Iconografía

El propósito es comentar y debatir temas relacionados con la iconografía.

El sapo y la ¿garra. El Císter.

         Basa de semicolumna decorada con un sapo y una garra o mano.

 

Cuando hace escasos días visité el zamorano monasterio cisterciense de San Martín de Castañeda me sorprendieron unos curiosos y originales alto relieves situados sobre el zócalo de la basa de la semicolumna que decora el pilar más próximo a la cabecera del templo, del lado de la epístola: un sapo en una esquina, y lo que dicen que es una garra, pero que seguramente es una mano, aferrando una bola, en la opuesta. ¿Un capricho de los constructores o un mensaje oculto?

El Císter. La orden monástica de El Císter se origino en Francia, en el año 1098, en el seno de la benedictina, por el monje Roberto de Molesmes, aunque su gran impulsor fue San Bernardo “de Claraval”, persona de excepcional carisma considerado como el maestro espiritual de la orden.

Como restauración de la regla benedictina la Orden del Cister promovió el ascetismo y el rigor litúrgico, ejerciendo gran importancia en los ámbitos intelectual o económico, artístico y social en general. Llamados comúnmente “bernardos/as”, en oposición a los benedictinos que visten de negro, se les identifica por sus predominantes vestiduras blancas, en especial la cogulla monástica. Aunque en lo esencial siguen la regla de San Benito, los cistercienses no son propiamente considerados como benedictinos.

Es largo lo que se puede decir de esta orden que: «Brillante como la estrella de la mañana en un cielo cargado de nubes (...), por sus buenas obras y su edificante ejemplo (...).  Por la dulzura de la santa contemplación y los méritos de una vida pura (...), una encomiable actividad y piadosos servicios (...), ha merecido extenderse de un extremo a otro de Europa.» (Benedicto XII, Constitución Benedictina, 1335), pero todo ello debemos dejarlo de lado para centrarnos en la iconografía y estética de los templos cistercienses, auténtico motivo de este trabajo.

Reforma monacal. Está generalmente admitido que la Orden del Císter surgió como contestación a la espiritualidad de la orden de Cluny, que preconizaba la grandiosidad de las iglesias y la liturgia esplendorosa, buscando además una mayor observancia de la Regla de San Benito y la desvinculación de las riquezas terrenales.

En tal línea, San Bernardo, escribió en 1124, “Apología de Guillermo”, una fuerte crítica a lo que él consideraba los excesos de la orden de Cluny, estableciendo los criterios teóricos que luego se emplearían en todas las abadías cistercienses. Una de sus críticas se centra en las excesivas dimensiones de las iglesias de los Cluniacenses, pinturas y adornos: Muéstreles un cuadro hermoso de algún santo. Cuanto más brillantes son los colores, mas santificado les parecerá a ellos. Hay más admiración por la belleza que veneración por la santidad. Así las iglesias se adornan. Vemos los candelabros de bronce grandes, maravillosamente labrados, sus gemas que brillan intensamente. ¿Cual es el propósito de tales cosas?

 

Rosetón cisterciense decorado con las típicas líneas quebradas y puntas de diamante.

 

La escultura también se ganó su reprobación esgrimiendo que no era necesaria para reflexionar sobre la ley de Dios sino que, por el contrario, las figuraciones de lo imaginario dispersaban la atención y apartaban del único y legítimo fin de, encontrar a Dios a través de la Escritura: ¿Pero en los claustros, dónde los hermanos están leyendo, qué son esas monstruosidades ridículas...¿Cuál es el sentido de esos monos sucios, leones feroces, centauros monstruosos, mitad-hombres, tigres rayados, soldados que luchan y cazadores soplando sus cuernos? En un lugar usted ve muchos cuerpos bajo sola cabeza, en otras varias cabezas en un solo cuerpo...así que... tan maravillosas son las varias formas que nos rodean que es más agradable leer el mármol que los libros, y pasar el día entero con estas maravillas que meditando en la ley del Buen Señor. San Bernardo se refiere a la pagana y grotesca iconografía románica que decora, arquivoltas, capiteles, canecillos, etc.; aunque justificó tales cosas en las iglesias parroquiales del pueblo llano, “hombres carnales”, argumentando que los obispos para llegar al pueblo llano iletrado precisaban de esculturas, pinturas y demás porque “No hay comparación aquí entre los obispos y los monjes. Los obispos, utilizan la belleza material para despertar la admiración de la gente carnal porque no pueden hacerlo por medios espirituales”. (...). ¡Vanidad de vanidades, más insensata aún que vana: la iglesia resplandece sobre sus muros y carece de todo para sus pobres!

Construcciones humildes. San Bernardo defendió, inicialmente, que las construcciones fuesen humildes, de barro incluso, pero consolidada la orden comprendió que debía establecerse un modelo constructivo para garantizar su uniformidad a base de sólidas construcciones que no se deteriorasen y que pudiesen admitir generaciones sucesivas de monjes, aunque respetando el espíritu de la Orden: silencio, contemplación, ascetismo y pobreza.

