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Los laberintos de Peñafadiel. - CAMPOS
Fuente: diariodeleon.es | 16 de noviembre de 2015
Ocultos durante milenios, menhires, petroglifos y altares rupestres han aflorado en los últimos siete años. El astorgano Juan Carlos Campos, un ‘arqueólogo amateur’, localizaba en 2008 unos inquietantes laberintos en Peñafadiel. «Voy al sitio donde nunca hay nada», le había dicho Campos a su mujer ese día, en referencia a las muchas veces que acudió a Peñafadiel con resultados baldíos.
Pero entonces se topó con grabados de 6.000 años de antigüedad decorados con motivos inéditos. Dibujos y mensajes que aún hoy son un enigma que nadie ha logrado descifrar. Fueron la «semilla», porque, a partir de ese hallazgo, encontraría cazoletas y grabados que van de la Prehistoria a la Edad Media, en lugares como Lucillo, Peñafurada (en Andiñuela), Peñamartín (en Chana de Somoza), en prácticamente toda la Maragatería y también en el Bierzo y en Alija del Infantado.
Menhir de Peñacruzada. - CAMPOS
Los descubrimientos de Campos desataron una «fiebre de piedras» en la comarca y muchos otros devotos de la arqueología se apuntaron a la búsqueda de un tesoro prehistórico desdeñado por los investigadores, aún cuando la Universidad, por encargo de la Junta, confirmó la antigüedad de los pretroglifos próximos al Teleno.
En siete años han destapado una veintena de estaciones rupestres. «Aparecen tres o cuatro enclaves nuevos cada año», asegura Campos. Para él, los más destacados son los que salieron a la luz el año pasado en los Ancares.
Juan Carlos Campos y José Anglés Correa ante uno de los petroglifos localizados en Los Ancares leoneses - DL
José Anglés Correa, un aficionado a la montaña, localizaba nada menos que siete estaciones rupestres en esta comarca leonesa; los primeros hasta la fecha. Asimismo, considera excepcionales los que encontró en el Castro Colorado, que podrían ser uno de los únicos vestigios astures que han perdurado. Campos batió este asentamiento astur-romano del ayuntamiento de Valderrey hasta que halló unos grabados que han resultado ser excepcionales. Un auténtico ‘bombazo’ arqueológico.
Se trata de un grupo de antropomorfos (figuras esquemáticas con forma humana), posiblemente de la Edad del Hierro, en posición orante. Posiblemente, las primeras representaciones del arte astur de este tipo que aparecen en León. También hay que mencionar los grabados con forma de ‘herradura’ descubiertos en Castrillo de la Valduerna y en Villar del Monte.
Lo cierto es que todos estos hallazgos han permitido ir actualizando un mapa arqueológico —con 3.722 enclaves— donde el arte prehistórico parecía la ‘hermanastra fea’.
La montaña pendiente
«Nos falta la Montaña Oriental, llena de calizas, rocas no muy duras donde, por fuerza, tiene que haber algo», explica Campos.
Desde que en 2011 publicó Petroglifos en Maragatería (derecha). El enigma de los laberintos del Teleno, han aparecido otras quince estaciones rupestres, de ahí que esté trabajando en un nuevo libro, que quiere tomarse con calma. «El primero lo publiqué con la ilusión de enseñar lo que había descubierto, pero, una vez vista la repercusión que ha tenido, quiero hacerlo despacio», dice.
Donde sí han calado todos estos hallazgos es en los ayuntamientos, que, como en el caso del de Astorga, han incluido los petroglifos en sus rutas turísticas. Campos echa en falta que los investigadores los estudien, aunque admite que «a nivel académico, los profesionales reconocen la labor que hemos hecho». Y es el que el mérito de poner al descubierto el riquísimo patrimonio rupestre es de los aficionados que, al igual que Campos, han convertido en una pasión la búsqueda de huellas de los primitivos pobladores. Para la mayoría, Campos se ha convertido en una especie de ‘tutor’. Le llaman ante cada posible descubrimiento y este ‘arqueólogo amateur’ acude para verificar si son petroglifos auténticos o simples ‘caprichos’ de la naturaleza.
Ana Franganillos descubrió una estación rupestre cerca de Viforcos; Mark Raes, un belga afincado en Andiñuela, localizó en esta localidad petroglifos con forma de serpiente; y Pedro Dios, natural de Priaranza de la Valduerna, encontró una roca con grabados rupestres mientras pescaba en el Duerna.
«Lo importante es aflorar ese patrimonio oculto».
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