Colgante etrusco con la cabeza del dios Aqueloo

Príncipes etruscos. Entre oriente y occidente. Detalle de un colgante con la cabeza del dios Aqueloo que forma parte de la exposición. EFE

  • José Luis Santos Fernández

    La muestra, que se centra en el momento de máximo esplendor de la cultura etrusca, entre los siglos IX y III a.C. y limitado geográficamente en la actual Toscana (centro de Italia), se articula en los periodos de formación, la época de los príncipes y el desarrollo de la civilización urbana. Así, procedentes de esos periodos, la exposición muestra dos tumbas con ajuares significativos pertenecientes a un guerrero y a una dama de alto rango, preciosos objetos de oro, bronce y otros materiales preciosos, y piezas relacionadas con la arquitectura sacra, la producción artística, la religión, la vida cotidiana y los usos funerarios.

    Las piezas más visuales de la muestra corresponden precisamente a su última parte, e ilustran los grandes frisos pintados de Tarquinia, la decoración arquitectónica realizada para un importante templo de Roma durante el dominio de los reyes etruscos, imponentes sarcófagos de terracota y objetos de producción etrusca e influencia griega. Anna Mura Sommella, comisaria de la exposición y especialista en el mundo etrusco, ha destacado cómo este pueblo supo transformar la influencia exterior del arte griego y fenicio para realizar un arte "típicamente etrusco", y aseguró que algunas piezas, como un gran caldero procedente de los banquetes nupciales o un grupo escultórico de Héracles, no habían salido nunca de los Museos del Vaticano.

    Un pueblo autóctono

    Esta especialista en la cultura etrusca defiende que los etruscos son un pueblo autóctono, no procedente de ninguna otra civilización, y achaca los objetos orientales encontrados entre sus pertenencias a los intercambios comerciales que practicaban con otras culturas. La comisaria de la exposición ha lamentado la ausencia de literatura etrusca para conocer más a fondo su escritura, ya que se ha perdido toda la documentación referente a su escritura y lo único que se conservan son breves inscripciones de carácter funerario o religioso con un número muy limitado de palabras.

    No obstante, ha asegurado que la adopción de un alfabeto de tipo calcídico, afín al latín arcaico, hace que hoy podamos leer perfectamente y conocer el significado de las numerosas inscripciones de este tipo que se conservan. Como ejemplo de este periodo la exposición incluye un tintero, una tablilla de escritura del siglo VII a.C., ambos encontrados como ajuar de una tumba, varias copas con inscripciones y tres láminas de oro, dos con inscripciones etruscas y una fenicia descubiertas en 1964 en un templo etrusco. Mura ha destacado la importancia lingüística e histórica de este hallazgo, que ha permitido conocer muchas palabras nuevas de su alfabeto, y recordó que el arte de la escritura estaba reservado exclusivamente a los príncipes gobernantes del territorio etrusco desde mediados del siglo VIII a.C.