La gran aldea de la Diosa Madre

Recreación de una vista aérea de Çatal Hüyük.

Fuente: elcorreo.com | Julio Arrieta | 21 de marzo de 2014

Ubicado en Anatolia, Çatalhöyük es un asentamiento de 13 hectáreas de extensión que fue ocupado durante el Neolítico y el Calcolítico, hasta su abandono en la Edad del Bronce a causa de un incendio. Considerado por su propio descubridor, James Mellaart, como una ciudad en toda regla, hasta 10.000 personas llegaron a vivir en esta asombrosa aglomeración de casas de adobe que no tenía calles: las viviendas estaban pegadas unas a las otras y sus habitantes circulaban por las cubiertas.

Çatal Hüyük fue hallada en 1958 por David French, Allan Hall y James Mellaart (1925-2012), director adjunto del Instituto de Arqueología de Ankara y que acabó llevándose el título oficioso de descubridor del sitio. Mellaart, londinense de nacimiento, estudió en Leiden y Londres. Aprendió a excavar en Inglaterra y acabó formando parte del equipo de Katlheen Kenyon en Jericó. Ya como profesor de la Universidad de Estambul, empezó a dirigir sus propias excavaciones en Turquía, en yacimientos hititas, griegos y romanos, acompañado por su esposa Arlette, que era la secretaria del Instituto Británico de Arqueología de Ankara. En 1956 un maestro turco le señaló un montículo peculiar que resultó ser el ahora famoso asentamiento neolítico de Hacilar, que excavó entre 1957 y 1960.

El descubrimiento de Çatalhöyük, que significa algo así como 'montículo en forma de horquilla', fue el resultado de una serie de prospecciones realizadas en la provincia de Konya, cerca de la ciudad del mismo nombre, en Anatolia. El montículo que forma el yacimiento, de unos 500 metros de longitud y una veintena de metros de altura máxima, es en realidad doble, y sus dos partes debieron estar separadas en tiempos prehistóricos por un brazo del río Çarçamba. Las excavaciones arrancaron en 1961 bajo la dirección de Mellaart. Los arqueólogos dieron con restos de hábitats prehistóricos ya el primer día. Al segundo, empezaron a aparecer algunos de los murales que han hecho célebre este yacimiento. El arqueólogo británico lo recordaría así en un artículo publicado en el número 608 de la revista 'Science et vie', en mayo de 1968 (izquierda): "Al día siguiente de nuestra llegada a Çatalhöyük, un obrero turco topó con un objeto insólito. Era una pared recubierta de yeso y este yeso disimulaba una superficie pintada de rojo. Yo estaba obsesionado por la idea de que los hombres del Neolítico antiguo hubieran podido pintar las paredes de aquella manera. Debía de tratarse de una casa excepcional, perteneciente a una de las raras aldeas de la época. Al tercer día, la pared quedó completamente desenterrada, y pude comprobar que la pintura roja no cubría solamente una pared, sino que representaba el cuerpo de un animal plantado sobre un fondo rosado. Habíamos descubierto un mural prehistórico". Las pinturas murales resultaron tener más de 6.000 años y Çatalhöyük acabó revelándose como algo más que una simple 'aldea'.

Durante sus excavaciones Mellaart sacó a la luz 139 viviendas, pero además descubrió una organización de las mismas extraña y original. Çatalhöyük no era una aglomeración de chozas, que es lo que más o menos esperaban encontrar los arqueólogos en un asentamiento neolítico. Era un curioso conjunto que se caracterizaba por la ausencia de calles: las casas se construían pegadas unas a otras y no tenían puertas: se entraba y salía por una abertura del techo que además servía de chimenea. Al no haber calles, sus habitantes circulaban por las cubiertas aterrazadas de las viviendas, salvando los desniveles con escaleras de madera. Había algunos patios o espacios abiertos comunes, usados a menudo como basureros.


James Mellaart trabajando en uno de los murales.

Como el pueblo no tenía calles, tampoco tenía puerta ni muralla. Cuando uno llegaba a la Çatalhöyük prehistórica, no entraba en ella, sino que 'se subía' a ella. Al ser todo el conjunto un solo bloque sin aberturas, las estructuras defensivas eran innecesarias: cualquier grupo atacante se habría visto en la necesidad de ir tomando el asentamiento casa por casa. De todas formas, pocos ataques debió de sufrir el asentamiento, porque Mellaart y su equipo no encontraron rastros de destrucción, salvo los del incendio final que causó su abandono y que, paradójicamente, contribuyó a facilitar su conservación, al cocer los ladrillos de adobe con los que estaban levantadas sus paredes.

