Vía: www.publico.es 03 de septiembre de 2009

Los agricultores europeos de hace 7.500 años eran inmigrantes.


Cuando los humanos modernos llegaron a Europa hace 45.000 años, reemplazaron a los neandertales que vivían en el continente. Ahora, un nuevo estudio genético, publicado hoy en la revista Science, revela que sus descendientes sufrieron el mismo destino al finalizar la edad de hielo hace 11.000 años.

En aquella época, la agricultura y la ganadería comenzaron a reemplazar en Europa el estilo de vida cazador-recolector de los primeros sapiens. Al principio, de un modo gradual a través de Turquía, Grecia y Bulgaria y, a partir de hace 7.500 años, en tan sólo unos pocos siglos, se extendió desde Centroeuropa hasta Francia por el oeste y Ucrania por el este.

La expansión de esta cultura es un hecho arqueológico bien conocido. Sin embargo, hasta ahora había una larga controversia de más de un siglo entre los que defendían que este cambio cultural fue propiciado por la llegada de otros individuos procedentes de Oriente Medio frente a los partidarios de una modificación de los hábitos de las poblaciones que ya vivían en la zona.

Un equipo de científicos de las universidades de Mainz (Alemania), University College de Londres y Cambridge (Reino Unido) ha zanjado el debate: los agricultores eran inmigrantes.

Comparando el ADN mitocondrial, extraído de cráneos fósiles, de los primeros granjeros con el de los cazadores-recolectores anteriores, los investigadores demuestran que se trata de dos poblaciones genéticamente diferentes. Y, al comparar ambos grupos con los europeos actuales, concluyen que los cazadores-recolectores del Paleolítico europeo apenas contribuyeron al acervo genético de los habitantes modernos.

Los humanos que trajeron a Europa el Neolítico, por tanto, sustituyeron a los antiguos pobladores del continente. La expansión de este grupo humano coincide en el tiempo y el espacio con la aparición de una mutación beneficiosa que permite a los europeos modernos digerir la lactosa de la leche durante la edad adulta, según otro artículo publicado recientemente en PLoS Computational Biology.

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Puede encontrarse la noticia más ampliada en este otro sitio (en inglés).

Hay que decir que no deja de ser curioso el resultado de esta investigación. Es evidente que los procesos de aculturación se demuestran en ciertos casos muy difíciles en su realización.

A tenor de este estudio me pregunto hasta qué punto para los Homo Sapiens de Europa central, cazadores y recolectores, abandonar sus prácticas de subsistencia por otras totalmente distintas, como las derivadas de la agricultura, no suponía una gran ventaja. Tal se diría que en el entorno que ellos se movían no se vieron acuciados a renunciar a su modo de vida (por disminución de la fauna salvaje, por ejemplo).

En cualquier caso, sí es cierto que llama la atención que ambos grupos de cazadores-recolectores y agricultores se movieran como si estuvieran en compartimentos estancos, donde ni siquiera el tráfico genético entre ambos tuvo lugar. De donde se deriva que debían verse radicalmente muy distintos -como extraños- en sus respectivas praxis culturales de supervivencia.

Por cierto, sobre los inicios de la tolerancia a la lactosa, puede verse el siguiente enlace (en español).

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Respuestas a esta discusión

Una interpretación reciente e interesante sobre el particular, por venir, además, de la mano experta del arqueólogo Bermúdez de Castro, es la que sigue:

Vía: blogs.publico.es / 11 de noviembre de 2009

El destino del Cro-Magnon.

JOSÉ MARÍA BERMÚDEZ DE CASTRO

(Director del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, Burgos).

Las investigaciones en paleogenética están cobrando un auge extraordinario, especialmente en lo que concierne a las últimas etapas de la evolución humana. El ADN no suele conservarse más allá de 50.000 años en los restos humanos que se han preservado en condiciones ideales. Pero este tiempo es más que suficiente para obtener datos muy relevantes sobre los neandertales, los humanos de nuestra propia especie de cierta antigüedad y, quién sabe, si en algún momento sabremos algo más sobre los enanos de la isla de Flores.

