La Técnica del Zahorí

Presentación.

 

Encontrada la aparente relación existente entre la hidrología del subsuelo o geohidrología, y los lugares de culto, se hacía necesario confirmar que la detección de corrientes subterráneas era posible y también fiable, a la vez que aclarar que eran las extrañas líneas, que se detectaban junto con corrientes de una anchura mensurable.

 

                                                            El zahorí.

Descripción.

Desde la más remota antigüedad, cuando se precisaba abrir un pozo del que extraer agua, se acudía a una persona experta en ello, a la que se denominaba “zahorí”.

Se trata de una práctica rodeada por un cierto halo de misterio, así cómo de imaginativas connotaciones sobrenaturales que, desde un punto de vista científico, la han llevado a su total desprestigio.

Empleando cómo instrumento de medición una horquilla de madera flexible o también unas varillas confeccionadas con madera flexible o bien con alambre metálico, procedía a recorrer el terreno y tras una serie de mediciones, indicaba el lugar en el que perforar el pozo.

Es justo reconocer que, con un notable número de aciertos en sus determinaciones.

Su análisis técnico, una vez despojada de todo su abundante contenido esotérico, aplicando los medios y conocimientos científicos actuales, y considerando al conjunto del zahorí con sus varillas cómo un único “instrumento de detección”, proporciona unos resultados satisfactoriamente sorprendentes, que han permitido verificar su funcionamiento y con ello establecer su fiabilidad y grado de precisión.

 

Método de trabajo.

En una fase inicial, recorre pausadamente el perímetro del terreno a estudiar, con las varillas en las manos en posición de trabajo, manteniendo los brazos semiestirados hacia adelante y las varillas en posición horizontal

En diferentes puntos del recorrido, las varillas se cruzan hacia el interior de sus brazos. Aparentemente lo hacen de un modo espontáneo

 

Toma nota mentalmente de estas señales y finalmente, se sitúa en el lugar del terreno que considera más adecuado, dando comienzo a la localización de la corriente de agua subterránea.

Desde él, camina en línea recta hasta que en un momento del recorrido, las varillas giran hacia el interior de sus brazos cruzándose.

En ese lugar coloca una marca (x) en el suelo (1).

 

Sitúa nuevamente las varillas en posición de trabajo, y continúa caminando en la misma dirección

En una posición  (2) próxima al punto (1), las varillas en lugar de cruzarse, se separan. Toma nota mental de esta circunstancia, pero no realiza acción alguna y sigue caminando.

 

A una mayor distancia del punto (1), las varillas vuelven a cruzarse.

Igual que anteriormente, coloca una nueva marca (x) en el suelo (3).

 

Sigue avanzando del orden de un metro, gira sobre sí mismo y, con las varillas de nuevo en posición de trabajo, vuelve a pasar sobre el mismo punto (3), pero en sentido inverso.

Las varillas, ahora que camina en sentido contrario, no se cruzan.

 

Continúa retornando hacia el punto (1) y cuando de nuevo se encuentra bastante próximo al él, las varillas se cruzan, marcando (x) entonces el punto (2).

 

Repite la operación en el lado contrario, marcando (x) de igual manera el punto (4).

La distancia de A - B, resulta ser prácticamente igual a la de A - C.

 

En otro lugar del terreno, vuelve a repetir un proceso análogo, con idénticos resultados.

 

En este momento, el zahorí se considera en condiciones de afirmar que existe una corriente de agua (S),

situada en la vertical del punto A, y que la profundidad a la que se encuentra, es igual a la distancia A-B, o la A-C, ya que es la misma.

 

La distancia entre los puntos (1) y (2), afirma que corresponde a la anchura de la corriente detectada.

 

Probablemente contará también otras cosas tales cómo el caudal de la corriente, o si el agua es potable etc.  ya que tiene que justificar lo que cobra por su trabajo, pro para la finalidad de este análisis, carecen de interés.

Se perfora el pozo y efectivamente, el agua está allí. No sólo eso, la profundidad es muy próxima a la indicada por el zahorí.

                                                      Análisis técnico.

 

El detector.

Ha de considerarse al conjunto del zahorí y sus varillas cómo un único “instrumento de detección”.

 

Para proceder con rigor, lo primero es determinar en qué clase de campo de fuerzas se desenvuelven los acontecimientos descritos.

