Fuente: elmundo.es | 6 de mayo de 2016

La basura se amontona junto a una verja carcomida por el óxido. La yedra y los árboles crecen a su albedrío en un jardín sepultado por la arena y la desidia. Unos puntales socorren un porche que amenaza ruina. Esta sórdida imagen, fruto de un concienzudo abandono, es la que luce la sede del Instituto Arqueológico Español de El Cairo, una institución fantasma fundada con grandes alharacas en 1993 y que acaba de ser desmantelada con total mutismo por las autoridades españolas tras permanecer en el limbo durante 23 largos años.

"Produce una tristeza enorme. Pusimos mucha ilusión e interés en el proyecto. El inmueble estaba completamente amueblado y teníamos una pequeña biblioteca. Se podía dormir y vivir. Estaba todo hecho. Faltaba la voluntad política de ponerlo en marcha", cuenta a EL MUNDO la egiptóloga María del Carmen Pérez Die  (izquierda), directora de la misión española en Heracleópolis Magna, en el Medio Egipto, y responsable oficiosa del Instituto en sus primeros años de existencia.

Ubicado en una zona noble del céntrico barrio cairota de Dokki -en una calle jalonada de embajadas y residencias de diplomáticos-, el inmueble se halla en un estado deplorable. "Ha permanecido sin uso, presupuesto, actividad y personal y únicamente ha sido utilizado de manera ocasional por algún equipo español de arqueólogos y temporalmente por el Instituto Cervantes de El Cairo, cuando se hicieron obras en su sede", confirma a este diario Alfonso Muñoz Cosme, subdirector general del Instituto del Patrimonio Cultural de España al que estaba inscrita la institución.


Cartel del Instituto Español de Arqueología en el edificio abandonado que compró el Gobierno en El Cairo.FRANCISCO CARRIÓN.

La descuidada vivienda fue adquirida por el Estado español en 1991 tras desembolsar la nada despreciable suma de 3,6 millones de libras egipcias (unos 366.000 euros en la actualidad). El 9 de febrero de 1993 el entonces ministro de Cultura, el socialista Jordi Solé Tura, inauguró el centro destinado a impulsar el estudio de la egiptología y servir de apoyo a las misiones arqueológicas patrias en la tierra de los faraones siguiendo la estela de otros países europeos como Francia o Alemania, con institutos potentes y bien establecidos. En su gestación, no se escatimaron detalles. Sus 450 metros cuadrados se amueblaron sin grandes dificultades. "Tenía cuatro dormitorios; un despacho para el director y el secretario; una cocina totalmente equipada; el recibidor y una biblioteca que la hicimos a imagen de la del Museo Arqueológico Nacional", detalla Pérez Die, quien empleó la casa en los primeros años como alojamiento de su expedición y para estancias de estudio.

"Se amuebló a la manera española, con muebles comprados en la calle Serrano de Madrid. Cuando llegó el Gobierno del PP, la casa se cerró a cal y canto y ahí acabaron las aspiraciones españolas del Instituto Arqueológico. Se argumentó como razón el mal uso de la vivienda, pero, incluso si hubiera sido cierto, se podría haber solucionado cambiando al responsable", replica José Manuel Galán (izquierda), investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)y director del proyecto Djehuty.

En realidad, el Instituto jamás tuvo entidad jurídica ni conoció presupuesto alguno. Ni siquiera tuvo una dirección oficial que pudiera desarrollar un programa científico del que siempre careció. Las desavenencias entre los ministerios de Cultura y Asuntos Exteriores, aún hoy latentes, abortaron cualquier oportunidad y convirtieron al Instituto en una entelequia.

"Nunca tuvo existencia jurídica ni apareció recogido en los Presupuestos Generales del Estado. Era una idea muy interesante y bella que por las razones que fuera, la coordinación entre ministerios o los cambios en el Gobierno, no se llegó a consumar", arguye Muñoz Cosme, quien tilda el proyecto de "modelo de implantación ya superado". "La idea inicial -explica- es que el ministerio de Cultura comprara los inmuebles, Exteriores se encargara del personal y para el contenido científico se pensó en que sería el CSIC el que enviaría a los especialistas".

Según Pérez Die, ella terminó desentendiéndose del inmueble en 2003. "Comenzó a languidecer y llegó un día en el que me dijeron que no podía responsabilizarme del edificio. Dejé mi copia de las llaves en la embajada española en El Cairo y no supe nada más. Ellos te pueden contar más de lo que pasó", agrega la académica.

