Los vascos no son tan antiguos como se pensaba. Descienden de los primeros agricultores estudiados en Burgos y Barcelona

Restos infantiles de hace 4.900 años estudiados en Atapuerca. / Javier Trueba/Madrid Scientific Films

Fuente: EL PAIS.com | Materia | Manuel Ansede | 7 de septiembre de 2015

El antiguo lehendakari Juan José Ibarretxe solía repetir que el pueblo vasco “tiene 7.000 años”, para defender la creación de un estado independiente cuyo origen se remontaría “al Mesolítico”. Pero no es cierto, como confirma ahora un equipo internacional de científicos. Los investigadores han leído los genomas de ocho agricultores que vivieron en los yacimientos de Atapuerca (Burgos) hace entre 3.500 y 5.500 años. El análisis genético muestra que la población actual más parecida a estos primeros agricultores es la vasca, cuya antigüedad quedaría reducida a 5.000 años.

“Los vascos descienden de los primeros agricultores que nosotros estudiamos en Atapuerca, y de otras regiones, como demuestra un estudio prácticamente simultáneo basado en un individuo de Cataluña”, detalla la bióloga Cristina Valdiosera (izquierda), del Centro Mixto UCM-ISCIII de Investigación sobre Evolución y Comportamiento Humanos. “No sé si ya estaban en lo que actualmente se considera Euskadi, pero sí podemos decir que están en Atapuerca por lo menos desde hace 5.000 años”, explica la investigadora, coautora del estudio, que se publica hoy en la revista científica estadounidense PNAS.

El origen remoto del pueblo vasco se postuló hace casi un siglo. El prehistoriador Pedro Bosch, en su libro El problema etnológico vasco y la arqueología (1923), escribió: “Podemos sin temor formular la hipótesis de que el pueblo vasco es en realidad el descendiente del antiguo pueblo de la cultura pirenaica, cuyos orígenes se remontan al pueblo indígena del norte de España en el Paleolítico Superior”.

Bosch, nacido en Barcelona, fue más allá que Ibarretxe, situando las raíces vascas en la primera etapa de la Edad de Piedra, hace más de 10.000 años. “El origen paleolítico de los vascos es una leyenda urbana que ya no tiene ningún sentido y está olvidada hace tiempo”, señala José María Bermúdez de Castro (derecha), codirector de los yacimientos de Atapuerca.

Los nuevos estudios dibujan una realidad menos deseable desde el punto de vista nacionalista, pero no exenta de épica. La agricultura y la ganadería nacieron hace unos 11.000 años con la llamada revolución neolítica en el Creciente Fértil, la región de los actuales Israel, Siria e Irak, entre otros países. Aquellos primeros agricultores protagonizaron una migración por Europa, mezclándose con las antiguas poblaciones locales de cazadores y recolectores. En el caso de España, este solapamiento entre agricultores recién llegados y pueblos primitivos duró 2.000 años, según el nuevo estudio.

“Los habitantes de la península Ibérica tenemos un origen bastante común y relativamente reciente. Lo que sí es cierto es que los vascos, en zonas montañosas, no recibieron tanta influencia genética en tiempos históricos, como sí ocurrió en Andalucía con los musulmanes o en el Mediterráneo con los romanos. Los vascos preservan más la pureza neolítica”, apunta Bermúdez de Castro.

“Las similitudes entre los vascos modernos y estos primeros agricultores nos cuentan que los vascos permanecieron relativamente aislados los últimos 5.000 años, pero no mucho más”, ha sostenido en un comunicado Torsten Günther (izquierda), investigador de la Universidad de Upsala (Suecia) y principal autor del estudio junto a Valdiosera.

“Podemos decir que los vascos no tienen una conexión genética con las poblaciones cazadoras-recolectoras del Mesolítico y por tanto no tienen un origen tan antiguo como antes se había pensado”, incide Valdiosera. “Es probable que el euskera sea descendiente de la lengua que utilizaban los primeros agricultores, o quizás una de las lenguas que utilizaban los primeros agricultores, sin embargo, el origen de su lenguaje no lo podemos dar por concluido”, añade.

Sus conclusiones son similares a las obtenidas por el equipo científico que publicó la semana pasada el primer genoma mediterráneo, extraído de una mujer que vivió hace 7.400 años en la actual Barcelona. “La idea esencial es la misma en ambos trabajos”, reconoce su principal autor, Carles Lalueza-Fox (derecha).

