El desarrollo cultural y social conllevó una reducción de los niveles de testosterena, y en consecuencia una feminización de los rasgos craneofaciales

La imagen compuesta muestra las diferencias faciales esqueléticas entre un antiguo ser humano (izquierda) con arcos superciliares marcados y zona superior de mayor tamaño y el ser humano moderno (derecha) con rasgos más redondeados y arcos superciliares mucho menos prominentes. La relevancia de estas características se puede rastrear directamente en base a la influencia de la hormona testosterona. (Robert Cieri, University of Utah)

Fuente: University Duke | 1 de agosto de 2014

Los seres humanos modernos aparecieron en el registro fósil hace unos 200.000 años, pero fue hace sólo unos 50.000 años cuando comenzó a  generalizarse la producción artística y las herramientas avanzadas.

Un nuevo estudio, aparecido el pasado 1 de agosto en la revista Current Anthropology, describe que los cráneos humanos cambiaron de forma durante ese proceso, lo que indica que hubo una disminución de los niveles de testosterona en la misma época en que la cultura comenzaba a florecer.

"Los modernos comportamientos humanos referidos a la innovación tecnológica, a la producción artística y al rápido intercambio cultural, probablemente vinieron a la vez que se desarrolló un temperamento más cooperativo", dice el autor principal, Robert Cieri (izquierda), un estudiante graduado de Biología en la Universidad de Utah, el cual comenzó este trabajo como estudiante de último año en la Universidad de Duke.

El estudio, que se basa en las mediciones de más de 1.400 cráneos antiguos y modernos, desarrolla el argumento de que la sociedad humana avanzó cuando la gente empezó a ser más amable con los demás, lo que implica que tuvo que haber un poco menos de testosterona funcionando.


Las cejas espesas (arcos superciliares) desaparecieron y las cabezas se hicieron más redondeadas, así que estos cambios pueden estar directamente relacionados con los niveles de testosterona que actúan sobre el esqueleto, según el antropólogo de la Universidad de Duke, Steven Churchill (derecha), el cual supervisó el trabajo de Cieri, una tesis doctoral que, después de tres años de desarrollo, se convirtió en el artículo de la revista citado con un total e 24 páginas.


Sin embargo, lo que ellos no pueden afirmar de los huesos de estos antiguos seres humanos es si tenían menos testosterona en circulación o menos receptores para dicha hormona.

El equipo de investigación también incluyó a los investigadores de la Universidad de Duke en cognición animal, Brian Hare (izquierda) y Jingzhi Tan  (derecha) quienes sostienen que este argumento está en línea con lo que ha sido establecido en especies no humanas.

En un estudio clásico sobre los zorros siberianos se ha comprobado que los que eran menos cautelosos y menos agresivos hacia los seres humanos, su descendencia adquiría un aspecto más juvenil y un comportamiento diferente después de varias generaciones de cría selectiva.

"Si estamos viendo un proceso que conduce a estos cambios en otros animales, ello podría ayudar a explicar quiénes somos y cómo hemos llegado a ser de esta manera", dijo Brian Hare, que también estudia las diferencias entre nuestros parientes simios más cercanos: chimpancés agresivos y apacibles y bonobos amantes del sexo libre.

Esos dos tipos de simios se desarrollaron de manera diferente, dijo Hare, y responden a la tensión social de modo distinto. Los chimpancés machos experimentan un fuerte aumento de la testosterona durante su pubertad, pero los bonobos no. Cuando se estresan, los bonobos no producen más testosterona, tal como hacen los chimpancés, sino que producen más cortisol, la hormona del estrés.


Sus interacciones sociales son profundamente diferentes, y -relevantes para este trabajo- sus caras son también diferentes. "Es muy difícil encontrar arcos supercialiares marcados en un bonobo", dijo Hare.

Robert Cieri comparó los arcos arcos superciliares, la forma de la cara y el volumen de 13 cráneos humanos modernos que tenían más de 80.000 años, y otros 41 cráneos de hace entre 10.000 a 38.000 años, así como una muestra global de 1.367 cráneos del siglo XX de 30 grupos étnicos distintos.

La tendencia que surgió del estudio consistió en una disminución de los arcos superciliares y un acortamiento de la cara en su parte superior, unos rasgos que generalmente reflejan una reducción de los efectos de la testosterona.

Hay muchas teorías acerca de por qué, después de 150.000 años de existencia, los seres humanos de repente dieron un salto hacia la tecnología (elaboración de artefactos). Hace unos 50.000 años, hay evidencia generalizada de producción de herramientas de hueso y asta tratadas térmicamente, lascas de pedernal, armas de proyectil, piedras de moler, artilugios de pesca y caza de aves, y dominio del fuego. ¿Fue esto impulsado por una mutación cerebral, por los alimentos cocinados, por el advenimiento del lenguaje, o simplemente por el aumento de la densidad de población?

El estudio de la Universidad de Duke argumenta que la convivencia y la cooperación primó la amabilidad y bajó la conducta agresiva, y que ello, a su vez, condujo a una modificación de los rostros y a un mayor intercambio cultural.

"Si las gentes prehistóricas deseaban convivir más estrechamente y transmitirse los avances teconológicos, tenían que ser más tolerantes unos con otros", dijo Cieri. "La clave de nuestro éxito es la capacidad de cooperar, llevarse bien y aprender unos de otros".

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