Arqueólogos hallan la primera prueba de sacrificios humanos a Zeus en el monte Liceo de Grecia

Foto: Escalera monumental hallada en el santuario inferior. Foto: © Ministry of Culture, Greece.

El esqueleto de un adolescente de hace 3.000 años hallado en el monte Liceo apunta a una siniestra leyenda griega que rodea a esta montaña del Peloponeso también conocida como Likaión o «montaña de lobos», donde según la tradición local nació y vivió Zeus.

Foto: El esqueleto probablemente perteneció a un adolescente que fue enterrado en una tumba de tipo cista, con algunas lajas cubriéndole la zona pélvica. Foto: © Ministry of Culture, Greece.

En su cumbre, a 1.400 metros, existía un antiguo altar donde se sacrificaban cabras y ovejas al dios del Olimpo entre el siglo XVI antes de Cristo y el periodo helenístico. Textos antiguos mencionaban también sacrificios humanos, de los que hasta ahora no existían pruebas en Grecia.

Foto: El esqueleto, de unos 3.000 años de antigüedad, no conserva el cráneo pero sí la mandíbula inferior. Foto: © Ministry of Culture, Greece.

De acuerdo con la leyenda, un niño era sacrificado con animales y toda la carne era cocinada junta para luego ser servida. Quien se comía la parte humana se convertiría en lobo durante nueve años. «Quien ha probado entrañas humanas mezcladas con las de otras víctimas, necesariamente se convierte en lobo», escribió Platón en la «República».

Una excavación arqueológica ha descubierto este verano un esqueleto humano enterrado en el centro del altar, en una cavidad en la roca, entre las cenizas de animales sacrificados, según informa el Ministerio de Cultura griego. Al cuerpo solo le falta el cráneo, aunque conserva la mandíbula inferior. Los expertos creen que se trata de un varón adolescente que, por los restos cerámicos encontrados en la estrecha tumba de 1,52 m de largo, habría sido enterrado hacia el siglo XI antes de Cristo.

(Zeus Liceo en Arcadia. El epíteto Liceo (Lykaios, ‘lobuno’) es asumido por Zeus sólo en relación con las fiestas arcaicas de las Liceas en las faldas del monte Liceo, el pico más alto de Arcadia. Zeus tenía sólo una relación formal con los rituales y mitos de este primitivo rito de paso, con una antigua amenaza de canibalismo y la posibilidad de una transformación en hombre lobo de los efebos que participaban. Cerca del antiguo montón de cenizas donde los sacrificios se celebraban había un recinto prohibido donde, supuestamente, ninguna sombra era jamás proyectada. Según Platón, cierto clan se reuniría en la montaña para realizar un sacrificio cada nueve años a Zeus Liceo, y mezclarían un único trozo de entrañas humanas con las del animal. Se decía que quien comía la carne humana se transformaba en un lobo, y sólo podía recuperar su forma original si no volvía a comer carne humana hasta que hubiese terminado el siguiente ciclo de nueve años. Hubo juegos relacionados con las Liceas, retirados en el siglo IV a.C. a la primera urbanización de Arcadia, Megalópolis, donde un templo principal fue dedicado a Zeus Liceo).

La arqueóloga griega Anna Karapanagiotou califica de «único» este hallazgo que «aportará una nueva luz (...) a los ritos practicados en la época», según decarlio a la radio de Atenas y recoge AFP. «Multitud de fuentes muy tardías evocan sacrificios humanos en esta montaña. Todo esto será estudiado», añadió Karapanagiotou.

Foto: El santuario inferior, ubicado unos 200 metros por debajo, incluye un hipódromo, un estadio, un edificio de baños, un edificio administrativo, una stoa y una fuente. Foto: © Ministry of Culture, Greece.

David Gilman Romano, profesor de arqueología griega en la Universidad de Arizona, subrayó a The Associated Press que «sea un sacrificio o no, este es un altar de sacrificios... así que no es un lugar donde enterrarían a una persona. No es un cementerio".

Foto: El santuario superior, consagrado a Zeus, se encuentra a 1.400 metros de altura en el monte Liceo. Foto: © Ministry of Culture, Greece.

Las excavaciones en el lugar continuarán hasta 2020, según la revista Greek Reporter, que destaca que el proyecto Monte Lykaion es una cooperación griego-estadounidense bajo los auspicios del Ministerio de Cultura de Grecia y la Escuela Americana de Estudios Clásicos.

Fuentes: ABC | La Brújula Verde | National Geographic, 12 de agosto de 2016

Artículo recomendado: El sacrificio humano: víctimas en el monte Liceo. Por Mª Cruz CARDETE DEL OLMO.


 

 
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Comentario por Svami MahaPremananda el agosto 13, 2016 a las 4:45pm

En mi historia de la humanidad vemos como cada civilización antigua tiene este tipo de ritos. Les felicito, una gran investigación omtatsat Svami MahaPremananda

Comentario por María // el agosto 17, 2016 a las 3:31pm

 

Me recuerda a la historia de  Ganimedes,el adolescente raptado por Zeus en lo alto del monte Ida para que le sirviera como copero.Quizá el relato hace referencia a algún ritual de sacrificio a un dios celeste .

