Aspecto del claustro de la finca Mas del Vent, cerca de Palamós (Girona). /VINCENT LEROUX

José Ángel Montañés / El País

¿Quedan todavía en España joyas artísticas desconocidas, aunque sean del siglo XII? Parece que sí. La última y sorprendente noticia al respecto ha saltado en las proximidades de Palamós (Girona), con el hallazgo (¿o habría que decir redescubrimiento?) de un claustro excepcional, sobre cuyo origen románico los expertos albergan pocas dudas y al que se ha buscado muchas semejanzas con el del monasterio de Santo Domingo de Silos, en Burgos.

El anuncio saltó durante las recientes jornadas que bajo el título Arte fugitivo organizó el grupo EMAC de investigación sobre románico y gótico de la Universidad de Barcelona. Lo presentó Gerardo Boto, profesor de Arte Medieval de la Universidad de Girona, especializado en el análisis de la plástica monumental románica y en la iconografía y la organización del espacio eclesiástico medieval. De pronto, Boto dejó a profesores y estudiosos con la boca abierta cuando explicó que, en el jardín de una finca privada de Palamós, existía desde hacía más de medio siglo un claustro románico. Los asistentes a las jornadas no dieron crédito cuando este experto en historia y arte de la Edad Media desveló que no se conocía su procedencia exacta y que el monumento no estaba inventariado como bien cultural, ni por supuesto, protegido por administración alguna. En definitiva, que era un edificio anónimo, sin nombre ni apellidos.

Gerardo Boto conoció la existencia de esta construcción de forma casual. La edición francesa de la revista de decoración AD publicó, en su número 94 de julio y agosto de 2010, un espectacular reportaje sobre la vivienda del suizo Kurt Englehorn y su mujer Carmen, en Mas del Vent, una inmensa finca de 22 hectáreas localizada en la zona de la Fosca, en el término de Palamós. En el reportaje, el fotógrafo Vincent Leroux no pudo evitar fijar su objetivo en la enorme galería de arcos románicos del claustro que bordeaba la piscina. Pese a las reticencias del propietario, el fotógrafo tomó la imagen de aquel espectacular conjunto de piedra que bordeaba la no menos espectacular piscina entre los pinos: la imagen fue publicada en la revista a doble página.

Desde que tuvo constancia de la existencia de este nuevo edificio, Boto ha intentado sin descanso acceder al interior de la vivienda para estudiarlo, pero los propietarios del mismo no se lo han permitido. “Jamás he podido acceder al interior de la propiedad”, confesó decepcionado el historiador durante su presentación. Pero sí consiguió las fotografías de Leroux, de 80 megas de calidad, algo que le ha permitido buscar en primer plano las características de lo que, según su opinión, es un claustro románico con todas las de la ley.

Según Boto las galerías miden, aproximadamente, 20,8 y los 21,9 metros de largo, unas medidas que determinó a través de las imágenes aportadas por Google Earth. Cada una de ellas presenta diez arcos sobre columnas y capiteles dobles, salvo en el medio, que es cuádruple. De las otras dos galerías que acabarían de cerrar el claustro de 44 capiteles no se conservan columnas ni arcos y los capiteles reposan directamente sobre las basas.

Tras analizar estas imágenes Boto asegura que el claustro de Palamós es comparable, en distintos aspectos, a los de Silos y Las Huelgas, los dos en Burgos, y al de Santa Maria de Ripoll, en Girona, porque en todos ellos, algo infrecuente en los claustros españoles o hispanos, las columnas dobles están esculpidas por separado, mientras que los capiteles que las coronan forman un solo bloque.

Además, en los capiteles de Palamós aparecen representadas figuras humanas y gran número de elementos vegetales y animales, sobre todo aves, leones y jabalíes, y monstruos, como grifos, arpías y dragones... pero no escenas religiosas. El investigador resaltó las grandes dimensiones “insólitas en el panorama del románico hispano” de los arcos: más de tres metros y medio desde la clave de los arcos hasta las bases, independientemente de que algunos de los fustes fueran nuevos para restituir los perdidos.

El profesor Boto explica entusiasmado: “Tanto en el aspecto estilístico como en el temático, la mayor parte de los capiteles de Palamós están enraizados con el repertorio del claustro de Silos, tanto con el llamado Primer Taller, realizadas hacia 1100, como del llamado Segundo Taller, realizados hacia 1165. No hay duda: el operario que realizó estos capiteles conocía las formas y los registros de Silos”.