Realizadas experiencias con el zahorí situado en el interior de una gran caja de Faraday, los resultados obtenidos fueron los mismos que fuera de ella, por lo que todo parece indicar, que los sucesos se desenvuelven dentro del campo de fuerzas gravitatorio 

El detector no son las varillas, ya que cuando se produce la detección, el punto exacto localizado se encuentra en la vertical de su cuerpo, justo debajo de sus pies por lo que en ese momento, las varillas ya han sobrepasado ampliamente el lugar.

Por esto, la función de ellas en el conjunto del proceso de detección, ha de ser otra.

 

Utilizando un conducto de ½ pulgada de diámetro, por el que se hace circular agua y realizando aproximaciones sucesivas, se determina inicialmente que el sensor se encuentra en algún lugar del cuerpo, para finalmente, fijar su posición en la cabeza.

Esta primera aproximación se lleva a cabo con un conducto por el que circula agua y que tiene 12,7 mm de diámetro.

 

Esto no permite más que, por medio de nuevas aproximaciones sucesivas horizontal y verticalmente, poder ubicarlo hacia la altura de los oídos, sin más exactitud.

 

Se hace necesario conseguir una mayor precisión.

 

Una vez comprobado que una corriente eléctrica de dos amperios de intensidad, produce una señal equivalente a la generada por el conducto de ½ pulgada por el que circula agua, pasa a ser posible utilizarla para determinar la posición del sensor, pudiendo hablar ahora de precisión en milímetros. 

Con su aplicación se puede apreciar que no hay un sensor sino dos, uno en cada oído. 

La separación entre estos sensores resulta ser de 62+ 6 mm.

Esto viene a situarlos en el entorno de cada uno de los oídos internos.

 

Por otra parte, el sensor del oído izquierdo hace actuar la varilla de la mano derecha y viceversa.

Indudablemente se trata de un acto reflejo

 

Ahora la dificultad reside en que, la composición del oído interno es de una complejidad asombrosa.

En un espacio de muy pocos milímetros cúbicos, se acumulan gran cantidad de estructuras microscópicas complicadísimas.

Teniendo en cuenta que con los medios de los que se dispone, no es posible lograr una mayor precisión en su localización, se hace necesario seguir otro camino, para poder lograr su exacta identificación.

 

El detector teórico.

Considerando que se trata de un detector para campo gravitatorio, será suficiente con elaborar el diseño técnico teórico de un detector de este tipo, para luego pasar a localizar cuál de las complicadas estructuras del oído interno, cumple con todas las condiciones necesarias para ser lo que se está buscando.

Técnicamente hablando, el sensor estará formado por una masa mecánica (señalada en la figura en color azul), que tiene su  centro de gravedad en “G”.

Se encontrará sustentada por, al menos tres apoyos independientes entre sí, que han de ser sensibles a la presión ejercida sobre cada uno de ellos, pudiendo detectarla y transmitir al cerebro sus variaciones.

 En la situación que puede definirse cómo “normal”, o “de equilibrio”,la dirección del peso de la masa mecánica, pasa a una distancia concreta de cada uno de los diferentes apoyos.

Estos perciben una señal de presión, que transmitida al cerebro, es interpretada por este cómo “estado de equilibrio”, no dando lugar a reacción alguna.

Si el campo gravitatorio, o la posición del sensor se alteran, la dirección del peso ya no pasa por el mismo lugar de antes con respecto a los apoyos, por lo que estos transmiten, en unos casos más y en otra menos señal de presión, que la preestablecida para un “estado de equilibrio”.

Estas alteraciones serán interpretadas por el cerebro cómo un aviso de “pérdida del equilibrio”, dando lugar de modo automático, en forma de acto reflejo condicionado por nuestro aprendizaje de caminar erguido, a las correspondientes acciones correctoras de carácter  muscular.

Localización del detector.

Tras un meticuloso recorrido, por las diferentes estructuras que conforman el oído interno, se encuentra que en las cavidades llamadas “utrículo” y “sáculo”, existen unas manchas, análogas entre sí, denominadas “máculas”.

Vistas con una ampliación de 600 diámetros, que es la máxima que proporciona el microscopio óptico, forman una especie de pelusa que recubre la pared, pero no es posible apreciar con más detalle su estructura.

La imagen obtenida con microscopio electrónico, posibilita el distinguir que están formadas por una gran cantidad de pequeñas piedras, llamadas “otolitos”, que bien podrían corresponderse con las masas mecánicas, de los sensores a los que se está buscando.

La gran cantidad de ellas, todas juntas, no permite apreciar la forma en la que están asentadas, sobre la membrana que las soporta.

