Una joya de oro para los homínidos de Atapuerca

Brazalete de hace 3.500 años encontrado en la Cueva de Silo.|GE Edelweiss

 

Rosa M. Tristán / El Mundo

 

La 'Joya del Silo' es el nombre de la exposición que se inaugura el 19 de julio en el Museo de la Evolución Humana de Burgos para dar a conocer un valioso brazalete de oro, de hace 3.500 años, que fue encontrado por espeleólogos del Grupo Edelweiss en el año 2004, y que nunca se había expuesto al público.

 

La exposición, que estará abierta hasta finales de septiembre, pretende ser un homenaje a la colaboración que los espeleólogos con los arqueólogos y paleontólogos de la Sierra de Atapuerca, donde se encuentra la Cueva del Silo, una laberíntica red de pequeños conductos dentro del sistema kárstico en el que se encuentran los famosos yacimientos del Pleistoceno Medio.

 

"Queremos conmemorar así los 60 años del Grupo Edelweiss y, a la vez, enseñar una pieza muy especial que fue encontrada por un equipo suyo en la cueva. Es un brazalete muy hermoso y muy interesante. Debió de pertenecer a los grupos de humanos que vivían en el Portalón de la Cueva Mayor", explica su comisaria Aurora Martín Nájera a ELMUNDO.es.

 

La joya se encontraba depositada en un hueco bajo grandes bloques de piedra, un lugar escondido que posiblemente fue elegido de forma intencionada. Encima había unos sedimentos arcillosos que el tiempo transcurrido había depositado a lo largo de tres milenios.

 

En la Cueva del Silo también se encontraron, durante su excavación, hace tiempo, arte rupestre, silos abandonados, restos de cerámica prehistórica y algunos enterramientos, pero ahora ya no hay allí ningún yacimiento.

 

La exposición en el Museo se divide en cuatro ámbitos. En uno de ellos se describe cómo es la cueva y el laberíntico sistema de galerías que componen el sistema y por las que circuló el agua durante el Pleistoceno.

 

También se explica la historia de su descubrimiento, allá por 1792, por parte de Francisco de Paula, que es el primero que la describe por escrito. Unos 80 años después, dos ingenieros realizaron un plano de su interior, si bien no fue hasta 1912 cuando se realiza una prospección arqueológica, por parte del Padre Saturio, el Abate Breuil y Obermaier, que descubren un panel de grabados posterior al Paleolítico.

 

Fue el Grupo Edelweiss el que en los años 60 reinicia la exploración de la Cueva del Silo, sacando a la luz, en 1965 nuevos grabados y galerías que la unen a la Cueva Mayor. Pocos años después, en 1976, Emiliano Aguirre y su equipo encuentran la Sima de los Huesos y la investigación en Atapuerca cobra su impulso definitivo, incluyendo todas las cuevas.

 

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Inauguración "La Joya del Silo" en el Museo de la Evolución Humana

La inauguración de la nueva exposición del Museo "La joya del Silo" tendrá lugar el próximo martes 19 de julio a las 20.15h en la Sala de Exposiciones Temporales del MEH.

El Museo de la Evolución Humana, en colaboración con el Grupo Espeleológico Edelweiss, y como reconocimiento a su importante labor espeleológica en las cavidades de la Sierra de Atapuerca, presenta esta exposición para el mejor conocimiento de la Cueva del Silo, que proporcionará la ocasión de admirar el brazalete de oro de más de 3.000 años de antigüedad descubierto en 2004. En esta exposición colabora el Museo de Burgos, donde se custodia este tesoro arqueológico.

Para más información: actividades@museoevolucionhumana.com. Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla, el 902 024 246 o en la recepción del Museo de la Evolución Humana.

 

  • José Luis Santos Fernández


    BRAZALETE DE ORO DE LA EDAD DEL BRONCE EN ATAPUERCA
    Un raro hallazgo en Cueva del Silo

     

    Fuente: Ana Isabel Ortega Martínez | Grupo Edelweiss.com, 19 de julio de 2011 

    Se describen las circunstancias del hallazgo de un brazalete de oro de la Edad del Bronce, oculto debajo de unos grandes bloques en la Cueva del Silo, la cavidad más alterada de todo el conjunto de yacimientos de la Sierra de Atapuerca.

     

    La Sierra de Atapuerca alberga un importante karst, cuyas primeras prospecciones sistemáticas se remontan a los siglos XVIII y XIX, pero serán los trabajos del Grupo Espeleológico Edelweiss, iniciados en 1954, los que mostrarán el potencial de estas cavidades. El desarrollo de las investigaciones arqueo-paleontológicas motivó, en 2000, la declaración como Patrimonio de la Humanidad de este enclave.

