«Trajano bebía mucho, pero era implacable contra los corruptos. Les hacía devolver el dinero robado y luego los desterraba». Son palabras de Santiago Posteguillo, profesor de Literatura Inglesa en la Universidad Jaume I y uno de los autores de novela histórica más leídos de España.
«El corrupto senador y gobernador Mario Prisco se llevó 700.000 sestercios, unos 10 millones de euros, y Trajano le obligó a devolverlos y luego a exiliarse -dice Posteguillo-. Con Trajano, Bárcenas hubiera tenido que hacer lo mismo, porque si no hubiera acabado en el coliseo con las fieras. Y eso motiva mucho». El escritor valenciano eligió ayer el conjunto arqueológico de Itálica, en la localidad sevillana de Santiponce, para presentar «Circo Máximo» (Planeta), la segunda entrega de su trilogía sobre Marco Ulpio Trajano, el primer emperador de Roma nacido fuera de la capital del imperio. Lo hizo en Itálica y esa es una de las razones, según Posteguillo, de la importancia que fue cobrando su anfiteatro, «uno de los más importantes del imperio con capacidad para albergar hasta 25.000 espectadores».
La crueldad de algunos de los espectáculos que allí se celebraban es novelada por Posteguillo en una obra de casi 1.200 páginas, que se abre con una carrera de cuádrigas y se cierra con otra, en medio de las cuales se narra la conquista de la Dacia y el juicio a una sacerdotisa vestal, hija del senador Menenio y acusada de mantener relaciones carnales con un joven auriga, «delito» castigado con la muerte. Y no con una muerte cualquiera sino con una especialmente atroz: ser enterrada en vida. A otras, por otros delitos, se las condenaba a morir en el circo, devoradas por las bestias, para lo cual se les untaba todo el cuerpo con la sangre de la menstruación de las leonas.
Los «buenos» y los «malos»
A los «buenos» de su novela Posteguillo les reserva grandes momentos épicos, mientras a los «malos», el final «más asqueroso que me puedo imaginar»: justicia poética. El autor ha dedicado seis años de su vida a estudiar la ascensión y actuación de Trajano por varias razones: la primera, porque con él el Imperio Romano logró su máxima extensión geográfica y cotas de poder. «Fue un gran gobernante, uno de los personajes históricos de los que los españoles nos podemos sentir orgullosos, en vez de darnos latigazos con los peores episodios de nuestra Historia». La segunda razón para fijarse en Trajano es, según Posteguillo, que se trata de «la etapa menos novelada del Imperio Romano».
Para realizar esta trilogía ha acudido a Plinio el Viejo, Suetonio o Dión Casio, pero también ha consultado a expertos españoles y catedráticos de Derecho Romano, a los que ha asaltado en sus despachos con sus dudas. A uno le preguntó quiénes presidían los juicios a las sacerdotisas vestales y a otro si estaban tasados los tiempos de las intervenciones de abogados y acusadores. Esto último lo averiguó él mismo gracias a Plinio: unas seis clepsidras (relojes de agua), unos veinte minutos. La corrupción en Roma estaba tan extendida que hasta se compraba a la persona encargada de esos relojes de agua en los juicios. Trajano, que luchó contra los corruptos, lo advierte en el juicio a Menenina, la sacerdotisa de Vesta, con estas palabras: «El tiempo debe ser igual para todos». Una advertencia que no cayó en saco roto habida cuenta de cómo se las gastaba el emperador con los corruptos.
