesos en las poblaciones ibéricas, especialmente en las zonas más meridionales como Andalucía.

Cueva de los Murciélagos (Zuheros, Córdoba). Restos del esqueleto de un agricultor neolítico de hace 7.245 años. 1) Esquema del deósito funerario. 2) Cráneo del individuo. 3) Los restos óseos en el momento de su descubrimiento en la cueva. Créditos: Cortesía de Rafael Martínez-Sánchez (Universidad de Granada) y Antonio Moreno Rosa (Universidad de Córdoba).


Para Arsuaga, este trabajo ofrece varias aportaciones: que la cultura neolítica llegó por la vía costera del norte del Mediterráneo, que los pueblos que introdujeron aquí el Neolítico muestran niveles notablemente bajos de diversidad genética, lo que indica que la primera ola de migración oriental para establecerse en la península fue relativamente pequeña. Después de este período inicial de baja diversidad, las poblaciones recién llegadas crecieron en tamaño y se mezclaron con los cazadores-recolectores locales, aumentando rápidamente la diversidad genética durante los períodos posteriores. Son distintos a los que lo hicieron en el centro y norte de Europa y que los primeros neolíticos no se mezclaron con las poblaciones autóctonas.

Esa mezcla, aclara, se produjo mucho más tarde, incluso milenios: mostramos que la influencia genética de esta migración esteparia en los europeos ibéricos prehistóricos fue menor y más tardía, notándose solo a partir de la Edad de Bronce, “lo que confirma que la historia genética de Iberia fue única, ya que ha sido influenciada en su mayor parte por la primera migración prehistórica asociada a la introducción de las prácticas agrícolas”.

Es a lo largo de la Edad de Bronce cuando se produjo un importante aporte de población centroeuropea a la Península Ibérica, que además trajo consigo nuevas ideas y conocimientos, es decir, una nueva cultura; esta migración posiblemente también incluyó las primeras lenguas indo-europeas.

Para Cristina Valdiosera (izquierda), de La Trobe University en Australia y una de las autoras principales del estudio, este trabajo sugiere que "Los primeros agricultores de Iberia remontan la mayor parte de sus antepasados a los primeros pueblos neolíticos que emigraron a la península por la ruta mediterránea y que las aportaciones posteriores de sus homólogos centroeuropeos fueron menores en esta región".

La dieta en Iberia

Este trabajo también señala que estos migrantes de la ruta mediterránea muestran una fuerte conexión genética con los habitantes modernos de la isla mediterránea de Cerdeña.

“Probablemente podemos considerar a los actuales sardos como descendientes relativamente directos de la gente que difundió las prácticas agrícolas en toda la región mediterránea hace unos 8.000 años”, según Mattias Jakobsson (derecha), genetista de poblaciones en la Universidad de Uppsala.

Los autores también investigaron la dieta de estos agricultores neolíticos a lo largo de casi 4.000 años: “curiosamente, aunque con el paso del tiempo vemos una influencia genética significativa de ancestros cazadores-recolectores locales en los agricultores inmigrantes, la dieta de estos primeros agricultores no cambia”, indica Colin Smith (izquierda), de La Trobe University. "Su dieta terrestre es característica de las culturas agrícolas y persiste temporalmente y geográficamente a través de los milenios", dijo.

La Dra. Valdiosera dijo que el estudio ilustra el poder de la investigación interdisciplinaria para comprender la complejidad completa de la prehistoria europea.

"En general, estos resultados enfatizan las diferencias entre las poblaciones más occidentales y sus homólogos de Europa central y resaltan la necesidad de estudios regionales detallados para revelar la complejidad total de las migraciones prehistóricas", concluye en un comunicado.

Fuentes: efefuturo.com | quo.com | elpais.com | 12 de marzo de 2018

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Comentario por Alicia M. Canto el marzo 13, 2018 a las 9:27am

Me parece un estudio de alto interés, bien detectado y muy completamente reflejado aquí por Ud., Sr. Caso. Esta joven investigadora, Cristina Valdiosera, publicó en 2015 en PNAS otro trabajo más localizado pero que encuentro también muy interesante: Ancient genomes link early farmers from Atapuerca in Spain to moder...

Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el marzo 13, 2018 a las 12:15pm

Gracias, Dra. Canto. 

Efectivamente, estamos ante un nuevo estudio sobre la prehistoria genética de Iberia sumamente interesante, y que viene a ampliar otros estudios que sobre el particular se han hecho, como el que usted cita de la investigadora Cristina Valdiosera, y del que nos hicimos eco en el post  "Los vascos no son tan antiguos como se pensaba. Descienden de los p... y que enlazo aquí por si alguien tiene interés en el mismo.

No tuve tiempo anoche de poner los posts relacionados con este novedoso trabajo de investigación, por lo que procedo a hacerlo ahora a continuación de la noticia.

Como siempre, un cordial saludo.

Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el marzo 13, 2018 a las 1:32pm

El primer agricultor del Sur de la Península vivió en la Subbética hace 7.245 años

Restos humanos excavados en la Cueva de los Cuarenta.

En un estudio multidisciplinar publicado este martes en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, un equipo internacional de científicos entre los que participan investigadores andaluces de las Universidades de Huelva y Granada, ha combinado datos arqueológicos, paleo-genéticos (ADN antiguo o aDNA) y análisis de isótopos estables para condensar unos 4.000 años de prehistoria biomolecular ibérica que abarcan desde los inicios del neolítico hasta la Edad del Bronce (5.500 a 1.500 antes de Cristo).

El equipo ha analizado restos humanos prehistóricos del norte y sur de España, destacando los procedentes del yacimiento arqueológico de El Portalón (Atapuerca, Burgos) y el de la Cueva de los Murciélagos de Zuheros (Córdoba), de la que se ha secuenciado el genoma de un agricultor neolítico de 7.245 años de antigüedad, convirtiéndolo así en el genoma secuenciado más antiguo del sur de la Península Ibérica, representante de la Cultura Neolítica de la cerámica a la Almagra, característica de los primeros agricultores de Andalucía.

De los seis yacimientos arqueológicos cuyas secuencias genómicas se presentan en primicia, la mitad son andaluces y más concretamente, cordobeses. Además de la Cueva de los Murciélagos de Zuheros (Neolítico Antiguo), se presentan genomas de la Cueva de los Cuarenta (Neolítico Final) con 5.700 años de antigüedad, cueva que fue descubierta en 2001 por el grupo espeleológico G-40, y del Abrigo rocoso de El Pirulejo, de aproximadamente 4.000 años (Bronce Antiguo), ambos situados en Priego de Córdoba. Los análisis genómicos se han llevado a cabo mediante ultrasecuenciación de última generación.

Antecedentes

Las migraciones prehistóricas desempeñaron un papel muy importante en la conformación genética de las poblaciones europeas. Hasta la finalización del último periodo glacial, hace aproximadamente unos 11.000 años, toda Europa estuvo habitada exclusivamente por grupos de cazadores-recolectores, pero dos migraciones principales durante los últimos 10.000 años tuvieron impactos masivos en el estilo de vida y el acervo genético de las poblaciones europeas.

En primer lugar, grupos originarios de Oriente Medio y Anatolia fueron introduciendo prácticas agrícolas y ganaderas durante los inicios del Neolítico, cuya cronología inicial se fue escalonando a lo largo de la geografía europea hasta alcanzar la Península Ibérica hace unos 7.550 años. Posteriormente, hace algo menos de 5.000 años, grupos de pastores de las Estepas Pónticas, la llanura que se extiende al norte del Cáucaso entre el Mar Negro y el Caspio, se diseminaron paulatinamente hacia el oeste por el continente europeo.

Puesto que ambos movimientos se originaron en el este, las partes más occidentales del continente fueron las últimas en ser alcanzadas por estas migraciones. Si bien algunos estudios recientes han demostrado que ambas migraciones sustituyeron más de la mitad del patrimonio genético de Europa central y septentrional, “hasta ahora se sabía mucho menos sobre la influencia de estos sucesos en las poblaciones ibéricas, especialmente en las zonas más meridionales como Andalucía, que este trabajo a venido a subsanar presentando las tres primeras secuencias de ADN nuclear de la prehistoria andaluza”, destaca Juan Carlos Vera Rodríguez, Profesor de Prehistoria del Departamento de Historia, Geografía y Antropología, y miembro del Centro de Investigación en Patrimonio Histórico, Cultural y Natural de la Universidad de Huelva.