Boto se cuestionó durante tiempo la autenticidad del conjunto y se planteó la posibilidad de que todo fuera, tan solo, un decorado cinematográfico. Pero ahora, y a falta de que otros expertos confirmen su diagnóstico, no tiene dudas: “Seguí la pista de los posibles reproductores por moldes o por labra directa y en el siglo XX solo un moldeador tomó moldes de los capiteles de Silos, cuyos positivos en yeso se encuentran en el Museo de Reproducciones Artísticas, en el Victoria and Albert de Londres, en el museo de la Real Academia de Bellas Artes y en el propio Silos, pero no son los de Palamós. Tampoco hay constancia que se instalara en el monasterio ningún cantero para reproducir los capiteles”, explica.

Pero la prueba más contundente sobre la autenticidad del conjunto la encontró Boto en el Archivo Municipal de Palamós. Allí ha localizado una serie de imágenes del proceso de montaje de las arcadas que se remonta a 1959. “En ellas se ven la naturaleza pétrea de las piezas, su peso, su erosión de siglos y las marcas de montaje incisas normales en piezas románicas. Las fotos no muestran ningún atisbo de modernidad o falsedad. Si estos arcos no son auténticos, podemos dudar de la autenticidad de todo lo que vemos en fotos y en directo”, concluye tajante.

Según la revista francesa que dio a conocer la existencia del claustro románico, la construcción fue adquirida por el abuelo del actual propietario en Madrid, en los años cincuenta. Boto no duda de la fecha y apunta que quizá llegaron en 1958 a Palamós, pero sí de la procedencia: en su ponencia defendió que procedía de la provincia de Segovia o Burgos. “Seguro que este singularísimo patio porticado conoció estaciones intermedias en su trayecto desde su origen hasta su destino actual junto al Mediterráneo. No sabemos si estos estadios intermedios estuvo montado o empaquetado en cajas”, comenta.

Paralelamente a la acción investigadora de Boto, la Asociación de Amigos del Románico emprendió el año pasado una campaña para conseguir que se inventaríe y proteja la construcción y que sus dueños permitan analizarla. “En febrero de 2011 escribimos a los representantes legales de los dueños exponiéndoles nuestra intención de estudiarlo y conseguir una protección patrimonial acorde con su relevancia histórica artística. No nos han contestado”, se lamenta Juan Antonio Olañeta, presidente de la asociación. “No entendemos por qué no permiten el acceso, si tenemos en cuenta que la vivienda se alquila”, asegura Olañeta. En efecto, en la página web del grupo Rough Luxe , propiedad de Kurt Englehorn, se pone a disposición del cliente 11 fabulosas mansiones repartidas por todo el mundo, entre ellas la de Mas del Vent de Palamós. En la descripción se asegura que es una vivienda del siglo XVIII reformada por el equipo de arquitectos RCR para disfrutar de la naturaleza, pero para nada menciona el claustro, que tampoco aparece en las imágenes promocionales.

La asociación también se ha dirigido a las diferentes administraciones: Ayuntamiento de Palamós, responsables de patrimonio de Castilla y León y de la Generalitat de Cataluña, y Ministerio de Educación y Cultura, pidiendo que inicien los trámites para protegerlo. En septiembre de 2011 recibieron una breve respuesta de la Generalitat asegurando que se está siguiendo el protocolo de actuación que prevé la ley de patrimonio catalán de 1993. La nota aseguraba: “La actuación ha de conducir a la inspección por parte de nuestros técnicos del citado claustro”. Sin embargo, el director general de Patrimonio, Joan Pluma, reconoce que todavía no se ha hecho: “En unos días se enviara al juzgado un requerimiento con la intención de que nuestros técnicos puedan comprobar su existencia y si es auténtico”, asegura Pluma. Desde el Ministerio, tras la consulta realizada por este diario, han respondido a la asociación que “se ha dado traslado a la petición para estudiarla” y que en todo caso será la Generalitat de Cataluña la que tendrá que valorar las medidas a adoptar. Desde Castilla y León están interesados en el tema, pero no manifiestan intención de hacer nada, más allá de contactar con la Generalitat. Por fin, María Gràcia Artigas, concejala de Cultura y Patrimonio de Palamós, admite conocer la existencia del claustro, pero sostiene que “el ayuntamiento no tiene previsto hacer ninguna acción de forma inmediata. Es como si un particular tuviera en casa un Picasso; no nos corresponde a nosotros, porque al parecer es un elemento patrimonial castellano”. Sin embargo, la ley de patrimonio estatal y autonómica no excluye los bienes en manos privadas.