Si tomamos al pié de la letra lo relatado por Platón, y lo relacionamos con el esqueleto,la pieza humana mezclada con la del lobo sería el cerebro,pues lo único que parece faltar es el cráneo,que quizá ,como en otros lugares,se destinaría a recipiente.


 

Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el septiembre 12, 2016 a las 5:03pm

¿Canibalismo y sacrificio en la «cuna de la razón»?

Vista desde la cumbre del Monte Liceo. Mirando hacia el este se encuentra el antiguo santuario de Zeus

En 1972 aparecieron dos libros fundamentales para comprender la historia del sacrificio en las religiones antiguas y también cómo sus patrones básicos se han perpetuado no sólo en la religión posterior, sino también en la antropología y en la sociología: «Homo Necans», de Walter Burkert, y «La violencia y lo sagrado», de René Girard.

Burkert proponía un estudio histórico, filológico y antropológico sobre la sacralización de la violencia que investigaba acerca del origen del sacrificio en una época en que el hombre del paleolítico se convirtió en cazador y tuvo que lidiar con su falta de instinto predador mediante una serie de estrategias de «humanización de la víctima» y la generación de un sentimiento de culpa por la muerte de un «igual» que debían ser conjuradas en el seno de la comunidad humana. Obviamente, el animal era un sustituto de un humano en esa visión. Así se exploraba el origen histórico de la religión y del sacrificio humano y animal en el mundo griego aplicando de forma pionera la etología de Konrad Lorenz, que estaba en boga en aquel momento, y combinándola con el funcionalismo y la sociología de la religión que había usado Jane Harrison en su día, en su durkheimiano libro «Themis» (1912).

Un debate vigente

Girard, por su parte, se centraba preferentemente en el rito como mímesis de la violencia y en los aspectos etiológicos que buscan justificar el procedimiento del «chivo expiatorio» como explicación del hecho religioso en sí, incluyendo una reinterpretación del sacrificio griego y de la eucaristía cristiana como purificadores de la comunidad. Las cuestiones que han suscitado ambos libros acerca del sentido de la religión antigua y del estatus ritualizado de la violencia siguen muy vigentes en el debate académico. En el trasfondo estaba la idea del sacrificio humano, sublimado o sustituido por el animal o por la muerte del héroe o el dios. Huelga mencionar esas figuras de dioses que son sacrificados y consumidos por los hombres para su salvación o la expiación de sus culpas. Ahí están Osiris, Dioniso, Cristo y una larga serie de deidades que mueren y resucitan, los «dying gods» de James Frazer, y que son también consumidos en una teofagia.

Es interesante que tanto Burkert como Girard y muchos otros se centrasen en el tema clave del sacrificio entre los griegos. La Grecia antigua seguía siendo para occidente el laboratorio conceptual «par excellence» para comprender el presente de la humanidad. De hecho, la religión griega, basada en los relatos de la mitología, contiene algunas huellas de sacrificio humano en leyendas como la de Ifigenia, la hija de Agamenón, que es sacrificada a los dioses por su padre al recibir el oráculo de que sólo así triunfarían los griegos en Troya, o la de Políxena, sacrificada por los aqueos al tomar la legendaria ciudad. Otros mitos arcaicos, como el de Atreo y Tiestes, incluían la antropofagia y la matanza en el seno de la familia, cuando no otros tabúes como el incesto, en el caso del mito de Edipo. Los autores clásicos, como Sófocles, Eurípides y otros, intentaron suavizar la fuerte carga de esos antiguos mitos. Como género que supone la recepción más perdurable e interesante del mito, el drama intentó, a veces arduamente, la asunción en el contexto político de los mimbres de la narrativa patrimonial del mito, que en ocasiones refleja violencia y sacrificio cruento, como en el caso de Dioniso. Aunque estos temas no parecían los más adecuados para los propósitos pedagógicos de la tragedia, los autores dramáticos no pudieron resistirse a emprender su reutilización literaria mediante recursos que tamizaban la dureza de las leyendas patrimoniales y adaptaban esos viejos tabúes a las convenciones del género y de la escena.

Pero, pese a la transmisión literaria –e iconográfica– de los mitos, que fueron suavizándose con los siglos y se llegaron a alegorizar tal y como los hemos recibido a través de la Edad Media y el Renacimiento, en su trasfondo más arcaico había historias que, en la memoria colectiva, podían hacer referencia a alguna de esas prácticas que la arqueología y la historia han constatado fehacientemente en otros pueblos, desde los antiguos íberos, a los amerindios o los de la polinesia. Durante mucho tiempo se mantuvo la tesis de que la antigua Grecia, supuesta cuna de la razón y precursora de la ilustrada Europa, no había conocido aberraciones como el sacrificio humano y canibalismo, y que tales cosas quedaban para los pueblos tachados de «primitivos» por el positivismo y el evolucionismo decimonónicos. Desde comienzos del siglo XX, y en concreto desde el revulsivo global que supuso la Gran Guerra en Europa, la antropología, las ciencias de las religiones y la historia empezaron a comparar a los griegos con esos «otros pueblos», arrojando el estudio de la mitología comparada también sorprendentes resultados. Los griegos no eran una excepción, según estas tesis, y conocieron bien «lo irracional», parafraseando el libro de Eric. R. Dodds (1951), la religiosidad extática y mística y, como en los estudios mencionados al principio, una violencia estructural que en sus inicios habría incluído también sacrificios humanos. La arqueología ha intentado confirmar algunas de estas teorías desde entonces.

