Bienvenido Martínez y Robert Sala explican a Luciano Alonso, consejero de Educación, Cultura y Deporte de la Junta, los pormenores del trabajo de campo de los especialistas.

Fuente: grandahoy.com | G. Cappa| 31 de agosto de 2014

Los homínidos que habitaron en Orce hace 1,4 millones de años cuidaban de sus niños y de sus ancianos, eran carroñeros y se disputaban los despojos de los mamuts con hienas de más de 150 kilos. Además, vivían en comunidades de varias decenas de personas, pero no ocuparon las cuevas colindantes y prefirieron vivir en el límite entre el llano y la zona boscosa, con un árbol cerca por si era necesario encaramarse para huir de algún peligro. Y tenían la suerte de habitar en el mayor vergel de toda Europa, la zona con el clima más benigno durante todo el año, una especie de Marbella en el Pleistoceno. 


El equipo multidisciplinar encabezado por los investigadores Robert Sala y Bienvenido Martínez acaba de terminar la campaña de excavaciones en los yacimientos de Fuente Nueva 3, Barranco León y Venta Micena. No han encontrado restos humanos, pero no les ha hecho falta para seguir definiendo cómo era la vida de los primeros pobladores de Europa. De momento, el diente de un niño de unos diez años es el único vestigio encontrado hasta la fecha por este equipo, aunque en esta campaña han encontrado en Barranco León un 'taller' para tallar la piedra con la que descuartizar a los animales. La otra gran noticia de este año es que, definitivamente, Fuente Nueva 3 es el yacimiento con más posibilidades de tener restos humanos, por encima incluso de Venta Micena, el enclave en el que José Gibert encontró en 1982 el polémico cráneo bautizado como el Hombre de Orce. 

Presencia humana 

El punto de inflexión fue la publicación el año pasado del estudio sobre el diente de un niño de 1,4 millones de antigüedad encontrado en Barranco León. "A partir de este momento ya nadie duda de que haya restos humanos en los yacimientos de Orce", asegura Bienvenido Martínez. De momento, parece que en esta campaña no han encontrado ningún resto humano, "pero eso no significa que no vayan a aparecer los próximos años". 


El equipo, que trabaja de forma continuada desde 2010 en la zona, ya ha desterrado el concepto que se tenía de que en Venta Micena iban a aparecer restos humanos con sólo levantar una piedra. "Pero lo importante es el discurso científico, entender cómo eran las especies, cómo se relacionaban, el medio ambiente en el que se desenvolvían estos primeros homínidos que llegaron al continente europeo", continúa el codirector de unas excavaciones que, este verano, han deparado una enorme cantidad de restos de fauna, desde mamuts, hipopótamos, rinocerontes o caballos, pasando por ciervos de todos los tamaños, bóvidos... 

A día de hoy, con las chicharras y el sol plomizo de agosto como protagonistas de este paraje, es inconcebible pensar que, hace millones de años, la cuenca de Baza era el mayor vergel de Europa. Fuente Nueva era un cementerio de elefantes, un antiguo manantial de aguas termales donde los mamuts y los ungulados iban a beber, especialmente cuando estaban moribundos. 
Todo un reclamo para los homínidos carroñeros de Orce, que podían saber dónde se encontraba un animal fallecido con sólo levantar la vista y observar por dónde sobrevolaban los buitres. Así que la imagen de un cazador con su lanza persiguiendo a un mamut no tiene nada que ver con la dura realidad de estos homínidos de Orce, que en principio tendrían una datación de entre 1,3, 1,4 e incluso 1,5 millones de años. Son más modernos que los encontrados en el yacimiento de Dmanisi (Georgia), de 1,7 millones de años, los más antiguos hallados a las puertas de Europa, un modelo con un cerebro inferior a 300 centímetros cúbicos. El propio Martínez participó en la investigación del esqueleto postcraneal de los homínidos de Dmanisi que se publicó en 2007 en Nature. Pero, ¿qué pasa en cronologías posteriores en 300.000 años? "Probablemente son formas parecidas a las de Dmanisi, pero más evolucionadas, con el cráneo y el esqueleto un poco más grandes", señala el investigador.
 