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Comentario por ernesto el junio 15, 2012 a las 1:45am

Gracias Percha

Comentario por Percha el junio 17, 2012 a las 5:35pm

En El País de hoy domingo:

¿Un claustro para ‘Ciudadano Kane’?

Montaje en agosto de 1952 del monasterio de Sacramenia, comprado por Hearts, en Miami. La estatua es de Alfonso VII. / BETTMANN/CORBIS

José Ángel Montañés

La historia del claustro de Palamós, la construcción de estilo románico que irrumpió en los medios de co..., podría ser el guion de una película de intriga en la que la realidad supere a la ficción. De entrada, el claustro llevaba más de 50 años casi oculto en una finca propiedad de los herederos de Hans Engelhorn, el alemán que lo compró en 1958. Luego se supo que había llegado desde Madrid, piedra a piedra, tras permanecer más de tres décadas en el patio de la casa de Julián Ortiz y su familia. En el claustro, como si fuera una estancia más de la casa, convivían las gallinas y los niños recién nacidos con las reuniones familiares de los domingos, en los que no faltaba un arroz con paloma.

Esta historia llena de interrogantes, como el lugar donde el anticuario Ignacio Martínez Martínez compró los restos en 1931, --quizá en Gumiel de Izán, Burgos--, toma un nuevo giro al buscar sentido a la operación que supuso montar el claustro en Madrid, en la que intervinieron 30 operarios durante varios años. “Lo querían montar rápido para venderlo a los americanos”, recuerda Juan Manuel Ortiz, de 86 años, que decía su padre Julián, el restaurador represaliado. Y sin duda fue así.

Ignacio Martínez fue un anticuario del que conocemos pocos datos. Juan Manuel recuerda que al comenzar la Guerra Civil, se trasladó a vivir a Barcelona. Los anticuarios de mayor edad, de una y otra ciudad, no recuerdan a ningún Martínez con esas características o no quieren hablar. Tampoco Frederic Mares, cuando publicó en 1977 sus memorias de coleccionista, lo mencionó en su relación de todos los anticuarios que conoció en las dos ciudades.

Sabemos que, al menos, desde 1928, Martínez vivía en Madrid, en la calle Ángel Muñoz, número 17, de Ciudad Lineal, al lado de donde luego se montó el claustro (Ángel Muñoz, 7 al 11) en unos terrenos que eran de la marquesa Agueda de Martorell. Conocemos también que fue un hombre de suerte. En enero de 1931 varios periódicos informaron de que le habían tocado 18.000 pesetas en la lotería, tras comprar unas participaciones en Zamora. Una cantidad estimable, pero no una fortuna.

Según recuerda Ortiz, Martínez estaba bien relacionado con la gente adinerada de Arturo Soria y participaba en la vida social de la capital. La suerte o las buenas relaciones le llevaron a entrar en la órbita de uno de los hombres que más dinero y obras de arte manejaba en la España de entonces: Arthur Byne (Filadelfia, 1884), un fotógrafo y dibujante del arte, metido a comerciante de altos vuelos, nada escrupuloso, que vendió todo el patrimonio que pudo a sus clientes americanos, sobre todo a William Randolph Hearst, el magnate de la prensa que inspiró a Orson Welles su película Ciudadano Kane, y que fue el mayor comprador de antigüedades de los años veinte y treinta del siglo XX.

Byne vino a España por primera vez en 1910 y dos años después estaba instalado en Madrid comisionado por la Hispanic Society, institución para la que publicó una serie de trabajos sobre arte y arquitectura de gran difusión y que se convirtieron en catálogos de compra para los magnates ávidos de comprar.

El americano y su mujer gozaron de muy buena reputación e incluso fueron condecorados en 1927 por Alfonso XIII por los servicios a la cultura española. José Miguel Merino de Cáceres, el investigador que más ha estudiado las acciones de Byne, asegura: “Su aparente buen nombre solo era la fachada tras la que se escondía un gran farsante y un gran especulador”.

