Establecen que lo que causó la extinción del rinoceronte lanudo no fue el exceso de caza

Esqueleto de un rinoceronte lanudo. Extinto en época prehistórica desde alrededor de 8.000 a.C.

La extinción del rinoceronte lanudo Coelodonta antiquitatis hace aproximadamente 14.000 años probablemente no se debió a una excesiva caza por parte de los humanos, sino a un cambio climático en el extremo noreste de Eurasia, según determinó un estudio publicado en la revista Current Biology.

Los autores llegaron a esta conclusión después de realizar un meticuloso análisis de los genes extraídos de los restos de 14 ejemplares del desaparecido herbívoro extraídos del permafrost en dos regiones de Lejano Oriente ruso. El ADN de cada ejemplar se pudo recuperar solo parcialmente, pero el de su pariente vivo más próximo, el rinoceronte de Sumatra (que se encuentra actualmente en grave peligro de extinción), ayudó al equipo internacional de científicos a reconstruir sus genomas en su integridad.

Recreación del rinoceronte 'Coelodonta antiquitatis' con fragmentos de lana y piel preservados. Albert Protopopov/ AFP

La comparación de información genética permite tanto esclarecer el origen de las especies como determinar, dentro de cada una, lo numerosa que era su población y si esta tuvo oportunidad de cruzarse con otras poblaciones.

El estudio se enfocó en esta diversidad genética y estableció que el tamaño de la población del rinoceronte lanudo vivió una expansión hace aproximadamente 29.700 años y permaneció constante desde entonces hasta la época del nacimiento del último individuo secuenciado. Fueron identificados también dos linajes separados de estos animales que coexistieron hasta varios cientos de años antes del supuesto evento de extinción.

El tamaño de la población es proporcional a su nivel de diversidad genética y grado de endogamia (la práctica de mezclarse entre individuos de ascendencia común), explicó en declaraciones a AFP el genetista sueco Love Dalén  (izquierda), quien dirigió la investigación.

El genoma más completo correspondía a un rinoceronte que vivió hace 18.500 años, un tiempo en el que la endogamia de la especie era baja y su diversidad alta. Este ejemplar "pertenecía a una gran población y sus antepasados también debieron haber pertenecido a una gran población", estimó el científico.

Entre la caza y el calentamiento

La caza del rinoceronte era uno de los temas reflejados en las pinturas rupestres, algo que hizo desde hace décadas relacionar la extinción del Coelodonta antiquitatis con un exceso de caza por parte de los humanos. Así, los arqueólogos encontraron en el siglo XX varios asentamientos en las regiones rusas de Sajá (Yakutia) y Chukotka que evidenciaban una presencia humana en la zona exactamente en la época en la que se produjo el fin del rinoceronte lanudo, hace 14.000 años.

No obstante, los hallazgos más recientes permitieron revisar la fecha de la llegada del Homo sapiens a la región: los primeros yacimientos con indicios de ocupación humana tienen cerca de 30.000 años. A partir de esta fecha, se puede observar cuántos milenios duró la coexistencia humana con los rinocerontes en esos territorios subárticos sin que la diversidad de la población de la especie se viera afecta.

Rinoceronte lanudo representado en la cueva de Chauvet, Francia.

"Los resultados demuestran más probable que los cambios climáticos que ocurrieron hace unos 14.000 años sean el principal impulsor de la extinción, en lugar de los humanos", resumió Dalén, refiriéndose al calentamiento ocurrido en la fase final de la última Edad de Hielo, hace entre 14.700 y 12.900 años.

El rinoceronte lanudo, un animal de gran tamaño con un peso que alcanzaba hasta las dos toneladas, estaba bien adaptado al frío y a los vientos subárticos. El estudio genómico puso al descubierto varias mutaciones que le ayudaron a adaptarse mejor a este clima extremo, como una que le proveyó de un receptor especial en la piel para medir la temperatura del ambiente. No obstante, según concluyó el equipo científico, a la especie le resultó mucho más difícil adaptarse al cambio que supuso el repentino aumento de las temperaturas globales.

