¿Impulsó la igualdad sexual la evolución de la cooperación humana?

Foto: Pareja de cazadores-recolectores en Filipinas. SYLVAIN VIGUIER

Fuente: Science | Michael Balter | 14 de mayo de 2015 (Traducción de G.C.C. para Terrae Antiqvae)

Cuando un gran terremoto golpeó Nepal hace tres semanas, las personas de todo el mundo inundaron el país con donaciones y otras ofertas de apoyo. Los seres humanos se encuentran entre los animales más cooperativos del planeta. Sin embargo, los científicos no tienen claro cómo hemos llegado a ser de esta manera. Un nuevo estudio sugiere que la respuesta puede ser la igualdad de género: cuando hombres y mujeres tienen igualdad de voz para decidir con quiénes asociarse, nuestras redes sociales se hacen más grandes.

Los antropólogos solían pensar que hicimos crecer nuestras redes sociales mediante la asociación con personas que estaban genéticamente relacionadas con nosotros. Las familias se mudaban de lugar yendo con los abuelos o los primos, quienes ellos mismos vivían, a su vez, cerca de otros parientes. Sin embargo, un estudio de 2011 sobre 32 sociedades de cazadores-recolectores encontró que la mayoría de los individuos que viven juntos en grandes grupos no estaban relacionados genéticamente.

Los antropólogos Marcos Dyble  (izquierda) y Andrea Migliano (derecha), del University College de Londres, se preguntaron si la cooperación humana tenía menos que ver con la genética y más con la igualdad sexual. Si hombres y mujeres podían decidir con quiénes vivir, razonaron, maridos y esposas no siempre querrían hacerlo con sus propios parientes; ellos, a menudo, habrían pasado un tiempo con gente con la que no tendrían vínculos genéticos o maritales.

Junto con varios colegas, crearon dos versiones de un modelo matemático: uno en el que hombres y mujeres tenían igualdad de voz sobre con quiénes de sus familias vivirían, y otro en el que sólo uno, o el otro sexo, tomaba esa decisión.

Tal como informan en Science, la igualdad de género llevó a más diversos arreglos de convivencia. Incluso en grupos tan pequeños como de 20 personas, bajo el modelo matemático en versión igualitaria tenían un 12% de posibilidades de no relacionarse con otros individuos, mientras que aquellos que vivían bajo el modelo en versión no igualitaria tenían menos de 1% de posibilidades de no relacionarse con otros individuos.

Armados con dicho modelo, los antropólogos realizaron una labor de campo durante un período de dos años, recogiendo datos de dos grupos de cazadores-recolectores contemporáneos. Se reunió información de 191 adultos distribuidos en 11 campamentos del pueblo Palanan Agta, en las islas Filipinas, y de 103 adultos en nueve campamentos de pigmeos de Mbendjele, en África Central.
En ambos grupos, los hogares se mueven a menudo entre bandas que incluyen a las familias tanto del marido como de la esposa. Por comparación, el equipo también tomó datos de 49 adultos del pueblo Paranan, un grupo agrícola que vive cerca de Agta. Entre los Paranan, los hombres son los dominantes y las familias suelen vivir con los parientes del padre.

Foto: Los pigmeos de Mbendjele son los ojos y oídos de los bosques del noreste del Congo.
© C. Fornellino Romero / Survival

Los resultados globales coinciden con las predicciones del modelo: Un promedio de 16,7% de los igualitarios cazadores-recolectores no estaban relacionados, ya fuera genéticamente o por matrimonio, frente a sólo el 4,2% de los agricultores no igualitarios.


"Si todos los individuos tratan de vivir con tantos familiares como sea posible, y todos esos individuos tienen igualdad de voz, nadie termina viviendo con muchos parientes, en absoluto", explica Dyble.

Pero esa es una situación ganadora para ambos sexos, añade Dyble, porque los dos, maridos y esposas, reciben el contacto que necesitan de sus familias cuando es más importante. Por ejemplo, dice Dyble, "los Agta normalmente se mueven cerca de la familia de la esposa cuando ella va a dar a luz, pero tienden a trasladarse cerca de los parientes del marido después de que varios niños hayan nacido y los hombres necesiten de la cooperación para cazar".

Foto:[Gill Conquest]

Tener personas no relacionadas en una banda fue importante en nuestra evolución. El equipo sostiene que si los primeros ancestros humanos tenían una estructura social similar a la de los cazadores-recolectores de hoy en día, entonces el incremento de los miembros del grupo no relacionados habría sentado las bases para la cooperación generalizada y las redes sociales que extendían más allá de los familiares. "En la formación de campamentos no relacionados principalmente, los cazadores-recolectores evolucionaron la capacidad de cooperar con individuos no relacionados", dice Migliano.

Sólo más tarde, con la aparición de la agricultura y sus sistemas de propiedad y riqueza heredada, reapareció la desigualdad sexual, dicen los investigadores.

Sin embargo, algunos expertos advierten que la igualdad sexual podría ser sólo un elemento de una serie de factores que alimentaron la hiper-cooperación humana. "El trabajo de investigación publicado es un ejercicio muy interesante y útil", dice Kim R. Hill (izquierda) un antropólogo de la Universidad Estatal de Arizona, Tempe. "Pero yo sería renuente a aceptar su modelo como única respuesta". También se muestra cauteloso de asumir que los cazadores-recolectores de hoy en día se comporten como los seres humanos antiguos; en parte, porque muchos tienen alterados sus sistemas sociales como resultado del contacto con la civilización moderna.

Polly Wiessner (derecha), antropóloga de la Universidad de Utah, en Salt Lake City, y que ha estudiado a los cazadores-recolectores !Kung y otros grupos relacionados en África, está de acuerdo.

"El igualitarismo extremo que vemos hoy en día, en muchos grupos de cazadores-recolectores, se debe a la ruptura de sus estructuras más formales y de sus normas culturales", dice ella.

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