Foto: El millonario americano W. R. Hearst. / BETTMANN/CORBIS

Byne proporcionó a Hearst todo lo que estuvo a su alcance: el monasterio de Sacramenia, de Segovia, en 1925; la reja de la catedral de Valladolid y el patio del palacio de los condes de Ayamans, de Mallorca, en 1929; partes del castillo de Benavente, en 1930; el monasterio de Santa Maria de Óvila, en 1931, además de cientos de piezas, entre las que destacan 65 artesonados, de los 140 que llegó a adquirir Hearst. Todo se cargaba en barcos para decorar alguna de las casas del magnate. El destino final fue el delirante complejo de San Simeón, en California, que había comenzado en 1919, y que llenó de piezas españolas siguiendo elSpanish Revival Style, de moda en esa época.

Pero hubo un edificio que Byne no pudo venderle: el convento de Calera de León, en Badajoz, una historia en la que aparece el anticuario Martínez, comohombre de paja de Byne. En septiembre de 1932, Martínez, como propietario de los restos del convento, solicita autorización para derribar y trasladar a Madrid las bóvedas del exconvento, que había comprado dos años antes, por 50.000 pesetas. En la operación cedía al Estado el claustro, las fachadas y los terrenos. Tras un tira y afloja y acusaciones varias, en 1934, el Consejo de Ministros impidió la operación de desmontaje del convento, que ya había sido declarado monumento protegido. Merino ha reconstruido mediante las cartas y telegramas conservados en la Universidad Cal Poly de San Luis Obispo, California, la accidentada relación comercial entre Byne y Julia Morgan, la arquitecta de Hearst, que, en este caso, acabó mal. Una tarea nada fácil porque en todo momento se intentó no dejar pistas y se utilizaron nombres claves, como “longceil”, “arabitceil” o “salamancaceiling” para cada operación, que Byne firmaba con el nombre de su esposa: Stapley o Ylepats, al revés.

Por esas mismas fechas, en 1932 el Consejo de Ministros acordó pagar a Martínez 60.000 pesetas por una pila bautismal del siglo XI, una figura de la Virgen del siglo XII y un balcón de madera árabe del siglo XIII, que había ofrecido el año anterior. En todas estas acciones estaba detrás Byne, ya que, según Merino “Martínez era un anticuario de medio pelo, una tapadera de las acciones del estadounidense”.

En este contexto aparece el claustro en Madrid. “Es posible que en origen estuviera derruido y se montara para poder dibujarlo y fotografiarlo y así venderlo mejor”, conjetura el profesor de la Universidad de Girona, Gerardo Boto. Desde que apareció en esta historia el nombre de Martínez, Boto tuvo clara la conexión con Byne, y que “el americano” que se llevaría el claustro no era otro que Arthur Byne.

Merino puntualiza: “Hearst, aparte de para decorar sus casas, compraba para hacer un museo en Berkeley, con la idea de imitar a Rockefeller, que en la costa Este estaba construyendo The Cloisters [en Manhattan]”. Por eso, según Merino, Hearst compró hasta nueve claustros italianos, franceses e ingleses. Pero la crisis de 1929 le hizo desistir. Según este arquitecto, catedrático de Historia de la Arquitectura, los claustros, tras permanecer desmontados en almacenes durante varios años, acabaron desperdigados en Florida, Bahamas o México.

Por eso, si el claustro sito en Palamós se compra en 1931 o llega a Madrid en esa fecha, Merino no descarta que Byne, intentara vendérselo a otros ricos estadounidenses y coleccionistas como Addison Mizner, que construyó un poblado español en Palm Beach, George Fox Steedman o Archer Milton Huntington: “Pero esa documentación la conozco poco”, asegura. Y en eso coincide con Boto: “en la década de los años treinta Byne amplió su cartera de clientes”.

El hecho de que la operación de Calera de León, entre Byne y Martínez, no avanzaba según lo esperado y que, además, Hearst había cambiado de planes, pese a que compró a Byne un monasterio entero, el de Ovila, en 1931, hicieron que el claustro permaneciera más tiempo de lo previsto en Madrid. Pero el obstáculo definitivo fue la trágica muerte de Byne la noche del 16 julio de 1935 en accidente de tráfico, tras colisionar con un camión en Santa Cruz de Mudela (Ciudad Real). Boto tiene claro que la venta del claustro no se realizó porque había desaparecido su vendedor. La Guerra Civil de 1936 y la salida de la ciudad de Martínez hicieron que la venta del claustro fuera ya imposible. Quizá por este aciago final de Byne y el estallido de las dos guerras, la Civil y la Mundial, el claustro se quedó en España.

