La fauna plasmada en los pictogramas pertenece a la selva húmeda tropical, según los investigadores. Fotos: cortesía Gaspar Morcote

Fuente: unperiodico.unal.edu.co| 17 de octubre de 2015

Vestigios de una megafauna extinta y del que sería hasta ahora el único hallazgo de un ser humano en el bosque húmedo tropical amazónico colombiano, se encontraron en el departamento del Guaviare, en medio de las pictografías de los primeros pobladores de esta zona.

Bajo la mirada milenaria de los individuos que aparecen en las pictografías (dibujos hechos sobre las piedras) de grandes abrigos rocosos ubicados en una zona de San José del Guaviare, el profesor Gaspar Morcote (izquierda), del Instituto de Ciencias Naturales (ICN) de la Universidad Nacional de Colombia, en compañía de tres estudiantes de antropología, buscaron durante 17 días pruebas de vidas pasadas.

El docente Morcote ha trabajado durante 20 años en la Amazonia colombiana tratando de descifrar los secretos que guardan los suelos en relación con evidencias de los antiguos ocupantes de este bosque húmedo tropical.

Su más reciente investigación la llevó a cabo en San José del Guaviare, en la vereda Cerro Azul, un lugar donde se encuentran pictografías de grandes manifestaciones culturales, con las cuales los expertos buscan identificar a sus autores, revisar su cronología y determinar la asociación de los grupos humanos que habitaron esa zona con la fauna y flora presentes en las figuras.

Este trabajo tuvo el consentimiento de los colonos de la región, quienes han llegado provenientes de Tolima, Huila y Boyacá, y que al igual que los personajes de los dibujos en las paredes, encontraron la tranquilidad para permanecer allí después de salir huyendo de sus tierras por la violencia.

Este territorio, en el cual los colonos coexisten con grupos indígenas como los Guayaberos o los Nukak, presenta características asociadas con el Escudo Guyanés, ecosistema con una antigüedad de 4.000 millones de años, en donde se asientan los grandes abrigos rocosos cubiertos con pictografías de 40 metros (m) de longitud y 20 de altura, que inmortalizan la fauna y los humanos que allí convivieron.

Fauna extinta

Lo primero que se puede analizar, según el docente Morcote, es que la fauna allí plasmada pertenece a la selva húmeda tropical, en este caso, animales como pecaríes o cerdos de monte, dantas, tigres, micos y venados, entre otros, que todavía subsisten en estos espacios. “También nos llama la atención la presencia de una megafauna que existió hasta finales de la última glaciación, hace unos 10.000 años”.

Ésta, en comparación con el tamaño de las figuras humanas, es mucho más grande, cuenta con atributos morfológicos que no son de los animales actuales y pertenecería a una fauna terrestre, que se asocia con evidencias paleontológicas de la región del Araracuara (en el Caquetá), en donde se han hallado mastodontes. “Con esto podríamos decir que en esta zona también existió este tipo de animales”, aseguró el profesor.

Por su parte, Hugo Fernando López Arévalo (derecha), profesor del ICN, aseguró que las especies de fauna encontradas en las pinturas han trascendido y hoy los colonos conviven con ellas. A través del análisis de las huellas localizadas en la zona, cámaras trampa, entrevistas a pobladores y registros de información secundaria, el académico ha podido comprobar la información que entregan las imágenes en piedra en relación con los animales que aún existen.

En cuanto a la megafauna, el investigador López asegura que las representaciones de mastodontes pueden ser expresiones de dantas: “estos animales y otros relacionados con perezosos y osos hormigueros ingresaron a Suramérica a través del intercambio de biota (fauna y flora de la región) americana que se originó con el Istmo de Panamá hace más de 2 millones de años”, explicó.

Cerámica y flora

Los dibujos de Cerro Azul, según el investigador Morcote, están muy relacionadas con otros de La Macarena (en el Meta), y del Chibiriquete (en el Caquetá); la fauna, las actividades de caza, danza y oración representadas en las pinturas y las materias primas utilizadas, como el ocre, son algunas de las coincidencias que hay entre ellas.

Sin embargo, este contexto es solo una de las pistas que entrega la historia en la búsqueda de evidencias sobre las poblaciones que allí convivieron. Por esta razón, el grupo realizó prospecciones y excavaciones de tres metros cuadrados (m2), en donde se hicieron estratos arbitrarios o niveles de 10 centímetros (cm) de los cuales se obtuvo el material sedimentario que se filtró para obtener los elementos paleontológicos.

Con este trabajo se recolectaron 100 vestigios de cerámica, más de 800 evidencias líticas (piedras) y alrededor de 6.000 vestigios de flora. Tales excavaciones determinaron la existencia de dos grupos culturales, el menos antiguo, que se presume de inicios de la era cristiana hace 2.000 años, tiene características de agricultores que también trabajaron una cerámica representada en la cultura Guayupe.

Los trozos de cerámica muestran manifestaciones geométricas y zoomorfas (en forma de animales), que representan tradiciones culturales del Bajo y Medio Orinoco, explica el experto Morcote. Esto permite determinar que los habitantes nativos de Cerro Azul tienen influencias de estas culturas y de los Llanos Orientales.

Debajo de este grupo, en una estratigrafía (capas de la tierra) de un metro (m) de profundidad, se encontraron también instrumentos líticos (de piedra) con ausencia de cerámica, que de acuerdo con la cronología que se conoce de la Sierra del Chibiriquete, unido a la de Guayabero, pueden tener 9.000 años de antigüedad.

Pero quizás uno de los hallazgos más importantes de los investigadores es un entierro con evidencias muy desgastadas, en el que se pudieron recolectar piezas molares y fragmentos de huesos del húmero, del que sería hasta ahora el único hallazgo de un individuo en el bosque húmedo tropical amazónico colombiano.

La poca evidencia, aunque aún no da pistas sobre su antigüedad, sí permite afirmar que se trata de un humano de sexo masculino, de 25 a 30 años y que según lo muestra el desgaste de sus molares, consumía una dieta dura, lo que indica también que pertenece a una época en la que no había agricultura y su alimentación podría haberse limitado a nueces y otras semillas.

La preservación de estos restos se debe a que estos abrigos han generado un sustrato rocoso que no generó mucho suelo y protegió en parte los vestigios de la humedad.

Las evidencias también dan cuenta de palmas altamente alimenticias entre las que se encuentran la Mauritia flexuosa (Canangucho),Attalea maripa (Palma real), Oenocarpus bataua (Seje), Syagrus orinocensis, entre otras, con gran cantidad de carbohidratos y grasas.

Por consiguiente, este trabajo permite, según el experto Morcote, elaborar hipótesis que deben ser analizadas con nuevas excavaciones en sitios como Chibiriquete, Nuevo Tolima y Guayabero, en donde existen grandes manifestaciones pictográficas.

“Esto es solo un punto de partida que nos puede llevar a obtener un cuadro cronológico del inicio de la zona de la Amazonia, así como la interrelación de estos sitios y qué tiene que ver con el Bajo y Medio Orinoco”, concluye el investigador.

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