Foto: Cartel anunciador con la escultura de Augusto de Prima Porta

Fuente:Por Luis TORRES DE LA LLOSA (AFP) | 19 de marzo de 2014

Una gran exposición europea conmemora en París la figura de Augusto, primer emperador de Roma, convertido en dios al morir hace dos mil años, en buena medida ordenador de la civilización occidental y del mundo en que vivimos.

El que fuera un muchachito rubio de ojos grises algo enclenque, en guerra contra el general romano más experimentado de la época, terminó forjando en cuatro décadas un sistema político tan sólido que sobrevivió siglos.

"Es un jefe de Estado que conoció el éxito y que estuvo confrontado a dificultades importantes, tanto en su vida personal como política, las superó y fundó un régimen que duró cinco siglos", dijo a la AFP el conservador de antigüedades griegas, etruscas y romanas del museo de Louvre, Daniel Roger (izquierda), en un recorrido por la muestra que se inaugura este miércoles en el Grand Palais.

Presentada el año pasado en Roma, la exposición realizada conjuntamente con los museos del Vaticano y otras instituciones de Europa, exhibe como obra central la famosa estatua del Augusto conocida como de Prima Porta, de 2,29 metros de altura.

La escultura de mármol del divino Augusto viajó por carretera de Roma a París, escoltada por las fuerzas del orden y protegida celosamente por un dispositivo que incluyó sensores electrónicos capaces de detectar el menor problema.

La exposición ofrece un recorrido por lo que se llamó luego "el siglo de Augusto", edad de oro de la civilización romana que floreció gracias a un período de paz y prosperidad sin precedentes, en el que brillaron hombres como Virgilio y Horacio.

Esculturas, frescos, muebles y objetos de la vida cotidiana ilustran la fulgurante carrera de este brillante político, gran reformador y protector de las artes y las letras, que fue además hábil propagandista del poder, como lo demuestran las innumerables estatuas a su propia imagen.

Según Cécile Giroire, conservadora del mismo departamento del Louvre, la figura de Augusto "marcó con su sello y su legado a toda la región de la cuenca mediterránea y en sentido amplio a toda Europa, que quedará gobernada durante cinco siglos por el régimen político que forjó".

"Apresúrate despacio" 

La divisa que hizo suya Augusto, "Apresúrate despacio" sintetiza de alguna forma su carrera política.

Octavio, su nombre original, nació en el año 63 AC, sobrino nieto de Julio César que lo adoptó como hijo a los 19 años, tras lo cual navegó hábilmente entre intrigas de partido para lograr su objetivo: conquistar el poder y restablecer la paz tras la guerra civil.

César fue asesinado por querer instalar un poder personal. Augusto se cuidará de respetar al pie de la letra las leyes de la República.

En el año 31 antes de Cristo derrota a su cuñado Antonio, amante de Cleopatra, en la batalla naval de Actium (Grecia): tiene 34 años, dos años antes de acceder al reinado más largo de la historia de Roma.

Cuando Augusto llega al poder, escribe Suetonio, "la belleza de Roma no respondía a la majestad del Imperio". "La embelleció tanto, que se jactó con razón de haber hallado una ciudad de ladrillos y dejado una de mármol".

Un mes después de su muerte ocurrida hace 2.000 años el 19 de agosto del año 14 de nuestra era, en un mundo aún intacto de influencia judeo-cristiana, el Senado romano lo eleva al rango de dios y su viuda Livia se convierte en sacerdotisa del culto póstumo a su figura divinizada.

Ningún gobierno occidental posterior --sea monarquía absoluta, dictadura fascista o república moderna-- hubiese sido la misma sin el modelo forjado por Augusto.

"Fue un modelo de estadista, seguirá siéndolo durante la Edad Media y también con Napoleón, para bien y para mal", comenta Daniel Roger. "Finalmente, su acción fue positiva y no es muy frecuente encontrar hoy en día un político de esa envergadura".

Según el experto, la exposición que permanecerá abierta hasta el 13 de julio es la primera en años dedicada en París a la Antigüedad clásica, y aporta una luz interesante a los desafíos de la Europa contemporánea.

"El reinado de Augusto --señala Daniel Roger-- permitió a pueblos que eran de religiones, culturas y tradiciones muy diferentes vivir unidos en paz, un estado que Europa nunca más volvió a conocer, salvo hasta nuestros días".

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