Foto: El enterramiento 23, en el que el inhumado se depositó dentro de una caja de mampostería

Fuente: huelvainformacion.es | 1 de agosto de 2016

Isla Cristina sí tiene historia. No es que hasta ahora no la tuviera, pero sí se le considera uno de los pueblos más jóvenes de esta provincia, una suerte de islote arenoso emergido del mar -tras el desolador terremoto de Lisboa de 1755- que fue colonizado por argonautas catalanes y valencianos y al que bautizaron como La Higuerita (La Figuereta). Cerca, muy cerca de esta tierra fértil y en el que hoy es su término municipal, la historia devuelve a los isleños parte de su memoria fagocitada por el oleaje del tiempo. A escasos kilómetros de La Redondela, donde la carretera que une Isla Cristina con La Antilla se anexiona a la vía que lleva el tráfico rodado hasta la entidad local, reposa la necrópolis romana La Viña-Matamoros. 


Esto no es una novedad, pues ya la Universidad de Huelva llevó a cabo una intervención en la zona y catalogó el yacimiento en los años 90. Sí lo es su entidad y relevancia, destapada por los arqueólogos en los últimos años: han aflorado 216 enterramientos y una factoría de salazón. 

El jefe de la excavación más reciente, ejecutada entre 2008 y 2010 a instancias de la Junta de Andalucía para la vigilancia patrimonial durante las obras del colector La Antilla-Isla Cristina, Miguel Ángel López, explica a Huelva Información que la intervención que capitaneó como miembro de la empresa privada Girha sólo se ha centrado en el área de terreno que contemplaba el proyecto de obra, es decir, "una línea longitudinal de unos 400 metros de largo y que fluctúa entre los 18 y los 10 metros de anchura". A su juicio, "sólo hemos tocado la mínima parte del yacimiento, ahí debe haber lo más grande", sentencia con expresividad. 

Debe ser así, porque es un punto a favor del yacimiento -datado entre los siglos II y finales del IV después de Cristo- el hecho de que la afección al registro arqueológico soterrado haya sido mínima con el transcurso del tiempo, debido a que la superficie sobre la que se encuentra ha estado exenta de uso agrícola hasta fechas muy recientes. 

En paralelo, su excelente estado de conservación se ha visto favorecido por el entorno. Las características geomorfológicas de la zona, conformada por dunas inactivas que se levantan sobre el paraje natural Marismas de Isla Cristina, ha propiciado que las arenas cubran con su manto dorado los restos arqueológicos desde hace cientos de años, preservándolos de los avatares de la climatología y del demoledor efecto del hombre. 

Es, para más inri, la necrópolis romana con más enterramientos excavados de la provincia de Huelva. Los restos localizados datan de entre el siglo II después de Cristo y finales del IV. 

En total, 194 enterramientos de adultos y 22 infantiles salpican "la mitad" de la zanja excavada en la que se acumulan en un extraordinario estado de conservación. La diversidad de las estructuras funerarias es vasta. "Las hay con cubiertas en tégula o a dos aguas, en ataúdes, incinerados, etcétera", afirma López. Quizá las sepulturas más curiosas sean las de los niños, cuyos cuerpos yacen dentro de ánforas, si bien esto era "una práctica habitual en el mundo romano". 

Una de las conclusiones más interesantes que se extraen de la última prospección es que "todos son enterramientos paganos; no hemos encontrado ninguno cristiano pese a estar ya bien adentrados en el siglo IV, lo que nos indica que el Cristianismo no había llegado en aquella época a las zonas rurales de Huelva". 

No sólo se han conservado plenamente cientos de esqueletos y tumbas, sino también ajuares de gran calidad con los que se inhumaban a los muertos en aquellos albores del primer milenio. El depósito ritual es la serie de objetos que los deudos introducen en la tumba con la intención de facilitarle la vida en el más allá al difunto. Los elementos depositados en las de La Viña son variados, aunque los más numerosos son las lucernas (48 ejemplos), seguidos de la copa o vaso de vidrio (39 ejemplos), las monedas (39 ejemplos), las pequeñas ollitas (36 ejemplos), piezas de vajilla de mesa -terra sigillata africana- (19 ejemplos), los jarritos (13 ejemplos) o los cuencos (10 ejemplos). 