Fuente: actualidad.rt.com | 14 de agosto de 2020

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El papel del ser humano en la extinción de algunos mamíferos prehistóricos

Un rinoceronte lanudo preservado que viene de la región de Kolyma. SERGEY FEDOROV.

Los cambios climáticos que está sufriendo el Ártico se parecen a los que afectaron a la fauna de hace unos 18.000 años, a los episodios glaciares abruptos como la última Edad de Hielo, según un estudio reciente de Nature Climate Change. Muchas especies, acostumbradas al frío, ya no fueron capaces de migrar en busca de unas temperaturas óptimas para su supervivencia y desaparecieron. Es el caso del rinoceronte lanudo, que se extinguió hace unos 14.000 años durante el periodo de calentamiento Bølling–Allerød, según una investigación publicada en Current Biology.

Durante mucho tiempo, se pensó que la llegada del ser humano, con sus técnicas de caza y su capacidad de transformar el entorno, había sido el culpable. Los resultados del análisis de la secuencia de los genomas mitocondriales de 14 de estos megaherbívoros de Siberia (Rusia), indican que la población fue constante en el tiempo, diversa, sana y que aumentó un poco pese a la presencia del Homo sapiens moderno en la zona (se han hallado yacimientos de ocupación humana de hace 30.000 años).

Love Dalén excavando restos de un espécimen de rinoceronte lanudo. KAREN KIRK.

Estos animales pesaban unos 3.000 kilogramos, medían entre tres y cuatro metros y probablemente fueran agresivos. Por eso, a Love Dalén, coautor del trabajo y profesor de genética evolutiva en el Centro de Paleogenética de la Universidad de Estocolmo y del Museo Sueco de Historia Natural, le cuesta pensar que el ser humano tuvo algo que ver en la extinción de la especie. “Cazaban con herramientas más avanzadas, pero seguían sin ser tan potentes”, comenta. Ahora, la historia es bien distinta. “Es cierto que hoy nuestro impacto es evidente. Tenemos un impacto muy claro y fuerte sobre las especies que nos rodean e incluso remotas, reconoce Dalén.

Al analizar las mutaciones genéticas, los investigadores vieron que les habían permitido adaptarse al frío y una de ellas jugaba el papel de un receptor sobre la piel para detectar la variación de temperatura. ¿Esas mutaciones no hubiesen podido ayudarle a vivir con el calor? “No”, contesta David Diez-de-Molino  (izquierda), investigator postdoctoral en el Centro de Paleogenética en Estocolmo y coautor del artículo. “El cambio fue de tan solo décadas. Fue demasiado brusco y este tipo de adaptaciones y mutaciones ocurren a lo largo de miles de años. No tuvieron tiempo”, insiste.

La próxima etapa es rellenar los agujeros persistentes, pues el registro no está completo. Los expertos carecen de muestras de 4.500 años, época durante la cual debió de empezar el declive. “Lo que queremos hacer ahora es obtener más secuencias genómicas de rinocerontes que tienen entre 18.000 y 14.000 años para completar el puzle de la evolución de la especie y su descenso”, explica Dalén. Otra de los pasos a dar es ampliar el análisis a más especies de la Edad del Hielo. Ya lo están haciendo con el león de las cavernas, el buey almizclero y el roedor llamado Dicrostonyx groenlandicus.

El modelo que han utilizado para trazar la existencia y la variación de estos ejemplares puede extrapolarse a especies actuales que están en peligro de extinción. Diez-de-Molino lo confirma y explica que "uno de los objetivos es ver qué les ocurrieron a ellas y comparar con lo que pasa ahora”. Y lo que sucede ahora es muy similar. Las especies de los polos y los extremos de la Tierra, así como las especies del Ártico o los pájaros y otros animales que viven en las alturas montañosas, son las que más inquietan a los expertos. No pueden ir más alto para hallar condiciones decentes, pues ahí está el cielo, ni tampoco ir más al norte, ya que no queda más hábitat dónde prosperar que no sea el mar.