     
    Dentro de los estudios multidisciplinares que se desarrollan en el complejo kárstico de la Sierra de Atapuerca están los estudios geomorfológicos del karst, de los que se ha realizado una tesis doctoral de Alfonso Benito (2004), sobre el exokarst, y se está ultimando otra sobre el endokarst, por parte de quien suscribe este trabajo, Ana Isabel Ortega. Las investigaciones y trabajos de campo en el endokarst se efectúan a lo largo de todo el año, con participación de miembros del Grupo Edelweiss, pero aprovecho la presencia del gran número de especialistas que existe durante las campañas de verano para la toma de muestras en el interior de las cavidades.

     

    En este contexto quiero dar a conocer un hecho excepcional que ocurrió durante la campaña de excavación de 2004. Era el día 21 de julio y, como en el resto de jornadas, la tarde la dedicábamos a los trabajos relacionados con el nivel de la terraza que se documenta en varios sectores de la Cueva del Silo. Éramos un equipo de 8 personas, los geólogos Eneko Uriarte y Asier Gómez, las palinólogas Miriam Dorado y Ana Valdeolmillos, los espeleólogos Miguel Ángel Martín y Fernando Ausín, la topógrafa Raquel Pérez y yo.


    Nos habíamos dividido el trabajo: Raquel y yo estábamos topografiando, Miriam y Ana muestreaban en las arenas que hay sobre las gravas, Eneko y Asier tomaban datos de la columna estratigráfica y Miguel y Fernando hacían las fotografías. Entonces sucedió que, en la parte superior de los sedimentos de la columna estratigráfica, debajo del caos de bloques existente, al iluminar un hueco con el frontal eléctrico, algo brillaba al fondo y brillaba mucho, tanto como la moneda de oro musulmana que había salido el día anterior en la excavación del Portalón.


    Eneko y Asier se miraron, sabían lo que era pero no lo creían, no podía ser cierto pero brillaba mucho y estaba ahí al lado, debajo del bloque calizo, aunque parecía inalcanzable debido a lo estrecho del lugar; finalmente tras indagar un poco encontraron un pequeño hueco entre los bloques por el que, tras deslizarse desde arriba, pudieron alcanzarlo. Tomaron el extraño objeto y se lo pasaron a Miriam y Ana, que no podían imaginar ante qué estaban, no comprendían el brillo de los ojos de sus compañeros. Entre tanto llegó Miguel, quien se echó a reír y, asombrado, les inquiría de donde lo habían sacado, que le dijeran la verdad, que ellos lo habían puesto allí, dado que ambos habíamos dibujado y fotografiado esa columna estratigráfica sin haber visto allí nada antes. Sabía lo que tenía entre manos y no se lo podía creer, confirmó lo que Eneko y Asier no se atrevían a aseverar. Una alegría extraña inundó al grupo y decidieron que yo debía conocer lo sucedido de una forma especial.

    Asier se acercó hasta el lugar donde Raquel, Fernando y yo estábamos topografiando otro punto de la terraza y me comentó que las palinólogas requerían de mi presencia, ya que tenían dudas sobre donde muestrear. Me dispuse a partir pero Raquel me indicó que faltaban unos pocos puntos, que acabásemos primero. Decidí terminar la topografía, a pesar de la insistencia de Asier. Al cabo de unos 10 minutos nos acercamos al resto del grupo y, una vez allí, empezaron a decirme que tenía que mirar entre los bloques porque encima de la terraza había unos huesos. Yo me emocioné y empecé a hablar de las similitudes entre esta secuencia y la de Cueva Peluda, pero nadie me hacía caso e insistían en que me metiese entre los bloques a ver los huesos; yo hablaba y hablaba de su posible cronología hasta que, dado el empeño de mis compañeros, me escurrí entre dos bloques y pude ver el brillo del oro, el brillo de un brazalete de oro, suavemente depositado sobre la arcilla y debajo de un gran bloque calizo, allí solo, como esperando. En esos instantes imprecisos no supe qué decir, callada y atónita hice un movimiento brusco hacia arriba para ver a los demás pero mi cuerpo chocó con las paredes del bloque y como no podía moverme lo único que quería era que Raquel viera lo que mis atónitos ojos estaban observando, llamaba a Raquel e insistía en que bajara, pero Raquel no bajaba porque no sabía como hacerlo, sólo había un pequeño hueco entre los bloques y estaba ocupado por mi cuerpo. Cuando me dijo que no podía, porque estaba yo, entonces, sólo entonces, cogí el brazalete y se lo enseñé.