Este investigador del CSIC en el Instituto de Biología Evolutiva, en Barcelona, analiza ahora “dos centenares de muestras vascas, desde el Neolítico hasta la Edad del Bronce”, para despejar cualquier duda sobre el origen de los vascos.

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El origen ibérico de los vascos

Recreación de la vida neolítica en Atapuerca distribuida por la U. de Upsala. / María de la Fuente

Fuente: La Razón.es | Jorge Alcalde | 7 de septiembre de 2015

El origen del pueblo vasco es una de las historias más fascinantes, controvertidas y en demasiadas ocasiones manipuladas de la paleontología contemporánea. Durante muchos años se ha tratado de demostrar si realmente los vascos son descendientes directos de una población pre neolítica, mantenida intacta durante milenios y que habitó las tierras de Euskadi antes incluso de la llegada a la Península Ibérica de la práctica de la agricultura. De hecho, durante los años 70 del siglo pasado proliferaron los estudios que relacionaban las poblaciones del País Vasco con asentamientos del Paleolítico Superior o, en tiempos más recientes, con los primeros pobladores mesolíticos del Norte de África o de las Islas Canarias.

La tesis era, en todo caso, similar: el pueblo vasco es una excepción demográfica en la Península, que prácticamente no ha experimentado intersección genética con los pueblos ibéricos, como demostraría su origen filogenético y la especificidad de su idioma.

Pero ahora, un interesante hallazgo llevado a cabo en El Portalón, una de las cuevas más importantes de los yacimientos de Atapuerca, podría aclarar definitivamente el asunto. Los vascos serían descendientes de los primeros agricultores que llegaron a Iberia, como lo somos el resto de los pueblos de esta parte de Europa.

Restos fósiles de un niño del Calcolítico de hace 4.900 años en el yacimiento El Portalón (Atapuerca), el cual ha proporcionado el ADN para el estudio que ha sido presentado. Javier Trueba/Madrid Scientific Films.

En la cueva de El Portalón se pueden encontrar restos de gran valor arqueológico y paleontológico, desde muestras de los asentamientos romanos en la zona hasta evidencias humanas que se remontan al Neolítico. El estudio ahora presentado, firmado por científicos de la Universidad de Upssala, se centra en algunos enterramientos humanos de hace entre 3.500 y 5.500 años que contienen importantes muestras de ADN mitocondrial bien conservado. Precisamente ese material es clave para entender algunos movimientos migratorios sucedidos durante el Neolítico en Europa y que tienen que ver con la mayor innovación de la historia de la humanidad: la llegada de la agricultura y el sedentarismo que desplazó a las antiguas comunidades cazadoras-recolectoras y nómadas.

La agricultura se originó hace unos 11.000 años en Asia Menor, en lo que hoy denominamos Creciente Fértil. Desde allí, la práctica de los cultivos y la ganadería se extendió por toda Europa y llegó a la Península Ibérica hace unos 7.500 años. En aquella época, el Viejo Continente estaba poblado por multitud de pueblos cazadores-recolectores que asumieron muy rápidamente la innovación agrícola.

La ciencia ha centrado buena parte de sus esfuerzos en entender cómo la práctica del sedentarismo y el cultivo llegó al centro y al norte de Europa. Pero hasta ahora se ha sabido muy poco de los entresijos de esa misma expansión por el sur del continente. Un lugar especialmente interesante para estudiar este fenómeno es, precisamente, la cueva de El Portalón. Gracias al estudio de 8 cuerpos hallados en ese yacimiento, se ha podido realizar el primer dibujo paleogenético de antiguos agricultores y ganaderos de la Península y se ha demostrado que comparten una historia similar a la de sus equivalentes en el centro de Europa. Es decir, proceden de una oleada migratoria desde el suroeste de Asia y se mezclan paulatinamente con las comunidades de cazadores que se encuentran a su paso. El análisis genético demuestra que, al compararse con todas las poblaciones ibéricas actuales, los individuos de El Portalón se parecen excepcionalmente a los vascos de hoy en día. De ese modo quedaría demostrado que las familias que migraron desde el Creciente Fértil a la Península ibérica llegaron hasta el País Vasco y se mezclaron con los habitantes de esa zona, igual que hicieron con los demás pueblos ibéricos.