Hasta 10.000 habitantes

Teniendo en cuenta que solo excavó una parte del yacimiento -el 4% del área total, según su propia estimación-, Mellaart calculó que Çatalhöyük pudo haber acogido hasta 10.000 habitantes, lo que le llevó a denominarla como 'ciudad'. La ausencia de calles y edificios monumentales o públicos ha hecho que otros especialistas se refieran a ella como protociudad, pero los más prudentes optan por llamarla simplemente 'asentamiento'. En todo caso, Çatalhöyük, que fue habitada entre los años 7500 y 5700 a.C. aproximadamente, resultó ser el conjunto neolítico más grande y mejor conservado de Oriente Próximo.

El que no estén separadas por calles no es lo único llamativo de las casas de Çatalhöyük. Las viviendas estaban construidas con ladrillos de barro secados al sol, no cocidos, de tamaño variable. Como la aldea se levantó en desnivel, en una colina, la diferencia de altura servía para poder abrir ventanucos en el lado de la pared escalonado sobre la casa más baja adyacente. Los tejados no eran tales, pues no había tejas: estaban construidos con vigas de madera sobre las que se extendía una cubierta formada por una base de esteras con barro apisonado encima. La planta de las casas tendía a ser rectangular y de un solo espacio, de unos 20 a 25 metros cuadrados, aunque algunas tenían anexos, probablemente almacenes, a los que se accedía a través de pequeñas aberturas. Las casas tenían un hogar para el fuego y un horno. Había bancos corridos y bases o zócalos para camas, también de ladrillo, pegados a las paredes. Mellaart concluyó que los lechos más grandes, cerca del fuego, eran para las mujeres y los niños. Las paredes estaban enlucidas con yeso y a menudo decoradas con pinturas de animales, escenas de caza y, en algunos casos, lo que parecen ser paisajes muy estilizados. Un mural en concreto fue interpretado como un mapa: parece representar un plano del pueblo con el cercano volcán de Hasan Dag, humeante al fondo, aunque esta interpretación ha sido muy discutida.

Además de las casas 'normales', los arqueólogos dirigidos por Mellaart excavaron también unos 40 'santuarios' ('shrines'). Distribuidos de forma similar a las otras viviendas, tenían una decoración más profusa, con pinturas murales y relieves de figuras humanas y de animales, sobre todo cabezas de toros. Tanto en las casas como en los 'santuarios' aparecieron muchos enterramientos debajo de los hogares, zócalos y bancos corridos. Los esqueletos eran sepultados en cuclillas dentro de cestos, aunque en algunos casos la cabeza era separada y enterrada aparte o utilizada en actividades rituales. Algunos cráneos aparecieron decorados de forma similar a los encontrados en Jericó. La forma de los enterramientos y algunos de los murales, en los que aparecen grandes pájaros rodeando personitas descabezadas, sugieren que los cadáveres eran expuestos a los buitres en los tejados hasta que solo quedaban los huesos.

El equipo de Mellaart extrajo gran cantidad de útiles, muchos de una calidad extraordinaria: puntas de flecha, puntas de lanza, puñales de obsidiana y sílex, mazas de piedra y estatuillas de piedra o arcilla, espejos realizados sobre obsidiana pulida (los más antiguos conocidos hasta ahora), tejidos, vajilla tanto de madera como de cerámica; joyas y abalorios (de cobre a partir de 6000 aC). Mellaart situó la aparición en Çatalhöyük del trabajo del cobre en torno a 6400 a.C.


Interior reconstruido de una de las viviendas.

Llamaron la atención las figurillas de lo que probablemente eran deidades o personajes mitológicos, realizadas en diversos materiales. Una en especial, encontrada en 1961, fue destacada por el arqueólogo británico. Conocida como la Diosa Madre, es una estatuilla de arcilla cocida que parece representar a una mujer obesa dando a luz sentada en una especie de trono flanqueado por dos felinos. Mellaart estaba convencido de que la de Çatalhöyük era una sociedad matriarcal que rendía culto a una deidad primordial femenina. Esta interpretación fue aceptada durante mucho tiempo. Así, la célebre arqueóloga Marija Gimbutas (izquierda) relacionó estas sugerentes figuras con una clase de deidad femenina a la que se refirió como 'Virgen neolítica'. En su libro fundamental 'Diosas y dioses de la vieja Europa (7000-3500 a.C.)', que acaba de editar Siruela, escribió “la Virgen neolítica es casi tan corpulenta como la Venus paleolítica, especialmente en el centro de Anatolia y la zona del Egeo. Las típicas esculturas del VII milenio de Çatalhöyuk, en el centro de Anatolia, toman la forma de una enorme mujer, bien en posición erguida, bien sentada, sujeta por leopardos. Normalmente, o tiene las manos en los pechos o descansan sobre las cabezas de animales que las acompañan".