Una nueva preparación, en la que se han retirado casi todas las pequeñas piedras que impedían la visión, permite apreciar que los sopores presentan una apariencia fibrosa

Una amplificación aun mayor, muestra que se trata de fibras independientes, separadas entre sí.

 

Esta configuración, tanto de la masa mecánica cómo de su soporte, es exactamente la que se había descrito para el sensor gravitatorio teórico.

Sin lugar a dudas, el detector está identificado.

La presencia de cientos de sensores agrupados en cada mácula, todos cumpliendo la misma función y transmitiendo señales análogas, asegura que la débil señal individual queda amplificada cientos de veces.

Si alguno de los sensores proporcionara una señal errónea, esta quedaría enmascarada por los centenares de señales correctas, lo que garantiza una respuesta adecuada bajo cualquier situación.

 

La presencia dentro del mismo oído de dos detectores, uno en el utrículo y otro en el sáculo, unido a la circunstancia de que sus planos de trabajo, forman entre sí un ángulo muy próximo a los 45º, permite al zahorí controlar su posición respecto a la vertical, aunque su cabeza esté tan inclinada que los detectores rigurosamente verticales, no resulten eficazmente operativos.

En el caso de inclinar la cabeza hacia adelante, la nueva posición viene indicada previamente por la información visual, que precede y controla la acción refleja de la alarma gravitatoria.

 

Cuando la inclinación de la cabeza se produce hacia atrás, no existe información visual y por ello, lo único que llega al cerebro con suficiente precisión, es la que transmiten los sensores inclinados 45º respecto a la vertical.

La alarma entonces puede activarse.

 

Estas señales de alarma por “pérdida del equilibrio”, no solamente se activan por el paso sobre una corriente de agua en movimiento, sino que lo hacen ante cualquier flujo de partículas, con las únicas condiciones de que posean masa mecánica y se encuentren en movimiento.

 

Así lo prueban, las comprobaciones realizadas con conductos por los que circulaban derivados petrolíferos, gas natural, productos químicos industriales e incluso la detección de un ferrocarril en movimiento, estando el zahorí situado sobre una colina, bajo la que existe un túnel.

 

Fundamento técnico.

Cuando el zahorí camina acercándose hacia la  vertical de la corriente subterránea (S), los sensores que trabajan verticalmente van captando un progresivo aumento de la presión, pero en todos ellos del mismo sentido. Esto no provoca alarma y todo continúa normal.

Al cruzar exactamente por encima,pasan a captar la micro alteración, que el movimiento de las partículas de agua, provoca en el campo gravitatorio del lugar, lo que produce en sus apoyos una brusca alteración en las presiones captadas.

En unos casos pasa a ser menor que la existente con respecto al valor de equilibrio, lo que equivale a pasar a estar extendido, mientras que otros sucede a la inversa.  

Esto provoca  el acto reflejo de tender a girar las manos, para presentarlas con las palmas extendidas hacia delante y de este modo amortiguar la previsible caída.

Es una acción que solo dura fracciones de segundo, ya que la percepción visual y las subsiguientes señales de equilibrio, indican al cerebro que se trata de una falsa alarma, pero el leve inicio del giro de las muñecas, ya ha provocado la rotación de las varillas hacia el interior y este, es un movimiento irreversible.

Su rectificación ha de hacerse de un modo voluntario y perfectamente consciente.

Al caminar distanciándose de la vertical, los sensores que trabajan verticalmente, captan una progresiva disminución de las señales de presión, que presenta en todos y cada uno de los soportes el mismo sentido, por lo que no se provoca la alarma

Sin embargo, en los sensores cuya posición de trabajo está inclinada 45º con respecto a la vertical, cuando el zahorí se ha alejado a una distancia en horizontal igual a la profundidad a la que se encuentra (S), detectan un cambio en el sentido de la presión de sus distintos apoyos.

Esto provoca la activación de la alarma, dando lugar al  cruce de las varillas.

 

Naturalmente, estos sensores, cuando el zahorí se gira y camina en el sentido contrario sobre ese mismo punto, no detectan cambio notable y la alarma no se activa.

Al no existir sensores inclinados hacia el sentido inverso, cuando retorna por el mismo punto (B), no se produce señal alguna.

Esta circunstancia sirve para diferenciar lo que es una señal de profundidad, de lo que podría ser la vertical sobre una nueva corriente existente en el mismo terreno, ya que en este caso se detectaría la señal, en ambos sentidos del recorrido.

