Un equipo de arqueólogos ha empezado a sacar a la luz las ruinas de la ciudad fenicia de Tiro (Líbano), de la que salieron los comerciantes que fundaron el núcleo urbano de sa Caleta en el VIII a.C.

Fuente: JOAN LLUÍS FERRER | Diario de Ibiza8 de julio de 2016

Fenicios llegados de Tiro (en el actual Líbano) fundaron Ibiza (Ibosim) en el siglo VIII a.C., aunque antes de llegar aquí permanecieron un centenar de años en las costas andaluzas. Ahora, un equipo de arqueólogos de la Universitat Pompeu Fabra de Catalunya ha descubierto las casas donde vivían aquellos habitantes de la lejana Tiro que un buen día decidieron dejarlo todo para adentrarse en el mar, en una incierta aventura que les llevaría hasta los confines del Mar Mediterráneo.

Foto: Arqueólogos en un enclave del sector de la acrópolis de Tiro. J. M. LÓPEZ GARÍ

El arqueólogo ibicenco Josep Maria López Garí ha formado parte de este grupo, financiado por el Ministerio de Cultura de España y con la participación del Gobierno libanés. Son unas excavaciones que, por primera vez, están dejando al descubierto las viviendas de aquellos hombres y mujeres de los que descendían los primeros ibicencos.

Los fenicios ya conocían las costas españolas desde antes, pues en el siglo XI a.C. mantenían contactos comerciales con las comunidades indígenas de la Península. Sin embargo, en el siglo IX a.C. sucede algo que impulsa a un importante número de hombres primero y mujeres y niños después, a dejar sus casas y lanzarse a un viaje lleno de peligros y de impredecible desenlace con el objetivo de buscar una nueva vida. ¿Qué fue lo que impulsó esa masiva emigración? Según Garí, «en Oriente las cosas estaban muy complicadas; la situación política y el colapso de los mercados orientales conducen a Tiro, ciudad en auge en aquel momento, a la búsqueda de nuevos mercados».

Foto: Josep Maria López Garí, durante las excavaciones que la Universitat Pompeu Fabra está realizando en la antigua ciudad fenicia. J. M. LÓPEZ GARÍ

Fue así como cientos de personas, en varias oleadas sucesivas, dejaron la bella ciudad de Tiro e irían llegando a través del mar a varios puntos del Mediterráneo, como la actual Túnez, donde fundaron Cartago (que acabaría siendo la sede del potente imperio cartaginés), Cádiz, Huelva o Málaga, entre otras ciudades nacidas entonces. Y fue desde estas ciudades españolas desde donde, un siglo después, los nietos de esas mismas familias viajarían hasta Ibiza para fundar otro enclave, concretamente en sa Caleta, que llegaría a convertirse «en un núcleo urbano compacto, repleto de callejuelas y casitas de punta a punta, como lo es ahora Dalt Vila y con cientos personas viviendo allí».

En sus inicios, sin embargo, «lo más probable es que los fenicios sólo montaran allí un mercado al aire libre con la intención de comerciar con los indígenas de Ibiza, pero únicamente unos meses al año», explica Garí. Pero poco a poco, aquel agradable lugar de sa Caleta iría pasando de mercadillo a zona residencial. Esos mismos mercaderes irían construyendo allí sus casas hasta formar un gran poblado. Pero, al cabo de un siglo, decidieron trasladarse a un lugar con más potencial. Detrás de las salinas descubrieron un puerto mucho mejor, con un montículo ideal para construir una ciudad y una fértil llanura cultivable a sus pies. Era Dalt Vila, a donde se trasladaron en el siglo VI a.C.

Ibiza, una isla ideal

Pero ¿por qué los fenicios eligieron Ibiza y no Mallorca para asentarse? Garí apunta tres motivos: «Era una isla muy bien situada en las rutas comerciales, además era fácil de defender y, sobre todo, no tenía una población indígena muy importante, a diferencia de Mallorca, donde sí había bastantes habitantes, y además eran muy beligerantes. Esto no sucedía en Ibiza, donde la población era escasa».

Foto: Vista aérea del yacimiento de sa Caleta.

Esta es la historia ya conocida de la fundación de Ibosim. A partir de ahí, y sobre todo con el impulso añadido que proporcionó la llegada de los cartagineses (primos hermanos de los fenicios, al fin y al cabo), Ibiza se convertiría en una potencia comercial en esta parte del Mediterráneo y disponía de industrias, talleres y negocios que exportaban productos a todos los confines del Mediterráneo, gracias a un puerto que era un hervidero de barcos, ánforas y comerciantes. Mientras tanto, Mallorca continuaba siendo un reducto primitivo cuyos habitantes seguían anclados en una cultura prehistórica.

La novedad la han aportado las excavaciones que, desde hace algunos años, se están realizando en la ciudad de Tiro por parte de un grupo de arqueólogos españoles y libaneses, auspiciados por la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, financiados por el Ministerio de Cultura de España y con la participación del Gobierno de Líbano. Bajo la dirección de Maria Eugènia Aubet, integran el equipo español López Garí, Francisco Núñez, Laura Trellisó, Bárbara Mura, María Luisa Ruiz y Alfredo Mederos.

Es la primera vez que, tras la guerra civil libanesa, se excavan de forma sistemática los niveles fenicios de Tiro, fundada en el tercer milenio antes de Cristo y que aún hoy es una de las más importantes del país. «Antes se había excavado la necrópolis e incluso la arqueóloga americana Patricia Bikai había empezado a excavar la ciudad, pero estalló la guerra civil de Líbano en los años 70 y lo abandonó», afirma Garí, que lleva ya seis años en los yacimientos tirios, aunque la investigación de la ciudad antigua se inició hace sólo dos años.

