LOS MISTERIOR DE ELEUSIS:

Eleusis (actualmente Elefsina) fue una pequeña población a unos 30 kilómetros al noroeste de Atenas. Era una pequeña ciudad agrícola productora de trigo y cebada. Albergaba un santuario, dedicado a la diosa Deméter y su hija Perséfone, en ella los misterios habrían empezado en torno al 1500 a.C., durante la época micénica.

Se celebraron anualmente durante unos dos mil años. El templo llegó a adquirir gran importancia por ser la sede de uno de los mayores cultos de la Grecia antigua, en ella los peregrinos acudían en gran número de toda Grecia y más allá para participar en ellos.

 

Yacimiento arqueológico de Eleusis

En el siglo VIII a. C. el santuario adquirió su máximo esplendor y su festejo llegó a ser uno de los más importantes de Atenas. A partir del año 300 a.C., el Estado tomó el control de los misterios, esto provocó un vasto incremento en el número de iniciados. Los únicos requisitos para participar en los misterios era carecer de «culpas de sangre», lo que significaba no haber cometido asesinato alguno, y no ser un bárbaro (es decir, saber hablar griego). Se permitía iniciar a hombres, mujeres e incluso esclavos. Pero la expansión del cristianismo y la invasión de los ostrogodos condujeron al total abandono del santuario. El emperador romano Teodosio I cerró los santuarios por decreto en el 392, en un esfuerzo por destruir la resistencia pagana a la imposición del cristianismo como religión estatal. Los últimos vestigios de los misterios fueron aniquilados en 396, cuando Alarico I, rey de los godos, realizó una invasión acompañado por cristianos, trayendo con él el cristianismo arriano y profanando los antiguos ritos sagrados.

El fin de los misterios eleusinos en el S. IV fue narrado por Eunapio, un historiador y biógrafo de los filósofos griegos, quien había sido iniciado por el último hierofante legítimo.

EL MITO:

Los misterios de Eleusis tienen su origen en la diosa maternal de la Tierra, hija de Crono y Rea, diosa del grano, la diosa Deméter. Ella originó estos misterios como agradecimiento por haber vuelto a encontrar a su hija Perséfone. Ésta había sido secuestrada por Hades, el dios de la muerte y el inframundo, y como muestra de agradecimiento la diosa del grano regaló a la humanidad los cereales, así como los Misterios de Eleusis. Mientras Deméter buscaba a su hija, habiendo tomado la forma de una mujer anciana llamada Doso, recibió la hospitalaria bienvenida de Céleo, el rey de Eleusis en Ática. Céleo le pidió que cuidase a Demofonte y Triptólemo, los dos hijos que había tenido con Metanira. Como regalo, Deméter planeó convertir a Demofonte en un dios, pero no pudo completar el ritual porque Metanira gritó asustada al ver a su hijo sobre el fuego. En otras versiones es Eleusis o Eleusino el héroe epónimo de la ciudad de Eleusis y sería él quien descubriría a su hijo Triptólemo sobre el fuego. Deméter lamentó que los mortales no entendiesen el concepto de ritual y decidió enseñar a Triptólemo el arte de la agricultura y, a través de él, el resto de Grecia aprendió a plantar y segar cultivos. Cruzó el país volando en un carro alado mientras Deméter y Perséfone cuidaban de él.

Deméter era la diosa de la vida, la agricultura y la fertilidad. Descuidó sus deberes con la humanidad mientras buscaba a su hija, por lo que la Tierra se heló y la gente pasó hambre: el primer invierno. Durante este tiempo Deméter enseñó los secretos de la agricultura a Triptólemo. Finalmente Deméter se reunió con su hija y la tierra volvió a la vida: la primera primavera. Perséfone no podía permanecer perennemente en la tierra de los vivos, pues había comido unas pocas semillas de una granada que Hades le había dado, y aquellos que prueban la comida de los muertos, ya no pueden volver. Se llegó a un acuerdo por el que Perséfone permanecía con Hades durante un tercio del año, el invierno, puesto que los griegos sólo tenían tres estaciones, omitiendo el otoño, y con su madre los restantes ocho meses.

Los misterios eleusinos celebraban el regreso de Perséfone, pues éste era también el regreso de las plantas y la vida a la tierra. Perséfone había comido semillas (símbolos de la vida) mientras estuvo en el inframundo (el subsuelo, como las semillas en invierno) y su renacimiento es un símbolo del renacimiento de toda la vida vegetal durante la primavera y de toda la vida sobre la tierra.

 

Deméter, Perséfone y Triptólemo, relieve votive, ca. 440-430 a. C., Museo Arqueológico de Atenas

A lo largo de milenios, Eleusis fue el centro espiritual más importante de la antigüedad Griega. En los misterios eleusinos se enseñaban una serie de reflexiones sobre la vida y la muerte; se servían como ejemplo del mismo grano del centeno; el grano del centeno es plantado en la tierra y muere allí para dar pie a nueva vida.