En cambio, sí hay datos de cómo se comportaban, de cómo aprovechaban los cadáveres de los grandes ungulados como los mamuts de Fuente Nueva. Podían descuartizar un animal de mil kilos, pero no llevaban los utensilios consigo, portaban un núcleo y lo tallaban allí mismo, sacando una serie de pequeñas lascas para cortar la piel, descuartizar al animal, cortar las patas y también para desarticular el cráneo y sacar el cerebro, "que nutritivamente es lo más rico de cualquier cuerpo", continúa Martínez porque, a estas alturas, no se puede pensar en ningún tipo de ritual. 

Los mamuts, por su tamaño, estaban a salvo de los depredadores y, cuando se ponían enfermos, intentaban en primer lugar combatir la deshidratación, con lo que acudían como quien va a la consulta del médico a las aguas termales, que tenían un gran contenido en sales minerales. Algunos animales se salvaban, pero otros morían allí. Y el hombre siempre intentaba llegar antes que sus grandes competidores, las hienas. 


De hecho, se han encontrado los restos de un elefante totalmente desarticulado. Le sesgaron las cuatro patas y le extrajeron los sesos, que es el mejor alimento para dos tipos de humanos, los bebés recién destetados -que no tienen los dientes preparados para procesar alimentos más duros- y los ancianos desdentados. "En Dmanisi se ha encontrado los restos de una anciana desdentada con los alveolos reabsorbidos, y llegó a ser tan vieja porque la cuidaron las hijas. Si esto se produjo es porque había ya cierta organización social y se cuidaba a los ancianos, un comportamiento que se conoce en los humanos desde hace unos 2 millones de años y que también se tuvo que dar en Orce", señala. 


Vida en comunidad 

Los grupos humanos que habitaron en la cuenca de Baza eran capaces de llevarse los restos de un elefante que puede pesar más de 10.000 kilos. Pero, ¿dónde se llevaban la comida? "A nadie se le ocurre montar un campamento en campo abierto", señala Martínez pese a que su equipo no ha encontrado en la zona cuevas que tengan vestigios de habitación humana. Pero, en torno a las montañas que circundan la sierra, hay muchos bosques y es probable que estos homínidos viviesen en la interfase entre el llano y los bosques "porque los árboles siempre ofrecen protección". Son homínidos que han bajado de los árboles pero, si es necesario y hay peligro, se vuelve a subir rápidamente. 

En Fuente Nueva y Barranco León se ha documentado presencia humana; de momento, en Venta Micena no se ha encontrado ninguna evidencia clara. "Esto no quiere decir que no vaya a aparecer presencia humana aquí, yo personalmente tengo la esperanza de que sí se encontrará, porque la fauna de Venta Micena, que se parece mucho a la de Dmanisi, indica que las condiciones biológicas permiten la vida de los homínidos". 


En Barranco León y Fuente Nueva han encontrado, aparte del diente del niño, más de 3.000 piezas líticas talladas, lo que indica que la actividad humana era importante. No podían comer carne podrida y nadie transporta algo que no se va a comer, con lo que estas comunidades tendrían que estar integradas por bastantes decenas de personas. Transportaban 800 kilos de comida y esta carne había que comérsela antes de que se pudriera... "Sólo ese dato nos indica que los grupos humanos eran relativamente grandes, lo que indica que la organización social era más o menos elaborada". Pero no se puede decir que fueran sedentarios. Los carroñeros necesitan cierta movilidad, lo que ocurre es que esta zona era un lugar exquisito para la vida, nada que ver con el secarral que es hoy en día. "Tenía unas condiciones climáticas excepcionales, porque el lago hacía que en invierno hiciera menos frío y que en verano hiciera menos calor. Fuera de aquí, el clima no era tan bueno ni la vida tan rica. Por eso Orce es tan importante", recalca. 


Además, el hombre no tenía depredadores, porque capturar a un homínido para la cena es poco rentable. "Si te especializas en comer humanos te mueres de hambre", explica el profesor e investigador de la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados (Icrea) y del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social. De hecho, los carnívoros se especializan en comer una especie, que se lleva el 60 o 70 por ciento de sus capturas, otras dos especies que se llevan el 15 por ciento y el resto lo que buenamente pillan. Los humanos, en ese organigrama, son menos numerosos aunque muy peligrosos porque se defendían a pedradas. "Hemos encontrado piedras 'voladoras'  que los humanos utilizaron para defenderse", señala el investigador que recalca su convencimiento de que en Fuente Nueva, un yacimiento plagado de elefantes y megaherbíboros, es la tumba de algún homínido. "Es el lugar con mayor potencial para encontrar restos humanos. Hemos excavado sólo la punta del iceberg", concluye.
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ROBERT SALA: “ORCE ES LA CUNA DE EUROPA”

Fuente: mychronicletype.wordpress.com | 28 de mayo de 2014

*Entrevista publicada en la revista Hilando Fino

¿Cómo vivían nuestros antepasados más lejanos hace 1,3 millones de años en la cuenca de Guadix-Baza? Es lo que trata de averiguar un equipo multidisciplinar de investigadores liderado por el arqueólogo y profesor de la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona (Cataluña), Robert Sala.

