Fuente: reflexiones-de-un-primate.blogs.quo.es | 7 de julio de 2015

El yacimiento de Galería, situado en la Trinchera del Ferrocarril de la sierra de Atapuerca, comenzó a excavarse en 1980. Esta obra, colosal para la época y absurda en apariencia, servía de paso al ferrocarril minero entre la sierra de la Demanda y Villafría, en Burgos. Su construcción no afectó al yacimiento de Galería. Los obreros que trabajaron en la trinchera pasaron de refilón por la pared de la cueva y el yacimiento que contiene quedó intacto. Sin embargo en la década de los años 1950, con la reactivación de una cantera en ese tramo de la Trinchera, el relleno sedimentario de la Galería quedó al descubierto. La pared de la cueva se desplomó con estrépito, pero nadie salió herido.

En la imagen aparece Ana Isabel Ortega, arqueóloga y espeleóloga del equipo de investigación desde 1984.

Mi “bautismo de fuego” en las excavaciones de Atapuerca comenzó precisamente en este yacimiento, hace nada menos que 32 años. Allí pasé diez días memorables quitando sedimentos estériles con un martillo neumático. No tuve ocasión de encontrar nada, pero ayudé a dejar limpia una buena parte de la zona de excavación, repleta de fósiles y de herramientas achelenses. A decir verdad, el yacimiento de Galería fue el lugar donde los más veteranos del equipo aprendimos el método de excavación. En 1995, cuando el profesor Emiliano Aguirre ya se había retirado de la vida activa, los actuales responsables dimos por concluida las labores en este lugar, donde se habían encontrado centenares de restos de animales del Pleistoceno Medio y herramientas de una gran calidad.

La cueva de la Galería no fue un lugar de habitación. No se encontraron evidencias de la construcción de herramientas, sino los productos terminales de la talla de la piedra: bifaces, hendedores y  picos, que son los útiles que mejor definen la tecnología achelense. Aquel lugar había sido utilizado por los humanos para capturar las presas caídas por un pozo vertical disimulado por la vegetación. Sin duda, existía una entrada a la cueva -ahora cegada por los sedimentos-, que permitía el acceso a los animales heridos o muertos, despeñados desde una altura de más de 10 metros. Las extremidades de los animales habían desaparecido y solo quedaban cráneos, costillas y vértebras. Parecía claro que la Galería fue una buena fuente de aprovisionamiento de carne para aquellos humanos del Pleistoceno Medio, que cargaban con la carne, pero dejaban sus herramientas abandonadas. Quizá lo hacían porque tenían que cargar con la extremidad de un caballo o de un ciervo, o tal vez las dejaban allí para una próxima ocasión.

Fotografía del yacimiento de Galería. A la derecha de la imagen puede verse el conducto vertical que conectaba la galería de la cueva con el exterior, todavía relleno en parte por los sedimentos sin excavar.

En 1995, cuando dimos por concluida la excavación en Galería, el azar quiso que encontráramos un trozo de parietal humano. Por su grosor y características no había duda de que había pertenecido a una población similar a la encontrada durante todos estos años en la Sima de los Huesos. A pesar de que el hallazgo era ciertamente muy interesante, nuestros ojos ya estaban puestos en la cueva de la Gran Dolina, donde un año antes habían aparecido los primeros restos de Homo antecessor.

Como en aquellos tiempos las subvenciones todavía no eran generosas teníamos que elegir muy bien los yacimientos a los que dedicar nuestros esfuerzos. El yacimiento de Galería se dio por terminado a la espera de épocas mejores. Y esos tiempos llegaron en la primera década del siglo XXI. Para entonces, el método y las técnicas de excavación había mejorado de manera sustancial. Quizá era el momento de rematar la faena en un yacimiento tan rico y prometedor como la Galería. Gracias al georrádar y  a la tomografía realizada mediante sondeos eléctricos en la zona, sabemos que la cueva de la Galería está conectada con otras cavidades, incluyendo la de la Gran Dolina. Es muy probable que existiera algún “pasadizo secreto” utilizado por los humanos que acampaban en Gran Dolina para acceder a las presas caídas por la trampa natural conectada a la Galería. La distancia entre las dos cavidades es de unos 50 metros y el pasadizo ahora está cegado en su mayor parte ¡Qué interesante sería poder excavarlo!

No obstante, por ahora es momento de excavar de nuevo el nivel donde apareció el parietal humano. Todo hace pensar que el propietario de este trozo de hueso del cráneo pudo ser víctima de algún predador. Si es así, sus restos fosilizados (o lo que haya quedado de ellos) aparecerán en la nueva intervención arqueológica ya en marcha. Un reto más de las excavaciones en Atapuerca, que nunca dejarán de dar alegrías a quienes tengan la fortuna de trabajar en sus yacimientos.

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