La emoción es la de recorrer las salas y habitaciones donde el emperador Augusto y su tercera mujer, la amadísima Livia, que tuvo un papel importantísimo en la vida política de Roma, decidieron el destino de la urbe y del mundo. Finalmente hoy se abren al público la casa de Augusto y la de Livia, situadas en el Palatino, la colina más antigua de Roma. Después de una restauración que ha costado 2,5 millones de euros, se restituye al público un patrimonio hasta ahora cerrado, con una belleza y refinamiento excepcionales.
Galería fotográfica por gentileza de Paolo Rizzo/Ag.Toiati para Il Messaggero
En el Palatino levantaban sus residencias los emperadores y aquí nació Augusto, quien fue adoptado como hijo por su tío abuelo Julio César y se convirtió en el primer emperador romano con el reinado más largo de la historia: gobernó 41 años (27 a.C. – 14 d.C). Y en el Palatino quiso construir también su residencia Augusto, porque era un lugar cargado de gran simbolismo: el lugar donde vivieron Rómulo y Remo, los fundadores de Roma. Al abrirse estas dos residencias de augusto y Livia, solo en turnos de 20 personas durante 15 minutos, se rinde homenaje a Cayo Julio César Octaviano Augusto -nombre éste último por el que es conocido-, en las celebraciones del bimilenario de la muerte (murió el 19 de agosto del año 14 d.C.).
Austera parte privada, grandiosa la pública
Eran austeros Augusto y Livia y así lo reflejan las partes privadas, pero las públicas eran grandiosas: las bibliotecas, el triclinio (comedor) o la sala para recibir. El emperador que, como él mismo dijo, recibió una ciudad hecha de barro y la transformó en una metrópolis de mármol, tenía una gran pasión por los colores y por la naturaleza. En algunas de las salas resaltan los frescos con el profundo rojo pompeyano, que junto al ocre y el azul son los colores que forman el hilo conductor de los frescos de las salas.
Cada una de ellas tiene decoraciones que le dan su nombre: la de los Pinos, porque en los frescos predominan las guirnaldas de pino, o la de las Máscaras, sublime en las coreografías inspiradas en escenas teatrales. Las espléndidas decoraciones, obras maestras en la historia de la pintura romana, hacen de las residencias de Augusto y Livia el mayor complejo pictórico del llamado segundo estilo pompeyano.
Frescos como puzzles gigantescos
Excavadas en el siglo XIX, durante decenios estuvieron abandonadas y a la intemperie. Fue en el año 2008 cuando se abrieron por primera vez las dos casas de Augusto y Livia, y poco después se cerraron por graves problemas de humedad. Ahora se ha ampliado el recorrido, se han abierto salas nuevas y se les ha puesto techo a las que estaban a cielo descubierto. Los restauradores han tenido que hacer puzzles gigantescos.
Por ejemplo, los frescos del comedor de la casa de Livia se habían caído completamente al suelo, fragmentándose en más de quinientos trozos, pequeños y grandes, que se han recompuesto y colocado en las paredes. Gracias a esta extraordinaria obra de restauración, se nos desvelan los colores y la historia de las casas de Livia y de Augusto como nunca antes se habían visto.
Reabren en el Palatino la residencia del emperador Augusto y la de su esposa Livia
por José Luis Santos Fernández
18 Sep 2014
La emoción es la de recorrer las salas y habitaciones donde el emperador Augusto y su tercera mujer, la amadísima Livia, que tuvo un papel importantísimo en la vida política de Roma, decidieron el destino de la urbe y del mundo. Finalmente hoy se abren al público la casa de Augusto y la de Livia, situadas en el Palatino, la colina más antigua de Roma. Después de una restauración que ha costado 2,5 millones de euros, se restituye al público un patrimonio hasta ahora cerrado, con una belleza y refinamiento excepcionales.
Fuentes: Ángel Gómez Fuentes | ABC.es, 18 de septiembre de 2014
Galería fotográfica por gentileza de Paolo Rizzo/Ag.Toiati para Il Messaggero
En el Palatino levantaban sus residencias los emperadores y aquí nació Augusto, quien fue adoptado como hijo por su tío abuelo Julio César y se convirtió en el primer emperador romano con el reinado más largo de la historia: gobernó 41 años (27 a.C. – 14 d.C). Y en el Palatino quiso construir también su residencia Augusto, porque era un lugar cargado de gran simbolismo: el lugar donde vivieron Rómulo y Remo, los fundadores de Roma. Al abrirse estas dos residencias de augusto y Livia, solo en turnos de 20 personas durante 15 minutos, se rinde homenaje a Cayo Julio César Octaviano Augusto -nombre éste último por el que es conocido-, en las celebraciones del bimilenario de la muerte (murió el 19 de agosto del año 14 d.C.).
Austera parte privada, grandiosa la pública
Eran austeros Augusto y Livia y así lo reflejan las partes privadas, pero las públicas eran grandiosas: las bibliotecas, el triclinio (comedor) o la sala para recibir. El emperador que, como él mismo dijo, recibió una ciudad hecha de barro y la transformó en una metrópolis de mármol, tenía una gran pasión por los colores y por la naturaleza. En algunas de las salas resaltan los frescos con el profundo rojo pompeyano, que junto al ocre y el azul son los colores que forman el hilo conductor de los frescos de las salas.
Cada una de ellas tiene decoraciones que le dan su nombre: la de los Pinos, porque en los frescos predominan las guirnaldas de pino, o la de las Máscaras, sublime en las coreografías inspiradas en escenas teatrales. Las espléndidas decoraciones, obras maestras en la historia de la pintura romana, hacen de las residencias de Augusto y Livia el mayor complejo pictórico del llamado segundo estilo pompeyano.
Frescos como puzzles gigantescos
Excavadas en el siglo XIX, durante decenios estuvieron abandonadas y a la intemperie. Fue en el año 2008 cuando se abrieron por primera vez las dos casas de Augusto y Livia, y poco después se cerraron por graves problemas de humedad. Ahora se ha ampliado el recorrido, se han abierto salas nuevas y se les ha puesto techo a las que estaban a cielo descubierto. Los restauradores han tenido que hacer puzzles gigantescos.
Por ejemplo, los frescos del comedor de la casa de Livia se habían caído completamente al suelo, fragmentándose en más de quinientos trozos, pequeños y grandes, que se han recompuesto y colocado en las paredes. Gracias a esta extraordinaria obra de restauración, se nos desvelan los colores y la historia de las casas de Livia y de Augusto como nunca antes se habían visto.