Se han encontrado restos de humanos que todavía portaban al cuello cadenitas de oro, pero también llamaron la atención de los arqueólogos "espectaculares objetos de vidrio labrado o las monedas imperiales, aunque éstas en peor estado de conservación", señala López. La presencia de joyas es "bastante mayor que en otras necrópolis que ya se han analizado y hallamos desde collares, pulseras, anillos o pendientes de oro a otros hechos con bronce, hierro e, incluso, huesos", todo dependía del nivel económico del difunto. 

En otras tumbas no se ha encontrado prácticamente nada. La explicación puede estar en que "dependiera del rito o de la posición del cadáver, pero también de la expoliación". Porque en este yacimiento, como en la mayoría de ellos, los ladrones de la historia también han tratado de hacer su agosto pese a que la consecuencia de su indeleble huella sea borrar para siempre la de nuestros antepasados. 

Miguel Ángel López relata cómo, en plena excavación, "nos íbamos un día y, al llegar al siguiente, ya faltaban cosas". Hasta tres veces tuvieron que poner los arqueólogos estos hechos en conocimiento del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil porque "encontramos tumbas reventadas". Teme que también sea por la acción de los expoliadores que "no hayamos encontrado ninguna lápida con inscripciones". O quizá es que todavía estén por descubrir. 

Plomadas, anzuelos, bicheros y todo tipo de útiles de pesca plagan también la necrópolis de La Viña, que obra en el Sistema de Información del Patrimonio Histórico de Andalucía y que, en palabras de la Delegación Territorial de Cultura en Huelva, "se ha constituido en un referente para el conocimiento de las instalaciones industriales romanas de salazón del Golfo de Cádiz". 

Los avatares de la propia excavación dejaron al descubierto tres piletas para la elaboración de salsas de pescado y salazones aneja a la necrópolis, una actividad que ha perdurado con el paso de los siglos en Isla Cristina y que se mantiene en pleno siglo XXI con total vigencia. 

Por todo se puede inferir que este lugar ostentaría la categoría de vicus maritimus, esto es, un gran poblado dedicado a la producción y comercialización de salazón que, posiblemente, tendría relación con la vía romana XXIII, mencionada en el Itinerario Antonino con la denominación de "Iter ab Ostio Fluminis Anae Emeritam Usque", que comunicaba la desembocadura del río Ana (Guadiana) con Augusta Emerita (Mérida). 

La ciudad sigue sepultada bajo las arenas isleñas, esperando a ser descubierta. "El yacimiento tiene entidad como para tener un proyecto de investigación propio y permanente", subraya López. Por el momento, se retomarán las obras del colector y éstas darán lugar a nuevos trabajos arqueológicos en la zona, lo que impulsará el descubrimiento de nuevas áreas del yacimiento de La Viña. "Ya tenemos el lugar donde se enterraban y donde trabajaba, nos queda saber dónde vivían". 

La Consejería de Cultura no tiene dudas de la importancia del yacimiento para el conocimiento del periodo romano en el Golfo de Cádiz. Ya trabaja, a instancias del Ayuntamiento de Isla Cristina, en la propuesta de su designación como Bien de Interés Cultural con la tipología de Zona Arqueológica. 

En las reuniones mantenidas con el Consistorio isleño éste ha manifestado a la Junta su voluntad de desarrollar, a través de su Plan General de Ordenación Urbanística, la puesta en valor del yacimiento, que quedaría adscrito al suelo no urbanizable de especial protección por legislación específica. Así, sobre él sólo cabrían actuaciones de investigación arqueológica y la puesta en valor patrimonial, pese a ser de titularidad privada. 

Los restos de mayor interés localizados en La Viña descansan en el Museo Provincial, a la espera de que sean trasladados, en el futuro, al Banco de España de la Plaza de Las Monjas para su correcta exposición. Los arqueólogos y los vecinos, no obstante, esperan que también se evidencie el yacimiento en su propio entorno, que se invierta en hacer un centro de interpretación y se abra a las visitas de locales y turistas, revulsivo importante para una localidad que adolece de historia. O no.



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