En marcha desde 2009 y con una duración prevista hasta 2016, el proyecto de investigación en los yacimientos arqueológicos de Orce (Granada) es una apuesta de la Junta de Andalucía por recuperar un importante patrimonio histórico mundial y darle el valor histórico que se merece toda la cuenca de Guadix-Baza y la región en general.

Sala ha contado las claves del proyecto y algunas de sus hipótesis. Además, con la crisis haciendo sombra a los jóvenes formados de cualquier ámbito, ha dado consejos a aquellos historiadores que aspiren a hacer carrera dentro de esta apasionante profesión.

Usted lidera el proyecto financiado por la Junta de Andalucía ‘primeras ocupaciones humanas del Pleistoceno inferior de la cuenta de Guadix-Baza’, ¿cuál es el objetivo del proyecto?

Nuestra intervención en Orce se inició en 2009. Llevamos, por lo tanto, cuatro años de trabajos cuyo objetivo es la reconstrucción del primer asentamiento humano en la región.

El proyecto tiene prevista una duración de unos 6 años, ¿en qué va a consistir vuestro trabajo?

El presente proyecto va a durar hasta principios de 2016 y se centra en la intervención arqueológica y paleontológica en diversos yacimientos de Orce: Venta Micena, Fuente Nueva 3 y Barranco León; y otros de la cuenca, como Cúllar, Huéscar 1 o Solana del Zamborino.

Nuestro trabajo incluirá las tareas habituales de un proyecto de investigación en arqueología: trabajo de campo, de laboratorio, búsqueda, limpieza y archivo.

¿Se han trasladado a Granada o sólo trabajan en el terreno una parte del año?

Vamos al campo una vez al año. Ahora bien, durante el resto del año hacemos estancias más cortas de trabajo en el laboratorio, de análisis del material arqueológico y paleontológico o acciones de socialización.

¿Cómo van las investigaciones?, ¿qué han encontrado hasta la fecha?

En yacimientos como estos, de una antigüedad que va de los 1,2 hasta 0,5 millones de años, se hallan instrumentos de piedra acompañados por restos óseos de animales. Cada año hallamos aproximadamente un total de 2.500 restos. Ello nos permite reconstruir el clima en que vivieron nuestros antepasados, los animales que vivían en el entorno y las actividades humanas, especialmente su control y aprovechamiento del entorno y su adaptación a él.

¿Y qué deducen de lo que han encontrado hasta ahora?

Que los humanos se instalaron en el territorio desde hace 1,3 millones de años sin interrupción y que, en todas las circunstancias climáticas, la península ibérica está siempre ocupada en alguna de sus regiones. Que los humanos se adaptaron a una gran diversidad de entornos y que compitieron con éxito con otros carnívoros y carroñeros por el control del territorio, a juzgar por el hecho de que a menudo fueron los primeros en acceder a las carroñas y a las presas.

Aunque se han encontrado utensilios, aún no se han hallado restos humanos; ¿qué explicación puede tener?

De hecho sí se han hallado restos humanos: un diente de leche en Barranco León con una antigüedad de 1,2 millones de años. El problema es que para hallar numerosos restos hay que dar con un episodio especial de acumulación, un carnívoro que consumiera un humano, episodios de canibalismo o una trampa o accidente natural.

¿Hay alguna posibilidad de que la ausencia de más restos humanos se deba a una migración masiva a otra zona de Europa o África?

No, si hay restos de ocupación es que estuvieron allí, por lo tanto allí murieron también. Lo que es necesario es encontrar alguno de los puntos en los que quedaron acumulados sus cadáveres. Hay que tener en cuenta que no tiene por qué haber acumulaciones ya que, en circunstancias normales, cada individuo moría en puntos distintos. No deja de ser la búsqueda de una aguja en un pajar. Los humanos eran mucho menos numerosos que los herbívoros, por ello éstos últimos son más ‘fáciles’ de hallar.

