El Nuevo Museo de la Acrópolis, que abre con polémica por su diseño, se presenta como el argumento definitivo para la 'repatriación' de las obras llevadas por Lord Elgin.
En su pequeño parterre de geranios rojos, coronada cuando sopla el aire por las hojas de un olivo y un laurel, Melina Mercouri sonríe. No es la de su estatua una sonrisa plácida, sino irónica, desafiante, un punto feroz, la sonrisa de una Atenea, la diosa armada vieja patrona de la ciudad. El retrato de la Mercouri no es muy bueno -¡y algún desaprensivo le ha roto la nariz!-, carece de aquel aliento a mito y tabaco que percibías cuando te acercaba su rostro (tenía la desconcertante costumbre de besar en los labios a los periodistas jóvenes) pero la mirada es la suya. Y hoy tiene motivos para sonreír: a sus espaldas, muy cerca, a unos metros siguiendo la calle Dionisyou Aeropagitu que conduce hacia la peña sagrada donde reina el Partenón, su gran sueño, y el de tantos griegos, se ha materializado por fin, y a lo bestia.
Vía: Jacinto Antón, Atenas | El País.com, 20 de junio de 2009
En pleno barrio Makriyianni, donde será inaugurado hoy con una impresionante ceremonia por el presidente de Grecia, Karolos Papoulias, se alza el Nuevo Museo de la Acrópolis, un edificio ultramoderno, enorme, ampuloso y extravagante por lo fuera de contexto (alguien lo ha comparado con una nave espacial aterrizada en medio de Atenas y no son pocos los que encuentran su diseño agresivo). Los números del museo son dignos de una gigantomaquia: 21.000 metros cuadrados (14.000 dedicados a exposición, es decir 10 veces más que el viejo museo situado allá arriba junto al Partenón), 130 millones de euros, 4.000 objetos, 16.000 metros cuadrados de mármol y 4.390 de cristal usados en la construcción, una previsión de 2 millones de visitantes al año, 10.000 al día, mil por hora... Es difícil decir si esto es en lo que pensaba la actriz y ministra al lanzar la convocatoria de concurso internacional para el nuevo equipamiento en Atenas en 1989 (cuántos cambios, aplazamientos, sinsabores desde entonces), cuando recalcó, conmoviéndonos a todos los presentes con la pasión de sus palabras y sus ojos anegados de melancolía y de furia, que ese nuevo museo serviría especialmente como expresión del deseo y la voluntad de los griegos de recobrar los polémicos "mármoles exiliados", las piezas que el conde de Elgin se llevó de la Acrópolis hace 200 años y que se exhiben en el British Museum de Londres.
Alicia M. Canto
21 Jun 2009