Cataluña y el País Vasco, las comunidades de más profunda raigambre ibérica de España.
Los más de siete siglos de dominio musulmán en gran parte de la península ibérica y la llegada de colectivos judíos en una época anterior han dejado una profunda huella en la composición genética de la población española.
Según una investigación presentada ayer en la revista American Journal of Human Genetics, el 11% de la herencia genética de los españoles es de origen norteafricano, un 20% es judío sefardí y el 69% restante es ibérico autóctono.
Las regiones donde la aportación genética norteafricana es más notable son Galicia y el noroeste de Castilla, donde se sitúa en un 21%. Por el contrario, es mínima en Granada, la región que más tiempo estuvo bajo dominio musulmán y donde ahora la herencia genética norteafricana se sitúa en torno al 2%.
"Son resultados que nos han sorprendido", reconocieron ayer Francesc Calafell (derecha) y Elena Bosch (abajo, izquierda), biólogos de la Universidad Pompeu Fabra que han codirigido la investigación junto a un equipo de la Universidad de Leicester (Reino Unido). ¿Cómo los explican? Al final de la reconquista, recuerdan, "en algunas zonas de la Península se quedaron los llamados moriscos" [musulmanes obligados a convertirse al cristianismo].
Pero a principios del siglo XVII, Felipe III ordenó la expulsión de los moriscos de todos sus territorios. Eran entonces unos 200.000, la mayoría concentrados en el este de Andalucía y Valencia. Muchos fueron enviados a Argelia. Otros se dispersaron hacia el oeste y el noroeste de la Península, donde no se les persiguió tanto, y se mezclaron con la población autóctona.
Pocos fueron a Cataluña, donde sólo un 2% de la herencia genética es de origen africano, un 6% es judía y el 92% restante es autóctona. La otra única comunidad donde la herencia genética autóctona es tan elevada es el País Vasco. Cataluña y País Vasco se erigen así, por una ironía de la investigación genética, en las comunidades de más profunda raigambre ibérica de España.
Otro resultado sorprendente, destacan Calafell y Bosch, es la gran aportación de los judíos sefardíes a la composición genética de la población española actual. Esta aportación sólo puede explicarse por la conversión masiva -que pudo ser voluntaria o forzada por la intolerancia religiosa- de muchos judíos al cristianismo.
La investigación se ha basado en comparar el ADN de 1.139 hombres de distintas regiones de España con el de 359 hombres de cuatro regiones del norte de África y con el de 174 judíos sefardíes. Dada la movilidad de la población en los últimas décadas, no se ha tenido en cuenta la residencia actual de los participantes en el estudio, sino el lugar de nacimiento de su abuelo paterno.
Se ha analizado únicamente el cromosoma masculino Y, que los niños heredan de sus padres y no de sus madres, por lo que "los resultados de la investigación se refieren únicamente a la herencia genética masculina", advierten Calafell y Bosch. Dos investigaciones anteriores realizadas con ADN mitocondrial, que niños y niñas heredan de sus madres y no de sus padres, han llegado a una estimación similar de herencia genética de origen norteafricano en la población española. Pero el cromosoma Y tiene la ventaja de que ofrece resultados menos ambiguos, explican los investigadores.
Los españoles conservan múltiples rasgos genéticos de judíos y musulmanes pese a su expulsión en 1492. Un estudio de las universidades de Leicester y Pompeu Fabra certifica la notable herencia genética que legaron ambos grupos.
Londres.(EFE).- A pesar del empeño de los Reyes Católicos por eliminar cualquier influencia de judíos y musulmanes de la península Ibérica, estos dos grupos dejaron una herencia indestructible en España: la genética, cuya presencia puede leerse aún hoy en el genoma de sus habitantes.
Así lo aseguran científicos de las universidades de Leicester (Reino Unido) y Pompeu Fabra de Barcelona tras estudiar la genética de los ciudadanos peninsulares y de Baleares y compararla con muestras de norteafricanos y judíos sefarditas.
La investigación, publicada hoy por la revista científica 'American Journal of Human Genetics', revela que la convivencia, las migraciones, las conversiones y las invasiones que tuvieron lugar en la Península durante la Edad Media quedaron registradas en el genoma de sus individuos, que ha ido pasando de generación en generación.