Los Ortiz siguieron conviviendo con esta enorme estructura en su casa hasta que en 1957 recibieron la visita de Federico, hijo de Ignacio Martínez, asegurando que ya tenía un comprador. Según los actuales dueños, en el contrato de compraventa firmado en julio de 1958, figura el nombre de Eutiquiano García Calles. A diferencia de Martínez, este anticuario bejarano sí fue una persona conocida en la España de los años cincuenta y sesenta que recibía, desde 1951, en su tienda de la Plaza de Santa Ana a la alta sociedad del Madrid franquista. “Eutiquiano no era un hombre que tratara con piezas de alta época”, recuerda el galerista Manuel Barbier que lo conoció. Marés comenta: “Su fuerte no eran las antigüedades sino las blondas, los bordados y las joyas”. Por eso, quizá, Carmen Polo de Franco le visitaba a menudo. La relación entre Ignacio Martínez y Eutiquiano García, que hizo que el claustro acabara en Palamós, es otro enigma de esta historia apasionante. Y en su hilo argumental se encuentra el industrial Hans Engelhorn, su exquisito gusto estético y el ambiente cultural en la Barcelona de los cincuenta.

Comentario por Percha el junio 17, 2012 a las 5:55pm

También el blog, ya mencionado, Historias Matritenses dedica una segunda entrada a este apasionante asunto:

El Claustro de la Ciudad Lineal (II)

Comentario por Roberto el junio 26, 2012 a las 12:14am

Noticia en Románico Digital en la que muestran las imágenes del claustro que se conservan en el IPCE tomadas del Archivo Moreno. Detalles a una resolución bastante alta de casi (33) cada uno de los capiteles, tal como se encontraban conservados en los años 30 en Madrid. Es extraño que estando en una fototeca pública ningún especialista se plantease la procedencia hasta hace tan poco tiempo. Hay que decir que a excepción de los capiteles que parecen poseer una cierta erosión el resto parece bastante nuevo. 

Tenemos las imágenes del claustro de Palamós realizadas en los años 30 en Madrid

jueves, 21 de junio de 2012
En la Fototeca del Patrimonio Histórico Español se conservan las imágenes del claustro realizadas en los años 30

 

Las piezas fueron adquiridas por el anticuario zamorano Ignacio Martínez en los años 30; y para acompañar el inventario de la obra se valió del fotógrafo Vicente Moreno.

Las fotografías realizadas en esa época permanecen aún en el Archivo Moreno, denominado en su tiempo Archivo de Arte Español, se trata de uno de los archivos fotográficos más importantes de España sobre temática patrimonial. Según las fuentes de la FPHE, dicho archivo fue creado entre 1893 y 1954 por el fotógrafo Mariano Moreno García (Miraflores de la Sierra, 1865-Madrid, 1925) y su hijo Vicente Moreno Díaz (Madrid, 1894-1954). La obra de ambos fotógrafos se caracteriza por una gran calidad técnica que, unida a su sensibilidad estética, dota a las imágenes de un singular valor artístico y documental. El archivo consta de más de 60.000 placas negativas de diversos formatos en soportes de vidrio y plástico, que reproducen obras de arte y monumentos de buena parte del territorio español y muy especialmente de Madrid.

En los links que ofrecemos más abajo podemos ver el estado del claustro y los capiteles durante su ubicación en Madrid.

 

 

Claustro:

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El claustro en su emplazamiento actual. Foto: Jaime Nuño/ FSMLReal 

 

 

Capiteles:

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Detalle de los capiteles de Palamós. Foto:Jaime Nuño/Archivo FSMLReal

 

La situación actual del claustro reubicado en Palamós se puede comprobar aquí, en nuestra galería.

Son las imágenes realizadas por Jaime Nuño, director de la Enciclopedia del Románico de la Fundación Santa María la Real, durante la visita que los medios de comunicación hicieron a la finca Mas del Vent el pasado 8 de junio.

