El profesor Knapp nos ofrece un variado retrato de la vida del pueblo romano, con un rigor que, sin caer en la erudición excesiva, permite al lector tener un amplio conocimiento de su vida cotidiana.

Fuente: fantasymundo.com | José Luis Valcarce | 4 de octubre de 2012

Indica el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en su primera acepción, que la historia es la “narración y exposición de los acontecimientos pasados y dignos de memoria, sean públicos o privados”. Estamos, pues, ante una acepción que parte de un matiz claramente subjetivo que resulta fundamental para la cabal comprensión de la materia: el acontecimiento ha de ser “digno de memoria”. Así, la esencia de la concepción tradicional de la historia, la conditio sine quae non para que la historia lo sea es que los hechos han de ser memorables. Y de ahí se plantea la siguiente pregunta directamente relacionada tanto con la autoría de la historia como con su objeto: ¿quién decide qué es memorable y qué no lo es?

Parece indudable que la historia la escriben los vencedores; los vencidos rara vez consiguen que su voz se escuche. Las clases populares, los desposeídos, los históricamente vencidos en la lucha de clases -el proceso histórico por excelencia- se mantienen forzosamente silentes o silenciados a la sombra de una Historia oficial con mayúsculas construida por las clases dominantes.

Así, la historia de todo tiempo y lugar se presenta ante todo como una elaboración de la elite, un mero retrato de lo que quiere mostrarnos. Eso explica que en muchas ocasiones se haya visto reducida a una mera sucesión de anécdotas de los notables, a una narración o un relato que se limita sólo a aquello que las clases hegemónicas quieren contarnos -habitualmente magnificando su gloria y minimizando, cuando no ocultando, sus miserias- empleando su propio lenguaje y perspectiva. Asistimos así a la construcción de un lenguaje y un relato demiúrgico: si no te nombro no has existido y si te nombro existirás por los siglos de los siglos como yo quiero que existas. ¡Vae victis!

Sin embargo, al lado de esa historia existe la historia cotidiana de las enormes mayorías que nunca han trascendido individualmente, pero que suponen la estructura real del mundo y cuyo conocimiento y estudio puede ayudarnos a entender mejor lo que en él ha ocurrido y por qué.

No podemos obviar que la construcción del relato histórico de esas mayorías silentes o silenciadas, una historia que pueda reflejar su cotidianeidad y permitirnos entender la realidad del proceso choca con una dificultad: el carácter limitado de las fuentes. En el caso del Mundo Antiguo tal circunstancia es palpable ya que hay relativamente pocas fuentes directas de esa inmensa mayoría y se enfrentan a una historia “oficial” o “tradicional” (disculpen las más que discutibles calificaciones) cuajada de excesivos tópicos y prejuicios respecto a la clases populares, consecuencia directa de esa visión que las elites pueden y quieren perpetuar.

Precisamente para aproximarnos a esa historia de las mayorías disponemos del libro del catedrático emérito de Historia antigua de Berkeley , “Los Olvidados de Roma” (Ariel, disponible en FantasyTienda, dedicado a estudiar la vida cotidiana de las clases populares romanas (identificadas en el subtítulo como prostitutas, forajidos, esclavos, gladiadores y gente corriente). En esta obra el profesor Knapp (izquierda) pretende y, a mi juicio, consigue “desvelar y comprender cómo era la vida de la gente que vivía en Roma y su Imperio” que no formaba parte de la elite, es decir la historia de la gente corriente que formaba el 99,5% de la población del Imperio.

En esa difícil tarea es de destacar el hábil empleo de las fuentes disponibles, ya que, como el lector podrá comprobar, el autor ha recurrido al empleo conjunto de fuentes muy diversas que van desde las literarias procedentes de la propia elite ("El Asno de Oro", "El Satiricón", diversas obras sobre agricultura, el "Carmen Astrologicum", diversos romances griegos, etc.), los textos del Nuevo Testamento (en tanto fuente histórica del siglo II d.C), o la literatura popular, al material epigráfico o los papiros procedentes de esa gran mayoría. Como el propio autor reconoce en su capítulo dedicado al tema “utilizadas en conjunto, todas nuestras fuentes nos permiten ver a los romanos invisibles”.