 

Cuando el zahorí pasa, de estar situado dentro de la vertical del ancho de la corriente, a salir de ella, se produce el giro de las varillas hacia el exterior, separándose en lugar de cruzarse.

Los motivos de este comportamiento aún no han sido bien explicados, pero es un hecho real, sucede, y por lo tanto puede utilizarse en las determinaciones del ancho de la corriente, aunque en este caso la señal es mucho más débil y por ello, menos precisa y fiable.

 

Subsuelo profundo. Líneas de corriente.

Conocidos los aspectos técnicos en la detección de corrientes de agua, falta por determinar la naturaleza de las líneas, que no presentan una anchura capaz de ser medida y cuya profundidad, en general, no es posible determinar.

 

Cuando el zahorí se acerca hacia la vertical de la corriente, lo primero con lo que se encuentra es la margen más próxima a él. Los sensores captan la alteración gravitatoria y disparan la alarma.

 

En una corriente situada a bastante profundidad, en el momento de alcanzar la vertical exacta de la margen más próxima, debido a la profundidad, la señal no tiene la intensidad necesaria para disparar la alarma.  

Es  preciso adentrarse un poco más hacia el centro de la corriente, para que la alarma se produzca.

Esto da lugar a que los puntos detectados de las dos márgenes, se encuentren algo más próximos entre si que en la realidad.

A medida que la profundidad aumenta, esta distancia disminuye, hasta alcanzar un momento en el que ya no es posible diferenciar un punto del otro.

 

En teoría esta explicación resulta razonable. Ahora es necesario comprobarla sobre el terreno, con un río real.

El río Cadagua nace de la montaña en Sopeñano de Mena (Burgos) España (43º04´26”N, 3º21´26”W) y en él se reúnen las condiciones óptimas, para realizar la comprobación práctica.

Sobre el lugar del nacimiento, la peña presenta una superficie lo bastante plana cómo para poder caminar sobre ella.

En ella se localiza una corriente subterránea que se detecta con un ancho de 0,71m, resultado de una media de 20 determinaciones. La cota de altura sobre el lugar del nacimiento es de 440 m

Siguiendo el curso de la corriente detectada hasta el borde del precipicio, se comprueba que exactamente en la vertical de ella nace el río.

 

A media altura de la montaña, circula un ferrocarril que pasa por un túnel. Esta circunstancia, permite realizar nuevas medidas en una cota a 150 m de altura sobre la del nacimiento.

El resultado es la determinación de una anchura para la corriente detectada, de 4,8 m.

 

Finalmente, situados a 1,3 m sobre punto exacto del nacimiento, ya que exactamente en él, la corriente se bifurca en varias surgencias que hacen imposible su medida, el ancho es de 7,6 m.

 

A la derecha de la imagen, la representación gráfica de estas medidas, muestra claramente que, si la medición su hubiera podido realizar a una altura sobre el nacimiento de 490 m o más, el resultado de la detección hubiera sido una línea.

 

Esto indica que en general, para un zahorí de sensibilidad media, una corriente de 1 m de anchura, necesita estar a una profundidad en roca caliza de 64,5 m, para comenzar a ser detectada cómo una línea.

Con esto queda probado que una corriente de agua situada a suficiente profundidad, es detectada cómo una línea sin anchura mensurable, pero no hay ninguna certeza de que todas las líneas de corriente profunda detectadas, sean producidas por corrientes de agua. Es preciso recordar que estas líneas son producidas por un flujo de cualquier partícula mecánica en movimiento.

 

Geológicamente hablando, parece poco probable que en determinados terrenos, puedan existir corrientes de agua a gran profundidad en la cantidad detectada en la práctica. Indudablemente se trata de otra cosa que se detecta con unas características análogas a las de una corriente de agua.

Por el momento, no hay ninguna explicación científica para ello.

 

Pero las líneas de corriente profunda están ahí y permiten su utilización cómo herramienta arqueológica, mientras se espera una explicación razonada y razonable de su verdadero origen.

 

En consecuencia, en la expresión hidrología del subsuelo, debe entenderse que se incluyen todas las señales detectadas que presentan la característica de corrientes de agua, entendiendo que algunas de las líneas de corriente profunda, no sean generadas por corrientes de agua.

 

La familia de líneas.

En los plegamientos geológicos existentes en el interior de la corteza terrestre, la zona en la que cada estrato más se debilita, es en el punto de su máxima curvatura, por lo que es en él dónde se forman más grietas.