Comentario por José Luis Santos Fernández el junio 28, 2012 a las 10:40am

Un investigador concluye que el claustro de Palamós es un plagio del siglo XX

Foto: El anticuario zamorano Ignacio Martínez posa en el claustro, instalado en Madrid. / Archivo Moreno.

El anticuario Ignacio Martínez montó las piezas para hacer gran negocio que la guerra truncó.

Fuente: José Mª. Sadia, Zamora | La Opinión Coruña.es, 28 de junio de 2012

Aprovechando la fiebre americana de principios del siglo pasado por el patrimonio español, el anticuario zamorano Ignacio Martínez emprendió un gran proyecto que le llevaría once años de su vida. Intermediario de bienes de arte de segunda fila -participaba en operaciones con el célebre comerciante Arthur Byne-, Martínez optó por crear su propia reproducción de un claustro románico que montaría en una finca privada del barrio madrileño de Ciudad Lineal para poder comercializarlo. Diseñado por un arquitecto experto en arte medieval y fabricado por experimentados canteros, el anticuario tomaría varias fotografías de aquella imitación para promocionarla y venderla por unos cinco millones de pesetas.

La empresa duró, quizá, más de lo previsto. Las obras se iniciaron en 1931 y finalizaron en torno a 1942. Para entonces la Guerra Civil y la II Guerra Mundial empañaron la operación. Martínez se marchó a Barcelona y la galería dormiría una larga siesta hasta los años cincuenta, cuando finalmente fue adquirido por un millonario alemán, que lo trasladó y lo instaló en la finca privada de Mas del Vent, en Palamós. Hace semanas, el historiador Gerardo Boto reclamaba la atención para el supuesto claustro románico que para el doctor en arquitectura José Miguel Merino de Cáceres es "solo una reproducción". Tampoco "una copia", porque "plagiaron el estilo, no la obra".

Es así como, en principio, se resuelve la apasionante singladura de un claustro que no llegó a cruzar el Atlántico como sí lo hicieron las distintas piezas de los monasterios de Sacramenia y Fuentidueña (Segovia) o Santa María de Ovila (Guadalajara). Operaciones con destino al magnate de la prensa americana William Randolph Hearst en las que fue colaborador necesario el afamado dibujante Arthur Byne, el mismo que trasladó a Estados Unidos varias piezas del derruido Castillo de Benavente para levantar en Berkeley un gran museo de arte medieval que nunca llevó a abrir sus puertas.

El propio anticuario zamorano Ignacio Martínez fue testaferro de Byne en varias operaciones. Ambos colaborarían de nuevo en la venta de un nuevo claustro, pero la repentina muerte del ilustrador americano fue otra piedra en el camino.

El experto en arquitectura medieval Merino de Cáceres seguía la pista de Byne junto a su colaboradora María José Martínez en un trabajo de documentación para un libro sobre venta y expolio de arte español que saldrá a la luz el próximo septiembre. Fue entonces cuando aparecieron multitud de imágenes sobre "un claustro en el medio de la nada" dentro del archivo Moreno que custodia el Ministerio de Cultura. "Tenía un aspecto acartonado, un tanto sospechoso", refleja el arquitecto. En otra foto aparecía un "hombre rico, opulento" junto a la galería. Era el zamorano Ignacio Martínez, "orgulloso" de su obra.

Los investigadores intentaron documentar el origen del extraño conjunto a través de los catálogos monumentales de Gómez Moreno o Torres Balbás. "Nadie hablaba de él y pensamos que era una imitación", apunta Merino de Cáceres. Pasaron las semanas y el claustro se convertía en objeto de los medios de comunicación. No estaba ya en el barrio de Ciudad Lineal, sino en una finca privada de Palamós, junto a una piscina.

Expertos en arte de todo el país hacían quinielas sobre su origen. Por el estilo, la mayoría lo situaba en el entorno de Burgos, Segovia y Palencia. La factura de los capiteles, que recordaban el estilo de la escuela burgalesa de Silos, era la clave. Pero sobre el origen, ni una certeza.

Fue así como Merino de Cáceres y María José Martínez retomaron la investigación sobre el supuesto claustro medieval, del que ahora concluyen que es "una reproducción". El arquitecto de la Politécnica de Madrid admite que no ha visto el claustro "al natural" aunque defiende: "Llego a unas conclusiones después de unos razonamientos, aunque puedo estar equivocado".

