La infancia aseguró la supremacía del Homo sapiens

Foto: Jupiterimages / Comstock / Getty Images / Thinkstock

¿Por qué logró sobrevivir sólo un tipo de hombre? ¿Qué hizo que la línea evolutiva de neandertales y Homo erectus se detuviera y estas especies desaparecieran de la Tierra? Muchas de las preguntas que, desde hace por lo menos un siglo, se plantean los científicos evolucionistas parecen encontrar respuesta, al menos en parte, en algo tan simple como el período de la vida que precede a la etapa adulta. Un invento exclusivo del Homo sapiens.

Fuente: La Tercera.com | Jennifer Abate C. | 9 de febrero de 2013

 

Hace dos millones de años el Homo habilis caminaba por Africa desarrollando su recientemente adquirida habilidad de construir herramientas de piedra. Desapareció. Poco tiempo después surgiría el Homo ergaster y casi un millón de años después serían el Homo erectus, en Asia, y el Homo heidelbergensis, en Europa, los que poblarían el espacio terrestre. Este último daría origen al  Homo neanderthalensis, quien alcanzaría, por un breve período, a coexistir con el Homo sapiens, el más evolucionado de todos y quien daría origen a nuestra especie. Con él acabaría esta carrera casi paralela entre diferentes homínidos. Porque desde hace 28 mil años, nuestra especie es la única que domina la Tierra.

 

La supervivencia del humano moderno y la desaparición de todas las demás especies de homínidos puede parecer obvia si pensamos en la teoría evolutiva de Darwin y la supervivencia del más fuerte. Sin embargo, no tenía por qué ser así. De hecho, diferentes variedades de simios, como bonobos, gorilas y chimpancés, coexisten hasta hoy sin problemas, lo mismo que felinos como el jaguar y el leopardo. Entonces ¿por qué prevaleció sólo un tipo de hombre? Esa es la pregunta que hace al menos un siglo buscan responder los científicos.

 

Ya han dado con algunos indicios. Uno de los más importantes fue el hallazgo del gen miR-941, que según los expertos, surgió luego de que los humanos se separaran de los simios y que fue fundamental en el desarrollo del lenguaje y la capacidad de fabricar herramientas. Sin embargo, la expresión de ese gen no habría sido posible sin la ayuda de una condición que hoy explica de manera consistente la supremacía de los Homo sapiens. Esta especie “inventó” la infancia, ese período entre el año de vida y los siete, que le permitió desarrollar de manera eficiente su cerebro y las habilidades cognitivas que distinguen a los humanos modernos, como la planificación y la capacidad de relacionarse colaborativamente con otros.

                                                                                                                                                                            

Un cerebro que crece                                                                            

En poco menos de dos millones de años, el cerebro humano casi triplicó su tamaño, pasando de un volumen cercano a los 500 centímetros cúbicos en la época del Homo habilis a los cerca de 1.350 que tiene actualmente. Dos momentos marcaron de manera más radical este crecimiento. Según los investigadores ingleses Leslie Aiello (izquierda) y Peter Wheeler (derecha), el primero coincide con la aparición de las primeras especies del género Homo, hace cerca de dos millones de años. Según un estudio publicado en Nature, alrededor de esa fecha surgió una mutación en los antepasados humanos con consecuencias claves: la alteración permitió un crecimiento progresivo del cerebro, luego de que ciertos músculos de la mandíbula dejaran de ejercer fuerte presión alrededor de todo el cráneo.

 

Esto se suma a que hace dos millones de años se incorporaron a la dieta los productos del mar, que proveen ácidos grasos Omega 3, claves para una mayor masa cerebral. Un efecto similar tuvo el uso del fuego, que permitió cocinar los alimentos y generó una reacción en cadena: la digestión se hizo más fácil, el sistema digestivo se hizo más pe... y los recursos extras se emplearon en agrandar el cerebro.

 

Obviamente, un cerebro más grande y eficiente implicaba una gran ventaja frente a otras especies. Pero los problemas para la evolución no eran pocos. La capacidad de caminar sobre dos pies había favorecido el diseño de caderas más finas en las mujeres y, por tanto, un adelgazamiento del canal del parto. Esto contrastaba enormemente con el tamaño que el cráneo humano alcanzaba en ese momento y que, de seguir creciendo, haría completamente imposible el parto. ¿Cuál fue la solución? Cambiar el momento del desarrollo total del cerebro. A medida que este órgano se fue expandiendo, la evolución hizo que el desarrollo cerebral se concentrara no sólo en el período dentro del útero, sino que también ocupara una buena parte de los primeros años fuera del vientre materno.

 

Cerebros más pequeños al momento de nacer y, por tanto, criaturas más desvalidas. Ese fue el resultado de este movimiento paradójico para un mundo lleno de peligros y depredadores. Y sin embargo, explica en enorme medida el éxito de la evolución de los Homo sapiens. Porque si bien nacían con un cerebro “incompleto”, éste se volvió enormemente flexible y capaz de absorber información a una velocidad vertiginosa durante sus primeros años fuera del útero.