LOS RITOS:

El ritual comprendía dos grupos de ceremonias: los «Misterios menores» celebrados en primavera (consistentes en ayunos, purificaciones y sacrificios, acompañados por explicaciones a los peregrinos), y los «Misterios mayores» celebrados en otoño, cuyo momento culminante consistía en la ceremonia iniciática nocturna, donde los peregrinos eran conducidos a la cámara más profunda (Telesterion) y recibían una pócima (el kykeón), de la cual sólo se sabe que contenía agua "con harina" y menta. Esta era la parte más reservada de los misterios y aquellos que eran iniciados tenían prohibido hablar de los sucesos que allí tenían lugar. Nada ha podido llegar a saberse de lo que acontecía en esa ceremonia nocturna.

Se sabía que los adeptos que peregrinaban a Eleusis después de largas preparaciones, al final de su viaje recibían una bebida sagrada; esta bebida era la que les proporcionaba la iluminación. En toda la cuenca mediterránea crece entre la hierba salvaje un cornezuelo de centeno muy especial con ergot. Los sacerdotes de Eleusis recogían este cornezuelo de centeno, lo trituraban y lo mezclaban en la bebida para convertirla en una bebida sagrada.

 

Placa votiva sobre los misterios de Eleusis, en la que aparecen Deméter, Perséfone y los participantes en los misterios, siglo IV a. C., Museo Arqueológico Nacional, Atenas

La procesión comenzaba en el Cerámico (el cementerio ateniense) y la gente caminaba hasta Eleusis, siguiendo el llamado «Camino Sagrado», balanceando ramas (bakchoi) por el camino. Mientras caminaban gritaban obscenidades en conmemoración de Yambe (o Baubo, una vieja que, contando chistes impúdicos, había hecho sonreír a Deméter cuando ésta lloraba la pérdida de su hija).

Tras llegar a Eleusis, había un día de ayuno en conmemoración al que guardó Deméter mientras buscaba a Perséfone. El ayuno se rompía para tomar una bebida especial de cebada y menta-poleo llamada kykeon. Posteriormente los iniciantes entraban en una gran sala llamada Telesterion donde les eran mostradas las sagradas reliquias de Deméter. Esta era la parte más reservada de los misterios y aquellos que eran iniciados tenían prohibido hablar jamás de los sucesos que allí tenían lugar.

Los sacerdotes eran los que revelaban las visiones de la sagrada noche, consistentes en un fuego que representaba la posibilidad de la vida tras la muerte, y varios objetos sagrados. Otros afirman que esta explicación resulta corta para explicar el poder y la longevidad de los misterios, y que las experiencias debían haber sido internas y provocadas por un ingrediente fuertemente psicoactivo contenido en el kykeon.

 

Dioses eleusinos, ca. 335-325 a. C., Hermitage Museum, San Petersburgo

Como hemos leído anteriormente, los aspirantes a iniciación juraban por su vida guardar en absoluto secreto el detalle de la experiencia, y así lo hicieron. La celosa custodia del secreto, y la falta de cualesquiera testimonios de decepción, cobra su auténtico relieve recordando que acudieron en calidad de peregrinos a Eleusis hombres como Platón, Aristóteles, Pausanias, Píndaro, Esquilo, Sófocles, Cicerón, Adriano o Marco Aurelio. Aunque es probable que el número de aspirantes a iniciación fuese aumentando con el transcurso del tiempo, hasta llegar a cifras de millares cada año desde el siglo IV a. C. Lo allí impartido se ofrecía una única vez en la vida de cada persona, y los peregrinos esperaban varios lustros y décadas para incorporarse al grupo que sería iniciado cada año. Los sacerdotes permanecían en el santuario, sin mantener ningún tipo de relación posterior con los iniciados. No había credo ni dogma alguno. No había organización administrativa del culto fuera de las ceremonias bianuales; nadie era invitado u obligado a iniciarse. Aún así durante un milenio y medio acudieron reyes y cortesanas, comerciantes y poetas, esclavos y gentes de toda posición y procedencia. En la base del rito había una promesa de inmortalidad dentro de un marco que apunta más bien a una modalidad de muerte y renacimiento místico.

Cicerón cuenta que «los Misterios nos dieron la vida, el alimento; enseñaron a las sociedades las costumbres y las leyes, enseñaron a los hombres a vivir como tales». Todo apunta a una experiencia tan breve como intensa, donde el aspirante a iniciación era introducido al «término» y al «comienzo» de la vida, a morir y renacer, purificando así su concepto de lo real. Y lo ofrecido por los sacerdotes constituía una "visión trascendental" e "iluminación".

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