Por ahora, ¿baraja alguna teoría sobre las características de los primeros asentamientos homínidos en la zona?

Los humanos que se instalaron en Guadix-Baza en 1,3 millones de años debían ser los ancestros de Homo antecessor, grupos de emigrantes que se expandieron desde África a través de todo Asia y Europa buscando nuevas zonas donde hubiera menos población humana y menos competencia. Consumían grandes herbívoros, como el elefante, el rinoceronte y el hipopótamo, junto a otros de tamaño medio como el caballo y el ciervo. Evidentemente no los consumía enteros; otros carnívoros y carroñeros acababan con las piezas. El escenario era de lucha por la supervivencia entre los humanos y especialmente la hiena gigante que dominaba hasta entonces el ecosistema. Poco a poco los humanos se erigieron en la especie dominante.

En la zona existen 14 yacimientos, ¿cuáles son las característica específicas de estos yacimientos comparados con otros europeos de la misma época?

Catorce son los que hoy conocemos pero la zona es extraordinariamente rica y confiamos en que los yacimientos serán muchos más. De momento los tres de Orce son los más destacados e importantes porque hoy por hoy son los más antiguos de Europa y los más ricos de su antigüedad. Nos ofrecen restos de la tecnología que ningún otro en Europa ofrece y datos de la supervivencia en un espacio muy amplio y variado como una gran cuenca lacustre.

En cuanto a la tecnología me refiero a herramientas de piedra usadas especialmente para despedazar animales. Son las más antiguas de Europa y son muy numerosas. Se trata de instrumentos simples; pequeños cuchillos elaborados con sílex, una roca muy dura. Estos objetos fueron elaborados, usados y descartados en el mismo lugar en que los hallamos.

Los yacimientos de Orce han sido declarados bien de interés cultural por el gobierno andaluz. Usted apoyó la iniciativa de la Junta de Andalucía para declararlos también Patrimonio de la Humanidad; ¿por qué merecen este reconocimiento?

Por todo lo que estamos comentando; constituyen el registro humano más antiguo en Europa, especialmente rico y conservado en un entorno paisajístico de calidad. Todo ello permite asumir y proponer la incoación del expediente patrimonial. Hay que recordar que lo que se protege no son los yacimientos en concreto sino las vertientes de las cañadas completas. Es decir, se trata de posibilitar la preservación de lo conocido y de lo que está por conocer.

La Cueva de Altamira (Cantabria) ha estado cerrada al público durante los últimos 12 años debido al deterioro de las pinturas rupestres. Finalmente, volvió a abrir el pasado mes de febrero limitando las visitas a grupos reducidos. Ha habido mucha polémica a este respecto; ¿usted es de los que aboga por una Altamira abierta o cerrada al público?

Yo, como todos los investigadores, estamos comprometidos con la preservación del patrimonio y con su socialización. Eso requiere un difícil equilibrio. Las cuevas con pinturas, cuando se han cerrado al público con una buena política de control de las condiciones físicas y ambientales, han recuperado mucho la calidad de las pinturas. También se ha demostrado que las visitas masivas alteran los restos pictóricos. Todo ello requiere un trabajo muy dificultoso de equilibrio. El público, como es lógico, requiere poder verlas y es necesario trabajar para que sea posible. Lo que debemos olvidar son las visitas masivas en cuevas de dimensiones pequeñas y con ambientes que se colapsan rápidamente. Nuestro equipo en Atapuerca también debe regular el trabajo diario en la Sima de los Huesos porque el ambiente se carga con pocas horas de trabajo. No se puede estar allí durante muchas horas. Son los condicionantes de este tipo de cavernas.

El proyecto en Orce también pretender adecuar los yacimientos para las visitas de vecinos y turistas, ¿cuándo estima que puedan ser visitados?

De hecho ya se visitan cada año durante las excavaciones. Desde el Museo de Orce se organizan visitas y jornadas de puertas abiertas. En el futuro la actuación de la administración para adecuarlos debe permitir la visita a lo largo de todo el año.

Usted conoce muy bien Atapuerca (Burgos, Castilla y León), donde tiene una extensa experiencia como investigador, ¿qué le ha hecho interesarse en Orce?