Instituto Arqueológico Español en El Cairo.- Foto: Francisco Carrión.- “El Mundo”.

La legación diplomática, contactada en reiteradas ocasiones por este diario a lo largo de varios días, ha declinado hacer comentarios sobre una propiedad de la que en la década de 1990 estuvo a cargo su sección cultural. "El interior se vació poco después. De quién se lo llevó y de dónde terminó todo no tengo la más mínima idea", denuncia la arqueóloga.

Fuentes del ministerio de Cultura han precisado que a raíz de unas obras que nunca llegaron a realizarse parte del mobiliario adquirido en España y trasladado a Egipto fue donado a un centro dependiente de la congregación católica de los Combonianos en El Cairo. Siete años después, el resto de los enseres -almacenados en la oficina de la Agencia Española de Cooperación Internacional- se regaló "a terceros" sin que las fuentes precisen la identidad de los supuestos receptores. Los libros que conformaban el fondo bibliográfico del centro "siguen custodiados" en la citada oficina.

En 2008 el Instituto fue protagonista de una fugaz reanimación. Otro ministro socialista, el escritor Cesar Antonio Molina, visitó la sede el 17 de noviembre de aquel año y anunció su relanzamiento. "La arqueología española está entre las mejores del mundo y, sin embargo, no había un lugar que fuera su casa", proclamó Molina en declaraciones a Efe.

Su objetivo era aún más ambicioso: El resucitado centro de la capital egipcia se uniría a una "Red de Escuelas Arqueológicas en el Mediterráneo Oriental y Próximo Oriente" integrada, además, por sendos institutos en Atenas y Ammán que tendrían como finalidad coordinar las excavaciones españolas; fomentar la investigación; proporcionar asistencia técnica y administrativa a los investigadores españoles; difundir su labor y estrechar relaciones con sus homólogos locales. Una iniciativa que también resultó papel mojado. El Gobierno español costeó la planificación de una rehabilitación que nunca comenzó. "En Atenas sí se ejecutó el proyecto y el edificio se transfirió al Instituto Cervantes el 30 de julio de 2014", precisa Muñoz Cosme. En la capital jordana, el Ejecutivo se limitó a alquilar un inmueble que tampoco alcanzó a ser usado.

"Reiniciamos el largo camino de la presencia arqueológica española en Egipto y esta casa va a ser un referente", prometió el ministro. Poco después fue cesado y Ángeles González-Sinde, su sucesora, "no tuvo ninguna sensibilidad respecto a la creación de instituciones arqueológicas españolas", lamenta Alejandro Jiménez  (derecha), director del proyecto "Qubbet el Hawa" que excava en la sureña Asuán. "No hay una política consensuada en materia científica. Dependemos de los caprichos del ministro de turno. Los directores de las misiones españolas en Egipto siempre nos hemos sentido huérfanos. Hemos tenido que recurrir a nuestra iniciativa, a nuestros contactos, a nuestro golpe de suerte y a nuestra intuición para poder desarrollar nuestra labor", agrega este profesor de la Universidad de Jaén.

A diferencia de otros países europeos, los funcionarios españoles no proporcionan ayuda administrativa a las misiones arqueológicas. La legación diplomática ni siquiera cuenta con un listado pormenorizado y actualizado de excavaciones españolas en el país árabe.

El pasado junio la mayoría de los responsables de expediciones en Egipto firmaron una desesperada tentativa de salvar el Instituto. Remitieron una carta al secretario de Estado de Cultura José María Lassalle pidiéndole que detuviera el desmantelamiento del centro. "Las naciones europeas con tradición egiptológica como Francia y Alemania poseen institutos desde hace años. También otras naciones con menor peso como Polonia, Suiza, Hungría, Rusia o Italia han instalado sus sedes arqueológicas en El Cairo", esboza la misiva.

"Se hace necesario -añade- un centro en Egipto que sirva de sede para que tanto los investigadores formados puedan profundizar en sus proyectos como los que están en formación tengan sus primeros contactos". La súplica nunca fue respondida. Condenado por las autoridades, el maltrecho inmueble fue transferido hace tres meses al ministerio de Economía y Competitividad que tiene previsto instalar en sus dependencias la oficina comercial española en Egipto. Muy escéptico con la institución desmantelada, Galán culpa del desaguisado a "la mentalidad fatal española de empezar la ciencia por el edificio".