Gracias al mestizaje pacífico, pero también a los matrimonios entre conversos y la población cristiana en tiempos de intolerancia, la transmisión de los genes del cromosoma Y constituye una prueba de la diversidad que existió en la Península hace unos cuantos siglos.
Para llegar a esta conclusión, los científicos, liderados por el británico Mark Jobling (izquierda), llevaron a cabo un análisis del cromosoma Y, únicamente presente en los hombres, de 1.140 individuos de la península Ibérica y las Islas Baleares.
La investigadora de la Unidad de Biología Evolutiva de la Universidad Pompeu Fabra, Elena Bosch, indicó e Efe que las muestras analizadas se compararon con las de judíos sefarditas y de individuos del norte de África, que tienen la ventaja de ser muy diferentes a las poblaciones receptoras originarias de la península ibérica, por lo que su diferenciación es sencilla.
El equipo científico descubrió que el 19,8 por ciento de los hombres presentaban características genéticas atribuibles a los judíos sefarditas y un 10,6 por ciento a los norteafricanos.
La investigación se centró en el análisis del cromosoma Y porque no se recombina en la reproducción, lo que hace que sólo las mutaciones lo modifiquen, por lo que los científicos pueden determinar su orden de aparición.
En declaraciones a Efe, el doctor de la Pompeu Fabra, Francesc Calafell, apuntó que se estudiaron dos tipos de marcadores genéticos del cromosoma Y: unos muy estables que apenas varían cuando pasan de padres a hijos y otros, llamados microsatélites, que evolucionan mucho más rápido debido a mutaciones, que utilizaron como relojes.
Gracias a estos últimos, llegó a la conclusión de que los linajes norteafricanos empezaron a incluirse en el genoma de la población peninsular a partir del siglo VIII.
Aunque los investigadores no son capaces de establecer el tiempo concreto en el que estos cromosomas entraron en las poblaciones ibéricas -por ejemplo, no pueden diferenciar entre las primeras oleadas musulmanas del siglo VIII y las posteriores de almohades y almorávides-, sí pudieron descartar que el ADN africano encontrado fuera originario de los cromañones que llegaron por Gibraltar.
Calafell indicó que la herencia genética del cromosoma Y no es visible, ya que dicho cromosoma contiene muy poca información y los marcadores estudiados no determinan ninguna diferencia en el físico de los humanos.
Para el científico catalán, la importancia de esta investigación, que comenzó en el año 2000, reside en la constatación de que la historia peninsular está recogida en los genes de sus habitantes.
Además, encontraron hallazgos sorprendentes, como que la presencia de genes norteafricanos es mayor en la mitad occidental (León, Valladolid, Ávila, etcétera) de la Península que en la oriental (Granada).
Esto no concuerda con la distribución geográfica que esperaban por la colonización a partir del 711 ni con la retirada en el siglo XV, por lo que se debe a un alto nivel de conversión religiosa, forzosa o voluntaria, que en última instancia condujo a la integración de sus descendientes.
Calafell también apunta a las deportaciones de moriscos desde las Alpujarras granadinas a ciudades de Castilla y León en el siglo XVI.
Al final, la genética no sólo resultará efectiva para comprender y curar enfermedades, sino también para descubrir los orígenes y rescatar partes perdidas de la Historia.
Vía: Josep Corbella, Barcelona | La Vanguardia.es, 5 de diciembre de 2008
Alfredo
En fin, soy muy escéptico con la bondad de la muestra tomada y con la interpretación de los resultados.
12 Dic 2008
satorrotas
Por decir algo.
15 Dic 2008
F.J. Barragán de la Rosa
El periodo postglaciar básicamente coincide con el Holoceno y coménzó hace unos 10.000 años, aproximadamente, momento en el que se produjo una alteración climática global que afectó sensiblemente al entorno del ser humano prehistórico: al terminar la última glaciación (Würm) y evidentemente a la expansión (o retirada de algunos sitios como del desierto del Sahara )de poblaciones humanas.