El altar de Zeus

Uno de los mitos griegos más sugerentes al respecto gira en torno al monte Liceo, en Arcadia, donde había un famoso altar de Zeus, quien, según una tradición, había nacido allí. A menudo está Zeus relacionado con varias montañas que, recordémoslo, eran sagradas para los griegos y tienen signos de veneración desde antiguo. En caso del Liceo, hubo culto desde el siglo XV a.C. hasta época helenística y el lugar tuvo un importante santuario de Zeus, sede cada cuatro años de los juegos liceos.

Cuenta el mito arcadio que el monte fue habitado por el primer hombre, Pelasgo, nacido de la tierra y ancestro del pueblo que lleva su nombre. El hijo de este, Licaón, rey de Arcadia, tenía buen carácter, pero su excesiva religiosidad le llevó a ofrecer sacrificios humanos a los dioses. Su castigo fue convertirse en lobo, en varias versiones que transmiten Ovidio, Pausanias o Apolodoro. Para unos sacrificaba a todos los extranjeros que llegaban a su casa, hasta que Zeus, disfrazado, lo detuvo y lo transformó en lobo. A veces el pecado de Licaón fue que intentó probar la omnisciencia de Zeus instándole a comer un sacrificio mezclado con carne humana. Otras versiones afirman que fue la ira de Zeus por la impiedad de Licaón y sus hijos la que hizo que se decidiera a aniquilar la humanidad con el diluvio de Deucalión. En todo caso, noticias antiguas, incluso de Platón, aluden a un ritual a Zeus que se practicaba en la cima del monte y que implicaba un sacrificio humano, con una metamorfosis. La víctima era un niño o adolescente –chivo expiatorio común en otros sacrificios humanos de la cuenca mediterránea, hasta nuestras costas levantinas– y en la fiesta una parte del joven era cocinada y mezclada con carne de animales. Se consumía por la comunidad y aquel que comía la porción humana se suponía que se transformaba en lobo, como Licaón en el mito, durante nueve años. Una suerte de licantropía griega en el marco de un ritual de expiación. Recientes excavaciones de arqueólogos griegos, junto a las universidades de Pennsylvania y Arizona, han hallado un antiquísimo esqueleto de un joven con indicios de esta violencia. Ocurre en ocasiones, y es enormemente sugerente, que la arqueología viene a confirmar el mito antiguo y a corregir la historia y las interpretaciones modernas. Podría ser este un nuevo ejemplo de ello.

Un esqueleto de Hace 3.000 años

Recientes excavaciones de un altar en el monte Liceo, consagrado a Zeus, han revelado un esqueleto con 3.000 años de antigüedad de un adolescente que se piensa que fue sacrificado (en la imagen). La noticia fue dada a conocer por el Ministerio de Cultura griego. Faltaba el cráneo del esqueleto y la peculiaridad de su tumba, que podría datar del siglo XI a.C., en un lugar donde, pese a las menciones de sacrificios humanos en el mito, no se habían localizado restos humanos, podría ser indicativo al respecto. Arqueólogos como Dave Gilman, de la Universidad de Arizona, han constatado que no es un lugar de enterramiento sino un altar sacrificial, por lo que ésta podría ser la primera prueba material de sacrificios humanos en la antigua Grecia.

Liceo: juegos atléticos y sangre humana

El monte Liceo es uno de los lugares más enigmáticos de Grecia. Así retrata Pausanias en su «Descripción de Grecia» cómo debía ser en la época de máximo esplendor, cuando servía de espacio sagrado dedicado a Zeus: «Delante del altar, al este, dos pilares sobre los que reposaban viejas águilas de oro. En este altar se ofrecían sacrificios en secreto para Zeus Liceo. Era reacio a inmiscuirme en los detalles de ese sacrificio, dejarlo como es y fue desde el comienzo». La leyenda contaba que quien entraba en el templo moría en el curso del año siguiente. Pero en Liceo no sólo se celebraban presuntos sacrificios, sino también juegos atléticos al modo de las Olimpíadas, conocidos como las Liceas, donde, además, se producían rituales secretos como los ya mencionados sacrificios humanos o «ritos de paso» en los que se practicaba presuntamente el canibalismo.

Por David Hernández.  Escritor y profesor de Historia Antigua en la UNED.

Fuente:larazon.es | 11 de septiembre de 2016

 

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