La madre Tierra siempre es fecunda y los ha ido vomitando poco a poco, a todos, a los treinta y tres. Vivos. Enjaulados en esa cápsula de soberbia tecnología, como pájaros casi invidentes pero con ganas de volar. Son y es el futuro. Y el futuro siempre es germen, vida, proyectos, esperanza y alguna que otra sorpresa. Mientras alguno cavilaba en las profundidades, una preñez incipiente se iba abriendo paso en la superficie, a la vez que dos reinas de corazones, bien distintas, se lo partían al unísono por el mismo hombre. Está claro que él, a cielo abierto, había rascado simultáneamente en filones diferentes. La mina que todo lo esconde también desvela todo. Qué más dan ahora estas pillerías, a la postre también fecundas, ante el enorme júbilo por todos compartido del valor incalculable de las vidas humanas rescatadas.
Fuente: ELENA CONDE GUERRI | PROFESORA DE UNIVERSIDAD DE MURCIA
La Verdad.es, 21 de octubre de 2010
Foto: 18106 AD MADRID MUSEO ARQUEOLOGICO NACIONAL-COLECCION ESTELA FUNERARIA DE QUINTO ARTULO PROCEDENTE DE BAÑOS DE LA ENCINA (JAEN).
Desde la más remota antigüedad, era horrible trabajar en las minas. Escarbar en las entrañas de la tierra, con útiles rudimentarios, a veces hasta con las uñas, disecándose poco a poco como un pez con las branquias mutiladas. La mayoría eran esclavos o condenados por diversos delitos, pero también había gente libre, limpia y honesta. En ocasiones, los niños acompañaban a sus padres como ayudantes. En el Museo Arqueológico Nacional de Madrid se exhibe una lápida sepulcral, con iconografía, del llamado
'niño minero' que iba recogiendo en un capacho trocitos de ganga donde vislumbrar una veta resplandeciente de esperanza. En vano. Murió bien pronto. La perspectiva de vida era corta. El reino del Hades los consumía. Entonces y también ahora. Pero era impensable desperdiciar la enorme rentabilidad que en muchísimos campos suponían las explotaciones mineras, al igual que en los circuitos contemporáneos. Aunque mucho más para algunos que para otros. En poco hemos cambiado.
Yo ignoro las motivaciones que empujaron a estos mineros chilenos a tal oficio. Si tradición familiar, necesidad o vinculación inexorable al medio. Un atisbo de atracción por la espeleología, quizá. Si sé que han dado la talla y también su entorno. Pues, a pesar del lógico alborozo colectivo, nunca sabremos hasta qué punto han sufrido o de su angustia en las galerías de ese cosmos negro y sumergido. A pesar de una dieta alimenticia estratégica, de la ayuda psíquica teledirigida, de las pequeñas labores cotidianas distribuidas para aligerar el paso de las horas, de los afectos expectantes de la superficie. Probablemente, más de uno necesitará apoyo médico especializado a medida que sus ojos vuelvan a adaptarse a la luz del día. Es bello imaginar que su emergencia ha sido como un revival del de Proserpina. Cuando Hades le permitía subir a la tierra, todo florecía y la naturaleza jubilosa cantaba al son de la doncella recobrada. Como ahora, esos abrazos, esas lágrimas de emoción y, también, algo más grande que hemos visto todos. El gesto de su plegaria, el agradecimiento a Dios por seguir vivos.
Hermosa lección.
Muchas otras reflexiones y peticiones nos vendrían a la cabeza, comenzando por un mayor perfeccionamiento en la aplicación de los sistemas de ingeniería de minas, como garantía de salubridad colectiva en todos los campos. Tantas cosas… A título individual, mi petición va por otro camino. Que en su calendario inmediato, no se cruce la tentación de Hollywood, el cebo rápido del celuloide crematístico. Que no piquen permitiendo duplicar su dura experiencia para contemplación del espectador pasivo en butaca mullida por palomitas. Es inhumano duplicar el sufrimiento ajeno para simple deleite o hacer caja cuando no se ha vivido tamaña experiencia. Pero, bueno, ésta es sólo mi desiderata. Todo se verá. En mi opinión, estos mineros chilenos están ahora para deslizarse serenos por su ubérrima tierra madre, al aire libre, mirando al mar infinito que se hinca casi en el interior de los senderos de acacias, pinos y helechos. Y, si así lo quieren, con los 'Poemas' de Pablo Neruda como su mejor compañía.