    Estaba limpio, brillaba como nuevo, comprendí el valor del oro, su eternidad. Una eternidad que embriagaba de alegría aquel rincón oscuro de la Cueva del Silo, en aquel punto donde los cantos rodados del río Arlanzón llegaron hace cientos de miles de años, marcando el paso de unas corrientes que dejaron de fluir como lo harían las culturas que se conservan en estas cavidades y que son capaces de resurgir miles de años después. Nadie esperaba encontrar un hallazgo así, a pesar de estar ante unos yacimientos tan generosos; nadie imaginaba que la Cueva del Silo, hasta hoy una cavidad con escasas evidencias arqueológicas, destrozada y machacada por las numerosas visitas, pudiera representar un lugar especial para las culturas pasadas.

    Este hallazgo es tan excepcional, que nadie podía imaginar su presencia, primero por ser un brazalete de oro ya que, como dijo Toni Canals tras el plantón de dos horas que le dimos esa tarde, estos hallazgos son de otra época, son de los que se encontraban los pioneros. En segundo lugar por estar en Cueva del Silo, una cavidad de segundo rango en la Sierra de Atapuerca.

    Los diferentes hallazgos del pasado en el karst de la Sierra de Atapuerca deberían hacernos reflexionar sobre lo que representaban las cavidades para los pobladores de la Prehistoria, para quienes de algún modo fueron sagradas, lugares de culto de unas gentes que desaparecieron hace mucho tiempo, perdiéndose con ellos una forma de entender la ocupación del mundo subterráneo.

    Quizá, como dijo Nacho Martínez en una de sus visitas, fueron las diosas de la Sierra quienes regalaron este don a los que estudiamos las cavernas y sus recovecos, los espeleólogos, y lo depositaron lejos de las zonas de excavación o de las cavidades famosas, en el rincón del olvido, protegido más de 3.000 años bajo los bloques que una vez cayeron del techo. Pero como suele ocurrir con los regalos inesperados, este se produjo el día del cumpleaños de Olga y Shane, que junto a Mari y José Luis se acercaron también ese día a esperarnos a la entrada de la cavidad, por lo que fue también un regalo para ellos y, por pertenecer al mundo de la Prehistoria reciente, también fue un regalo para la gente que excava en el Portalón y en el Mirador, en suma, un regalo para todo el gran Equipo de Investigaciones de la Sierra de Atapuerca que sigue trabajando en estas Cuevas Sagradas. Y, en última instancia, es un regalo para todos aquellos que están interesados en el mundo de nuestros antepasados.

  • José Luis Santos Fernández

    Una muestra en torno a una joya misteriosa y única

     

    BURGOS | EXPOSICIONES

    Da a conocer la labor del Grupo Espeleológico Edelweiss en su 60 aniversario. Expone textos, fotografías, planos y recreaciones del entramado de cuevas de Atapuerca.

     

    Fuente: RTVCYL.es | ICAL, 19 de julio de 2011 

    La sala de exposiciones temporales del Museo de la Evolución Humana acoge desde este martes la muestra temporal 'La joya del Silo', que permanecerá abierta hasta el 25 de septiembre con el ánimo de dar a conocer el mundo de la espeleología en el 60 aniversario del Grupo Espeleológico Edelweiss (GEE). Se trata de una muestra que pretende difundir el conocimiento de las cavidades del complejo kárstico de la Sierra de Atapuerca menos conocidas, por no haber sido nunca excavadas.

    La coordinadora del MEH, Aurora Martín, declaró durante la inauguración que una de las novedades de la muestra se encuentra en que por primera vez, el público podrá contemplar un brazalete de oro de la Edad de Bronce único en el mundo, y que fue hallado en el año 2004 en una de las cavidades del complejo kárstico.

    La exhibición ha sido organizada por el MEH, en colaboración Edelweiss y el Museo de Burgos y en ella pueden encontrarse textos, fotografías, planos y recreaciones de un entramado de cuevas. Además, sirve de explicación de la Cueva del Silo; una red laberíntica de pequeños conductos que convergen en una galería principal, por la que circularon todas las aguas durante el Pleistoceno.