"En cambio, las becas, los contratos y los programas de investigación siempre se dejan para el final. Una vez comprada la casa y abierta, habría que haberle sacado partido. Solo tiene sentido todavía si, además de arreglarla, se la dota de una partida importante para la investigación y no depende de los vaivenes políticos".

Sede del Instituto Francés de Arqueología Oriental (IFAO) .- El Cairo.

El Instituto Francés de Arqueología, un ejemplo de constancia y potencia científica

El egiptólogo belga Laurent Bavay dirige desde el pasado junio la institución arqueológica extranjera más respetada de la tierra de los faraones. Fundado en 1880, el Instituto Francés de Arqueología Oriental (IFAO) es una referencia obligada para cualquier erudito. Su extensa biblioteca, una de las mejores del mundo en su campo, alberga unos 90.000 volúmenes. En el céntrico palacete que alberga sus instalaciones trabajan más de 140 personas, 35 de ellas dedicadas a una intensa producción editorial.

"Disponemos, además, de una oficina dedicada a facilitar las labores administrativas de las misiones arqueológicas y los proyectos de investigación franceses", explica a EL MUNDO Bavay. El instituto -adscrito al Ministerio de Educación galo y con instituciones hermanas en Atenas, Roma o Madrid- coordina la labor de 29 misiones de distintas universidades y centros de investigación y pone a su disposición su red de casas de excavación repartidas por el país árabe; vehículos; tiendas de campaña y la asistencia de su equipo de conservadores y topógrafos.

"El IFAO es una herramienta muy importante. Primero, porque trabajar en Egipto precisa de muchos trámites administrativos y es esencial tener una base logística en el país para nuestra investigación. Segundo, porque tenemos seis investigadores permanentes, jóvenes que han terminado su posgrado en Francia y que, tras un proceso de selección muy exigente, desarrollan aquí su tesis durante cuatro años. Es básico que estos investigadores conozcan Egipto sobre el terreno. Y, tercero, porque es vital la cooperación con los egipcios. Tenemos otros seis investigadores locales, vinculados a las universidades egipcias, que se convierten en nuestros enlaces. Estos contactos nos permiten que la cooperación funcione. El actual ministro de Antigüedades, por ejemplo, fue uno de nuestros becados", señala Bavay.

"La egiptología española se ha desarrollado considerablemente desde hace más de una década. España no tiene la tradición que atesora Francia o Alemania pero el interés por Egipto está creciendo muy rápido", opina el arqueólogo.

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Respuestas a esta discusión

Cultura achaca a la crisis económica el abandono del Instituto Español de Arqueología en El Cairo

Fuente: EL MUNDO.es | 6 de mayo de 2016

El Ministerio de Cultura ha afirmado que no puede gestionar inmuebles en el exterior como el que iba a albergar el Instituto Arqueológico Español en El Cairo, cuya situación de abandono ha sido denunciada por egiptólogos españoles en declaraciones a EL MUNDO.

Fuentes de Cultura han señalado que este proyecto se ha destinado al Ministerio de Economía para que "en un futuro se le pueda dar utilidad". Asimismo, han recordado que "no se trata de un edificio abandonado en esta legislatura, sino que tiene un largo historial en el tiempo".

"Todo el mundo es consciente de la situación económica vivida en los últimos años, donde la prioridad ha sido mantener y consolidar los proyectos en marcha, en lugar de embarcarnos en nuevos proyectos, por cierto, heredados por decisiones de otros", han apuntado estas mismas fuentes, comparando su situación con la de la Casa Buñuel en México (izquierda).

El edificio situado, en la calle Abdalah el Kated en Dokki-Giza, fue adquirido por el Estado español y adscrito en 1993 a la Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales, como parte de una planeada red de Institutos Arqueológicos en el Exterior que nunca llegó a existir.

El edificio fue comprado por un precio total de 3,6 millones de libras egipcias (más de 350.000 euros al cambio actual). El inmueble ha permanecido desde entonces sin uso, sin presupuesto, sin actividad y sin personal, y únicamente ha sido utilizado de manera ocasional por algún equipo español de arqueólogos y temporalmente por el Instituto Cervantes de El Cairo, cuando se hicieron obras en su sede.

En el año 2003 se llevaron a cabo conversaciones entre la Dirección General de Bellas Artes y la AECI sobre un uso compartido del inmueble con la Oficina Técnica de Cooperación (OTC) del Cairo, dependiente de la AECI. Como era necesario realizar obras de adaptación del edificio para ese uso compartido, hubo necesidad de vaciar el inmueble.

