La exposición da cuenta de un episodio trascendental para la definición cultural de España y lo español: la conquista romana. Nuestro paisaje cultural obtuvo con la romanización un ingrediente básico. Hispania pasó a ser parte del Imperio Romano, lo que no significó el abandono inmediato de las propias tradiciones, ni un corte brusco con una trayectoria cultural muy compartida por cartagineses, romanos e hispanos. Todos eran portadores de una civilización mediterránea muy globalizada, forjada en sus orígenes en el Próximo Oriente y madurada en aspectos básicos al sol de Grecia.
La exposición afronta el reto museográfico de dar cuenta de la primera y principal etapa de la conquista de Hispania por Roma, protagonizada por los Escipiones, figuras de leyenda en la forja del Imperio Romano. Inserta en el ambicioso programa de exposiciones temporales del Museo Arqueológico de la Comunidad de Madrid, esta exposición complementa la dedicada a Aníbal y la acción de los Barca en Hispania (“Fragor Hannibalis. Aníbal en Hispania”: julio 2013-enero 2014). Aquí habían creado los cartagineses una verdadera provincia imperial, en la que se robustecieron para retomar su duelo hegemónico con Roma. Los reinos y comunidades hispanos quedaron implicados en ese hecho e influidos en sus formas políticas y culturales por los cartagineses, a los que aportaron también cosas notables: entre otras, sus muchos recursos, técnicas de armamento y de guerra y concepciones ideológicas en torno a las formas de realeza, que enriquecieron el acervo púnico en estos terrenos.
El duelo púnico-romano, reabierto con la Segunda Guerra Púnica, trajo consigo la venida de los ejércitos de Roma para acabar con las bases púnicas de Hispania, lo que desembocó en un proceso de conquista global y en la imposición, llena de consecuencias, de la nueva potencia hegemónica. Los romanos, con los Escipiones a la cabeza, encontraron en Hispania recursos y estímulos decisivos: también enriquecieron su acervo técnico en las artes de la guerra, con el ejemplo destacado de la adopción de la espada hispana (gladius hispaniensis), mientras que, en el terreno ideológico y político, la realeza ibérica, enriquecida por el tinte helenístico aportado por los Barca, estimuló las formas de poder personal que ambicionaban los dirigentes romanos. Fue un hecho relevante que los Escipiones fueran vistos y tratados como iguales por los régulos hispanos, lo que estimuló el proceso de imposición en Roma de formas de poder monárquico que culminó con el Principado de Augusto.
La exposición explica, en un recorrido museo-gráfico por varios apartados o salas, un discurso que se inicia con una sugestiva inmersión en la Roma de los Escipiones, la “Roma de barro”, en la que los miembros de esta gran familia aristocrática emprendieron una verdadera revolución cultural y política, con su opción por los ideales y modelos helenísticos y la imitación del tipo de líder heroizado que encarnó Alejandro Magno (la imitatio Alexandri).
Se trata a continuación de los ejércitos de Roma, el instrumento de la acción imperial con el que se emprendió la conquista de Hispania, y de las aportaciones armamentísticas hispanas. A lo que sigue una tercera sala dedicada al desembarco de los ejércitos romanos al mando de los prime- ros Escipiones en la colonia griega de Emporion (Ampurias), a título de aliados de los griegos. Pronto se convirtió en base militar romana, a la que se sumó la fundada en Tarraco (Tarragona), que sería uno de los centros militares y administrativos más importantes de la Hispania romana.
La cuarta sala está dedicada a la acción del gran Publio Cornelio Escipión Africano, el vencedor de Aníbal en Zama (202 a.C.). Conquistó la capital hispana de los cartagineses –Qart Hadas- ht (Cartagena)– y, tras varias importantes victorias, expulsó a los ejércitos púnicos de Hispania. Quedó abierta la posibilidad de apropiársela, de conquistarla, y Escipión emprendió una directa implantación colonial con la fundación de Italica, junto a Spal (Sevilla), en pleno corazón de la Hispania púnica.
La quinta sala está dedicada a la conquista por los Escipiones de la Hispania interior. En esto sobresalió la gran personalidad de un Escipión de adopción, hijo de Emilio Paulo, llamado por ello Escipión Emiliano. Fue el debelador implacable de Numancia, protagonista de una resistencia heroica y mítica. Después alcanzó la meritoria denominación de Africano (Minor, para diferenciarlo de su célebre antecesor) por la toma y destrucción de Cartago en el 149 a.C., final de la Tercera Guerra Púnica.
Una última sala está dedicada a explicar el perfil ideológico de los Escipiones, el peso de la tradición ideológica romana y su incorporación a los modelos conceptuales helenísticos, así como su asociación a la realeza ibérica, su “hispanización”. Augusto, que acabó la conquista de Hispania, cierra el recorrido histórico e ideológico de los Escipiones, como grandes triumphatores, imponiendo en Roma el poder monárquico que ellos empezaron a soñar con sus experiencias hispanas y la memoria eterna de Alejandro.