La Diosa primigenia

Para Gimbutas, este personaje tuvo que ser una Diosa de la Fertilidad o Diosa Madre primigenia, pero   "mucho más compleja de lo que la gente piensa. No solo era la Diosa Madre que controlaba la fertilidad, o la Dama de las Bestias que gobierna la fecundidad de los animales y de toda la naturaleza salvaje, sino una imagen compuesta con rasgos acumulados de las eras preagrícola y agrícola. Durante esta última se convirtió esencialmente en la Diosa de la Regeneración, esto es, una Diosa Luna, producto de una comunidad sedentaria y matrilineal que abarcaba la unidad arquetípica y la multiplicidad de la naturaleza humana. Ella era la fuente de vida y de todo lo que producía fertilidad y, al mismo tiempo, era la poseedora de todos los poderes destructivos de la naturaleza. La naturaleza femenina, como la Luna, tiene su cara positiva y su cara negativa".

Adoraran a una Diosa Madre o no, los habitantes de Çatalhöyük formaban una comunidad de agricultores que cultivaban cebada, trigo, garbanzos, guisantes y lentejas, y que también pastoreaban ovejas y vacas, aunque en los niveles más antiguos no hay rastros de actividad ganadera. También se dedicaban a la caza. A lo largo de los muchos siglos que el lugar fue habitado, no pareció haber diferentes escalas sociales ni personas dedicadas a trabajos especializados, administrativos o al culto, características que muchos consideraban indispensables para que pudiera hablarse de una auténtica sociedad urbana. Mellaart, sin embargo, estaba convencido de que Çatalhöyük lo había sido, solo que faltaban por aparecer los edificios comunes y los templos. Sin embargo, no tuvo oportunidad de demostrar sus afirmaciones. Fue apartado de la excavación a causa de un escándalo extraño, el llamado 'affaire Dorak'.

La trama -por llamarla de alguna manera- comienza a desarrollarse en 1959, apenas un año después del hallazgo de Çatalhöyük. Mellaart publicó un artículo en el número del 28 de noviembre de 'Illustrated London News' en el que daba cuenta del descubrimiento de un tesoro fabuloso que había visto en una casa y que le habían permitido dibujar. El supuesto hallazgo incluía piezas espectaculares de oro y plata: brazaletes, copas, estatuillas, dagas... Una lámina de oro incluía jeroglíficos egipcios que hacían referencia al faraón Sahura, segundo monarca de la V Dinastía de Egipto, lo que situaba el conjunto en algún momento de mediados del tercer milenio a.C. Si de entrada el hallazgo era sorprendente, las circunstancias en las que se había producido no solo eran extrañas, sino que también parecían novelescas. Mellaart no había encontrado el tesoro en una excavación: había descubierto su existencia gracias a una misteriosa mujer griega a la que conoció en un tren el año anterior. Al arqueólogo le llamó la atención el espectacular brazalete de oro de aspecto muy antiguo que llevaba la joven y atractiva pasajera que se le había sentado enfrente. Mellaart se presentó a la bella desconocida para preguntar por el origen de la pieza, de aspecto muy antiguo. La mujer se identificó como Anna Papastrati y le explicó que el adorno formaba parte de un lote saqueado entre 1919 y 1922 en dos tumbas de Anatolia de la Edad de Bronce. Mellaart pasó cuatro días en casa de la joven. Dibujando el tesoro, según aclaró. Después de la publicación de la noticia no se volvió a saber del asunto, que cayó en el olvido para todo el mundo menos para las autoridades turcas, que se quedaron con la mosca detrás de la oreja y acabarían pidiendo explicaciones.


Figurilla de la 'Diosa Madre' descubierta en 1961.