Respecto a ese inmueble, en diciembre de 2003 se comunicó a la Embajada la conformidad para que el mobiliario de los dormitorios del citado inmueble se donase a alguna institución benéfica, que sería finalmente el centro Josefina Bakhita de la congregación católica de los Combonianos.

El resto de los muebles se trasladaron al local de la sede temporal de la OTC de la AECI en El Cairo y los libros que conformaban la biblioteca se almacenaron en cajas igualmente en los locales de la OTC. Sin embargo no se llegó a realizar ningún convenio entre ambas Instituciones, por lo que se paralizaron las obras previstas al efecto.

Por último, en marzo de 2010 se habilita también a la donación, a terceros del mobiliario procedente del inmueble depositado en la OTC de El Cairo en 2003. En ese mismo escrito se ruega que los libros que conformaban la biblioteca del citado edificio, depositados temporalmente, sigan custodiados en dicha institución.

"Es una vergüenza"

Por su parte, el ex ministro de Cultura, César Antonio Molina  (izquierda), ha asegurado que el abandono del edificio del Instituto Arqueológico Español es "una vergüenza", si bien también lamenta que los egiptólogos hayan protestado "ahora y no hace varios años, cuando la situación era igual".

Molina acudió como ministro a la sede de El Cairo en el año 2008 y prometió la rehabilitación del edificio, que tendría una capital importancia dentro del proyecto de Red de Escuelas Arqueológicas en el Mediterráneo Oriental y Próximo Oriente que pretendía poner en marcha. No obstante, fue cesado poco después y no pudo culminar este plan cultural. "Traté de poner orden. Fui el único que he intentado hacerlo y se podía hacer, estaba presupuestado y todo hecho, no había que hacer casi ni una rehabilitación, pero luego me cesaron y no salió. Supongo que unos ministros tenemos una visión más global de la cultura que otros", ha lamentado.

En cualquier caso, Molina también ha criticado a los arqueólogos que ahora levantan la voz para denunciar esta situación, porque entiende que "las cosas hay que pelearlas siempre". "Yo sé muy bien lo que es sufrir por la arqueología, ellos ni siquiera en su momento agradecieron nuestro esfuerzo", ha resaltado.

De estas críticas excluye a la responsable oficiosa del Instituto en sus primeros años, Carmen Pérez Die"una de nuestras más prestigiosas investigadoras", a la que califica como "una mujer sensata, batalladora y probablemente la única que haya avisado siempre de los peligros".

Preguntado sobre el hecho de que Cultura argumente que no puede gestionar inmuebles en el exterior, ha remitido a "una polémica permanente" entre ministerios. "Es una pelea más entre Cultura y Exteriores, este último ejerce una intromisión permanente y un colonialismo insultante sobre Cultura. Solo hay que ver que Cultura es el único ministerio que no nombra a sus agregados culturales", ha destacado.

Molina ha insistido en el "prestigio fundamental" que supone la arqueología para todos los países, instando a los dirigentes políticos a cambiar su actitud en este campo. "Tratan con desprecio a la arqueología, España tiene que estar presente en Egipto, Grecia u Oriente Medio, cunas de nuestra civilización, no solo en los campos de fútbol", ha indicado.

Sin embargo, considera que esta situación no va a cambiar por el momento. "No creo que se modifique, sólo hay que ver cómo está la cultura en este país, donde se maltrata hasta a Cervantes. Llevamos años de desastre total en la cultura... ¿qué importa algo tan viejo, desconocido e inútil como la arqueología?", ha concluido el exministro irónicamente.

'Es urgente despolitizar la ciencia'

Fuente: EL MUNDO.es | 7 de mayo de 2016

El fallido Instituto de Arqueología que España iba a tener en El Cairo es, según denuncian los egiptólogos, un nuevo ejemplo de la improvisación y la falta de continuidad que caracterizan muchos de los proyectos de investigación en nuestro país, que además de contar con escasos fondos suelen estar sometidos a los vaivenes políticos.

La situación económica actual no permite a España gestionar edificios como el inmueble que iba a acoger el Instituto de Arqueología de España en El Cairo y que finalmente será cedido al Ministerio de Economía para albergar una oficina comercial. Así lo aseguraron ayer a este diario fuentes del Ministerio de Educación, después de que EL MUNDO recogiera la indignación de egiptólogos españoles ante el desmantelamiento definitivo de este proyecto, que se remonta a principios de los 90 y que nunca llegó a fraguar. «No es, además, un edificio abandonado en esta legislatura», añaden desde Cultura.