Trabajo para años

Lo que se ha descubierto hasta ahora no parece ser sino el anticipo de lo que vendrá, pues los arqueólogos son conscientes de que se encuentran ante una de las grandes ciudades de la antigüedad. «Aquí hay trabajo para años», afirma el ibicenco. De momento, sin embargo, ya se están poniendo al descubierto las características típicas de toda ciudad: entradas a portales, un pasillo que conduce a un patio, un empedrado, un patio descubierto… También hay un edificio de gran tamaño cuya naturaleza exacta aún está estudiándose. Entre las novedades más recientes, destaca el descubrimiento de una calle con viviendas a lado y lado. En algunas de ellas debieron vivir los bisabuelos de quienes, un siglo más tarde, pusieron su pie en sa Caleta y acabaron viviendo en Ibiza. Las que están desenterrando los arqueólogos en Tiro son, literalmente, las casas de nuestros ancestros al otro lado del Mediterráneo, a 3.500 kilómetros de distancia.

Foto: Piezas de cerámica halladas en la excavación. J. M. LÓPEZ GARÍ

Mientras los especialistas excavan estas estructuras, una piedra descomunal, perteneciente a un gran muro, asoma entre la tierra y exhibe, inscrita en uno de sus lados, una letra fenicia. Está justo al lado del área donde trabaja la expedición de la Pompeu Fabra. Los arqueólogos se frotan las manos ante tan prometedor indicio y ya especulan con su posible pertenencia al templo dedicado a Melkart que había en Tiro. «Sabemos que por esta zona estaba el templo de Melkart y esa piedra podría ser parte de ese templo», considera Garí, que recuerda que ese lugar todavía no ha sido excavado, aunque sin duda lo será muy pronto.

Sólo se ha empezado a trabajar en una pequeña parte de los aproximadamente 5.000 metros cuadrados que el Gobierno libanés ha autorizado al equipo dirigido por Maria Eugènia Aubet en la ciudad de Tiro. Por ello, los investigadores todavía están tratando de saber dónde están, es decir, qué posición ocupaba el solar excavado dentro del recinto de la vieja ciudad fenicia y qué tipo de construcciones predominaban allí.

Sea como sea, lo que está claro es la importancia de esta ciudad en el mundo antiguo, que comerciaba con Egipto, Mesopotamia, el Egeo y, en realidad, casi todo el mundo conocido entonces. Contaba con importantes santuarios y espectaculares murallas. «Era una ciudad muy rica, con talleres, industrias, artesanos especializados y redistribución de mercancías», señala Garí, quien recuerda que la abundante cerámica recuperada demuestra que en Tiro había productos de todas partes. Otras urbes importantes de la civilización fenicia que floreció en este tramo de costa de Oriente Medio fueron Biblos, Sidón o Berytos (hoy Beirut).

Los fenicios llamaban a su propia ciudad Sur o Sor, que en su lengua significa 'la roca'. De hecho, Tiro tenía dos zonas: la situada en la costa y una isla situada enfrente, a unos 500 metros de distancia. Alejandro Magno, tras asediar la ciudad, construyó un istmo artificial en 332 a.C. que unió ambas partes.

La ciudad estaba ya poblada en el tercer milenio a.C. y entre los siglos XVI y XIII a.C. estuvo en manos de los egipcios. Después de varias vicisitudes, que combinaron épocas de prosperidad con momentos de crisis, a partir del siglo X a.C. empezó a ejercer un papel de hegemonía sobre las ciudades fenicias, que duraría hasta el siglo VI a.C.

Tiro acabaría viéndose superada en todos los aspectos por una de sus colonias: Cartago, fundada en el IX a.C., durante la misma corriente de expansión que terminaría fundando Eivissa. Cartago alcanzaría dimensiones portentosas y contaría con dos de los puertos más impresionantes del Mediterráneo –uno militar y otro civil–, que permitieron dominar este mar durante siglos. De ellos saldrían los barcos que entre los siglos V y III a.C. tejerían una red comercial, incluyendo a Eivissa, que recibía así un nuevo impulso después de su fundación por los fenicios. Cartago, que llegó a disputar la supremacía del Mediterráneo a la mismísima Roma, acabó derrotado por los romanos tras las Guerras Púnicas que enfrentaron a ambos imperios. Al obtener la victoria definitiva en 146 a.C., Roma puso especial saña en borrar del mapa a sus enemigos y arrasó concienzudamente la ciudad norteafricana, de la que apenas quedó rastro alguno.

Toda la historia de Ibosim, de Cartago, pero también de Cádiz, Málaga y otras ciudades costeras españolas proviene de aquel primer viaje que un grupo de fenicios decidió realizar hacia el otro extremo del Mediterráneo, no ya para comerciar, sino para fijar allí su nuevo hogar. «Se supone que todo sucedió como pasa ahora con cualquier emigrante moderno. Una vez que empieza a ganar dinero en su nuevo hogar, ya casi no volverá a su patria, y al final pasarán los años y ya se quedará allí para no volver jamás», explica Garí, que además señala que fueron abundantes los matrimonios mixtos, sobre todo entre hombres fenicios y mujeres indígenas, razón de más para ir asentándose en Ibiza y no recordar ya su lugar de origen.

Han pasado casi 29 siglos desde aquél movimiento migratorio que dio lugar al origen de nuestra historia (aunque ya antes hubiera una prehistoria). Y, sin embargo, ni las razones de aquel viaje, ni las dificultades que encerró, ni muchos otros detalles fueron tan distintos de los que impulsan hoy día a tanta gente a hacer exactamente lo mismo en todo el mundo.

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