Sobre el área encharcada, un corte muestra los fangos que acabaron rellenando el foso de Barcino.

Fuente: elperiodico | Ernes Alós | 30 de junio de 2014

La investigación del pasado de la Barcelona romana, en plena efervescencia durante la actual legislatura, sigue completando la imagen de la antigua Barcino. Hay más novedades, tras la presentación pública del tramo de la Via Augusta en el mercado de Sant Antoni; para empezar, la excavación frente a la muralla en la calle del Sotstinent Navarro, aún en curso, en la que se ha identificado un gran foso que servía como defensa pero sobre todo como gran cloaca de la ciudad. Es decir, que la monumental Barcino, con un flujo de aguas marrones a cielo abierto al pie de sus murallas, quizá no olería muy bien, pese a su magnífico sistema de aguas y sus numerosas termas.

El foso de Barcino

«Esta tenía que ser una pequeña intervención, porque creíamos que los sótanos de los edificios del siglo XIX adosados a la muralla (izquierda) que se derribaron no habrían dejado gran cosa, pero nos estamos llevando sorpresas», explica Carme Miró, directora del Pla Barcino, que supervisa la excavación dirigida por Jordi Ramos.

En un par de puntos ya se habían localizado hace años tramos del foso. Pero nada parecido a lo encontrado aquí. Un paseo pavimentado que rodea la muralla y un muro de contención que lo separa de un inmenso foso excavado por el hombre (ya utilizado en la muralla del siglo I y ampliado en la del siglo III, del que van excavados 5,5 metros, y podría llegar a ser mucho más profundo) lleno de materia orgánica descompuesta, y de semillas y restos de peces que darán información valiosa sobre la alimentación de los barceloneses de esos siglos.

Eso sí, no se puede asegurar cómo era el foso en el resto del recinto. Sí que en la avenida de la Catedral, por ejemplo, era más pequeño y adosado a la muralla. «No se puede extrapolar: en cualquier caso, olvidémonos de un foso al estilo de un castillo medieval», precisa Miró. Quizá el de Barcino tuvo funciones defensivas, pero sobre todo, explica, fue el gran colector de aguas residuales de la ciudad, el final del circuito del agua que empezaba con el suministro continuo del acueducto que llegaba de Montcada. Situada sobre un pequeño promontorio, las cloacas bajarían por sus calles hasta cruzar la muralla y desembocar en el foso, que probablemente acabaría en el mar.

Por otra parte, en un artículo publicado en el último número de la revista del Museu d'Història de Barcelona Quarhis, presentada el pasado jueves, el geólogo Ramon Julià (CSIC) y el profesor de prehistoria de la UB, Santiago Riera, también se identifica el foso de la muralla en Sotstinent Navarro. Y en el subsuelo frente a la actual plaza Berenguer se localizó un recorte en el suelo similar.

Pero para complicarlo todo más, en el número 9 del paseo de Colom, indica el artículo, se ha localizado, junto a un posible dique portuario romano, cerca de donde quizá desaguaría el foso, lo que parece la desembocadura de una riera. Comprender la relación entre el puerto, esta desembocadura, el foso, el área húmeda que quizá se aprovechó para construirlo y la antigua riera de Sant Joan, que bajaba por la actual Via Laietana pero se desviaba en dirección a la calle Argenteria, es aún un puzzle. «Quizá -dice Carme Miro- el foso recogía también aguas de la riera de Sant Joan: pero aún tenemos que entender cómo se relacionaban todos estos elementos, y la zona portuaria. ¡Aún estamos excavando!»

LA MURALLA DEL SIGLO III

 Otro rompecabezas que también está inacabado es el de la muralla romana. Pero aunque casi la mitad del recinto amurallado es aún un gran desconocido, y es uno de los objetivos del próximo año en el marco del Pla Barcino, cada vez se tiene una visión más clara sobre su evolución. En este mismo número de Quarhis, un artículo de Alessandro Ravotto da una visión global de la muralla, aporta algunos aspectos inéditos y confirma la datación de la segunda muralla, la que hoy podemos contemplar con sus 76 torres monumentales, en el último tercio del siglo III. Es decir, tras las invasiones germánicas de los años 260 a 272. La excavación de Sotstinent Navarro, apuntan Miró y Ramos, confirma también esta datación.

Foto: Detalle de la muralla y torre en la calle Sotstinent Navarro, 16-18. Foto: Jordi Ramos (Áticos)

Ravotto asegura que la muralla fundacional estaba derruida en varios puntos (por descuido o destrucción) y estas brechas fueron reconstruidas antes de reforzar la muralla con otro muro exterior, que hoy se puede contemplar, de grandes sillares de piedra de Montjuïc y materiales recuperados de los edificios y monumentos fuera de murallas, arrasados para encerrar toda la ciudad tras sus muros. Ravotto repasa cómo se excavaron los cimientos y se aplanó el exterior de la muralla con tierra apisonada y fragmentos de cerámica. Datar estos fragmentos (son anteriores al siglo IV) es el argumento principal que le permite rebatir las teorías que trasladaron la construcción de la muralla a los siglos IV o V.

Una datación u otra tiene consecuencias a la hora de construir el relato de la historia de Barcelona. Siguiendo la opinión clásica, y hoy de nuevo mayoritaria, sobre la edad de sus muros, Barcino reaccionaría a las invasiones bárbaras reforzando su muralla y reduciendo sus dimensiones, y eso la puso en condiciones de prosperar en el siglo siguiente y convertirse en una plaza fuerte segura y manejable que visigodos, árabes y francos pudieron aprovechar, lo que acabaría por hacer de ella la capital de Catalunya.

Por cierto, la excavación de Sotstinent Navarro ha añadido la enésima prueba (dos estancias de un edificio con pinturas en sus paredes, que se ha recuperado, y que fue derruido para construir la segunda muralla) de que la Barcelona romana se extendía más allá de sus muros iniciales hasta la construcción del recinto defensivo del siglo III (y después del siglo VI: la excavación ha exhumado hallazgos islámicos, carolingios y medievales).

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