Fue en 1991 cuando el Gobierno socialista adquirió en el barrio de Dokki-Giza un edificio con el objetivo de que albergara un centro para impulsar la egiptología española y facilitar el trabajo de las misiones que excavan en el país del Nilo. España desembolsó 3,6 millones de libras (unos 366.000 euros) por este inmueble, que ha permanecido desde 1993 en desuso y sin actividad, siendo utilizado únicamente y de forma puntual por algún equipo de arqueólogos y por el Instituto Cervantes mientras hacían obras en su sede. La decisión de cederlo a Economía ha indignado a los egiptólogos españoles, que recuerdan que los principales países europeos cuentan con centros de arqueología similares en Egipto.

«Debemos ser conscientes de la situación económica vivida en los últimos años, donde la prioridad ha sido mantener y consolidar los proyectos en marcha, en lugar de embarcarnos en nuevos proyectos, en este caso, heredados de anteriores Ejecutivos», afirman fuentes de Cultura, que señalan que su ministerio no puede gestionar edificios en el exterior. El instituto egipcio no es el único afectado. Una situación similar, recuerdan, ha ocurrido con la Casa Buñuel en México, adquirida durante la pasada legislatura socialista.

Un coste 'ínfímo'

Pero la justificación de la falta de fondos no convence a Alejandro Jiménez (izquierda), director del proyecto Qubbet el-Hawa en Asuán, que asegura que «el coste de mantener un edificio en El Cairo ya comprado es ínfimo». Jiménez calcula que el coste anual podría ascender a unos 50.000 euros. El investigador andaluz fue el impulsor de la carta que seis egiptólogos remitieron el pasado junio a José María Lasalle, secretario de Estado de Cultura, defendiendo la importancia de contar con un centro científico: «Entonces creíamos que lo iban a vender», apunta.

«Es una cuestión de prestigio nacional y, sobre todo, de contar con una política científica que vaya más allá de las siglas de un partido, algo que en España no existe», critica. Además, cree que ese centro ayudaría a agilizar los proyectos españoles, pues «Egipto es un país complejo desde el punto de vista burocrático».

Asimismo, cree que un centro de arqueología como el que se intentó proyectar ayudaría a crear una red de contactos para los investigadores españoles y facilitaría las inversiones de empresarios españoles, pues algunos entran en Egipto a través de proyectos de arqueología.

José Manuel Galán (derecha), director del Proyecto Djehuty en Luxor, fue uno de los pocos egiptólogos que no se manifestó a favor de salvar el Instituto de Arqueología: «Lo dije públicamente porque estoy en contra de que la ciencia española empiece siempre por la inversión inmobiliaria. La parte científica queda relegada al último lugar. Los edificios son importantes, pero tanto o más lo es el factor humano y tener un presupuesto definido para la investigación», apunta. El arqueólogo del CSIC considera que «gastarse el dinero en una casa cuando los fondos para excavar son tan escasos no tiene sentido».

Galán admite que cuando se inauguró el centro, todos se ilusionaron, pero pronto vieron que era un espejismo: «A la primera crisis se vino abajo el proyecto. No se puede jugar en Primera división con un instituto de Tercera». Y es que, añade, el presupuesto español está muy por debajo del que disponen los envidiables centros de egiptología de Francia y Alemania en El Cairo.

«Cuando se inauguró el instituto había muchos españoles trabajando en El Cairo, no sólo egiptólogos. también investigadores estudiando arqueología islámica medieval o antropólogos. La idea es que sirviera de punto de encuentro. La casa podría haber tenido un buen uso», señala Galán, que espera que este error sirva para aprender. «No se puede acometer un proyecto de esta envergadura sin tener un presupuesto para el proyecto».

Por otro lado, el egiptólogo madrileño considera urgente «despolitizar la ciencia, que, como la mayor parte de los aspectos de la vida pública, debería ser independiente de los vaivenes políticos». Por ello, reclama continuidad en los proyectos: «Cada vez que hay un cambio de gobierno es como empezar de cero»denuncia.

Las citadas fuentes del Ministerio de Cultura aseguran «compartir la tesis de los egiptólogos de que el proyecto debe ser sostenido en el tiempo», pero insisten en «que en esta legislatura no ha podido ser por la situación económica. Quizá en otro momento anterior, de vacas gordas, se pudieron sentar las bases, pero no fue así», señalan.




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