Las aguas subterráneas tienden a abrirse camino por las zonas de menor resistencia del terreno, por lo que aprovechan estas grietas y circulan por ellas.

Esto da lugar a grupos de corrientes de agua, que circulan todas en el mismo sentido y a las que les separan el espesor de los estratos que, en general, es sensiblemente constante.

 

El zahorí capta en la superficie la proyección vertical de estas corrientes.

Si se encuentran a suficiente profundidad, las detecta cómo una familia de líneas aproximadamente equidistantes.

 En el dibujo se representa un corte del terreno, mostrando un plegamiento geológico, que contiene un conjunto de corrientes de agua formadas en él.

 Se señala con trazos en negro su proyección vertical hasta la superficie y ya en ella, en color azul a trazos, la familia de líneas aproximadamente  equidistantes, tal como las capta el zahorí.

La presencia a diferente profundidad, de dos plegamientos que se cruzan en ángulo próximo a los 90º, dará lugar en la superficie, a la detección de dos familias de líneas, que se cruzan en ese ángulo.

Es la conocida cuadrícula de líneas, a la que se suele llamar “retícula” o “red” y que ha dado lugar a interpretaciones muy imaginativas, pero totalmente fantasiosas.

                                        Complementos.

 

 

Optimización de las mediciones

La precisión obtenida en las determinaciones del punto exacto de la vertical de la corriente, resulta ser de + 6 cm  para unas condiciones óptimas del terreno, y un zahorí con una sensibilidad de tipo medio-alto.

La determinación exacta de la profundidad, utilizando los sensores que trabajan con un ángulo “aproximado” de 45º con la vertical, presenta la dificultad de que hay que conocer exactamente el valor de este ángulo para cada individuo.

 Es necesario “calibrar” individualmente a cada zahorí.

 

Para ello, se determina la altura sobre el suelo de los oídos internos del sujeto, a la que se llama  h.

 

Se coloca sobre un suelo liso y horizontal, un conductor eléctrico extendido en línea recta, por el que se hace circular una corriente eléctrica de dos amperios cómo mínimo.

 

Situado muy próximo a él y con las varillas en posición de trabajo, el zahorí se aleja perpendicularmente al conductor eléctrico, hasta que las varillas se cruzan.

En ese punto, se marca en el suelo el lugar fijado por  la vertical de sus oídos internos.

Se mide la distancia hasta el conductor eléctrico y se la llama d.

 

Estos datos permiten calcular, el ángulo que realmente forman con la horizontal sus sensores inclinados, ya que:

 

                                                        tang  aº = h/d

 

Los resultados obtenidos en varios sujetos, fijan este valor en  45º +  5º

 

En condiciones óptimas, la desviación en la medida de la profundidad se sitúa en el orden del  + 1 %.

 

En la práctica, está condicionada por las irregularidades del terreno, ya que hay que alejarse perpendicularmente a la corriente caminando en posición de trabajo, una distancia igual a la profundidad y esto presenta en ocasiones, serias dificultades.

Lo aconsejable es determinar la profundidad, desplazándose en ambos sentidos, con lo que se obtienen dos mediciones, que deben ser coincidentes.

El perfil de la corriente.

Con el conjunto de conocimientos técnicos que se posee, ya es posible obtener suficientes datos, que permitan hacerse una idea aproximada de cómo es la sección recta de la corriente de agua.

Siguiendo el método anteriormente explicado, se determinan los siguientes puntos:

-Las verticales de las márgenes de la corriente, V1 y V2.

 -Las márgenes de la corriente, detectadas por los sensores inclinados a 45º, D1 y D2.

Cómo sólo se detectan al alejarse de la vertical de la corriente y no al acercarse, el punto D1 se capta porque las varillas se cruzan, mientras que el D2 porque se separan y por ello son menos precisas.

 

De modo análogo se sitúan los puntos I1 e I2.

 

El conocimiento de estos seis puntos, permite trazar geométricamente, el hexágono en el que se encuentra encerrado el perfil de la corriente de agua, llamada “sección mojada”, lo que viene a dar una primera aproximación a su posible caudal.

No se capta la parte del conducto por la que no circula agua, a la que se ha llamado “sección seca”.

 

El sentido de la corriente.

Colocado el zahorí sobre la vertical de la corriente y dentro de ella, al situarse con las varillas en posición de trabajo y mirando hacia la dirección de la que procede el agua, al cabo de un tiempo, las varillas se le cruzan.