Restos humanos excavados en la Cueva de los Cuarenta.

Durante la Revolución Neolítica, dos migraciones neolíticas independientes extendieron las prácticas agrícolas por toda Europa.

Los primeros agricultores llegaron principalmente a Iberia siguiendo una ruta costera por el norte del Mar Mediterráneo, alcanzando rápidamente Andalucía y el norte de Marruecos. Este estudio demuestra que los neolíticos de la Península Ibérica presentan diferencias genéticas con los agricultores migrantes que se fueron asentando en el centro y norte de Europa. “Ello sugiere que todos los primeros agricultores de Iberia remontan la mayor parte de sus antepasados a los primeros pueblos neolíticos que emigraron a la Península y que las aportaciones posteriores de sus homólogos centroeuropeos fueron menores”, dice la arqueo-genetista Cristina Valdiosera, de La Trobe University (Australia), una de la autoras principales y primera firmante del estudio.

Los migrantes neolíticos por la ruta mediterránea muestran una fuerte conexión genética con los habitantes modernos de la isla mediterránea de Cerdeña, por lo que “probablemente podemos considerar a los sardos modernos como descendientes relativamente directos de la gente que difundió las prácticas agrícolas por toda la región mediterránea hace unos 8.000 años”, añade Mattias Jakobsson, genetista de poblaciones en la Universidad de Uppsala (Suecia), otro de los responsables principales del estudio genético.

La llegada de los primeros agricultores neolíticos a Iberia implicó probablemente un pequeño número de individuos.

A pesar de que distintos autores sugirieron otras entradas potenciales de población en Iberia, procedentes de regiones como el norte de África o Europa continental, los investigadores no han encontrado diferencias regionales sustanciales dentro de la Península Ibérica. Torsten Günther, genetista poblacional de la Universidad de Uppsala, también autor destacado del trabajo, dice: “Aunque las diferencias geográficas parecen menores, vemos algunas diferencias con el tiempo debido a la interacción y al intercambio genético entre grupos”.

El estudio indica que los primeros agricultores ibéricos muestran niveles notablemente bajos de diversidad genética, como es el caso del individuo inhumado en la Cueva de los Murciélagos de Zuheros, de manera que la primera oleada de migración oriental que se estableció en la Península a comienzos del neolítico debió ser relativamente pequeña. Tras un período inicial de baja diversidad, las poblaciones recién llegadas crecieron en tamaño y acabaron mezclándose con los cazadores-recolectores locales, aumentando rápidamente la diversidad genética en períodos posteriores, como evidencia el ADN obtenido de las inhumaciones colectivas de la Cueva de los Cuarenta.

El profesor Vera, coautor y responsable de las intervenciones en las Cuevas de los Murciélagos y de Los Cuarenta, destaca que “significativamente, el genoma secuenciado más antiguo de un agricultor neolítico de Andalucía, un individuo masculino de la Cueva de los Murciélagos perteneciente a la Cultura de la Cerámica a la Almagra, coincide a grandes rasgos con otros genomas secuenciados recientemente, procedentes de regiones como Cataluña pero asociados a la denominada Cultura Cardial”.


Restos humanos excavados en la Cueva de los Cuarenta.

“El hecho de que los representantes del Neolítico Antiguo andaluz correspondan al mismo flujo poblacional de los individuos asociados a la cultura Cardial, tiene importantes implicaciones, descartando por el momento la vía africana en la llegada del Neolítico a las costas andaluzas. El desarrollo de una cultura material de gran personalidad, diferenciada de las cerámicas impresas propias del mundo cardial de Sur de Francia, Cataluña y País Valenciano, como es la de la cerámica a la Almagra, debió generarse en escasas generaciones. Ello se viene a sumar a las evidencias despejadas recientemente, en estudios en los que también han participado algunos investigadores responsables de este trabajo, en los que se demuestra la influencia directa de los primeros agricultores ibéricos en la difusión del Neolítico, de la agricultura y la ganadería, en el Norte de África, en lugar de la tesis inversa”, afirma Rafael M. Martínez, investigador postdoctoral de la Universidad de Granada participante en el trabajo.