Monasterio de San Martín de Castañeda. Yen tal línea surgió, sobre otras versiones más antiguas, el monasterio cisterciense de San Martín de Castañeda del que dijo Manuel Gómez-Moreno: “Difícilmente podrá verse monasterio plantado en sitio más rebosante de hermosura que este: a media ladera de una sierra, cara al sol, entre huertas, praderas y bosques y teniendo a sus pies el Lago Sanabria, que bien podría rivalizar en fama y rendimientos con los de Italia...”. Pero muerto hacia casi un siglo San Bernardo, según se aprecia en este monasterio erigido en fecha incierta (segunda mitad del siglo XII y principios del XIII, seguramente) algo se habían desviado sus postulados, en lo referente a la estética de los templos, contaminándose con los de su predecesor y contemporáneo estilo Románico.

 

              Ábsides del monasterio cisterciense de San Martín de Castañeda.

 

EL SAPO Y ¿LA GARRA? Así, aunque, con respecto al Románico, se aprecia una gran desornamentación de sus elementos arquitectónicos, apareciendo, eso sí, los típicos elementos del Císter (líneas quebradas, puntas de diamante, follaje, etc.), existen otros,  si no propiamente románicos sí en línea con tal estilo, como es el caso del sapo y la garra a los se hacía referencia antes. Estos dos relieves se encuentran, en oposición a los lugares que ocupan en el Románico (capiteles y ábacos de las columnas), en la basa de la semicolumna que decora el primer pilar del lado de la Epístola, dando frente a la capilla mayor.

 

Sapo en una de las esquinas del zócalo de la basa.

 

El sapo: ¿el mal? Al sapo aquí lo tienen por rana y existe la creencia general de que quien lo toca se casa. Pero es obvio que no se trata de una rana pues en otros pilares y en la misma posición del templo aparecen ranas que se diferencian perfectamente de este, por su menor volumen y porque tienen las patas en actitud de saltar y no de caminar como hace este. El sapo, poco frecuente en la iconografía románica, junto a la serpiente y el mono, puede representar al Demonio, la envidia y quién sabe cuántas cosas más, pero todas malas. Sin embargo, en otras culturas (andinas, amazónicas, pampeanas,...), el sapo, según parece, fue un animal totémico y sacralizado portador de buenos anuncios al que se prohibía matar.

 Supuesta garra.

 ¿La garra? El significado de lo que otros autores llaman garra, situada del lado contario de la basa, se me ofrece más complejo pues aunque en un principio supuse que se podía tratar de la garra de una rapaz, después caí en la cuenta que estas aves tienen tan solo cuatro dedos cuando la garra a que nos estamos refiriendo presenta cinco. ¿Cometió un error el escultor o pretendía representar la garra de un felino o de otro mamífero?, aunque, de ir las cosas por este segunda opción, las uñas que se representan en el altorrelieve son demasiado largas y gruesas, más parecidas a dedos. Y es que, seguramente, eso es lo que representa este altorrelieve: una mano humana, pues existe alguna más en otros pilares del templo que evidencian esto último. Humana o quizás divina, posiblemente la mano del Creador en actitud más que de agredir o de proteger, al Mundo quizás representado por la bola, del mal que representa el sapo o lo que es lo mismo: del Diablo. Una representación que en el Renacimiento modificará su forma ya que, generalmente, la bola del mundo aparece sobre la mano del Padre o del mismo Jesucristo. Valga decir que nada he encontrado en las publicaciones sobre este templo del posible significado de estos elementos y que tampoco, salvo el sapo, los he encontrado en la simbología escultórica Románica.

 

Romántica representación de la creación.

 

La llave. Para añadir más misterio al asunto existe lo que parece ser una llave, grabada sobre el frontal del zócalo próxima a la garra o mano, como queramos llamarla. Un grabado quizás realizado en época posterior por alguien que pudo encontrar la “llave” (la respuesta) al enigma que parecen representar los grabados a que nos estamos refiriendo,... para eso o tan solo para preguntar qué enigma encierran estas representaciones.   

En conclusión: se tratan de unos simples elementos decorativos o encierran un mensaje,... y, de ser esto último ¿CUÁL?

 

 

  • arriba

    María //

    Estupendo, Serna.

    A bote pronto y además de lo que habeis comentado ya,se me viene a la cabeza a idea de que están en la parte de abajo porque es una entrada/salida del infierno ;las llaves serían las de este,por oposición a las de San Pedro,y la garra en la bola,lo opuesto a la mano de J.C en la bola del mundo.

    La parte de la epístola¿es la izquierda?

    Sería inetresante saber si aparecen en más iglesias del cister.Quizá el mensaje sería que el demonio acecha y puede salir en cualquier momento y arrastrar al pecador al infierno...

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