    La muestra sirve también de homenaje a la labor que durante décadas ha realizado el GEE, pionero en el estudio de estas cuevas y "fiel colaborador" del Equipo de Investigación de Atapuerca. Precisamente durante uno de estos trabajos fue encontrado en 2004 el brazalete de oro de la Edad de Bronce que se muestra en esta exposición como pieza única excepcional.

    El brazalete

    La inagotable capacidad de sorpresa de Atapuerca queda simbolizada en esta joya misteriosa, fechada en el final de la Edad de Bronce (s. XII-X a.c). Esta joya es en sí misma uno de los muchos alicientes del Espacio Cultural de la Sierra de Atapuerca. Según la ficha técnica elaborada por el Museo de Burgos, sus características morfológicas lo encuadran dentro del grupo denominado 'Villena-Estremoz', que se caracteriza por la presencia de piezas fundidas a la 'cera perdida' decoradas con estrías, púas, pirámides o calados dispuestos en series longitudinales y paralelas, elaboradas a partir de un original en cera trabajado en un torno, instrumento que también se utilizaba en el pulido final de la superficie.

    El significado cultural de este tipo de piezas está sujeto a varias hipótesis, relacionadas con la extracción y la comercialización de determinadas materias primas. En este sentido, el intercambio de metales como el oro, cobre y estaño, o de productos básicos como la sal, pudieron ser los pilares fundamentales de las relaciones comerciales entre los territorios de la parte atlántica y el levante peninsular.

    Partes de la exposición

    La nueva muestra fue presentada por Aurora Martín, coordinadora general del MEH y Ana Isabel Ortega, del GEE, ambas comisarias de la exposición junto con Miguel Ángel Martín Merino, presidente del GEE. Se divide en cuatro ámbitos en los que se ofrecen datos para comprender cómo es la cueva, las intervenciones que han tenido lugar en ella, su significado dentro del laberinto de galerías que conforman el karst y las hipótesis que se barajan sobre su ocupación por los homínidos que poblaron la Sierra hace 3.000 años, aspectos que han sido estudiados por la doctora Ana Isabel Ortega.

    La entrada de la Cueva del Silo no conserva ningún yacimiento en la actualidad. Los hallazgos de su interior (estaciones de arte rupestre y tizonazos, presencia de aislados silos excavados y restos de cerámicas prehistóricas o de enterramientos) hablan de un lugar con un simbolismo especial, en línea con lo que ocurre con otras galerías de Cueva Mayor como la propia Galería del Sílex.

    En el interior de la galería principal se encuentra la Sala del Caos, donde se localizó el brazalete de oro oculto debajo de unos grandes bloques y depositado sobre una pequeña concavidad, en donde permaneció algo más de tres mil años. El hallazgo se relaciona con los grupos humanos que utilizaron el Portalón de Cueva Mayor como asentamiento principal, la Galería del Sílex como santuario y el Abrigo del Mirador y la Cueva de la Revilla como lugares sepulcrales desde el Neolítico hasta la Edad del Bronce.

    La historia

    Francisco de Paula realizó la primera descripción de la Cueva del Silo en 1792. En 1868, los ingenieros de minas Pedro Sampayo y Mariano Zuaznávar confeccionaron un plano del entorno de Valhondo, en donde se puede observar la morfología de la entrada. En 1912, la cueva fue prospectada por el padre Saturio, el abate Breuil y Obermaier, que descubrieron un panel de grabados post-paleolíticos que resaltan la importancia arqueológica de esta cavidad. Como consecuencia de los trabajos de exploración y topografía llevados a cabo por parte del Grupo Espeleológico Edelweiss en 1965 se descubrieron nuevos grabados prehistóricos en otra galería y se consiguió enlazar esta cavidad con Cueva Mayor.

    A partir de 1976, con los hallazgos de los restos humanos en la Sima de los Huesos y el inicio del Proyecto de Investigación dirigido por Emiliano Aguirre (1977-1991), se realizaron nuevos trabajos de prospección y topografía del karst que proporcionaron un mejor conocimiento (nuevas tipografías) y nuevos hallazgos arqueológicos (descubriendo más paneles con grabados post-paleolíticos).

    A partir de la década de los años noventa, con la nueva codirección del Proyecto de Atapuerca por parte de Eudald Carbonell, José María Bermúdez de Castro y Juan Luis Arsuaga -y Alfredo Pérez-González como responsable de los trabajos geológicos- las tareas desarrolladas pusieron de manifiesto la presencia de un karst multinivel, cuyas cavidades se originaron en paralelo al encajamiento y sucesivos niveles de estabilidad del río Arlanzón durante el Pleistoceno en los últimos dos millones de años.