Todo ser humano desde que nace está constantemente recibiendo información del medio externo, su cerebro necesita esta constante información para los dos procesos fundamentales que van a marcar su correcto funcionamiento durante toda la vida.

Primero, desde el mismo momento del nacimiento (algunos autores indican que desde antes de nacer) hasta su madurez neurológica, que en nuestra especie es muy larga (periodo crítico) aunque diferente dependiendo de los capacidades cognitivas que se trate. En el caso del lenguaje lo suelen situar sobre los 12 años (Lenneberg, 1976). Este periodo es crucial, pues partiendo de esta inmadurez neurológica al nacer (protomapa de Rakic, 1995), la información externa es la que va a estructurar funcionalmente el cerebro del nuevo ser. La calidad de esta información se torna primordial.

Segundo, el cerebro es un órgano que continuamente está recibiendo información del mundo exterior, dependiendo de tales estímulos para un correcto mantenimiento de sus funciones. Algunos sencillos experimentos nos pueden aclarar tales ideas, pues a mediados del siglo pasado se realizaron diversos ensayos de privación de estímulos sensoriales prolongados. Su finalidad era investigar el efecto que el déficit severo de información sensorial externa producía en la conducta de adultos. Para ello, alumnos de psicólogo Donald O. Hebb se sometieron a duras privaciones de estímulos sensoriales durante el tiempo que pudieran aguantarlas. Para conseguir dicho efecto, usaron unos vendajes que impedían el tacto, una careta-pantalla de plástico que alteraba la visión de las figuras y un almohadón en forma de U relleno de goma espuma para atenuar los sonidos. Unos electrodos recogían las ondas de su electroencefalograma. Ninguno de los voluntarios duró más de una semana, pues pronto empezaron a disminuirles la capacidad de pensar y hasta se produjo algún caso de alucinaciones (Milner, 1994).

Pero nuestro mundo es prácticamente simbólico en casi todas sus manifestaciones. ¿Cómo puede el niño asumir en este periodo crítico la información necesaria, pero tan compleja como es el mundo simbólico, para que su cerebro pueda estructurarse a semejanza del de sus padres?

La respuesta es rotunda. Por medio del lenguaje.

El lenguaje es el proceso más complejo y decisivo de la especie humana, pero a la vez es el más desconocido. El lenguaje y la conducta de los yacimientos arqueológicos es la manifestación del desarrollo de las capacidades psicobiológicas (neurológicas y psicológicas) que la evolución nos ha dado, dentro de un medioambiente determinado (sociedad). Trataré de esclarecer su complejidad en los próximos post.

* Lenneberg, E. H. (1976): Fundamentos biológicos del lenguaje. Ed. Alianza Editorial, AU 114. Madrid.
* Milner, P. T. (1994): Donald O. Hebb, teórico de la mente. En Psicología fisiológica. Libros de Investigación y Ciencia, 12-17.
* Mora, F. (2001): El reloj de la sabiduría. Tiempos y espacios en el cerebro humano. Alianza Editorial. Madrid.
* Rakic, P. (1995): Evolution of neocortical parcellation: the perspective from experimental neuroembryology. En Origins of the human brain. Changeux, J. P. y Chavaillon J. (Eds.). Clarendon Press. Oxford, 85-100.

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