Que un arqueólogo se vea envuelto en una historia de tesoros robados es malo, pero lo más extraño del asunto Dorak es que nadie llegó a ver los artefactos en cuestión y, lo que resulta más llamativo, Anna Papastrati no parecía haber existido. ¿Por qué publicó Mellaart este artículo? Para algunos, se trataba de que el tesoro ganase notoriedad y, por tanto, valor en el mercado negro de coleccionistas, para otros Mellaart solo buscaba popularidad y el tesoro no existía. Hay serios indicios de que el arqueólogo planeó toda la historia y de que la carta de Anna Papastrati que le autorizaba a publicar el 'hallazgo' fue escrita en realidad por su esposa, Arlette. En cualquier caso, después de tres años de investigación la Policía turca llegó a la conclusión de que el arqueólogo había formado parte de la trama del robo de un tesoro... ¡que nadie había visto nunca! La causa contra Mellaart fue archivada en 1965, es de suponer que por inexistencia del cuerpo del delito, pero el Gobierno turco decidió curarse en salud y retiró el permiso de excavación al arqueólogo británico.

18 niveles

Además de la fea mella en el prestigio de Mellaart, tenido hasta entonces por un arqueólogo brillante, la consecuencia más grave de este embrollo extraño fue que Çatalhöyük permaneció sin excavar durante décadas, hasta que fue reabierto en 1993 bajo la dirección del británico Ian Hodder (derecha), el gran teórico de la arqueología postprocesual, que además había sido alumno de su antecesor al cargo del sitio. Hodder optó por un ritmo más pausado en las excavaciones, que se realizan en campañas anuales y que se centran en áreas pequeñas, a razón de unas pocas viviendas por temporada. Su interpretación del asentamiento, en el que ha identificado hasta 18 niveles de ocupación, ha variado notablemente de la de Mellaart.

Pocas imágenes más poderosas y evocadoras hay que la de una pacífica comunidad prehistórica matriarcal, dedicada a la agricultura y el pastoreo, en la que se rendía culto a una Diosa Madre. Mellaart murió convencido de que la Çatalhöyük neolítica era así. Pero los descubrimientos del equipo internacional coordinado por Hodder han alterado bastante el cuadro. "Es notable como los nuevos hallazgos pueden cambiar ideas que se han mantenido durante años (…) es increíble lo que unos pocos objetos pequeños pueden hacer", escribió en la introducción del resumen de la campaña de 2005. Se refería, entre otras cuestiones, al hallazgo de más estatuillas que alteraban la supuesta preponderancia de las representaciones femeninas. Al final hay tantas figuritas femeninas como masculinas y de animales. Además, los relieves en yeso de los 'santuarios' que habían sido interpretados como diosas madre parecen reproducir la misma figura representada en unos pequeños sellos de arcilla con formas de animales, probablemente osos. "Mellaart centró la atención del público en el icono femenino que encontró en su excavación. Por lo tanto, Çatalhöyük acabó siendo identificado con la Diosa -explicaba Hodder en una entrevista en 'Turkish Daily News', publicada en 2008-. Sin embargo, "en la excavación aparecieron figuras femeninas, figuras masculinas y símbolos fálicos. Cuando observamos lo que (los habitantes) comían, lo que bebían, su estatus social, vemos que tanto hombres como mujeres tenían el mismo estatus. Había un equilibrio de poder. Otro ejemplo son los cráneos encontrados. Cuando un individuo era importante en Çatalhöyük, su cabeza era separada del cuerpo al morir. El número de cráneos masculinos y femeninos encontrados es casi idéntico".

Si la visión del asentamiento de Mellaart era pintoresca, la de Hodder no deja de serlo menos: para el actual director del yacimiento Çatalhöyük era una comunidad descentralizada formada por una aglomeración de familias extensas repartidas en 'clusters' o grupos de cuatro o cinco casas. Cada uno de estos conjuntos familiares funcionaba de forma autónoma, por su cuenta. Hodder no tiene tan claro como Mellaart el papel de lugares de culto de los llamados 'santuarios', pero sí que cree que había espacios, generalmente abiertos allí donde una casa se había venido abajo, que funcionaban como lugares de uso común. ¿Era una aldea o una ciudad? "Primero tenemos que entender Çatalhöyük en sus propios términos. No intentemos categorizarlo como ciudad o como pueblo, primero tratemos de averiguar cómo funcionaba".

La gran aldea de la Diosa Madre

Este mural ha sido interpretado como un plano del asentamiento con el volcán al fondo.

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Comentario por Adrián Carretón el abril 18, 2014 a las 10:09pm

Sin duda uno de los yacimientos más importantes del Próximo Oriente.

Este tipo de yacimiento de tipo Tell reflejan un urbanismo en época muy temprana. De hecho puede considerarse el inicio de la sedentarización y con ello, el Neolítico. Un gran yacimiento que quizás sea la primera "ciudad" de la historia.

Un artículo muy completo

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