Que es el complemento perfecto a lo que estamos descubriendo allí. Los lugares son muy distintos: en Atapuerca, los humanos aprovecharon el entorno de cuevas; en Orce, se instalaron al aire libre alrededor de un lago. Atapuerca contiene la actuación sobre animales de tamaño mediano; allí no existe el conjunto de fósiles de grandes dimensiones que favorece la presencia del lago. El registro de industria en Orce correspondiente a las épocas más arcaicas es mucho más amplio. Todo ello hace que la investigación en ambas regiones deba tratarse en conjunto para reconstruir la vida humana de hace más de un millón de años con suficiente información.

Hablemos ahora de su equipo, ¿cuántas personas lo componen, y qué perfiles tienen?

El equipo de especialistas está en torno a los 40, a los que se suman cada año unos 60 estudiantes. Los especialistas proceden de institutos de investigación y universidades de diferentes puntos de España (Andalucía, Cataluña, Castilla) y algunos de otros puntos de Europa como Francia, Gran Bretaña o Italia. Los estudiantes amplían este patrón al provenir prácticamente de todo el mundo: desde Andalucía a toda España y a diversos puntos de Europa, Asia, África y América. Muchos llegan desde el Máster Erasmus Mundus en Cuaternario y Prehistoria en el que participa la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona.

¿Requieren apoyo extra en algún momento del año? El verano pasado creo que contó usted con un grupo de voluntarios altamente formados…

Así es, los estudiantes con que contamos, sobre todo en la excavación pero también a lo largo del año en los laboratorios de investigación, son altamente formados, como decía, preferentemente estudiantes de máster o doctorado o a lo sumo de grado, pero con experiencia en labores arqueológicas.

¿Es común encontrar personas dispuestas a trabajar sin remuneración en el mundo de la arqueología, paleontología y la investigación histórica, en general?

Sí, todos los estudiantes saben que tienen que ganar experiencia en las excavaciones de verano. Es una necesidad en su formación, con las clases teóricas durante el año o las prácticas de laboratorio no tienen bastante para formarse adecuadamente. Todos hemos cumplido con los mismos pasos. Es un trabajo de formación, no es remunerado, pero tampoco les supone ningún gasto.

¿Cree que este tipo de contratos en prácticas (no remuneradas) pueden fomentar la precariedad dentro de la profesión?

No se trata de contratos, sino de estancias de prácticas asociadas a asignaturas o cursos en la universidad. Y ellos no llevan a cabo labores de responsabilidad. No están supliendo el trabajo de ningún técnico. A los que están haciendo máster o doctorado el trabajo en los yacimientos les sirve en muchos casos para elaborar sus tesis. Por lo tanto, se da una simbiosis o coincidencia de intereses: el proyecto se desarrolla y sirve a las necesidades de formación de los estudiantes, y estos participan en el sustento del propio proyecto.

Numerosos estudios demuestran que el desempleo tras la obtención de cualquier título de humanidades es casi seguro. En el caso de los historiadores, algunos se ven obligados a renunciar a su vocación o dedicarse solo en sus horas de ocio, ¿qué piensa de esta situación?

Que efectivamente es un problema grave al que debemos dedicarnos todos. De hecho, esperamos que proyectos de socialización como el de Orce permita la creación de nuevos puestos de trabajo; por ejemplo, en el museo de Orce o con la creación de plataformas turísticas y culturales que desarrollen las capacidades culturales, turísticas y educativas que tiene la cuenca de Guadix – Baza en el futuro. Es decir, el proyecto trabaja para atraer inversión a la región y generar empleo para estas generaciones de arqueólogos y paleontólogos que como dices están extraordinariamente preparados pero no disponen de oportunidades.

¿Qué recomendaría a los jóvenes formados en este campo sin expectativas de empleo?

Que sigan formándose lo mejor que puedan, tanto a nivel científico como empresarial, para ser eficaces en ambos terrenos. Es una cuestión de resistencia ecológica: cuanto menos especializados más capacidad de encontrar salida, y con una muy buena preparación pueden ser los primeros. Europa, por ejemplo, está abriendo numerosas oportunidades y hay que estar bien preparado y resuelto a buscar oportunidades en numerosos lugares. Y, por supuesto, seguir todos luchando porque las instituciones sigan invirtiendo e interesándose por el patrimonio y la investigación científica. En España adolecemos de basarnos excesivamente en el turismo y la construcción, y es necesario un cambio de rumbo.