Si bien estudios recientes han demostrado que la migración masiva de los pastores de las Estepas Pónticas durante la transición entre finales del Neolítico y la Edad del Bronce es responsable de una importante renovación poblacional en Europa central, septentrional y en las islas británicas, los autores concluyen en este estudio que la influencia genética de esta migración en los europeos contemporáneos del sudoeste, es decir, los ibéricos prehistóricos, fue mucho menor, como ejemplifican en el caso de Andalucía los resultados del análisis de un individuo enterrado en el yacimiento de El Pirulejo durante los inicios de la Edad del Bronce.

Todos estos datos confirman que la prehistoria genética de Iberia es única, ya que fue influenciada en su mayor parte por la principal migración prehistórica asociada a la introducción de las prácticas agrícolas, la denominada “Revolución Neolítica”.

Una dieta homogénea en los agricultores ibéricos

Los autores también han investigado la dieta de estos agricultores neolíticos a lo largo de casi 4000 años, corroborando que a pesar de la significativa interacción biológica entre grupos culturales diferentes, la cultura agrícola predominó desde el principio y continuó a lo largo del tiempo. El arqueólogo molecular Colin Smith de La Trobe University, autor responsable de los análisis isotópicos de paleodieta, explica: “Curiosamente, aunque vemos una afluencia genética sustancial de ancestros cazadores-recolectores en los agricultores con el paso del tiempo, la dieta de estos primeros agricultores no cambia. Su dieta terrestre es característica de las culturas campesinas y persiste temporal y geográficamente a lo largo de milenios”.

Este estudio ilustra el poder de la investigación interdisciplinar para comprender toda la complejidad de la prehistoria europea. “En general, los resultados del trabajo enfatizan las diferencias existentes entre las poblaciones más occidentales y sus equivalentes centroeuropeas, subrayando la necesidad de estudios regionales detallados que revelen toda la complejidad de las migraciones prehistóricas”, concluye la doctora Valdiosera.

Fuente: cordopolis.es | 13 de marzo de 2018

Comentario por Luis Castaño Sánchez el marzo 13, 2018 a las 4:06pm

Buenas tardes, Guillermo:

En tu respuesta a Alicia hay una pequeña errata:

"del que NO hicimos eco en el post" --> "del que NOS hicimos eco en el post"

Por lo demás, una entrada muy interesante y llena de enlaces sobre el tema así que muchas gracias.

Comentario por Morfeo Gómez el marzo 13, 2018 a las 4:39pm

Seguimos con las teorías de las migraciones, invasiones  etc... pero algo que dura miles de años, no es una migración, es una difusión de genes, no de personas.

Personas de Oriente medio, de Cerdeña, o de Cataluña, no es necesario que pisaran nunca Andalucía. Ni si quiera que se movieran 100 km más allá. Simplemente bastaría con que las poblaciones fueran creciendo o mezclándose sin patrones definidos. 

Repito, nada de esto justifica migraciones de personas.

Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el marzo 13, 2018 a las 7:28pm

Gracias, Luis, por la advertencia de la errata. Paso a corregirla.

Un saludo.

Comentario por Luis Castaño Sánchez el marzo 13, 2018 a las 7:39pm

A vosotros por vuestra magnífica labor. Un saludo. ;-) 

Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el abril 12, 2018 a las 12:57pm

Sobre la transformación de los pueblos de Iberia

Gracias a la biología molecular vamos aprendiendo cada vez más sobre la prehistoria más reciente. En lo que se refiere a la antropología física, las investigaciones sobre los restos óseos siempre han ofrecido una información muy incompleta sobre el origen de las poblaciones del Neolítico. Los restos son escasos y la forma del cráneo o la de la mandíbula están controladas por factores genéticos y ambientales, siempre difíciles de comprender y evaluar. Desde hace algunos años, la genética está realizando aportaciones muy importantes, porque se obvian los factores ambientales que modifican el fenotipo final. No es la panacea, porque siempre falta información. La obtención del ADN no siempre es posible y en ocasiones solo se consiguen fragmentos del genoma. Pero es una nueva aproximación con resultados más fiables.