Excavacions en El Portalón, Atapuerca, en una imagen de archivo. Javier Trueba/Madrid Scientific Films

Pero sí es cierto que las sucesivas poblaciones vascas presentan patrones diferentes de hibridación con los colonos agricultores que el resto de los pueblos. De hecho, en tiempos más recientes, los habitantes de la actual Euskadi recibieron poca influencia genética de las sucesivas oleadas migratorias.

El artículo, publicado en la revista «Proceedings of the National Academy of Sciences» de Estados Unidos, también indaga en el origen del euskera. Se sabe que esta lengua es realmente excepcional y se mantiene como uno de los pocos casos en Europa sin relación con las lenguas indo europeas. La nueva investigación no puede dar respuesta satisfactoria a esta peculiaridad. ¿Era ésta la lengua que hablaban algunos de los primeros emigrantes agricultores procedentes del Creciente Fértil? ¿Era la lengua que usaban los anteriores habitantes de la zona, antes de la invasión desde oriente de los nuevos individuos modernizados, y que fue conservada de manera excepcional? Ambas hipótesis son plausibles.

Pero lo que sí demuestra esta nueva aproximación paleontológica es que todas las poblaciones que habitamos la Península ibérica tenemos un origen común y que las peculiaridades de los pueblos españoles actuales tienen mucho más que ver con variabilidades culturales que con diferencias biológicas.

La investigación también ha servido para reforzar la validez del ADN antiguo como método de reconstrucción de la filogenia de las poblaciones humanas. El origen y el impacto de la agricultura en Europa ha sido un tema de largo debate. No está claro el camino que siguió la expansión de esta práctica desde que nació hace 11.000 años hasta que llegó a implantarse en toda Europa, incluidas las islas británicas 3.500 años después. La principal controversia reside en el mecanismo de transmisión de la nueva forma de vida. ¿Se comunicó el conocimiento de unos pueblos a otros, en una suerte de globalización de las ideas entre vecinos? O más bien ¿las tribus agricultoras fueron expandiéndose y ocupando el terreno mientras desplazaban de sus terruños a los antiguos cazadores? los datos genéticos confirman que los agricultores y los cazadores eran poblaciones genéticas muy diferentes y que, lo más probable es que los primeros expulsaran a los segundos del paraíso o mezclaran sus genes con ellos originando todos los pueblos actuales.

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Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el septiembre 10, 2015 a las 10:59pm

Atapuerca y la historia del País Vasco

Fuente: quo.es | 7 de septiembre de 2015

El Portalón de la Cueva Mayor de Atapuerca contiene un yacimiento de unos 40 metros de profundidad. No se sabe qué período cubrirá esta enorme secuencia sedimentaria, pero por el momento ya se tienen resultados de los 10 metros superiores y, por tanto, de la época más reciente. La cueva llegó a ser habitada durante los tiempos del imperio romano, a juzgar por los restos arqueológicos que se encuentran a pocos centímetros de la superficie. Pero antes de esa época, y según se profundiza en la secuencia estratigráfica, aparecen poco a poco restos del período Neolítico. Es entonces cuando las tierras circundantes comenzaron a cultivarse por primera vez. La cueva fue lugar de habitación, pero también de enterramiento. Ocho de los esqueletos encontrados hasta el momento, cuya antigüedad se ha estimado por medio del C14 entre 5.500 y 3.500 años antes del presente, han aportado razonables secuencias de su ADN mitocondrial (ADNm) y nos ofrecen información sobre nuestra prehistoria más reciente.

Excavación en el yacimiento de El Portalón de Cueva Mayor (sierra de Atapuerca) durante la

campaña de 2015.

De este período existe una notable cantidad de datos de ADNm antiguo obtenido en diferentes yacimientos europeos. Gracias a ello, el estudio de ADN ha irrumpido con fuerza en el estudio de los movimientos migratorios sucedidos durante el Neolítico en nuestro continente. La innovación que supuso el cultivo de los campos y la progresiva domesticación de animales para la producción y el consumo supuso un revulsivo en diferentes lugares del planeta. Hace unos 11.000 años se produjo esta innovación en el suroeste de Asia, en una región que se conoce como el “Creciente Fértil”. La cultura agrícola y la ganadería acabaron por extenderse a todo el continente europeo y llegaron a la Península Ibérica hace unos 7.500 años. Los pueblos de cazadores y recolectores del Mesolítico de Europa recibieron esta decisiva innovación gracias a los movimientos migratorios desde el Creciente Fértil.