¿En qué consiste el trabajo de un arqueólogo o paleontólogo?, ¿cuáles son las tareas esenciales que debe llevar a cabo diariamente?

Las tareas de un arqueólogo o paleontólogo dedicado completamente a la investigación consisten en el estudio de restos de numerosos yacimientos de una misma época o de épocas conectadas, para reconstruir grandes patrones ecológicos o de comportamiento humano y evolución. Pero no trabajamos solo en investigación. Yo dedico la mitad del año a dar clases en la Universitat Rovira i Virgili y a gestionar el doctorado en Cuaternario y Prehistoria que esta universidad tiene en consorcio con otras cuatro instituciones europeas. La otra mitad del año la dedico a la investigación: a estudiar el material de Orce, de Atapuerca, de yacimientos argelinos, marroquíes, israelís, de África del este… de diferentes regiones del mundo para establecer los patrones de evolución de la tecnología y el comportamiento humano más primitivo.

Por lo tanto, usted compagina el trabajo de investigador con la docencia. ¿Compaginar la investigación con otra actividad sería la única o la mejor opción para poder dedicarse a esto?

No es la única opción; hay centros de investigación en que no se requiere la docencia. Sin embargo, la política universitaria, tanto en España como en Europa y en todo el mundo, requiere que los mejores investigadores, los que están en primera línea de investigación, entren en contacto con las nuevas generaciones y participen en su formación. Por lo tanto, lo deseable es que un mínimo de docencia debemos darla todos.

¿Cuándo y cómo descubre usted su pasión por la arqueología?

Descubrí mi interés por la arqueología cuando cursaba la enseñanza secundaria, aunque siempre me había apasionado la historia, y fui poco a poco concentrando mi interés hacia la arqueología del pasado más lejano.

Según su experiencia, ¿cuáles son las virtudes que más se valoran en un investigador?

Su tesón, su capacidad de organización de los equipos, su constancia y su imaginación para proponer hipótesis explicativas en el campo en que trabaje.

El Uispp XVII World Congress 2014 se celebra en Burgos del 1 al 7 de septiembre. ¿Qué supone acoger un congreso internacional de antropología como este en nuestro país y qué espera de él como Director del proyecto en Orce?

Es la segunda vez que se celebra en España, la primera fue en los años 50 del siglo XX, y soy el responsable científico del Congreso. La ponencia de los primeros europeos y la que versará sobre Orce esperamos que conciten el interés de los asistentes al congreso y sitúen a Orce en el lugar que se merece.

Las humanidades y la investigación histórica suelen estar marginadas, especialmente en época de crisis, ¿de qué manera cree que ha afectado la austeridad al sector?

Nos ha afectado por igual a todas las ramas del saber. El problema lo tenemos con una sociedad poco interesada por la cultura más allá del consumo de datos o de imágenes. Es importante una buena formación básica y secundaria de la sociedad para mantener un espíritu social ilustrado, conocedor de la historia humana, no sólo la propia, sino de la cultura universal y del papel que juega la cultura en la formación de sociedades en libertad y capaces de tomar decisiones evitando que alguien las tome por ti.

Hay quien piensa que invertir en arqueología es tirar el dinero; según usted, ¿por qué se debe invertir en la investigación historia, y proyectos como el que usted dirige en Orce?

Sobre todo por lo que comentaba hace un momento. Una cultura excesivamente influenciada por la inmediatez y que no valore su formación cultural y social generará una sociedad de individuos incapaces de entender el mundo en el que viven, susceptibles de ser alienados, sin capacidad para incidir en política y en las decisiones sociales; y muchas veces, además, preocupados por su propio interés y no por el interés público.

¿Pueden la arqueología y la paleontología ayudarnos a entender mejor la actualidad?

Por supuesto, nos ponen en la justa medida de nuestra posición en el mundo. Nos indican los patrones de evolución y adaptación al entorno. En especial, nos ayudan a observar cómo nuestro comportamiento social y cultural nos permite sobrevivir, y cuánto más conectada y solidaria es una sociedad, mejor subsiste.

¿Qué representa o puede representar Orce para la historia europea?

De entrada, es la cuna de Europa. Es el punto en el que podemos reconstruir el pasado más remoto del continente, el yacimiento que ofrece los datos más numerosos y potentes de los primeros europeos.

Fotografía © Jordi Mestre/IPHES

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