Lo hacen de un modo que puede definirse cómo “tímidamente”, pero se cruzan.

 

No está del todo claro el motivo, pero parece obedecer a que las turbulencias de la corriente, provocan continuados sobresaltos al “estado de equilibrio”, pero sin la intensidad suficiente para activar la alarma.La continuación en el tiempo de esta situación de “semi-alarma”, acaba provocándola.

 

Cómo es de esperar, la posición del zahorí recibiendo la corriente por la espalda, termina provocando el que las varillas se separen.

 

Esto permite conocer el sentido de la circulación del agua, o del flujo de partículas mecánicas en movimiento de que se trate, aportando un indicio más a tener en cuenta, para la estimación del caudal, ya que puede  considerarse que a mayor turbulencia, suele corresponderle más velocidad.

 

En todo caso, la estimación del caudal es sólo eso, una estimación, nunca un dato exacto.

 

Las varillas.

La única función de las varillas, o de cualesquiera otros instrumentos análogos, es poner de manifiesto que se produce una brevísima alarma, por una posible pérdida del equilibrio.

La acción refleja de auto protección, consiste en tratar de presentar las manos con las palmas hacia delante, para de este modo amortiguar la posible caída.

 

Al llevar el zahorí las varillas con las manos semi-extendidas hacia delante, este leve inicio de movimiento de torsión en las muñecas, inclina hacia el interior el eje de giro formado por la empuñadura.

Las varillas inician el giro hacia el interior y, aunque una fracción de segundo después, las manos vuelven a situar las empuñaduras en su posición de equilibrio, el giro ya se ha iniciado y continúa por inercia, dando lugar a que las varillas se crucen.

 

El comportamiento mecánico de las mismas, obedece básicamente a las leyes del péndulo.

La única diferencia es que, al no realizarse en un plano sino en un espacio de tres dimensiones, sus ecuaciones de cálculo resultan algo más complicadas.

También ha de considerarse el rozamiento de las varillas con la piel, que ha de superarse para que estas inicien el giro.

Al igual que en el péndulo, la velocidad de oscilación es independiente del peso de las mismas y únicamente depende de su longitud.

 

La longitud a tener en cuenta, es la distancia desde el eje de giro (empuñadura) hasta el centro de gravedad del conjunto que gira.

Con estas premisas, es posible optimizar las varillas, diseñándolas para que sean poco sensibles al perturbador efecto del viento y, con la rapidez de respuesta mas conveniente.

 

Esto permite diseñar varillas largas, que proporcionan una respuesta muy sensitiva pero muy lenta, con lo que se pierde precisión.

Unas varillas con longitud corta, resultan poco sensibles, pero muy precisas.

 

Los mejores resultados prácticos se obtienen con una longitud de radio de giro de unos 25 cm, que proporciona hasta una precisión de + 6 cm y una sensibilidad suficiente para una buena detección.

 

Una muy buena sensibilidad, unida a una aceptable precisión, se obtiene con una longitud de unos 40 cm que, como contrapartida, proporciona una precisión de tan sólo + 14 cm

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Comentario por Luis Castaño Sánchez el diciembre 4, 2012 a las 10:01pm

Buenas noches:

Tras seguir atentamente el otro ¿post/artículo? acabo ahora mismo de leer éste con detenimiento y quería expresar mis sentimientos sobre ambos.

En primer lugar he de decir que si esto no es una aproximación científica a un objeto de estudio no sé qué otro tipo de procedimiento puede serlo. Es más, me da la sensación que el autor / los autores de la investigación han tenido que luchar contra su propio escepticismo con respecto a este tema. Puede que haya sido ese hecho lo que ha generado sus exhaustivas comprobaciones. En definitiva, que no soy en absoluto especialista en el tema pero me parece un trabajo serio.

En segundo lugar, deseo expresar mis simpatías hacia el Sr. Carlos Pellón. Cuando inicié la lectura del primer post/artículo lo primero que me llamó la atención fue su comentario (cito de memoria) de que habían realizado su descubrimiento "de forma accidental". Es también mi caso con respecto a un descubrimiento personal relacionado con Metrología Histórica sobre el que estoy preparando actualmente un artículo para enviarlo a revistas especializadas por lo que, de algún modo, me siento identificado con él.

Por último, comentar que seguiré el tema con atención.

Atentamente, Luis Castaño.