Desde hace muchos años, cuando se realizaron las primeras investigaciones científicas en antropología del esqueleto, las hipótesis científicas dieron lugar a varias leyendas sobre el origen de las poblaciones que habitan en el País Vasco. Recuerdo bien esas leyendas, cuando a finales de los años 1970 comencé a realizar mis primeros trabajos sobre la antropología de las antiguas poblaciones de la islas Canarias. Por resumir, se pensaba entonces a nivel popular que el origen de las poblaciones del País Vasco se remontaba a un aislamiento milenario desde los tiempo del Paleolítico Superior, quizá desde hace más de 20.000 años cuando el continente europeo había sido colonizado por el llamado “Hombre de Cro-Magnon”. Más tarde, y ya con datos antropológicos más fiables, se reconocía ese aislamiento desde la época mesolítica, hace unos 12.000 años. Se llegó a pensar en posibles relaciones entre las poblaciones vascas y los antiguos pobladores mesolíticos del norte de África y hasta con los aborígenes de las islas Canarias. Pero las investigaciones en paleogenética han ido refutando todas estas hipótesis. Ahora, el estudio del ADNm de los esqueletos encontrados en el yacimiento del El Portalón sugieren un estrecha relación entre los agricultores y ganaderos de la región donde se ubican los yacimientos de la sierra de Atapuerca y los agricultores y ganaderos del País Vasco. Así lo cuentan en la revista PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences of USA) un equipo de investigadores españoles (liderados por Cristina Valdiosera) y suecos, expertos en el estudio del ADN antiguo.

Valle del País Vasco

Las migraciones desde el Creciente Fértil llegaron hasta el País Vasco y sus habitantes se mezclaron con los colonos, del mismo modo que había sucedido con otras poblaciones de la península Ibérica. Las investigaciones sobre el ADNm apuntan claramente en esa dirección. Además, los resultados de este trabajo en PNAS muestran una notable similitud entre diferentes fragmentos (haplogrupos) del ADNm de los actuales habitantes del País Vasco y de los individuos neolíticos del El Portalón.

Ante resultados tan interesantes, Michael Dunn (experto en linguïstica en la Universidad de Upssala) se unió al equipo de trabajo para aportar sus conocimientos. Es bien conocido que el euskera no tiene relación con las lenguas de origen indo-europeo y puede considerarse como una de las pocas excepciones que han persistido en Europa. Este hecho ha tenido una enorme trascendencia en las primeras hipótesis sobre el origen de los habitantes del País Vasco. Aunque serán necesarios estudios adicionales y más datos sobre ADNm, la biología parece explicarnos por el momento una historia muy alejada de las viejas leyendas. El euskera podría ser una de las lenguas habladas por los primeros agricultores de la península Ibérica, aunque también podría plantearse que esta lengua era hablada por los antiguos cazadores y recolectores del Mesolítico. Si esta hipótesis es correcta, el euskera habría persistido como una lengua propia en algunos lugares del País Vasco, a pesar de la llegada de los agricultores y ganaderos procedentes del Creciente Fértil. La peculiar orografía del País Vasco habría preservado esta riqueza cultural, que nos “habla” de tiempos remotos, cuando todavía vivíamos de lo que conseguíamos cazar y de lo que nos ofrecía la naturaleza. Las dos hipótesis se plantean en el artículo publicado por la revista PNAS.

Ya en tiempos históricos, las poblaciones vascas apenas recibieron el impacto genético de las invasiones procedentes del este de Europa y del norte de África, según revelan los resultados del trabajo publicado en PNAS. Habrá que seguir de cerca lo que el estudio del ADN antiguo nos pueda revelar sobre la dinámica de las poblaciones europeas. La excavaciones en el Portalón y otros yacimientos de la sierra de Atapuerca pueden seguir aportando mucha información sobre estas cuestiones. De momento, la ciencia nos va demostrando que las poblaciones que habitamos en la Península Ibérica tenemos una raíz común, no demasiado alejada en el tiempo. En cualquier caso, las numerosas influencias históricas han tenido un efecto mucho mayor en cuestiones culturales que en nuestra propia biología.

Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el septiembre 11, 2015 a las 11:52pm

Vídeo: ADN Atapuerca y el origen de los vascos

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