El problema de la genética es conseguir extraer ADN en las mejores condiciones. Aunque se ha obtenido ADN de restos humanos de hace 400.000 años, no significa que sea sencillo hacerlo de todos los restos anteriores a ese momento. Las condiciones de conservación de este material tan valioso tienen que reunir una serie de requisitos, que no siempre se cumplen. Seguimos sin saber nada del ADN de los humanos de la isla de Flores, porque las condiciones tropicales degradan el material genético con gran rapidez. En la península ibérica las condiciones no son malas, pero tampoco ideales, como nos recuerdan los genetistas Cristina Valdiosera (Universidad de Melbourne, Australia), Torsten Günther y Mattias Jakobsson (Unversidad de Uppsala, Suecia). Estos investigadores, junto a un nutrido grupo de colegas, han trabajado con material genético obtenido en 13 esqueletos de diferentes yacimientos del norte y del sur de la península ibérica, como los de San Quilez, Cueva de los Lagos, El Portalón de Cueva Mayor (sierra de Atapuerca), cueva de los Cuarenta, cueva de los Murciélagos o el Pirulejo. Su trabajo ha sido publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, (PNAS) USA en la primera quincena de marzo de 2018.

El objetivo del trabajo ha sido conocer mejor la composición genética de los pobladores que vivieron en la península ibérica hace entre 7.500 y 3.500 años, cuando se produce el cambio definitivo desde una economía basada en la caza y la recolección a una economía basada en la agricultura y la ganadería. Como sabemos, el proceso de neolitización de Europa se produjo de manera progresiva desde el este hacia el oeste, gracias a la llegada de gentes procedentes del llamado Creciente Fértil, a través de la península de Anatolia. Dada la situación de Iberia, en el extremo más occidental de la península europea, fuimos los últimos en recibir la nueva cultura. Y nos preguntamos, ¿fue una invasión en toda regla por grupos llegadas del este? Pues los autores de esta investigación en la revista PNAS nos aseguran que no fue así. El contingente de población llegado desde el Creciente Fértil fue muy limitado, como lo demuestra el hecho de que la diversidad genética de los esqueletos analizados es muy baja. En otras palabras, la nueva cultura se extendió por la península ibérica más por un proceso de difusión y aculturación, que por una masiva sustitución de la población autóctona del Mesolítico.

 

Los recién llegados hibridaron con los residentes y sus descendientes incrementaron de manera notable la densidad de población. La agricultura y la ganadería trajeron más recursos, por lo que los genes aportados en un primer momento se extendieron con relativa rapidez en muy pocas generaciones. También hemos sabido que los grupos con cultura neolítica llegados a Iberia no fueron los mismos que los llegados al centro de Europa, y que la influencia de los pastores procedentes de las estepas situadas al norte del mar Caspio y del mar Negro (los Yamnaya) fue nula en Iberia. Solo tuvimos nuevas influencias genéticas (y no demasiado importantes) con la expansión de la cultura campaniforme por Europa, hace unos 3.000 años.

 

En definitiva, la población de la península ibérica ha tenido su propia personalidad, probablemente desde el Pleistoceno Inferior. El modelo de poblamiento que sugiere el estudio genético de los grupos de Neolítico ha podido ser recurrente desde siempre, con entrada de grupos pequeños pero muy influyentes a nivel cultural.  Estamos al final de un continente, en parte aislados por los Pirineos. Esa peculiar posición geográfica ha repercutido en la conformación de una población muy particular. Ni siquiera las “invasiones” de otros grupos por el norte, el este y el sur, ya en tiempos históricos, han cambiado demasiado nuestro acervo genético desde hace 7.000 años. No somos demasiado diferentes al resto de europeos, pero tenemos nuestras propias peculiaridades a nivel fenotípico, que se podrán ir explicando mediante los estudios paleogenéticos en curso.

Fuente: quo.es| 12 de abril de 2018

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