Comentario por Paloma el diciembre 4, 2012 a las 10:44pm

Pues a mi, con todos mis respetos, todo el respeto del mundo, me recuerda a aquel divertido caso del arquitecto que hizo una tesis doctoral sobre las pirámides de Egipto, a una de ellas le colocó una esfera, lo razonó con miles de fórmulas matemáticas, gráficos y esquemas de todo tipo y se doctoró. Al cabo de unos días y una vez que la tesis saltó a los medios de comunicación, fue debidamente criticado por expertos dado lo irrazonable de su propuesta. 

Repito, con todo mi respeto y teniendo en cuenta las muy interesantes reflexiones que ya se han producido en el post anterior por parte de expertos científicos, geólogos y físicos.

Un saludo a todos :)

Comentario por Luis Castaño Sánchez el diciembre 4, 2012 a las 11:40pm

Saludos de nuevo:

Me he tomado la molestia de releer una vez más todos los comentarios del post anterior y, tal como recordaba, no todas las reflexiones son contrarias a estos planteamientos. Incluso algunos comentarios (caso del de Alicia M. Canto) animan al Sr. Pellón a continuar sus investigaciones sobre el tema. Personalmente, soy de la misma opinión. Creo que debería profundizarse más en este tema antes de descartarlo de plano. Podria ocurrir que al final nos encontremos con que debamos aceptarlo.

Saludos. :)

Comentario por juan carlos campos el diciembre 4, 2012 a las 11:44pm

Pensé que nunca vería publicado un artículo sobre este tema y abordado de una manera tan científica. Durante 20 años me he dedicado a hacer perforaciones de todo tipo, pero en especial sondeos productivos para agua. Mi experiencia en este tema ha pasado por muchas etapas, desde el escepticismo total a la creencia casi absoluta, y viceversa.

Empecé empleando la técnica del zahorí varios años después de empezar a hacer sondeos, casi obligado por mis propios clientes. Muchos no entendían porque no la utilizaba, y en caso de que no se encontrase agua, el tema era mucho peor. 

Para no extenderme demasiado, expondré escuetamente algunas cosas:

Yo empleaba una técnica parecida: marcaba tres puntos para formar una línea recta y buscaba otra línea transversal y donde se cruzaban hacía el sondeo sin más.

Los sondeos rara vez sobrepasaban los cien metros de profundidad (las corrientes superficiales se cementan porque suelen estar contaminadas).

El porcentaje de aciertos es alto, pero no hay que olvidar que en cien metros hay muchas posibilidades de encontrar agua, incluso al azar. 

Estoy de acuerdo en que la la causa de que el zahorí mueva sus instrumentos sean pequeñas variaciones del campo magnético, aunque mi teoría es que estas variaciones son producidas por las fallas, fisuras, cambios del terreno (pizarras - arcillas- gravas etc).

Creo que el agua por si sola no se puede detectar, ni siquiera la energía que produzcan las turbulencias en el interior Si se pudiera, estar al lado de una presa o catarata afectaría mucho más a los sensores del oído. Creo que las fallas y cambios del terreno, o las grandes cavidades (llenas de agua o secas) son lo que yo detectaba, y como son las condiciones más favorables para acumular agua las posibilidades son mucho mayores.

Algunas veces perforé sondeos en los que las varillas me marcaban muchas posibilidades de agua, pero no salió ni una gota. En cambio, me encontré a distintas profundidades grietas y cavidades de más de un metro de potencia totalmente secas. Esto explicaría que las varillas no acertasen.

Por último quiero quedarme en una posición intermedia:A los escépticos les diría que perderían la apuesta si sostienen que las varillas no detectan nada, y a los que crean en este método como una técnica infalible para buscar agua les puedo mostrar en mis archivos docenas de pozos improductivos. Me gusta la postura de doña Alicia en el post anterior, en el sentido no descartar nada a priori.

Un saludo  

 

 

Comentario por Carlos Pellón Rivero el diciembre 5, 2012 a las 12:02am

Dicen que el movimiento se demuestra andando. Gustosamente trataría de localizar corrientes en un terreno en el que se quiera perforar un pozo. Mi residencia es en la bahía de Santander. Si el sondeo está próximo, avísarme y me acerco. Después comentamos los resultados.

Para los que leyeron  HIDROLOGÍA DEL SUBSUELO Y ARQUEOLOGÍA los primeros días, le he añadido una parte que pienso es la más interesante. Vale la pena releerlo.

Comentario por María // el diciembre 5, 2012 a las 10:09am

 

Me alegra la intervención de Juan Carlos Camposy el relato que hace de su experiencia porque le conozco personalmente y sé que no es dado a exageraciones.