 

Otros primates también tienen períodos claves en su aprendizaje a medida que sus cerebros se desarrollan pero, en general, su red cerebral queda casi completamente establecida durante el primer año de vida. En los Homo sapiens, este período se extiende hasta los siete años, aunque los últimos 24 meses de este período son los realmente clave. Porque es entre los 5 y los 7 años, dice Barry Bogin (izquierda), profesor de Antropología Biológica de la Universidad de Loughborough de Reino Unido, cuando se produce la mayor ventaja de la infancia. Ahí es cuando se desarrollan las capacidades cognitivas: percepción, discernimiento visual, una mayor autorregulación de su comportamiento, mantener la atención, focalización en los problemas complejos, planificación y habilidad reflexiva.

 

La comunidad social humana                                                                                                                       

El segundo momento crucial en la expansión del cerebro, según Aiello y Wheeler, fue cuando se volvieron totalmente sociales. El trabajo del sicólogo evolutivo de la Universidad de Missouri, David Geary (derecha) analizó cráneos de varios homínidos en relación con el ambiente en que vivían y determinó que adaptarse a comunidades cada vez mayores fue decisivo en el crecimiento cerebral.

 

Louise Humphre (izquierda), investigadora de los orígenes humanos del Museo de Historia Natural de Londres, dice a Tendencias que siempre ha llamado la atención una mezcla inusual presente en el desarrollo de los Homo sapiens: una larga infancia que, sin embargo, contrasta con un período muy breve de preocupación exclusiva de la madre, durante el cual se produce el amamantamiento.

 

 

Barry Bogin agrega a Tendencias que entre los primates, las hembras pueden tener un hijo sólo cada seis años, aproximadamente, ya que deben preocuparse completamente de la alimentación y necesidades de las crías. Sólo una vez que están seguras de que éstas sobrevivirán por su cuenta, tienen otras. En nuestra especie, dice, hace cerca de un millón y medio de años, la evolución se encargó de aumentar la rapidez con la que las mujeres podían tener hijos. No sólo se acortó el período de gestación, que pasó de 12 a 9 meses, sino que también se redujo el período en el que las madres cuidaban exclusivamente de sus hijos, que no superaba los 36 meses, un período que parece extremadamente corto para nuestros estándares actuales.

 

Después del período de lactancia, los niños no eran todavía capaces de alimentarse por sí mismos, ya que aún eran muy pequeños y débiles y no sabían cómo encontrar o procesar adecuadamente los alimentos. “Otras personas debían alimentar y proteger al niño si es que iba a sobrevivir”, dice Bogin.

 

Y esas personas fueron los hombres y mujeres que rodearon a los niños en las primeras grandes comunidades humanas, que datan de hace no más de 100 mil años. La necesidad de criar a los niños obligó a formar lazos entre diferentes comunidades, encargadas de cuidar a los más indefensos, algo que todavía practican las comunidades tradicionales de Nueva Guinea, según el científico estadounidense experto en comportamiento social, Jared Diamond (izquierda), Esto, según el experto, es lo que en esas comunidades favorece la independencia y la adquisición de experiencias de los más chicos en estos grupos y que nosotros estamos haciendo desaparecer con la extrema focalización en los niños y la disminución de las redes naturales de apoyo.

 

Las abuelas, por ejemplo, con su mayor experiencia, tiempo y recursos libres, actuaron en este período como cuidadoras de los hijos de sus hijas, lo que favorecía la supervivencia de los más jóvenes y les daba la seguridad de vivir más años.

 

Según la “teoría de las abuelas”, propugnada por la antropóloga de la Universidad de Utah, Kristen Hawkes (derecha), éstas también habrían participado en el desarrollo de una de las principales características de los seres humanos: su capacidad de generar relaciones sociales, que es precisamente la que llevan a cabo activamente las comunidades tribales de Nueva Guinea. La necesidad de llamar la atención para recibir cuidado y protección nos llevó a desarrollar mecanismos adaptativos que nos permitieran relacionarnos tempranamente con otros adultos.

 

“Con esto, y una vez que fuimos capaces de sobrepasar los problemas del hambre y las enfermedades, la población humana comenzó a crecer rápidamente”, dice Bogin.

 

A partir de la diversidad que entregó el volumen de la población humana y el encuentro entre comunidades, los hombres comenzaron, necesariamente, a compartir los conocimientos y las tecnologías que habían adquirido y que anteriormente sólo habían compartido con sus familias. Esto último fue clave: el hombre comenzó a saber más. Y supo, principalmente, cómo dominar un determinado paisaje y sobrevivir en éste.

 

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Comentario por Jabo el febrero 11, 2013 a las 4:15pm

Me parece curioso que cataloguen a J.Diamond como "experto en comportamiento social". Diamond se hizo famoso como ecólogo especializado en ornitología y biogegrafía. Gracias a sus descubrimientos en la isla Long al norte de Nueva Guinea describió los "supertramps", quizás su mayor aportación a la ciencia. En las últimas décadas se ha dedicado a la divulgación científica con grandes éxitos. He leído algunos de sus artículos de investigación y la mayoría de sus libros y creo que se aleja bastante de ser "experto en comportamiento social".

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