¿Cuáles son esas claves? Las medidas de la galería, el deterioro de la labra con respecto a las fotografías de los años treinta, el confuso programa iconográfico y el procedimiento del anticuario Ignacio Martínez llevan a los investigadores a consolidar su postura.

Precisamente, a Merino de Cáceres le llamó la atención el aspecto que los sillares mostraban en las fotografías de Gómez Moreno. "El claustro estaba nuevecito, no tenía pátina y muestra las marcas de un cepillo de cerdas de acero para envejecer la piedra y, además, carece de restos de labra, no tie0ne la huella del hacha ni del trinchante", explica. Sin embargo, la notable estética del conjunto en las imágenes de principios de siglo cambia de manera radical en las fotografías actuales de la galería de Palamós. Está desgastado, deteriorado. "¿Cómo es posible que sufra un deterioro mayor en ochenta años que en los supuestos ochocientos que tendría de ser medieval?", se pregunta el arquitecto. La respuesta es sencilla: los ejecutores de la nueva construcción obviaron la aplicación de la pátina de protección que se aplicaba en la Edad Media para evitar el castigo de la humedad y del paso del tiempo.

Había también otro aspecto que no terminaba de casar. "¿Para qué van a montar en otro sitio un claustro que pudieron fotografiar y documentar en el emplazamiento original?", se pregunta Merino de Cáceres. El único motivo era la posible ruina de la galería, pero "las fotos demuestran que tiene un aspecto impecable" en los años treinta.

En plena efervescencia mediática, un miembro de la familia que se encargó de instalar el claustro en el patio de una casa en Ciudad Lineal da a los investigadores otra pista al hablar del montaje de una obra que venía de Salamanca. El doctor en Arquitectura sitúa el origen de la piedra en la cantera salmantina de Villamayor, "estaba abierta todavía en los años treinta y había muy buenos canteros", argumenta. Y así aparece la pieza que hace encajar todo el puzle. Ignacio Martínez encargó el claustro a un arquitecto que mandó fabricarlo en Salamanca piedra a piedra. Desde allí, la mercancía fue trasladada a Madrid para montar el claustro y exhibirlo a posibles compradores.

Asimismo, la iconografía de la supuesta galería medieval no terminaba de cuadrar. Merino de Cáceres consultó la opinión de la experta Inés Ruiz Montejo, quien le responde que "es una mezcla de temas de distintos bestiarios impropia de artistas medievales porque eran muy serios y profesionales. Hay un lenguaje, unos modelos, un bestiario que funcionaron en los siglos XI y XII bajo una serie de leyes que no se cambiaban".

Por último, el profesor de la Politécnica de Madrid hablaba en este medio la pasada semana de las "sorprendentes medidas" de la obra de Palamós. A Merino de Cáceres le parecieron tan perfectas que había algo raro. "En los claustros, se regulariza la planta y la organización de los monasterios aunque finalmente se desvirtúan las medidas por circunstancias como la orografía", explica. En cambio, esta obra era "sorprendentemente perfecta", fabricada por "un buen arquitecto" y con un "extraordinario resultado".

Así, el zamorano Ignacio Martínez, quizá con la ayuda de las 18.000 pesetas que gana con una lotería comprada en 1931 en su ciudad natal, financia una obra que termina una década más tarde. Uno de los principales compradores, Randolph Hearst ya está en la ruina y aquella fiebre por el arte español había comenzado a apagarse. El claustro se queda a vivir en Ciudad Lineal durante años a la espera de un nuevo comprador.

Comentario por José Luis Santos Fernández el junio 28, 2012 a las 4:15pm

Vaya, pues parece que finalmente nuestra contertulia Alicia Canto tenía razón en sus sospechas de que el claustro podía ser falso. En dos comentarios del pasado 8 de junio (http://terraeantiqvae.com/profiles/blog/show?id=2043782%3ABlogPost%...) ella decia: "Sin ver personalmente el de Palamós, sólo con las fotos que se han ido publicando, es un riesgo opinar. A primera vista su estado de conservación parece demasiado bueno, al menos para poder descartar la hipótesis de San Gumiel. Las vistas más cercanas serían unos tramos del vídeo de Antena3 que puso ayer Percha. He congelado y ampliado uno de los fotogramas, y ciertos detalles que veo me inclinarían a pensar que es una copia....Parece que los expertos enviados optan por la autenticidad, aunque necesitan unos días más (si bien, sólo con los datos que hay disponibles, ¡nunca sería "de cartón-piedra"!). Pero, fíjeseincluso en las fotos que acaba Ud. de poner se aprecia el perfecto estado de las columnas; eso es casi imposible en un edificio del siglo XII que no haya sido nunca restaurado ni cuidado."