Parece que en lo que hay diferencias es en el grado de fiabilidad ¿no?

 pongo el enlace al artículo del señor Pellón HIDROLOGÍA DEL SUBSUELO Y ARQUEOLOGÍA del que se habla aquí y en el que hay más  opiniones algunas muy escépticas  

http://terraeantiqvae.com/profiles/blogs/hidrolog-a-del-subsuelo-y-...


Resalto esta del Sr Juan Gil ,geólogo que creo que no hay que perder de vista

Habría que establecer, antes de realizar este tipo de artículos tan documentados arqueológicamente, si las rocas del subsuelo son permeables o impermeables, porque si son impermeables no tienen aguas subterráneas y entonces cualquier deducción que se haga será errónea. Y dentro de las rocas permeables solo las calizas, los yesos y las sales haloideas son solubles, por lo cual pueden presentar corrientes subterráneas en sus numerosos conductos de disolución; pero el resto de las rocas permeables NO tienen corrientes, puesto que el agua se almacena en los huecos o fracturas que contienen y la circulación prácticamente no existe, a no ser que hagamos una captación con un bombeo continuo.

 Por tanto, NO hay "corrientes" de aguas subterráneas en el 90 % de las rocas de la corteza, en unas porque son impermeables y en otras porque son insolubles y no presentan conductos apropiados para que las aguas "circulen" con cierta velocidad.

Comentario por Dani García de la Cuesta el diciembre 5, 2012 a las 10:50am

Muy buenas.

Primeramente felicitar a Carlos Pellón por el trabajo. Realizar algo así sin tener otras referencias es ser pionero en algo, lo que conlleva mayor dificultad y buena intuición para poder desarrollarlo.

Me llama la atención que la mayoría de los comentarios hacen referencia a las intervenciones de otras personas como si por conocimiento, cercanía de pensamiento en lo expuesto, etc..., se tuviera mayor o menor confianza en lo que se plantea en los artículos, que por una convicción propia y valorada sobre el trabajo. Supongo que ante la falta de conocimientos para pronunciarse. Para mi se han mostrado razonamientos y experiencias muy válidas con las que continuar explorando. Como muy bien dice Carlos, el movimiento se demuestra andando. Y compartiendo podremos avanzar mucho más. Como decía un profesor asturiano: "caún sabemos un poquiñín y entre toos, sabémoslo too".

Por ello, pienso que una gran difusión de este trabajo aportaría más información, desarrollo y depuración de las técnicas estudiadas, formación de grupos de trabajo, nuevos hallazgos y probablemente una fórmula más de estudio y ayuda en las tareas arqueológicas.

Carlos lo ha puesto fácil. Si hay interés y cercanía suficiente, habrá que quedar en algún sitio y ver que sucede. Se graba, documenta, (se come algo, se bebe algo) y se difunde, esperando una mayor aportación en las investigaciones. Salud.

Comentario por Luis Castaño Sánchez el diciembre 5, 2012 a las 11:34am

Buenos días:

Desde que leí el primer artículo no he podido dejar de pensar en la visita a la catedral de Quimper en mi primera beca en Francia, ya que se me quedó grabado el hecho de que su nave central estuviese "torcida" a partir del altar. Este hecho (que es evidente a simple vista) lo comentaba la guía como curiosidad pero no consigo recordar si explicó el motivo de ello. ¿Podría tener que ver con esta línea de investigación? En todo caso aquí lo dejo como sugerencia junto a un enlace a una página sobre dicha Catedral. En la imagen de la vista interior de la Catedral puede apreciarse con toda claridad lo que comento:

http://es.wikipedia.org/wiki/Catedral_de_Saint-Corentin_de_Quimper

Saludos. :)

Comentario por Dani García de la Cuesta el diciembre 5, 2012 a las 11:59am

Muy buenas.

A mi también se me han vuelto a la cabeza sensaciones que tuve en Lokmaria-ker en An Daol Varchant, la table des Marchand  y cuando me paseé por entre los menhires de Karnag, que de aquella se podía visitar libremente. ¿A ver si estas alineaciones van a corresponder con el tema expuesto?

Comentario por María // el diciembre 5, 2012 a las 12:06pm

Dani,en mi caso concreto ,si hago alusión a comentarios de otros es ,evidentemente,por falta de conocimientos ,sobre los zahories y sobre geología.Hay que ser muy exigentes si se quiere que estos asuntos se tomen en serio .

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