Tras los pasos de Ben-Hur
Una de las películas favoritas de Posteguillo es «Ben-Hur» y una de sus escenas preferidas es la carrera de cuádrigas que enfrenta al protagonista con Mesala. «Siempre he tenido el sueño de escribir carreras como la de “Ben-Hur” y en esta novela lo he podido cumplir», dice desde el anfiteatro de Itálica. Para hacerlo, puso la cámara de su pluma en un caballo, al que llamó Níger y al que colocó en el interior de la cuádriga, el lugar más importante y del que depende poder ganar la carrera o acabar muerto en un giro desafortunado. Como en «Los asesinos del emperador», su anterior obra, por «Circo Máximo» desfilan emperadores, senadores, soldados, guerreras sármatas, aurigas y gladiadores que reflejan lo mejor y lo peor del ser humano en una sociedad llena de contrastes: la crueldad y el poco aprecio a la vida humana, junto a la perfección de sus construcciones e infraestructuras. «No hay un puente, un acueducto o un anfiteatro hecho por los romanos que se haya caído. Lo que falta hoy de esas obras se debe al expolio», apunta.
Novela Histórica
33 miembros
Descripción
Santiago Posteguillo publica «Circo Máximo», en la que narra la lucha del emperador español contra la corrupción
por Guillermo Caso de los Cobos
7 Sep 2013
Santiago Posteguillo, ayer en Itálica, donde presentó la novela
Fuente: ABC.es | Jesús Álvarez| 5 de agosto de 2013
«Trajano bebía mucho, pero era implacable contra los corruptos. Les hacía devolver el dinero robado y luego los desterraba». Son palabras de Santiago Posteguillo, profesor de Literatura Inglesa en la Universidad Jaume I y uno de los autores de novela histórica más leídos de España.
«El corrupto senador y gobernador Mario Prisco se llevó 700.000 sestercios, unos 10 millones de euros, y Trajano le obligó a devolverlos y luego a exiliarse -dice Posteguillo-. Con Trajano, Bárcenas hubiera tenido que hacer lo mismo, porque si no hubiera acabado en el coliseo con las fieras. Y eso motiva mucho». El escritor valenciano eligió ayer el conjunto arqueológico de Itálica, en la localidad sevillana de Santiponce, para presentar «Circo Máximo» (Planeta), la segunda entrega de su trilogía sobre Marco Ulpio Trajano, el primer emperador de Roma nacido fuera de la capital del imperio. Lo hizo en Itálica y esa es una de las razones, según Posteguillo, de la importancia que fue cobrando su anfiteatro, «uno de los más importantes del imperio con capacidad para albergar hasta 25.000 espectadores».
Los «buenos» y los «malos»
A los «buenos» de su novela Posteguillo les reserva grandes momentos épicos, mientras a los «malos», el final «más asqueroso que me puedo imaginar»: justicia poética. El autor ha dedicado seis años de su vida a estudiar la ascensión y actuación de Trajano por varias razones: la primera, porque con él el Imperio Romano logró su máxima extensión geográfica y cotas de poder. «Fue un gran gobernante, uno de los personajes históricos de los que los españoles nos podemos sentir orgullosos, en vez de darnos latigazos con los peores episodios de nuestra Historia». La segunda razón para fijarse en Trajano es, según Posteguillo, que se trata de «la etapa menos novelada del Imperio Romano».
Para realizar esta trilogía ha acudido a Plinio el Viejo, Suetonio o Dión Casio, pero también ha consultado a expertos españoles y catedráticos de Derecho Romano, a los que ha asaltado en sus despachos con sus dudas. A uno le preguntó quiénes presidían los juicios a las sacerdotisas vestales y a otro si estaban tasados los tiempos de las intervenciones de abogados y acusadores. Esto último lo averiguó él mismo gracias a Plinio: unas seis clepsidras (relojes de agua), unos veinte minutos. La corrupción en Roma estaba tan extendida que hasta se compraba a la persona encargada de esos relojes de agua en los juicios. Trajano, que luchó contra los corruptos, lo advierte en el juicio a Menenina, la sacerdotisa de Vesta, con estas palabras: «El tiempo debe ser igual para todos». Una advertencia que no cayó en saco roto habida cuenta de cómo se las gastaba el emperador con los corruptos.
Tras los pasos de Ben-Hur