Partiendo de ese análisis de conjunto, el profesor Knapp nos ofrece un variado retrato de la vida del pueblo romano, con un rigor que, sin caer en la erudición excesiva, permite al lector tener un amplio conocimiento de la vida cotidiana en Roma. Ello exige que se hable de las cuestiones y personas más variadas, trazando una suerte de paisaje sociológico romano que permite entender su configuración y causas.

Así, por ejemplo, el lector puede conocer las condiciones de vida de los esclavos (como expone el autor, ciertamente muy variadas en función tanto de quien fuera el propietario como de las propias circunstancias personales del esclavo) y también el sentido económico y social de la institución y su relación directa con otras cuestiones sobre las que se sustentaba el orden social y moral romano y se construía la idiosincrasia de las masas. En este sentido, es inevitable trazar una directa relación entre una sociedad esclavista y la situación de sumisión en la que se encuentran las mujeres, o la relación entre el poder y la gran masa de proletarios desocupados que sobreviven en un mundo en el que la violencia y la superstición están a la orden del día y se asumen como algo natural, de modo tal que se hace perfectamente comprensible que la vida de soldado pueda resultar atractiva y más segura o que los gladiadores fueran ídolos de masas venerados y, hasta cierto punto, privilegiados.

El autor hace un verdadero esfuerzo por exponernos claramente esa realidad pero, con gran mérito, sin que se corra en ningún momento el riesgo de enjuiciar ese mundo romano tan distinto del nuestro. “Los Olvidados de Roma” consigue hacernos partícipes de un viaje al pasado que permite comprender y entender varios porqués y, al tiempo, librarnos de ciertas creencias que pueden haberse transmitido y que chocan con la realidad. A modo de ejemplo, la vívida descripción de los baños romanos nos pone ante un medio bastante menos apetecible de lo que cabría pensar. Del mismo modo, la palpable desconfianza hacia el poder y la justicia de las elites que tenía la gran masa del pueblo romano (más proclive a tomarse la justicia por su mano mediante linchamientos que a arriesgarse a recurrir a una autoridad que se ve como rapaz y prevaricadora) acaba en parte con la fetichización del orden romano y de un Derecho Romano que, realmente, sólo era útil a las elites.

De la clara exposición del libro resulte indudable que ese orden social se asumió en su momento como algo natural o consustancial a la naturaleza humana, algo con lo que se debe convivir y que se debe padecer. Pese a lo que pudiera parecer o nos gustaría creer, la esclavitud, violencia, situación de la mujer, etc. formaban parte de lo cotidiano, limitándose el común de los mortales a conducirse en ese marco, pero sin intentar cambiarlo. Dicho de otro modo: la conciencia de clase -de haberla- tenía un tinte fatalista y nada revolucionario; y los revolucionarios -de haberlos- pocas veces buscaban más que una inversión de términos, las más de las veces temporal, en un contexto en el que la movilidad social era más bien escasa.

El gran mérito de la obra es sin duda el transmitirnos todo eso con rigurosidad científica pero sin aridez, al tiempo que se toma conciencia de que, por muy alejados que puedan estar en el espacio y el tiempo, los olvidados de Roma eran personas que, como nosotros, amaban, sufrían, luchaban, tenían miedo, se alegraban, etc. Personas en el fondo ni muy distintas ni con preocupaciones muy diferentes, aunque a su modo y en su medio.

Los olvidados de Roma. Prostitutas, forajidos, esclavos, gladiadores y gente corriente
Robert C. Knapp
Barcelona, Ariel, 2011. 416 pp.

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