La ciudad de Papá Noel, Myra (Turquía), emerge del lodo

Una sección de una capilla del siglo XIII en Myra.

Fuente: revistaenie.clarin.com | The New York Times | Jennifer Pinkowski | 28 de enero de 2013

En el siglo IV d.C, el obispo Nicolás transformó la ciudad de Myra, en la costa mediterránea de la actual Turquía, en una capital cristiana. Más tarde, Nicolás fue canonizado y se convirtió en el San Nicolás navideño al que conocemos. Myra experimentó una suerte mucho menos afortunada.

 

Tras ser un importante lugar de peregrinación en el Imperio Bizantino durante unos 800 años, desapareció sepultada bajo cinco metros de lodo procedentes del destructor río Myros. Sólo quedaron la iglesia de San Nicolás, partes de un anfiteatro romano y tumbas cavadas en las colinas rocosas.

 
Pero ahora, 700 años después, Myra reaparece. Varios arqueólogos detectaron inicialmente la antigua ciudad en 2009 con un radar de penetración terrestre que reveló anomalías cuya forma y tamaño sugerían la presencia de muros y edificios.

 

 

En los siguientes dos años, excavaron una impresionante capilla del siglo XIII sellada y en un asombroso estado de conservación. Una cruz tallada en uno de sus muros proyecta su forma en el altar cuando la ilumina el sol. En su seno se encuentra un fresco de intensos colores, altamente inhabitual en Turquía.

La integridad estructural de la capilla sugiere que Myra podría estar en gran parte intacta en el subsuelo. "Esto significa que podemos encontrar la ciudad original, tal como sucedió con Pompeya", explicó Nevzat Cevik (izquierda), arqueólogo de la Universidad de Akdeniz, quien encabeza las excavaciones de Myra, bajo la ciudad moderna de Demre. 

Myra fue una de las ciudades más poderosas de Licia, con una cultura autóctona cuyas raíces se datan en la Edad de Bronce. Fue invadida por los persas, helenizada por los griegos y, finalmente, controlada por los romanos.

Hasta que la capilla fue desenterrada, el único vestigio del periodo bizantino de Myra era la iglesia de San Nicolás. Inicialmente edificada en el siglo V d.C., se creía que albergaba sus reliquias y atraía a peregrinos de toda la cuenca mediterránea. 

                                                                                                                                         
Sin embargo, la ciudad también atraía a los invasores. Los árabes la atacaron en los siglos VII y IX. En el siglo XI, turcos selyúcidas se apoderaron de ella, y los restos óseos que se creían que eran de San  Nicolás (izquierda) fueron llevados a Bari, en el sur de Italia, por comerciantes que afirmaron haber sido enviados por el Papa. 

En el siglo XIII, Myra había sido casi abandonada en gran parte. Sin embargo, alguien construyó una pequeña capilla con piedras recicladas de edificios y tumbas.

Décadas después, intensas lluvias sellaron el destino de la ciudad. La capilla brinda evidencia del rápido sepultamiento de Myra. Si el sedimento se hubiera acumulado gradualmente, las porciones superiores del edificio presentarían más daños; en lugar de ello, con excepción de la bóveda del techo, su preservación es consistente de abajo arriba.

                                                                                                                    

"Parece increíble", confirmó Engin Akyurek (derecha) arqueólogo de la Universidad de Estambul, que trabaja en el sitio. El fresco de la capilla excavada resulta particularmente impresionante. Con una altura de dos metros, presenta la deesis ("oración" o "súplica" en griego) con María y Juan Bautista sosteniendo rollos de textos griegos.

 

Aunque normalmente estas representaciones muestran a Cristo Pantocrátor (Cristo Todopoderoso) entronizado, sosteniendo un libro y flanqueado por su madre, María, y Juan el Bautista, cuyas manos vacías se elevan hacia arriba en actitud de súplica, en Myra Juan y María sostienen rollos con texto en griego. Akyurek explicó que esta versión con rollos en las manos había sido vista en Chipre y Egipto, pero nunca en Turquía.

 

 

La capilla forma parte de una excavación más grande que incluye el anfiteatro romano -en buena medida reconstruido en el siglo II después de que un terremoto destruyó gran parte de Lycia- y el puerto de Myra en Andriake, a unas tres millas al sur. Durante mucho tiempo fue un puerto mediterráneo importante, el lugar donde San Pablo tomó un barco en su camino hacia Antioquía (ahora Antakya). Los hallazgos en dicho enclave incluyen un taller que producía púrpura real y colorante azul obtenido de los caracoles murex, así como una sinagoga del siglo V, la primera evidencia arqueológica de la vida judía en la cristiana Licia.

 

Gran parte de Myra yace bajo edificios modernos en la actual ciudad de Demre, por lo que los arqueólogos no saben a ciencia cierta hacia dónde proseguirán con las excavaciones.

Actualmente están adquiriendo las propiedades de los residentes locales para prevenir las excavaciones ilegales, aunque, a juzgar por la escasez de artefactos hallados hasta la fecha, los saqueadores podrían resultar decepcionados: los últimos habitantes de Myra parece que vieron la subida de las aguas e hicieron las maletas antes de irse.

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