Los glaciares se retiraron y muchas zonas que habían estado comunicadas con el continente por puentes de tierra (tal es el caso de América a través del paso de Bering; de las Islas Británicas, a través del Canal de la Mancha, o Australia, a través de Indonesia) quedan aisladas al alcanzar los océanos niveles superiores, inundando zonas antes habitables. En África el episodio más importante fue la desecación paultina de la región tropical que ahora ocupa el desierto del Sáhara,.La fauna glaciar, compuesta, sobre todo, por grandes animales, sucumbe, pero la mesofauna (cérvidos, suidos, équidos...) sobrevive, convirtiéndose, en algunas zonas concretas, en los ancestros de las futuras especies domesticadas (ovinos, porcinos, bovinos...).
Hay errores de apreciación en otros estudios genéticos como el presentado recientemente y que se recoge en otro post de este sitio web que es presentado por los Laboratorios : L. of Genetics Immunology and Human Pathology, Faculty of Sciences of Tunis, Tunisia y el Instituto de Patologia e Imunologia Molecular da Universidade do Porto (IPATIMUP), Porto, Portugal. Hago aquí un extracto del articulo que considera como base histórica del análisis que la conquista del poder político por los islámicos hubo un trasvase fuerte de población desde el norte de África y que luego tras la expulsión de los Reyes Católicos una parte de los “andalusíes” se establecieron en Tunez permaneciendo como núcleo étnico aislado hasta el presente. Esto contrasta con los datos historicos de que la conquista islámica se hizo con un aporte poblacional del norte de Africa muy reducido:
Post-Last Glacial Maximum (LGM) Expansion From Iberia to
North Africa Revealed by Fine Characterization of
mtDNA H Haplogroup in Tunisia
“It is tempting to infer that this genetic closeness of ‘‘Andalusian’’ villages to North African populations seems to favor a kind of genetic isolation of the descents of Arabs and Berbers that participated in the Islamic conquest of Iberia in the 7th century AC (Abdul-Wahab, 1917) during the 10 centuries they remained there. But some posterior demographic events could have strengthened the North African typical background of the migrants when returned to Tunisia, such as its known effective size reduction in the 18th century due to epidemics and immigration, and interbreeding with autochthonous people which is supposed to have taken place only from the 19th century onwards. In fact, the arriving
‘‘Andalusians’’ established themselves in an inhabited region, agriculturally rich in Tunisia, having Qalaat El Andalous served in 1,609–1,614 as the platform for the final repartition into North Tunisia (Abdul-Wahab, 1917).
The region was inhabited by other populations, namely Louatans, Tripolitans, Kairouans, and Moroccan Khazmirs (Gafsi, 1983). El Alia, established in 1513 AC by a small agricultural community (250 families; De Epelza, 1980), was then settled in the 19th century by migrating populations coming from Algeria. The ‘‘Andalusians’’ from Testour, known as being the descendents of ‘‘Moors’’ from Castile, Valencia, and Aragon (Hopkins, 1977), moved to Slouguia after the settlement by the other groups, like the Berbers Wseltia, in 1762 AC (Despois, 1959). However, the fine characterization of H haplogroup in this large Tunisian survey revealed the occurrence of genetic exchanges between Iberia and North Africa, at least as a result of the post-LGM expansion. A main proportion of H lineages finely characterized in Tunisia (46%) were affiliated in the Iberian H1 and H3 sub-haplogroups. The characterization of 1,580 bp in the mtDNA coding region showed the almost total sharing of haplotypes between Tunisians and Iberians, being those a limited subset of these. Estimated ages were also younger
for Tunisian H1 and H3 lineages, and although they cannot be interpreted as dates for expansion in North Africa, as no signs of local diversity were detected, they seem to support that North Africa was the receiver rather than the birth place of H1 and H3…..
The undistinguishable H sub-haplogroup profile between ‘‘Andalusians’’ and other North African communities does not support a strong historical contribution of an Iberian imprint in North Africa. The post- LGM expansion from Iberia, which resettled Europe, must have also been the movement responsible for the H sub-haplogroup presence in North Africa.”
¿Quien tiene razón los genetistas portugueses y tunecinos o los historiadores españoles? Urge que se reúnan y se pongan de acuerdo.
19 Dic 2008