Comentario por Paloma el junio 28, 2012 a las 6:39pm

Pues yo me había convencido, después de leer todas las opiniones, que el resultado del enigma era una combinación de elementos antiguos, los capiteles, con otros nuevos, las columnas, entre otros. 

Comentario por Roberto el junio 28, 2012 a las 8:55pm

Como Paloma yo también estoy sorprendido por este momentaneo final de la historia. Como dije en el comentario anterior en las fotos del Archivo Moreno, excepto los capiteles, el resto parece muy nuevo. Roturas en cornisas, pero apenas el desgaste lógico que debería presentar la parte exterior de los arcos por el clima del norte. Pero los capiteles si parecían presentar un cierto desgaste y una cierta antiguedad. 

Si es cierto que la obra es de piedra de villamayor no entiendo la tardanza de los técnicos de la Generalitat en dar un veredicto definitivo y parece difícil que gente como Broto o Peridis acostumbrados a ver obras románicas y seguramente conocedores del románico de Salamanca no identificaran la muy reconocible piedra charra.

Veremos como continua el culebrón histórico artístico del verano.

Comentario por Abo el junio 28, 2012 a las 11:04pm

Tiene ustéd razón, Roberto, ..."Veremos como continua el culebrón histórico artístico del verano".

Es que si tales obras se iniciaron entre los años 1931 y finales de 1942, como se dice en el artículo de José María Sadía, las fechas son relativamente modernas, vamos que aún hay gente que pudo colaborar y encontarse aún vivas o fallecidos en estos últimos quince o veinte años.   

Se sabe el lugar de extración de la piedra que dicen de una cantera de Salamanca y por lo tanto los canteros, supongo, lo eran también de esa zona.  Posiblemente el arquitecto [ "Diseñado por un arquitecto experto en arte medieval" ]  fuera también salmantino, nada raro.   

Ante posicionamientos tan dispares de expertos profesionales en románico cabe pensar que el tema es bastante complicado para un "amigo" del románico, como lo puedo ser yo, pronunciarse en lo que aparentemente parece un auténtico de la época.  Si es un falso, la imitación es buena aún con piezas nuevas como es normal en casi todas las reconstruciones en que siempre se pierde alguna  o se rompen otras y esto se nota a simple vista como ya lo han apreciado algunas personas.

Pero es que hay algo que me llama poderosamente la atención y es lo siguiente:

Si el doctor en Arquitectura José Miguel Merino de Cáceres, que hizo trabajos de investigación al respecto del conocido claustro de Palamos, ¿cómo no llega a dar con el nombre del colega director del falso tan reciente?.  ¿Cómo no encontró familiares de los canteros que tales piezas labraron?.   Estas cosas se comentarían en las familias tanto del director de la "obra" como las de los currantes canteros que llevaron a "feliz" término este polémico descubrimiento e incluso entre los compañeros de profesión que posiblemente algunos aún pueden vivir.   Es algo a tener en cuenta y es muy posible que algo se comente en ese libro que se anuncia.

Por eso, pienso, que será el culebrón del verano como apunta el contertulio Roberto.

Comentario por Percha el junio 29, 2012 a las 9:26am

Estoy con Roberto y Abo, creo que todavía queda culebrón para rato. La noticia aportada por José Luis es muy interesante y parece bien argumentada pero creo que hay que esperar a ver que dicen, tanto los técnicos de la Generalitat, como el Sr Boto. Me cuesta creer que estos, o Peridis y demás expertos, que han visto el claustro estén tan equivocados. Yo, como Paloma, también me había hecho la idea de que se trataba de una recreación moderna con elementos antiguos, pero lo dicho "wait and see" ;-)

En todo caso, siguen apareciendo expertos en diversas disciplinas que proponen nuevas alternativas. Recientemente en La Nueva España:

«Es muy verosímil que el claustro de Palamós sea del monasterio ove... 

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