Cibeles era la gran diosa Frigia: con frecuencia se la llama la Madre de los Dioses, o la Gran Madre. Su poder se extiende sobre toda la Naturaleza y personifica su potencia vegetativa. Era honrada en las montañas del Asia Menor, desde donde su culto se difundió por todo el mundo helénico y, más tarde, por el romano, cuando, en el 204 antes de Jesucristo, el Senado de Roma resolvió traer de Pesinunte la “piedra negra” que simbolizaba la diosa y erigirle un templo en el Palatino.

Con frecuencia, Cibeles es considerada por los mitógrafos griegos como una simple encarnación (o incluso una sencilla “apelación”) de Rea, madre de Zeus y de los demás dioses hijos de Crono. Cibeles sería la Rea adorada en el monte Cibele de Frigia. Interviene poco en los mitos que han llegado hasta nosotros; el único que merece este nombre es la historia de Agdistis y Atis, y en ellos no representa más que un papel secundario. Atis aparece a veces en él como su amante, y con más frecuencia como su compañero. Es posible que su personalidad se disimule detrás del hermafrodito Agdistis, que todas las tradiciones concuerdan en presentar como el amante de Atis después de su mutilación.

La leyenda de Agdistis es un cuento oriental, que procede de Pesinunte, el país de la Gran Madre de los Dioses (Cibeles), y que nos narra Pausanias. Empieza por un sueño que tuvo Zeus, durante el cual dejó caer a la tierra semen. Este semen engendró un ser hermafrodita llamado Agdistis. Los demás dioses se apoderaron de él, lo castraron y, del miembro cortado, brotó un almendro. La hija del dios-río Sangario cogió una almendra del árbol y la depositó en su seno, quedando embarazada y dando a luz a un niño varón, Ates, al que abandonó. El hijo fue criado y alimentado por un macho cabrío. Creció y llegó a ser tan extraordinariamente hermoso que Agdistis – que entonces era sólo mujer – se enamoró de él. Los padres de Ates lo enviaron a Pesinunte a casarse con la hija del rey. Se había entonado ya el himno de Himeneo cuando se presentó Agdistis. Atis, al verlo, perdió la razón y se castró. El rey de Pesinunte, que le concedía su hija, hizo lo mismo. Agdistis, dolorido, obtuvo que el cuerpo de Ates – que había muerto por la herida – quedase incorruptible.

Se conoce otra versión del mismo cuento: en la frontera de Frigia había un acantilado o desierto llamado Agdo, donde se adoraba a Cibeles en forma de piedra. Zeus, enamorado de la diosa, intentó en vano unirse a ella, y, al no lograrlo, depositó su semen sobre una roca vecina. De este modo engendró a Agdistis, un ser hermafrodita que Dioniso embriagó y castró. De la sangre brotó un granado, cuyo fruto puso en su seno Nana, hija del dios Sangario, y quedó encinta. Tal fue el origen de Ates. Sangario le ordenó que abandonase al niño, el cual fue recogido por unos transeúntes y criado con miel y “leche de macho cabrío”. Esto le valió el nombre de Atis, que en frigio significa macho cabrío, o, también “el bello”. Como fuera que Agdistis y Cibeles se disputasen al joven, y que el rey de Pesinunte, Midas, lo destinase a su hija, Atis y sus seguidores fueron enloquecidos por Agdistis, hasta el extremo de que Atis se castró debajo de un pino, y murió allí. Cibeles enterró sus miembros; pero de la sangre manada de la herida brotaron violetas, que rodearon el pino. La hija de Midas, desesperada, se suicidó, y de su sangre nacieron también violetas. Cibeles la enterró igualmente, y sobre su tumba creció un almendro. Zeus, conmovido por los ruegos de Agdistis, le concedió que el cuerpo fuese incorruptible, el cabello siguiese creciendo, y el dedo meñique moviéndose. Entonces Agdistis condujo el cadáver a Pesinunte, donde le dio sepultura y fundó una cofradía sacerdotal y una fiesta en su honor.

Ovidio da una versión muy distinta de la leyenda de Atis: en los bosques de Frigia – dice – vivía un joven tan hermoso, que había merecido que Cibeles lo amase con un amor casto. La diosa decidió ligarlo a ella para siempre y hacerlo el guardián de su templo, si bien puso por condición que se mantuviese virgen; pero Atis fue incapaz de resistir a la pasión que por él sintió la ninfa Sagaritis (cuyo nombre recuerda el del río Sangario). Cibeles, enojada, derribó un árbol con cuya vida estaba ligada la de la ninfa, y volvió loco a Atis. Éste, en una crisis violenta, se castró; pero después de su mutilación, parece que Civeles lo volvió a aceptar a su servicio. Era representado en el carro de Cibeles, recorriendo con ella las montañas de Frigia.

La importancia de Cibeles se debe principalmente al culto orgiástico que se desarrolló a su alrededor, y que sobrevivió hasta una época tardía bajo el Imperio romano. Por lo general, es representada con la cabeza coronada de torres, acompañada de leones o sobre un carro tirado por estos animales. Como Rea, tiene por servidores a los Cureteres, llamados también Coribantes.

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