Los paleogenetistas de la Universidad de Mainz y del University College de Londres nos han vuelto a sorprender con una noticia sobre nuestros antepasados europeos del linaje de Cro-Magnon, publicada hace varias semanas en la revista PLoS Computational Biology. El ADN mitocondrial extraído de los restos fósiles de este grupo humano ha sido analizado y comparado con el de los primeros agricultores europeos, que dominaban la denominada cultura del Neolítico. La hipótesis más sencilla, que suele ser la que más se aproxima a la realidad, es que estos primeros agricultores son descendientes directos de la población de Cro-Magnon.

Sin embargo, los resultados sugieren la ocupación de nuestro continente por una oleada de nuevos emigrantes hace unos 7.000 años, que dominaban el arte de la agricultura y la ganadería. Esto no significa que los genes de la población Cro-Magnon no estén en el acervo genético de los actuales europeos, sino que su contribución genética a las poblaciones que vivimos actualmente desde el Estrecho de Gibraltar hasta los confines de los países nórdicos no ha sido tan importante como cabría suponer. Es muy probable que el último máximo glacial del hemisferio norte, ocurrido hace 18.000 años, fuera un hándicap importante para la vida de los humanos en Europa, a pesar de su elevado desarrollo tecnológico.

No sería descabellado pensar que hace unos 10.000 años, cuando finalizó la última fase glaciar, las poblaciones de Cro-Magnon hubieran decrecido de manera drástica, desplazadas hacia el sur y hacia algunos refugios cálidos del centro de Europa. Esta circunstancia pudo ser aprovechada por la expansión demográfica que sin duda provocó la cultura neolítica con el desarrollo de la agricultura y la ganadería. La influencia de esta cultura ha seguido latente en Europa hasta épocas relativamente recientes y aún persiste en determinados grupos humanos. Sin duda, nos queda todavía mucho por aprender en evolución humana, incluso de los miembros de nuestra propia especie.
Me ha llamado la atención el título que le ¿has? ¿han? puesto a la noticia, porque siempre creí que los europeos modernos éramos Cro.Magnon.
Y efectivamente es así. Los Cro-magnones (o Cromañones) son Homo Sapiens.

Si se utiliza la denominación Cromañon es por comodidad y claridad, es decir, para referirse a esos Homo sapiens del pasado prehistórico adscritos a la cultura Auriñaciense y que eran cazadores-recolectores, los cuales, por lo visto -a tenor de la noticia-, no se mezclaron con esa oleada de Homo sapiens que sabían practicar la agricultura.
Pero entonces, ¿qué "variedad humana" serían los agricultores? Porque no creo que fuesen otra cosa que... Cromañones. De otra parte, pero Cromañones.
Vamos a ver, Carmen, no es tan complicado de entender.

Ya te he dicho que el criterio diferenciador es el cultural, no el físico-antropológico o morfológico.

Aunque un Cromañon es un Homo sapiens, y la oleada que vino después de ellos, practicando la agricultura, también lo sea (al igual que nosotros), el término Cromañón se reserva para referirse a esos Homo sapiens de principios del Paleolítico Superior que se adscriben a la cultura Auriñaciense.

Para decirlo más sencillamente, si cabe: un Cromañón es un Homo sapiens, y tú eres un Homo Sapiens, luego ambos sois Homos sapiens, pero, en términos culturales, tú no eres una Cromañon, puesto que no creo vivas en cuevas ni fabriques objetos auriñacienses, tales como azagayas de punta ósea, gruesos raspadores o buriles, etc.
Aaah, ahora sí que lo tengo perfectamente claro. Es un criterio cultural. Vaya lio tonto que me habia hecho. Gracias.

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