Debate latente

Para Diego Rodríguez (derecha), director del equipo en Georgia de la Red Esmeralda (Emerald Network) compuesta por Áreas de Especial Int..., el trabajo cae en algunos errores en las conclusiones, principalmente por sacar el caso de su contexto global. “En mi opinión, estudiar la extinción de un taxón concreto obviando los datos que ya conocemos a nivel geográfico y temporal del evento de extinción global de megafauna y del paleoclima en anteriores periodos interglaciares es una manera de hacerse 'trampas al solitario'”, argumenta.

El experto destaca otros matices que no le convencen y el más obvio es que, según cuenta, el rinoceronte lanudo sobrevivió a periodos con cambios climáticos más bruscos, numerosos y severos que los de los últimos 20.000 años. “Sin ir más lejos, el periodo interglacial anterior al Holoceno, que experimentó temperaturas en el Ártico de hasta 11º por encima de las actuales y una inestabilidad climática notablemente mayor”, explica. Además, hay algo que se suele olvidar, pero que es crucial: un aumento de las temperaturas también pudo facilitar la proliferación del ser humano en esas latitudes.

“¿Jugó entonces el clima un papel en la extinción del rinoceronte lanudo al provocar una fuerte y rápida contracción de su hábitat? Es posible que sí. ¿Fue la causa necesaria de su extinción? Difícilmente cuando hoy sabemos que esta especie y el resto de megafauna habían sobrevivido a cambios más bruscos y severos con anterioridad”, ratifica el especialista. En definitiva y según lo detalló también en dos hilos de Twitter, la llegada del ser humano fue la única causa de este declive masivo: “Con los datos actuales solo se puede concluir que el clima no pudo ser la causa necesaria de estas extinciones de megafauna terrestre a lo largo de los últimos 50.000 años, la única causa que cumple con los requisitos y cuadra con los datos actuales es nuestra especie”, concluye este experto.

Los primeros huesos de un rinoceronte lanudo fueron encontrados a unos cientos de metros de unos restos humanos. Esta relación llevó a pensar que los Homo sapiens tuvieron un impacto sobre la población de estos animales. Un estudio de la revista Quaternary International cuenta que los humanos llegaron justo antes de la extinción masiva de la última glaciación. Otro publicado en la misma revista demuestra algo parecido: la desaparición brutal de la megafauna del Norte América coincidió con la llegada de los humanos modernos. Algunos investigadores plantearon en Ecology Letters que los homínidos primitivos, que aparecieron en África hace unos 300.000 años, ya influyeron en el declive de grandes carnívoros.

Explica Antonio Rodríguez-Hidalgo (izquierda), investigador del Departamento de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología de la Universidad Complutense de Madrid, en armonía con el discurso de Diego Rodríguez, que "ha habido muchos cambios climáticos en los dos últimos millones de años, pero el último traía un extra desestabilizador”: los humanos modernos, es decir, las comunidades con tecnología y un comportamiento social del Paleolítico Superior. “Ese factor nuevo hace que allí donde hay humanos, los ecosistemas se desmoronen”, precisa. Estas poblaciones diversificaron y mejoraron sus herramientas de caza, tuvieron una capacidad de transformación del entorno y de colonización que, muy probablemente, afectó a la fauna que les rodeaba y que estaba acostumbrada a dominar el territorio sin manos humanas y amenazantes de por medio.

Al investigador de la UCM le convence la teoría de este nuevo estudio y asegura que el trabajo es muy bueno: “No parece haber grandes cambios en el registro arqueológico hasta la llegada del Holoceno hace unos 10.000 años. Por tanto, la hipótesis que plantean es plausible. El calentamiento súbito pudo cambiar las condiciones y los ecosistemas demasiado rápido”, argumenta. Aun así, le cuesta sacar a los humanos de la ecuación y, aunque quizás no haya ocurrido debido a una sobreexplotación del entorno, los habitantes de antaño pudieron ser desestabilizadores de los ecosistemas y generar reacciones en cadena, tal y como ocurre ahora. Rodríguez-Hidalgo está de acuerdo con que la paleogenómica viene a completar y rellenar huecos muy importantes en la historia evolutiva de especies extintas. “Añadiría incluso que de especies no extintas”, remata.

Fuente: elpais.com | 18 de agosto de 2020

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